Aquel día, el detective privado Fuckson, ya sabía que todo acabaría mal.
La noche anterior, estuvo hasta las tantas tratando de sonsacarle algún tipo
de información, mínimamente útil, a su estúpido y beodo confidente; que
últimamente ya no daba pie con bola; estaba acabado, era una colilla de
tabaco barato, requemada y apagada.
Como ya se ha apuntado, tuvo que beber con él para tratar de sacarle
algo útil. No fue mucho y encima acabó con una cogorza de tres pares de
Relato
Aquel día, el detective privado Fuckson, ya sabía que todo acabaría mal. La noche anterior, estuvo hasta las tantas tratando de sonsacarle algún tipo de información, mínimamente útil, a su estúpido y beodo confidente; que últimamente ya no daba pie con bola; estaba acabado, era una colilla de tabaco barato, requemada y apagada.
Como ya se ha apuntado, tuvo que beber con él para tratar de sacarle algo útil. No fue mucho y encima acabó con una cogorza de tres pares de
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cojones. ¡De puta madre! No hubo manera de que Charly “Chupa-chochos” dijera algo mínimamente inteligible y coherente; no obstante, gracias a su perspicacia, nuestro héroe - o anti-héroe, según se mire y se prefiera, que a mí, como autor barato que soy, me da lo mismo - supo quién había estafado a Johnny “Dedos-largos”; un rufián de cierta importancia, que compraba y vendía mercancía de todo tipo y condición y de más que dudosa procedencia.
Debía ir con tiento, y proceder con suma cautela; pues la pasma también andaba tras él y no quería espantarlo. En fin, como ya dijimos, aquella puta noche acabó con una cogorza monumental para ambos: confidente y detective. Llegó a eso de las 05:30 a. m. a su piso de la calle 14 y le costó Dios, ayuda, mucha insistencia y mucha mala leche y echar la pota en el rellano, lograr abrir la maldita cerradura. Ya dentro y aún vestido, se desplomó sobre su mugriento catre a dormir la mona.
Fuckson, se despertó con resaca, dolor de cabeza, náuseas, ardor de estómago, dolor de huevos - debido a alguna enfermedad venérea, dada su afición a las putas baratas, las únicas que podía permitirse con sus escasos emolumentos - , mala leche y con la mente obnubilada aún por el alcohol barato marca “Matarratas”, que todavía le hacía efecto.
Bebió un café frío, aguado y más que recalentado, una tostada quemada con el resto de un bote de crema de cacahuete y, sin tomarse la molestia - ¿Para qué? - de ducharse, afeitarse o al menos, adecentarse un poco - sólo un poco, según su costumbre - , se precipitó a la fría mañana de febrero de la calle 14. Echó a andar, pues no le quedaba un chavo para taxis ni mierdas de ésas, hacia la 5ª Avenida; como un zombi, tropezando con gente rara, que le miraba mal, le empujaba y le insultaba, algo así como: “¡Sunormal, a ver si miras, so mamón, borracho de mierda, vete a cagar!” y otras lindezas por el estilo, que le dejaban completamente indiferente, pues, por desgracia - o no - estaba ya más que acostumbrado a la escoria humana.
Sólo pensaba en cobrarle a su cliente, por la información de la noche anterior y en el olor a coño de su secretaria. - Se había pajeado más de una vez, recordando el color de sus bragas negras de encaje, que enseñaba al descruzar las piernas perfectas de diosa, enfundadas en una faldita que
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pertenecía a un traje sastre de corte perfecto. - Piernas perfectas, piececitos perfectos, zapatitos de tacón caros, con el tacón perfecto; para resultar sexy sin ser vulgar, culo perfecto, cinturita perfecta, pechitos pequeños pero perfectos y tiesos, que desafiaban a la gravedad (¡jódete Newton!) morenaza de 22 años, insolente calientapollas; coñito ardiente, húmedo y jugosito; un coño cachondo y hambriento de polla; seguro que el cabronazo de su jefe se la cepillaba cada día. Habría que estar muerto para no hacerlo; la nena estaba de infarto; estaba para comerle la regla a cucharadas, como si fueran natillas.
Mientras pensaba en ello, relamiéndose de gusto y con la polla morcillona abultando en su mugriento y arrugado pantalón de traje barato; llegó a su destino. Un edificio de la calle 21 con la 37; gris y mugriento, como el día, como él mismo. Se apresuró a entrar, a ver si pillaba a la guarrilla de la secretaria sola, antes de que llegara el huevazos de su jefe.
Tuvo suerte; ese día estaba más guapa y sexy que nunca. Llevaba una falda cortita con una raja detrás, que marcaba su culo de diosa; (culo brutal, erección brutal; un culo que le ponía a uno enfermo, con fiebre). Le hizo pasar a la oficina de la 5ª planta, y le hizo sentar en un sofá, de cuero marrón oscuro. Ella (la diosa) se sentó en una mesa, delante de él; haciendo como si estuviera ocupada en el papeleo habitual; cruzando y descruzando las piernas; enseñando los prietos muslos; muslos ardientes y perfectos. Mostrando, con ese movimiento, unas braguitas color carne, transparentes, de encaje, que dejaban entrever su vello púbico, negro e impúdico.
Fuckson se puso a sudar, enfebrecido, con una dolorosa erección; rezando casi, para que la putilla volviera a descruzar las piernas otra vez. En esta tesitura estaba, con la polla histérica y agonizando, cuando llegó el cabrón; el jefe, su cliente.
- Buenos días Sr. Fuckson. ¿Qué tal está? ¿Ya tiene la información que le pedí? Buenos días también, Cindy. ¿Por qué no le preparas un buen café al detective Fuckson y, de paso, otro a mí? ¡Muchas gracias! -------- - ¡Cómo no, Sr Wormson! – Dijo, con una vocecita de putita tímida, la diosa del coño perfecto. --
- ¿Cómo lo prefiere, Sr. Fuckson? ¿Con mucha leche? -
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- ¡La leche te la iba a dar yo dentro de tu coñito, putón! – Pensó en febrecido Fuckson; pero lo que respondió fue un entrecortado: “Sí… sí… por favor… gracias… Cindy.” ------- - Y bien, ¿cómo vamos, Fuckson? ¡Le veo muy desmejorado! ¡Hubiera hecho bien duchándose y adecentándose un poco, aunque hubiese llegado más tarde! Pero no me haga caso; sé que estuvo hasta la madrugada intentando extraer algún tipo de información. --- - Puess… sí… algo le he sacado a ese imbécil de confidente que tengo; es algo cretino, pero tiene buenos contactos, el mamón. --- - El resultado es lo que importa, no los medios. ---- - Eso digo yo… Mientras me paguen… ¡lo que sea! --- - ¡Pues bien, póngame al día! ---- - En estas, mientras tanto, la diosa llega con dos tacitas de café, en una bandeja, inclinándose de tal manera, que muestra el inicio de los pechitos, que sobresalían de su escote. --- - ¿Le gusta así, señor Fuckson? – ¡Ya lo creo que me gusta, zorrón! ¡Te la metía hasta el útero! ¡Ya estoy harto de hacerme pajas, pensando en tu peludo coñito de zorra; tengo artrosis en la mano por tu culpa, putón! - Pensó Fuckson, pero lo que dijo fue: “Sí gracias, así está perfecto; muy amable, Cindy.” – Se volvió a marchar, marcando su tenso culo en su minúscula y rajada falda, y luego, volvió a su sitio, a su mesa, volviendo a cruzar y descruzar sus piernas, con toda la inocencia y toda la malicia del mundo, al mismo tiempo. – ¡Lo hace adrede, la muy zorra; me estoy poniendo enfermo; le arrancaría las bragas y me la follaría encima de la mesa! – Pensó Fuckson, mientras le echó una última mirada a sus bragas, en un momento en que descruzó sus piernas. Pero lo que dijo fue, dirigiéndose a su cliente: “Pues verá, señor Wormson; ése tal „Dedos largos‟, sé que le está robando mercancía de su almacén; es decir, que acepta y compra y vende mercancía robada de su almacén, entre otras empresas. ¡Casi lo tengo a punto, para hacerle hablar y mandárselo a usted y a la policía; si usted lo desea también y para que se ocupen ellos, o usted mismo, de ese canalla de Johnny „Dedos-largos‟!” ------------------------------ -- - ¡Muy interesante Fuckson! ¡Sígale, averigüe lo que se propone; obtenga fotos y tráigamelas! -- - Así lo haré, señor Wormson. ----
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- Le proporcionaré un anticipo. ¡Cindy, querida! Acompaña al señor Fuck son al despacho de tesorería y endósale un cheque de 200$, por los servicios y otro de 300$, como anticipo. Yo tengo que salir ahora mismo, por un asunto. -- - Como usted diga, señor Wormson. Sr. Fuckson, ¿sería tan amable de acompañarme al despacho de tesorería? Allí le haré entrega de los cheques. - ¡Bu… bueno, sí ¡cómo no! ¡Casi me olvido! ¡Hasta la próxima, señor Wormson! ¡Ahora le… le acompaño, Cindy! – Farfulló torpemente, Fuckson. – ¡Dioss, tengo la polla a punto de reventar, voy a estar a solas con esa calientapollas; a ver si hay suerte y me deja meterle mano por debajo de la falda y tocarle un poco las bragas, seguro que ya está húmeda y con el coño chorreando, la muy puta. – Pensaba Fuckson mientras seguía al culo perfecto; a Cindy, queremos decir.
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Entró Fuckson, enfermo perdido; enfebrecido sin remedio, tras el culo perfecto, que se marcaba bajo la fina tela de la faldita con la raja; que dejaba ver casi todo el glorioso muslo de diosa. -- - Tome asiento, señor Fuckson; enseguida le traigo los cheques. – Dijo la revientapollas; es decir: Cindy. – ¡A ti te iba yo a “tomar”, putón, zorra, guarra, calienta-pollas, que te comía el coñito aquí encima de la mesa…! - - - Pensaba, mientras, el pobre y calenturiento Fuckson.
Enseguida volvió a entrar en el despacho de tesorería, Cindy; contoneándose lascivamente frente a Fuckson, mientras se acercaba a él; que tenía ya el miembro tumefacto y a punto de estallar de deseo reprimido de hembra. --
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- Aquí tiene, señor Fuckson; los dos cheques que ha acordado con mi jefe, el Señor Wormson; el cheque de 200$, por los servicios prestados y el de 300$, como anticipo. – Mientras decía esto, dejó caer, como por accidente, uno de los cheques, que cayó al suelo, mientras Cindy todavía estaba de pie; momento que aprovechó Fuckson para agacharse a recogerlo y mirarle las bragas por debajo de la falda. Se deleitó todo lo que pudo con la visión de sus muslos, sus nalgas y los pelitos del coño que sobresalían de sus bragas color carne, de encaje y que dejaban transparentar el vello púbico y el principio de la raja del coño de Cindy. Al borde del ataque cardíaco, Fuckson recogió torpemente el cheque de 200$ que cayó al suelo. – Ojalá se le caiga el otro. – Pensó. – Pero, ¡calla! ¡Este mismo se me puede caer a mí mismo, también! – Pensó entusiasmado por su enfebrecida y enfermiza ocurrencia. Y así fue, en efecto; se le volvió a caer a Fuckson el cheque al suelo, mientras Cindy continuaba todavía de pie frente a él y fingía no darse cuenta de las “maniobras” forzadas que hacía Fuckson, para tratar de volver a verle las bragas por debajo de la falda de su traje chaqueta. Esta vez, se demoró todo lo que pudo, recreándose en la raja del coño, que se le marcaba en las bragas; una parte de ellas se le había metido entre los labios mayores del chumino y se notaba que estaban húmedas; quizá Cindy aprovechó la ausencia, mientras iba a buscar los cheques, para metérselas en la raja y así, darse más gusto ella y ofrecer un mejor “panorama” al enfermizo y voyeur Fuckson; al parecer, su máximo “admirador”; aparte del cabronazo de su jefe, el Sr. Wormson, que se la follaba todo lo que podía; además de “obligarla” a hacerle una felación tras otra…
Fuckson no pudo más; casi corriéndose dentro de sus mugrientos y arrugados pantalones de traje barato de detective del tres al cuarto, metió la mano rápidamente, como un ave de presa, bajo la corta falda de Cindy y, de un enérgico tirón, le bajó las bragas hasta los tobillos; recreándose con la visión gloriosa de su húmedo y peludo coño moreno, bajo la falda; ella, todavía de pie y él, fingiendo coger el cheque del suelo. - ¡Oh! ¡Oh! ¡O… oiga, señor Fuckson! ¿¡Qué se cree que está usted ha ciendo!? – Dijo - sin gritar demasiado, para que no la oyese nadie - la guarra y putilla de Cindy. --- - ¡Cállate zorra! – Exclamó Fuckson fuera de sí. – ¡Y levanta las piernas para que ya pueda quitarte las bragas o te las rompo de un tirón! – Cindy,
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para evitar que se las rompiese, levantó primero una pierna, y luego la otra, para permitir que Fuckson le quitara las bragas; con lo cual, se quedó vestida con el traje chaqueta y los taconcitos, pero sin las bragas; sin nada debajo de la falda; con el chocho al aire; lo cual le produjo una doble y contradictoria sensación. Por una parte, se moría de vergüenza, de estar sin bragas y de que el señor Fuckson le hubiera visto sus partes íntimas; su coño, por debajo de la falda, estando ella de pie; pero, por otro lado, eso mismo le produjo una excitación insoportable, rayana en el dolor físico, que casi la hizo correrse al instante. -- - ¡Por favor, señor Fuckson, si alguien nos viera, me moriría de vergüenza! ¡Guárdese las bragas en el bolsillo! – Lo que hizo el hijoputa de Fuckson fue olerlas, para deleitarse con el olor a coño, a hembra de infarto, de Cindy y, acto seguido, no se las metió en el bolsillo; se las metió dentro de los calzoncillos, y se masturbó delante de Cindy con ellas. Se corrió casi al instante y dejó las bragas, color carne, de Cindy, totalmente pringosas de esperma caliente. Se las dio a Cindy, que se las puso, nerviosa y ansiosamente, con unas ganas locas de notar el semen caliente de Fuckson en su húmeda y palpitante vulva. Al notar su esperma en la entrada de su vagina, casi se corre, pero no queriendo darlo a entender y, fingiendo que se las había vuelto a poner por motivos púdicos, reprimió un quejido de placer que enervó aún más al Sr. Fuckson.
Casi los pilla “in fraganti”; pues en ese momento entró el señor Wormson, a por unos papeles que se le habían olvidado. – ¡Ah! ¡Hola otra vez, Fuckson! ¿Ya le han entregado los cheques? ¡He vuelto porque he olvidado unos importantes documentos! ¡Cindy, querida, hazme el favor de localizarme el dossier del caso “x”, si tienes la amabilidad! --- ¡Ahora mismo, señor Wormson! – Exclamó Cindy, ahogando y repri
miendo su turbación y, el hecho de estar ruborizada, por lo que acababa de ocurrir. Fuckson también tuvo que calmarse, después de correrse en las bragas de Cindy. --- - Sí, señor… Wormson; Cindy me los acaba de endosar… – Dijo, casi atropelladamente, Fuckson. --
- ¡Le digo lo mismo de antes; no quiero ser reiterativo, pero manténgame informado sobre el asunto de Johnny “Dedos-largos”! ¿Le pasa algo Fuckson, se encuentra bien? Le encuentro algo sofocado. ¿Quiere que
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vayamos a un bar a remojar el gaznate? ¡Ah, no! ¡Olvidaba que estaré ocupado toda la mañana! Bueno, hasta la próxima, señor Fuckson y espero que Cindy le haya tratado como corresponde y… la próxima vez… le sugiero que se adecente un poco… Cindy es tan… inocente… Es una joya; de buena familia, recomendada… ¡Y trabaja de maravilla! Me lleva los papeles de forma admirable; ¡todo un hallazgo! – Ya lo creo que es una joya, puto cabrón, que debes estar harto de que te coma la polla, de comerle el coño y de follártela encima de la mesa; pervertido de mierda. – Pensó Fuckson; pero lo que dijo fue: – Sí… sí, me ha tratado con toda corrección; espero que la conserve, no todos los días uno encuentra una secretaria tan… tan, bueno tan, “elegante” y con la “presencia” de Cindy, y tan… eficiente. – ¡Por supuesto! – Exclamó el Sr. Wormson.
En estas que llega Cindy, con el dossier “x”; se lo entrega al señor Wormson y, disimulando, se despide del señor Fuckson, dándole la mano y discretamente, dándole, asimismo, las bragas sucias, de su propio semen. Fuckson, aturdido y casi “descubriendo su secreto”, se la estrecha torpemente y se mete las bragas disimuladamente, en el bolsillo de su pantalón; mientras sale del despacho de tesorería, con una nueva erección. - Tengo que buscar un lavabo y hacerme una paja ahora mismo. – Pensaba Fuckson; mientras el señor Wormson tomaba el dossier “x” y salía a escape, no sin antes sonreír maliciosamente a Cindy, mientras le daba un beso en la mejilla, y un cachete en su culito de diosa. -- - ¡Hasta luego, querida! --- - ¡Adiós, señor Wormson! – Cabrón, cerdo, sobón de mierda, si no fuera porque necesito el dinero; y encima hoy voy a estar todo el día trabajando sin bragas. ¡Qué vergüenza! ¡Casi me corro de la excitación! ¡Mira que si alguien se da cuenta! ¡Menos mal que al señor Wormson no le ha dado por meterme la mano por debajo de la falda para tocarme las bragas! ¡Menuda sorpresa se hubiera llevado, al tocarme el chocho húmedo y pringoso, de la leche sucia del señor Fuckson! ¡Necesito una excusa para ir a una mercería, y comprarme otras bragas, exactamente iguales; el señor Wormson me las ha visto, y sabe que, esta mañana, llevaba las bragas color carne, de encaje, que me regaló por mi cumpleaños! ¡Espero que no se dé cuenta de nada; además de cerdo, es muy celoso, y podría llegar a matar al señor Fuckson, si
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se entera de lo que acaba de pasar…! – Pensaba “angustiada” y, a la vez excitada, Cindy.
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Tuvo que salir por la puerta de atrás, para no llamar la atención; sabía que las bragas se le marcaban bajo la falda, cuando las llevaba puestas, y no quería que el ascensorista de la empresa, un niñato salido como un perro, y que siempre la “repasaba” y desnudaba con la mirada, se diera cuenta de nada, y se lo contara todo luego a su jefe, el señor Wormson. --- - ¡Qué sensación tan rara; salir a la calle, vestida y sin bragas debajo de la falda! – Pensaba Cindy; que tenía la morbosa sensación de que todo el mundo la miraba y se daba cuenta de que iba con el coño al aire, bajo la estrecha y corta falda del traje chaqueta.
Al cabo de un rato angustioso de ir aguantando miradas lascivas, piropos soeces e intentos de meterle mano y, algún que otro “graciosillo”, intentando colarle un espejito, por debajo de la falda, para verle las bragas, - cosa imposible, pues no las llevaba puestas - llegó a la mercería más cara de la ciudad: “La Lingerie Français”; para comprarse otras bragas, exactamente iguales a las que había llevado puestas. La dependienta y dueña de tan distinguido establecimiento; una vieja harpía, con pinta de ser la “madame” de un burdel de lujo, le atendió al instante, con una mirada maliciosa, morbosa y lujuriosa. “Seguramente sería lesbiana, la muy cerda.” - Pensó Cindy. --------------------------------------------------------------------------- - ¡Muy buenos días, señorita Cindy! ¿Qué desea esta vez? ¿No la acompaña hoy, el Sr. Wormson? -
- Eeeh… ¡No! ¡Hoy no…! Es que… he tenido un pequeño “accidente” con
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mi ropa interior…, precisamente con las braguitas color carne, de encaje, que me compró por mi cumpleaños, el Sr. Wormson. - - Si las tiene encima, o las lleva aquí, podremos echarles un vistazo y, se las coseremos gratis, o le proporcionaremos otras iguales… Ya sabe que el Sr. Wormson es uno de nuestros mejores clientes, Sta. Cindy… -- - Eeeh… ¡No! ¡No las llevo puestas…! --- - ¡…! --
- Es que…; se me han roto y se me han caído por la calle, y las he perdido, mientras iba al trabajo; y he tenido que estar toda la mañana, en la oficina, vestida con la falda y sin bragas. ¡Qué vergüenza! ¡Imagínese usted, que alguien se hubiera dado cuenta de que voy con todo al aire y a la vista, debajo de la falda del traje chaqueta…! - - Ya, ya; ya veo… ---
- ¿Me puede usted ayudar, Caroline? -- - Veremos lo que puedo hacer… ¿Tienen que ser exactamente del mismo modelo? -- - ¡Claro! ¡Son un regalo de mi cumpleaños; usted ya lo sabe! -- - ¿Pero él se las ha visto hoy? -- - Eeer… ¡No, claro! Se me han roto y se me han caído en la calle, justo
antes de entrar en la oficina… -- - ¡Qué raro es todo esto! ¿Y no se le ha ocurrido recogerlas, para que se las reparemos o para comprarse otras, antes de entrar en la oficina y estar, toda la mañana, entre hombres, trabajando sin bragas bajo la falda? --- - Eeer… ¡No, no pensé en ello! – ¡Dioss qué apuro estoy pasando! Esta
condenada putilla entrometida me está poniendo en un aprieto; la muy pécora es capaz de no sacarme de la tienda las bragas que necesito, para ponerme en evidencia delante del Sr. Wormson. – Pensaba, con nerviosismo y ansiedad, la azorada Cindy. – Así que, esta guarra no lleva bragas… y necesita exactamente el modelo de bragas, que se supone llevaba puestas esta mañana… – Se decía, para sí misma, esa harpía pérfida de Caroline; la dependienta y dueña de “La Lingerie Français”. --- - Puess… ¡Me temo que, sintiéndolo (pero mucho), ese modelito tan mono de braguitas tan caras, color carne, con encajes y transparencias, se nos ha agotado! ¡Tendría que hacer un pedido! ¡Naturalmente, a nombre del Sr. Wormson; que es quien paga las facturas, y es el que tiene cuenta en nuestro
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distinguido (y caro) establecimiento…! – Le dijo a Cindy, esa víbora venenosa de Caroline. --- - ¡Oh, no! ¡Por favor Caroline… no le diga nada al Sr. Wormson; se llevaría un disgusto! ¡Y ya sabe lo celoso y posesivo que es! ¡Sería capaz de matarme dos veces, si llega a enterarse que he salido a la calle, con falda y sin bragas, y que, encima, he perdido las braguitas francesas que me regaló…! – Rogó Cindy, presa del mayor de los terrores y pánicos, que hubieren jamás existido, entre sus jóvenes y tersos muslos de diosa griega emputecida. --
- Bueno… Ya encontraremos una solución… ¡No se preocupe, querida! ¡Precisamente, una de nuestras jóvenes empleadas, lleva puestas unas, exactamente iguales a las que usted necesita, Sta. Cindy! ¡Y si no tiene usted demasiados escrúpulos, en ponerse las bragas usadas de Yolanda; nuestra nueva empleada portorriqueña, la llamaré; para que se las quite en su presencia, y pueda usted ponérselas inmediatamente! ¡No tema, Yolanda es una chica muy limpia y aseada! ¡Y, Además ella, al contrario que usted, se depila; por lo que no encontrará vello púbico, en el interior de las bragas! - Dijo la harpía. – La llamaré inmediatamente. ¡Yolanda! ¿Tendrías la bondad de acercarte un momentito? – Y Yolanda vino al encuentro de la jefa y encargada de las empleadas de la mercería, de renombre francés, que ya conocemos. ------- - ¿Llevas puestas las bragas color carne, de encaje y transparencias; ésas tan caras? ------ - Puess… ¡Claro! ¡Claro que las llevo puestas! ¡Vaya pregunta! ¡No voy a ir con todo “al fresco”, debajo de la falda! No entiendo la pregunta, Mme. DelaMerde… ------- - No te preocupes, Yolanda; quítatelas y dámelas. Yo te devuelvo el dinero que pagaste y, además te daré otras iguales, nuevas; cuando llegue la siguiente remesa. ------ - Pe… pero… están sucias… hace tres días que las llevo puestas… me hace ilusión llevarlas… no entiendo nada… no entiendo esta absurda, morbosa, rara y poco higiénica petición. ------ - ¡Tú quítatelas, si quieres seguir conservando tu puesto, en esta corsetería! “La víbora ha escupido veneno”; pensó Cindy. Yolanda obedeció, a regañadientes; se levantó la falda y se quitó las bragas, en medio de la tienda; por suerte, desierta, a esas horas de la mañana; al contrario que por la tarde.
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Las dejó sobre el mostrador de la tienda y Caroline se las dio a Cindy; no sin antes olisquearlas, para comprobar que, efectivamente, Yolanda las había estado usando durante tres días. Ya tenían el característico tufo a braga usada… a coño, vaya. ------ - ¡Tenga usted, Sta. Cindy! ¡Están “como nuevas”! Póngaselas si quiere, para no seguir estando… ¡Con “todo” al aire! “ „Pegajosas‟ deben estar.” Pensó Cindy, pero lo que dijo fue: ----- - ¡Sí claro, cómo no! ¡Espero no coger una infección marrana, o algo peor! - Dijo Cindy, con cierta aprensión y asco; quizá mezclados con un punto de morbo y excitación; al saber que iba a ponerse las bragas, aún calientes, que habían estado en contacto con los fluidos vaginales de otra mujer. - - ¡Oiga, que yo estoy sana y estoy limpia! – Protestó, la Sta. Yolanda. ---
- ¡Pues estas bragas tienen algo de “costra”! – Le respondió Cindy. --- - ¡Lo normal, después de tres días de llevarlas! ¡No me las he cambiado porque me gustan mucho y me hacía ilusión llevarlas puestas; pero he usado el bidet cada día, o sea que…! – Cindy no dijo nada, y se las puso con
resignación. “Un problema menos.” – Pensó. – “Mientras esta harpía de Caroline no le vaya con el cuento al Sr. Wormson… Algo querrá a cambio, la muy puta…” – Pensó lúgubremente Cindy, al acabar de ponerse las bragas usadas de Yolanda, durante tres días, y arreglarse la falda. --- - Bueno, pues… ¡Ya está! – Dijo Cindy, intentando sortear la situación como mejor podía e intentando, al mismo tiempo, salir de la corsetería (o mercería, para el caso es lo mismo), antes de que a la vieja harpía (a Caroline, queremos decir) se le “ocurriese” algún modo, perverso, retorcido y torticero, de compensar el favor. ----- - ¿Me puedo poner otras bragas de la tienda? – Soltó Yolanda, “salvando” momentáneamente la situación. -----
- ¡Ssiií… sí…, haz lo que quieras! – Dijo Caroline sin mirarla, mientras rumiaba y estrujaba su retorcida, aunque algo oxidada, maquinaria cerebral. - Oiga, Sta. Cindy… tenemos que quedar un día, para tomar café y hablar de todo “esto”… ¿No le parece? – Ya tardaba en reaccionar, la muy pécora; seguro que está deseando contárselo todo al Sr. Wormson, si no hago todo lo que se le esté pasando, por su mentalidad enferma y pérfida. -- - ¡Oh! ¡Bueno, sí, sí, claro! ¡Últimamente estoy muy ocupada! ¡Ya veremos…! – Contestó Cindy, escabulléndose como pudo. Cerró la puerta
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de la corsetería, tras de sí y salió a la calle, para ir de vuelta al despacho de su jefe. Mientras se dirigía hacia allí, no pudo evitar la tentación de echar una miradita disimulada hacia atrás, y vio que Mme. Caroline estaba en la puerta de la mercería, mirándola con un aire perverso… de deseo, incluso. “Esta zorra está tramando algo.” Pensó, inquieta, Cindy; mientras aceleraba el paso, hacia la oficina.
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Pero, dejemos por un momento los “húmedos” y “pegajosos” asuntos, de esa monada de Cindy y volvamos con Fuckson; el detective implacable, “héroe” de esta… - no sé ni cómo llamarla - de esta… ¡Novela negra! ¡Coño, ya lo he dicho!
¡Je, je! (Risita nerviosa del autor de este aborto de engendro). Bueeeno… estoo… ¡No nos pongamos nerviosos sin motivo! ¡Sólo porque tengo que acabar esta asquerosa y repugnante novelucha de supuesta serie negra! (¿Por qué me metería yo en esto? Tendría que haberme hecho el “hara-kiri” con una cuchara oxidada; seguro que dolería menos que esto; sólo la tengo medio empezada y ya estoy hasta los mismísimos y putísimos super cojones).
¡Fuckson! ¡Fuuuckson! ¡Fuuuuckson! ¡Tengo que seguir con Fuuuckson! ¡Venga coño, algo se me tiene que ocurrir; ya llevo casi un año “limpio”…! ¡Me cago en todas las putas! ¡Me cago en mi gonorrea! ¡Me cago en mis cojones sifilíticos! ¡Veeeenga coño, espabila y piensa algo; cualquier “chorrada estúpida” que se pueda tragar un lector del nivel de Marcial
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Lafuente Estefanía y sus infumables noveluchas “del oeste”. (Del oeste de Albacete serán).
¡Fuuckson, Fuuuckson! ¡Piensa en Fuckson, coño ya…! ¡Y deja de tocarte la polla…!
¡Fuuuckson! ¡Fuuuckson! (Y por fin apareció Fuckson en mi entumecido cerebro, “frito” de anfetas, metadona, alcohol, caballo, perico, farlopa y lo que le echen….)
Estábamos con ese enfermo, degenerado, escoria humana, parásito social, de Fuckson, saliendo aturdido y empalmado como un caballo percherón y con las bragas sucias, de su propio semen, de la calientapollas más buenorra del planeta y sus alrededores; hablamos de ese putón verbenero de Cindy y su perfecto y chorreante coñito de diosa helena.
Fuckson, el detective privado más decrépito e impresentable de toda la ciudad (y de todo el maldito estado, seguramente) salió a la calle en busca de algún local barato, donde poder masturbarse con las bragas sucias de Cindy y donde, además, poder echar un maldito trago.
Lo encontró al cabo de diez minutos de echar a andar torpemente por la calle 15; tropezando consigo mismo y con la gente, maldiciendo a su propia vida y al puto mundo; pero empalmado como un elefante en celo.
¡Allí estaba; por fin! Un local putrefacto, vomitivo y cochambroso, llamado “El Perfumado Aroma Del Sobaco De Una Hiena Sifilítica, Mientras Devora El Vómito De Otra Hiena Que Se Comía El Cadáver Putrefacto Y Pestilente De Un Ñu Cojo”. – ¡Vaya nombrecito, me cago en el coño de mi puta vieja! – Pensó Fuckson, al cruzar el umbral de tan “distinguido” antro… - ¡“Fuenass” jefe! – Farfulló Fuckson – ¿Dónde está el lavabo? si me hace el grandísimo favor y póngame lo más fuerte que tenga. ---- - ¡Al fondo a la derecha, “míster mesié”; tendrá que echar la meada, la cagada o lo que sea que eche usted, en el wáter de las mujeres; el de hombres está roto…! ------ - ¡Muchass… graciass! – Bramó Fuckson, desesperado por abrirse la bragueta y hacerse una descomunal paja con las putas bragas de Cindy;
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putas y pegajosas de semen y flujo vaginal, que no “virginal” (Cindy no fue nunca virgen; ni siquiera cuando nació; Cindy era la viva encarnación de la “Anti-Virgen”).
Entró, pues, Fuckson, farfullando, atropelladamente, como un puto enfermo, tropezándose consigo mismo; sin cerciorarse de si había “público” femenino en el meadero de señoras, o lo que fueran; fulanas, seguramente; teniendo en cuenta la clase y el “tronío” del infecto e inmundo antro, en el cual tenía la “suerte” de hallarse en ese mismo momento.
Se bajó los pantalones y los sucios y pringosos gayumbos; puso bastante papel higiénico encima del borde de la taza del retrete (no fuera a coger otra gonorrea, aparte de la que ya tenía encima); cogió temblorosa y febrilmente las bragas color carne, con encajes y transparencias, sucias y pringosas, de su propio semen de mono y del fluido vaginal de Cindy; envolvió con ellas su tumefacto, sucio, pringoso, maloliente miembro erecto, y empezó a masturbarse lentamente; disfrutando del momento, olvidándose de su puta y asquerosa vida de perro arrastrado, sólo pensando en el coño de Cindy; en el olor del coño de Cindy; en sus muslos de diosa, bajo su estrecha faldita (que le marcaba deliciosa y enfermizamente su culito respingón, duro, redondo, perfecto), con la raja detrás, de su elegante y de corte perfecto, traje chaqueta, de Cindy.
Le imprimió un movimiento helicoidal a su mano derecha; más que acostumbrada a estos “menesteres”. Era un consumado “maestro zen” del onanismo; podría escribir de un tirón, si quisiera y tuviera ganas para ello, un tratado ¡qué digo, un tratado! ¡toda una enciclopedia! sobre el arte, el sublime arte, de la masturbación masculina.
Para Fuckson, su polla era un tótem sagrado; un obelisco egipcio; la Columna de Trajano; un cohete “Saturno V”… ¡un pepinaco, vaya! Para Fuckson, su polla era Dios.
Siguió rítmicamente, con su movimiento helicoidal, de mamporrero profesional, sobre su infecta y enfermiza polla de simio; cada vez más rápido, con los ojos en blanco y una estúpida estampa de máxima felicidad y sufrimiento al mismo tiempo; aquello no era una masturbación… ¡Aquello
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era una crucifixión! ¡Aquello era Jesucristo clamando a su puto padre: “No apartes de mí este cáliz, cabronazo; haz que dure eternamente”! ¡Aquella era la más descomunal paja de una bestial, brutal polla satánica!
El momento glorioso, se iba acercando lentamente; de forma electrizante… Fuckson, el enfermo perro pajillero, tensó, de pronto, su cuerpo; arqueó de golpe la espalda y, con un brusco golpe de riñones, pegó un latigazo a su polla y un potente chorro de semen sifilítico salió del puto agujero de su santa polla. Fuckson gemía y aullaba como un lobo rabioso. Fuckson lloraba de alegría, supremo placer, mezclado con dolor de polla, de tan dura que la tenía; mientras su podrido cerebro se derretía pensando en la entrepierna de ese zorrón, putón verbenero, suprema calienta-pollas, morenaza infartante, Cindy…, Cindy…, ¡Cindyyyy…!
En ese momento hubiera deseado llenarle hasta los bordes y que chorrease fuera, el coño de Cindy; la vagina anti-virgen de Cindy; el útero de Cindy ¡Convertir a Cindy en una estatua de semen de gorila, congelada para siempre; como si fuera una versión pervertida de la mujer de Lot huyendo de Sodoma y Gomorra!
¡Cielo, infierno, erupción volcánica, agujero negro, distorsión espacio temporal, Big-Bang, el Apocalipsis, La Gran Ramera y La Bestia Bermeja, morir mil veces y volver a nacer otras tantas; como una Hydra enloquecida, al cortarle sus cabezas…! Todo esto y más, mucho más que no me atrevo a poner por escrito, salió, en una serie de violentos estertores, de la gran polla de judío de Fuckson, y salpicaba el suelo, el techo, las paredes y la puerta de ese mierdoso tugurio; mientras Fuckson sólo pensaba en morirse, metiéndose, introduciéndose, penetrando todo él, como si fuera un anti
nacimiento, en el coño sagrado, en la putísima vagina de Cindy; hasta llegar a su sagrado y, a la vez, mil veces vejado útero, y morir de éxtasis dentro de él.
Acabó Fuckson, derrotado por sí mismo, agotado, tembloroso, perdidas las fuerzas, aún lloroso; todavía con una estúpida mueca de felicidad, en su rostro, ruín y cretino de perro faldero, de mujeriego, de putero empedernido… Como pudo, se levantó, se subió los pringosos y amarillentos calzoncillos con mierda fosilizada, y espesas costras de
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esperma, se subió, asimismo, y se abrochó, subiéndose la cremallera de la bragueta, que se atascó dos o tres veces, los arrugados y baratos pantalones, dignos del más tirado de los pordioseros; tiró ruidosamente de la cadena del wáter, abrió la puerta y, sin molestarse en lavarse las manos ¿para qué? se dirigió, tambaleante y desfallecido, hacia el bar del “palacio”.
Se echó al gaznate, de golpe, todo aquel infecto líquido, vagamente parecido al wisky, que sabía a matarratas disuelto en aguarrás (y probablemente lo fuera), y que le quemó las podridas entrañas como si fuera ácido clorhídrico (HCl). Fuckson casi se cae al suelo, de la impresión. Agarrándose al borde de la barra, como pudo, para no caerse, le espetó al “bar-man” (por llamarlo de alguna manera): “¿¡Qué maldita ponzoña correosa me has echado aquí; grandísimo hijo de puta de mierda!?”- Éste le respondió, más o menos, en el mismo y refinado estilo literario: “¡Óyeme, puto maricón chupa-pollas; págame el trago y vete a tomar por culo o a joder a tu puta madre a la puta calle; antes de que saque la “recortada” de detrás de la barra y te vuele los putos cojones de cagón come-mierda.” - Fuckson, más cabreado que una mona preñada de micos subnormales, le soltó al “sommelier” un billete viejo y arrugado de 10$, que olía a orines y a semen agrio. ------ - ¡Aquí tiene su “majestá” y que le aproveche! - “¡Hijo de perra sarnosa; me cago en Alá, en Mahoma, en Buda y en el sucio coño de la puta Virgen del Infierno!” Farfulló, en voz baja y para sí mismo, Fuckson, acobardado ante la idea de verse encañonado por una escopeta recortada del calibre doce. --- - ¡Lárgate ya a la puta calle, borracho maricón de mierda! ¡Y que no se te ocurra volver otra vez por aquí! ¿¡Me estás oyendo, escoria, moco de gusano, zurullo de mosca, ojete de mandril!? ------------------------------- - ¡A tomar por culo, subnormal de mierda! - Ladró Fuckson, antes de escabullirse y perderse por las calles, despavorido; jadeando por el esfuerzo y sacando el bofe por la boca. No pudo seguir corriendo mucho más tiempo; en cuanto tuvo la certeza de que el dueño de ese “cagadero” no le seguía, se paró con una mano en el flato, resoplando y medio asfixiado y apoyándose en una pared grasienta que daba a un callejón oscuro y maloliente, que hedía a meados de gato, entre otras cosas... - - -- - ¡Vamos circulando, jefe! - Aulló una potente y viril y autoritaria voz, detrás de él. Era un patrullero, un cerdo cabrón polizonte que hacía su ronda y no
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quería ver “engendros” en “su zona”. ------------------------------ - ¿¡Le pasa algo, “amigo”!? ¿¡Quiere que lo encierre en una bonita celda, llena de negratas drogadictos y maricones, o prefiere seguir circulando!? ¡Pues andando! Voy a darme una vuelta; si dentro de diez minutos te vuelvo a ver, asqueroso despojo humano, te “enchirono”. ¿¡Me has entendido, montón de mierda!? --------- - ---------- - ¡Sí...sssií... señor guardia! - Farfulló cobardemente Fuckson; maldiciéndolo internamente, ya que aún le dolía el flato, estaba reventado por la paja y por el esfuerzo hecho, al huir del “bar”, y por las piernas; que ahora le pesaban mil toneladas cada una, y le flaqueaban. Como pudo, tambaleante, tropezando con las paredes y cojeando ligeramente, echó a andar, alejándose del polizonte más hijo de puta con el que se había tropezado en su delirante y maldita vida. fffff ccc ---------- ------ --------------- - ¡Vete de aquí, escoria! ¡Y que no te vuelva a ver nunca más por “mi” calle! - Fuckson se largó de allí, tan rápido como sus endebles, doloridas y entumecidas piernas, le permitieron. Trató de no pensar en todo lo ocurrido, e intentó concentrarse en el asunto de “Dedos-largos” que le había encargado el Sr. Wormson, cuando, de pronto, se cercioró, horrorizado, de que había perdido, se le habían olvidado en el asqueroso pudridero del que había salido, en el wáter del cual se había masturbado como un loco mandril mongólico, las bragas de Cindy. - ¡Me cago en Dios mil veces! ¡Me cago en el sucio coño de mi puta vieja! ¿Cómo voy a conseguir recuperar las “sagradas”, “sacrosantas” bragas de mi amadísima Cindy? - De pronto, se volvió como loco; con una descarga de adrenalina (C9H13NO3 , volvió sobre sus propios pasos; importándole un comino que ese cerdo mamón, polizonte de mierda; hijo de una cerda con gonorrea y un mandril sifilítico, le viera o le dijese algo. Volvió a entrar en el antro putrefacto, se fue derecho hacia el wáter de mujeres que ¡oh desgracia! ¡estaba ocupado! Le importó tres pares de cojones; tiró de una patada la puerta abajo; dentro había una puta barata aún bajándose las bragas para mear o cagar, o lo que fuera que hiciese; eso a él no le importaba lo más mínimo y echó mano, como un poseso, de las bragas de Cindy, que encontró tiradas en un rincón del cagadero pestilente. La puta asquerosa se puso a gritar y a berrear, como una histérica menopáusica.…-- ………………………………………….
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- ¡Socorro Spencer! ¡Hay un loco degenerado, en el wáter de mujeres, que me quiere violar! - Fuckson, como un rayo, gracias a la adrenalina y al miedo, le soltó un puñetazo en la jeta, a la puta asquerosa, que estaba sentada en el wáter de mujeres, con las bragas a medio bajar. Spencer (el “bar-man” del “Palacio de Versalles”), que ya lo había visto entrar, incrédulo; al principio, se quedó paralizado por la sorpresa; pero al oír los gritos de “Vanessa” (nombre “de guerra”, sin duda; nombre “de guarra”, más bien), salió, como un loco, de detrás de la barra, con la recortada en la mano derecha; dispuesto a volarle la puta cabeza, a ese violador asesino, degenerado, folla-niñas y maricón sifilítico. Por suerte para nuestro “héroe”, había una puerta trasera, (siempre la hay; si no, las novelas y las películas de serie negra, no funcionarían; seguro que se construyeron así, adrede, para estos menesteres; vaya, ésa es mi teoría, cada uno o cada una, que piense, si es que tiene cerebro o materia gris, que lo dudo, lo que quiera o lo que buenamente pueda) y por suerte, otra vez ¡vaya potra! Fuckson la vio y se dirigió hacia ella como alma que lleva el diablo. Pero ¡Oh, gran desgracia! ¡Estaba cerrada! ¡Maldición! “¿Ahora, qué hago?” Pensó Fuckson, mientras el loco psicópata de la recortada…
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Pero no nos olvidemos tampoco de la preciosa Cindy, y su perfumado y dulce coñito (sweet pussy).
Una vez que Cindy hubo vuelto al edificio, donde se hallaba su oficina - en la 5ª planta, recordémoslo - tuvo que soportar las miraditas, mal disimuladas, del insufrible niñato, que era el ascensorista; un mequetrefe que había apenas abandonado la adolescencia y aún padecía de acné, y que
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ella notaba empalmado como un gañán pueblerino y paleto. - Pobre chaval, qué penita me da y qué asquito me da, que me mire siempre como un puto simio salido; seguro que se mata a pajas, como un mandril en el zoo, en el lavabo de la oficina… - Pensó, compadeciéndose de él, la divina Cindy. Una vez que hubo llegado a la quinta planta, a su oficina y pudo, por fin, deshacerse de ese puto mandril adolescente, mongólico, enfermo y salido; pensó en la manera en que podría lavar las bragas sucias “¡de tres días, qué asco!” de Yolanda. - Me río yo del bidet de Yolanda. - Se dijo Cindy a sí misma, con cierta aprensión. Se dirigió al lavabo de mujeres, para quitarse las bragas pringosas de Yolanda, lavarlas en la pila del lavabo, con el jabón de manos, y secarlas en el chorro del secador de manos, cuando fue interrumpida por otra compañera de trabajo, Wendy Pigson; que le preguntó dónde se había metido toda la maldita mañana y que su jefe, el Sr. Wormson, andaba como loco, buscándola, para un asunto urgentísimo, relacionado con el dossier “x”. Cindy no supo, en un primer momento, qué excusa dar, para su prolongada ausencia, y tuvo que mentir a Wendy Pigson, diciéndole que había salido, en busca de una farmacia, a por un analgésico; ya que tenía, decía, dolores menstruales.
Wendy Pigson la reprendió, por no haberle preguntado a ella; ya que tenía, le dijo, un frasco casi entero de “Gine-Dol Forte”; muy indicado para estas intimidades femeninas y, además, se extrañó mucho; ya que se acordó de una conversación que mantuvo con Cindy, en la que ésta se quejaba de los mismos dolores, hacía escasamente dos semanas. Era más que obvio que las cuentas no salían. Se extrañó mucho Wendy Pigson, y se lo comentó a Cindy; que no supo, o no quiso, darle una excusa, lo suficientemente creíble y convincente. Temiendo que Wendy Pigson sospechara algo (un poco tarde, a nuestro juicio), y andase chismorreando sobre ella y sus “líos” con su jefe, el Sr. Wormson y otros, más que probables; dada una cierta fama, que tenía Cindy - no sin razón - de ser un poco “ligera de cascos”, - una putilla trepa y repelente, que estaba allí, sólo porque se dejaba magrear por el cerdo de su jefe, el Sr. Wormson -, según decían las malas lenguas de víboras venenosas, de las demás secretarias. - ¡Como si ellas fueran monjas de clausura! - Pensó Cindy; con una mezcla de cabreo y preocupación; se escabulló, como pudo, zafándose, por el momento, de la inquisitiva Wendy Pigson y de la más que “incómoda” situación, en la cual le había puesto.
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Estaba visto que ya estaba hasta el moño de ser la putilla del jefe, el Sr. Wormson; pero no tenía otra, de momento…
Cindy se fue, no sin cierta preocupación, por las posibles explicaciones, que tuviera que darle a su jefe, el Sr. Wormson, al despacho de tesorería y, desde allí, marcó la extension y el número de teléfono de la empresa donde le indicaron, estaría reunido su jefe, el Sr. Wormson. - - ¡Cindy! ¿¡Dónde demonios te has metido toda la maldita mañana!? ¡Necesito que vengas urgentemente a la empresa “…”, con toda la documentación que ya te ha dejado preparada Wendy! ¿¡Me has entendido, Cindy!? ¿¡Me estás oyendo!? ¡Presta atención! -- - ¡Sí…sí, por supuesto, Sr. Wormson! - Respondió Cindy, algo nerviosa; ya que todavía no le había dado tiempo de quitarse y lavar las bragas de la tal Yolanda y temía, por un lado, coger una posible infección: hongos o algo peor y, por el otro, el calenturiento de su jefe, seguramente intentaría echarle un “vistazo” a sus bragas bajo la falda, además de intentar meterle mano; y todavía estaba “pringosa” del semen de Fuckson. Y su jefe, el Sr. Wormson tenía, a veces, la ocurrencia y el vicio y costumbre de hacerle un cunnilingus en el lavabo de la empresa, o en el de cualquier otro sitio en el que estuvieran y ella, con cierta aprensión y escrúpulos - ¡a estas alturas de la película! - quería evitar situaciones comprometedoras… Si el Sr. Wormson veía, olía o notaba el más mínimo sabor sospechoso en su chocho, se pondría hecho una furia, al saber que Cindy - “su” Cindy - había estado con otro hombre, que no fuese él; la quería para él solo; para eso le pagaba y le pagaba bien; muy por encima del salario normal para una secretaria; por algo era su “putita” particular y exclusiva. Si se enteraba de que la “suciedad” de su entrepierna - de su exclusiva propiedad - era de Fuckson, sería capaz de hacer que le pegasen una paliza, entre cuatro o cinco de sus gorilas particulares o, peor aún, de pegarle un tiro en la cabeza y enterrarlo en cemento rápido o tirándolo al puerto, con una piedra atada al cuello. ¡El Sr. Wormson era capaz de cualquier locura, cuando le daba un ataque de “cuernos”!
Con gran preocupación, y compungida por no tenerlas todas consigo; tomó el dinero para el taxi, que le dejaron preparado, la valija con la documentación de la empresa “...” y se dirigió al ascensor de la 5ª planta del
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edificio; donde tendría que aguantar ¡otra vez! al maldito niñato pajillero. Por suerte para ella, también tomó el ascensor, aunque se bajó en la planta 2ª, la secretaria del socio de su jefe: la Sta. Susan Bighole, que, como era tan despampanante como ella - ¡y rubia! - mantendría ocupadas la vista y las manos de ese orangután con fiebre de ascensorista. Lo peor fueron las dos últimas plantas; Joey, el ascensorista, al que sólo le interesaba la “ascensión” de su falda y de sus manos grasientas por sus muslos, babeaba de gusto, sin disimular sus lúbricas intenciones; desnudándola con su mirada de simio subnormal. Alguna vez, el muy gilipollas, le había puesto las manazas encima, pensando, el muy imbécil, que si era una putita de la 5ª planta; también podía serlo para él. ¡Llegó a ofrecerle 20 míseros dólares, por dejar que le bajase las bragas y mirarle el coño por debajo de la falda! Naturalmente, ella se negó y desde ese día, el antropoide, el eslabón perdido, estaba cada día más pesado; sin resignarse a perder su “presa”; despechado y herido en su orgullo simiesco, al hacérsele notar que ella era de una categoría más alta, y que no era cuestión de dinero, sino de “clase”; concepto que ese “border-line” no era capaz, ni de lejos, de asimilar. No aceptaba que ella estuviera a años-luz de su alcance.
Pero, de momento, ella estaba a salvo; ya que el ascensor llegó al hall del edificio de oficinas. Cindy imaginó, horrorizada y aguantándose las arcadas que le venían, lo que sería quedarse encerrada en el ascensor con semejante... ¡no sabía ni cómo denominarlo!... energúmeno microcefálico. Desde la recepción del edificio, en el hall, pidió un taxi. Esperó unos cinco minutos; notando sobre su cuerpo, las miradas enfermizas de ese lémur salido, que era el ascensorista; cada vez que el ascensor llegaba hasta el hall del edificio.
Al fin llegó su salvación - o eso creía ella; era su maldita cruz - ; su jefe la obligaba a llevar falditas cortas abiertas por detrás; le tenía prohibido taxativamente, llevar faldas más largas de las que llegaban a medio muslo, (¡y jamás llevar pantalones, ni por asomo!), y aún así, su jefe se ponía muy pesado, y le prometía pagarle más, si se ponía falditas muy cortas, abiertas por detrás, marcando su culito respingón, que cortaba la respiración y la rajita por detrás, que ofrecía una gloriosa vista de sus muslazos, casi hasta las nalgas y sus braguitas... cuando las llevaba; que, a veces, el Sr. Wormson
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la obligaba, alguna vez, a ir sin nada bajo la falda... cosa que la hacía morirse de vergüenza; sobre todo, cuando la obligaba a estar así, no ya dentro de su oficina; sino cuando se la llevaba a su restaurante o, peor aún, se la endosaba a algún cliente, para que le hiciera “compañía” y le hiciera de guía por la ciudad. O cuando la obligaba a estar con el chocho al aire, en alguna reunión importante de negocios, y la obligaba a cruzar y descruzar las piernas, y a mostrarle todo el “asunto” a algún rival, con el que estaba a punto de firmar un contrato; ¡no fallaba nunca! todos perdían el oremus; medio enfebrecidos y, al borde del infarto, al contemplar semejante, divino, glorioso espectáculo, que se les ofrecía a sus ojos; y todos acababan firmando suculentos contratos para su jefe; sin tomarse la molestia de leerlos; no querían perderse “nada”...
Pues como decíamos, ésa era su cruz; el taxista también “tomó nota” y le dio un “buen repaso”, tanto al abrirle la puerta del taxi, como cuando giró la cabeza, para preguntarle a dónde se dirigían. ---- - A la 12ª con la 3ª - Contestó ella, nerviosa e incómoda. Sobre todo cuando pillaron un atasco, de casi un cuarto de hora, y el taxista aprovechó para mover el espejo retrovisor interior, y enfocarlo directamente a la entrepierna de Cindy; ésta lo notó y no supo cómo colocarse en el asiento trasero; ya que el taxi no era el clásico “Checker”, grandote y cómodo, sino un modelo más económico y pequeño, que no le permitía cruzar las piernas; y su corta falda, le quedaba muy arriba, al estar sentada y, como era tan estrecha, formaba “dintel” y se le veían las bragas estando sentada; ya que la valija con los documentos, la había metido, sin pensar en esta consecuencia, en el maletero del taxi.
Era más que evidente, que el taxista le estaba sacando provecho al atasco: no sólo se recreaba la vista - ¡y de qué manera! - sino que, además de no gastar casi nada de combustible, el taxímetro corría. ¡Menudo hijo de su madre le había tocado en suerte a Cindy como taxista!
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DE CÓMO EL SR. WORMSON JUSTIFICABA EL HABER CONTRATADO AL DETECTIVE FUCKSON (Y CÓMO LO HABÍA CONOCIDO, O TENÍA EXISTENCIA DE ÉL) Y SOLUCIONÓ, POR SU CUENTA, EL TURBIO ASUNTO, QUE TENÍA PENDIENTE CON EL RUFIÁN CONOCIDO COMO JOHNNY “DEDOS LARGOS”
El Sr. Wormson, Gideon Zabulon Wormson; nacido en el año del Señor de 1905, en el pueblo “...” ; hijo de un granjero de la zona, llamado Jedediah Jonathan Wormson, y de la honradísima hija de un Deán, llamada Sarah Ruth Ballberson; abandonó pronto el colegio; en el cual aprendió escasamente a leer, escribir, las cuatro reglas, preceptos religiosos escasamente útiles y algo de latín, griego, historia, literatura y filosofía; americana y europea (sobre todo, anglosajona, francesa y alemana y, escasamente, española...)
Se puso a trabajar a los 13 años; recién acabada la 1ª Guerra Mundial. Primero, con su viejo, y luego, a los 16 años, en la fábrica local de conservas; en la cual fue ascendiendo, hasta convertirse, primero en capataz y, más tarde, en gerente, director y, finalmente; en el dueño de la misma, a los 20 años; gracias a oscuras manipulaciones y “desgraciados” e “inexplicables” accidentes, ocurridos a su anterior dueño. Fue investigado por ineptos funcionarios, agentes del gobierno; pero, al no poder formular acusación alguna contra él, tuvieron que soltarlo, a regañadientes y, muy a su pesar.
A los 24 años; con el dinero ganado con la primera empresa de conservas, adquirió otra, en bancarrota, debido al Crack del 29 y a la Gran Depresión; así como unos cuantos almacenes, a precio de saldo. Así fue, como, comprando, vendiendo y empleando “juego sucio” y “mano de hierro
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con guante de terciopelo”, empezó a labrarse su más que respetable fortuna financiera.
Wormson, sin llegar a ser un intelectual, ni mucho menos, no era tampoco ningún iletrado estúpido. Siempre supo rodearse de abogados, economistas, políticos, filósofos, teólogos e incluso, de gente con conocimientos científicos y técnicos: químicos (algunas de las empresas de Wormson, eran de esta naturaleza), ingenieros, arquitectos, médicos, farmacéuticos, e incluso físicos y, sobre todo, matemáticos; los cuales, le realizaban los estudios estadísticos de sus empresas; para así sacarles el mayor rendimiento posible a las mismas. No desconocía Wormson el taylorismo, que empleó Henry Ford en su famosa factoría; y que él, Wormson, aplicaba despiadadamente, a sus empresas. Asimismo, el Sr. Wormson, tenía conocimiento de las teorías de Adam Smith, John Stuart Mill, David Ricardo, Thomas Robert Malthus, Mostesquieu, John Maynard Keynes, Karl Marx, Friedrich Engels, Jean-Jacques Rousseau... Era, Wormson, a pesar de ser un cerdo avaricioso y sin escrúpulos, violento y vengativo, (jamás olvidaba ni mucho menos aún, perdonaba, afrenta alguna), vicioso en extremo, pervertido, morboso, enfermizo y retorcido, frío, manipulador y mujeriego en grado sumo; un autodidacta, a su manera, (una cosa no quita la otra; ya se sabe que: “lo cortés no quita lo valiente”), y leía a los clásicos, (siempre los leyó, durante toda su vida; no tanto por un afán de conocimiento puro en sí, que también; sino más bien, para tener un conocimiento profundo de la naturaleza y condición humanas; y sacarle el máximo provecho, a tal conocimiento). Lo mismo leía a Goethe que a Ossian, Friedrich Schiller, Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud, Hegel, Arthur Schopenhauer, Baruch Spinoza, David Hume, George Berkeley, Immanuel Kant, Voltaire, Diderot, Isaac Newton, Gottfried Wilhelm Leibniz, Jean Racine, Victor Hugo, Honoré de Balzac, Sthendal, Gustave Flaubert, Novalis, Baudelaire, Rimbaud, Juvenal, Horacio, Epicteto, Homero, Sófocles, Eurípides, Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca, Averroes, Avicena, Julio César, Ovidio, Virgilio, Dante Alighieri, Boecio, Erasmo de Rotterdam, Maquiavelo, René Descartes, Blaise Pascal, Shakespeare, Cervantes, Llull... Gracias a esas lecturas y, a la “extravagancia” de haber asistido de oyente, alguna que otra vez, en su escaso tiempo libre, a alguna clase de Historia Política, e incluso, de
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Filosofía, en la Universidad de la ciudad; y de haberse sacado el bachillerato (con brillantes calificaciones; e incluso, con alguna que otra matrícula de honor; no en vano, fue el primero de su promoción), a la edad de 29 años y, en clases nocturnas, que compaginaba con jornadas de trabajo de más de 18 horas (¡no me pregunten cómo!), tenía Wormson, un bagaje cultural, más que aceptable.
Poseía en su mansión, - su particular “Xanadú”-, situada en el ático, de un rascacielos de singular y futurista diseño; que era la envidia y admiración del mismísimo Walter Gropius, y su no menos prestigiosa, a la par que visionaria, escuela BAUHAUS; de su propiedad, diseñado y proyectado por él mismo, como el prestigioso Arquitecto que era; una inmensa, selecta y rara biblioteca; que podría ser la envidia de la Biblioteca del Congreso, en Washington; repleta de primeras ediciones de autores clásicos, ya mencionados anteriormente, amén de muchos otros; así como numerosísimos incunables y manuscritos y códices medievales; adquiridos obscuramente, en subastas amañadas, librerías de viejo, a buhoneros de todo tipo y condición, así como los que adquiría, en sus numerosos viajes, tanto a Europa, como a Oriente Medio; así como los que conseguía como botín, expropiando, tanto empresas, como propiedades inmobiliarias. Llegó, incluso, a tener conocimiento, Wormson, de la existencia de un muy conocido y extraño mamotreto, aunque solamente en círculos muy estrechos y exclusivos; nos referimos al llamado “manuscrito Voynich”; de autor desconocido y, más que polémica procedencia y significado. Poseía, asimismo, Wormson; profundos conocimientos, tanto sobre alquimia, como sobre nigromancia; e incluso, llegó a escribir y a publicar, bajo pseudónimo, un muy particular y peculiarísimo estudio sobre mitología y religión comparada; a pesar de no ser creyente, y de leer la Biblia con bastante sorna, escepticismo, con cierto desprecio e incluso, con asco y desagrado; aunque su pasaje favorito siempre fue el Libro del Apocalipsis, capítulo 13, intitulado: “Las dos bestias”, y su conocido versículo 18, que, como todos sabemos, reza como sigue: “Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.” que se recitaba, de forma repetitiva y reiterada, a sí mismo, en voz alta, como si fuera un mantra tibetano, cuando se hallaba en
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soledad, y tenía la absoluta certeza, de que nadie podia oirle, ni escucharle; no fuesen a tomarlo por un demente, o un desequilibrado…
Aunque era un secreto muy bien guardado, (no sabemos exactamente el porqué), Wormson; tras haberse doctorado Suma cum Laude en Derecho, Teología, Historia Antigua, Filología Clásica, Filosofía, Medicina, Arquitectura, Física y Matemáticas, así como en varias especialidades de Ingeniería; en varias y diversas prestigiosas universidades; había iniciado estudios, de Bioquímica; en la muy prestigiosa Universidad de Yale; logrando aprobar los tres primeros cursos completos, de forma asaz brillante e, incluso con alguna que otra matrícula de honor. Actualmente, estaba algo “atascado” en el cuarto curso; debido a su más que apretada agenda de negocios; la cual no le permitía el acceder a las clases, impartidas en la tan prestigiosa y elitista, institución académica, de estudios superiores, con la debida regularidad y asiduidad, absolutamente necesarias, para su total y exhaustivo aprovechamiento.
Asimismo, era iniciado masónico; aunque jamás logró llegar muy ariba en el escalafón, debido, más que probablemente, a sus poco escrupulosos métodos; a la hora de solucionar sus negocios, y sobre todo, a su más que conocida (y estrecha, nos atreveríamos a afirmar), relación con el “hampa” local.
Era Wormson, un personaje muy peculiar; mitad santo, mitad diablo… Un Daimon; que igual insuflaba los más elevados, sublimes y excelsos e inspirados conocimientos e ideas; como los más bajos y abyectos instintos y apetitos, que hubieren podido nunca existir. Era un personaje tan complejo y retorcido; tenía una personalidad tan poliédrica y difícil de clasificar; que hasta el mismísimo Creador, en el Día del Juicio Final, hubiese tenido problemas, a la hora de “pesar su alma” y decidirse, en un más que difícil y complicado dilema, a salvarlo o a condenarlo. Probablemente; ambas opciones a la vez… Seguramente le hubiesen expulsado del Infierno… ¡por mal comportamiento! Es más que probable que al Supremo Hacedor, se le hubiese pasado por alto una tal posibilidad; y que tuviese que crear una especie de rara mezcolanza de Infierno y Gloria, en exclusiva, para el Sr.
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Wormson; Gideon Zabulon Wormson: un ser, infinitamente más allá del bien y del mal.
Jamás se casó; no se fiaba de “ningún animal que llevase faldas”, como él decía; con mucha ironía, sarcasmo y mucha dosis de misoginia. Sólo se liaba, de vez en cuando, con las secretarias que tenía en nómina y que sabía que podía controlar a su antojo.
¿Cómo conoció a esa real hembra de Cindy? En una ocasión, en que tuvo que desplazarse a la oficina de un competidor arruinado. Adquirió casi todas las acciones, con la promesa de reflotar la empresa; cosa que logró, gracias a sus numerosos contactos; sobornos a funcionarios de aduanas, a trampas con el fisco y a su innata habilidad e “instinto” y “olfato”, para los negocios (cuanto más turbios, mejor). Dentro de ese contrato “tácito” venía implícito, el adquirir a la nueva secretaria, de la que se había encaprichado nada más verla; al entrar, por primera vez, en la citada oficina. Ofreció una bonita suma; (como si adquiriese una esclava o una concubina) y se la adjuntó para sí mismo, en su empresa.
A causa de sus más que numerosos y turbios negocios; rayanos en la ilegalidad, (pisando la línea roja, e incluso ultrapasándola con generosa holgura), tuvo Wormson, conocimiento de un tal John Olaf Olufsen; hijo de inmigrantes escandinavos, como su apellido sugería. Era alto, casi 1,90m., muy delgado, muy pálido, casi albino, muy rubio y ojos de un azul pálido; el típico ejemplar nórdico. Más conocido como Johnny “Dedos largos”, dado su dilatado historial delictivo y su afición a las propiedades ajenas. Entre otros oscuros negocios, era un más que conocido, en el mundillo del hampa local, perista; es decir, recaptador de mercancía, de todo tipo y condición y de más que dudosa procedencia. Además, era un frío y calculador, e implacable y violento prestamista y usurero. El gobierno y el fisco, siempre le pisaron los talones; pero él, un hijo de perra nato, corría más que ellos y nunca pudieron adjudicarle ningún negocio turbio; aunque sospechaban, más que de sobras, de él.
Un día, estaba Wormson, devanándose los sesos; intentando averiguar cómo podría deshacerse de cierta “sensible” mercancía; pues habían llegado recientes rumores de que un cierto inspector de hacienda, conocido por su
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intachable hoja de servicios y, por ser absolutamente “inmune” y “refractario” a cualquier tipo de soborno, iba a dejarse caer por uno de sus mayores almacenes, situado en “...” (no queremos desvelar el lugar exacto, por razones de seguridad).
Indagando, entre sus conocidos y “socios” (por llamarlos de alguna forma), se enteró de que un tal Johnny “Dedos-largos”; conocido perista y usurero, personaje escurridizo y, a la vez, peligroso y carente del más mínimo escrúpulo, mientras hubiera dinero por medio; por un”precio módico”, sería más que posible que pudiese “hacerse cargo de la situación”. En pocas palabras: que era capaz de organizar, con una flota de camiones, una especie de “mudanza express” y deshalojar del almacén, toda la mercancía peligrosa (toda la no justificable frente al fisco; amén de la mercancía ilegal, por su misma naturaleza; léase droga, armas e, incluso, trata de blancas).
Se supone que guardaría la mercancía, la que fuera, en algún oscuro, húmedo y perdido sótano, del almacén de alguna usina de las afueras...
Debía de ponerse en contacto con él, lo antes posible. Wormson, no se fiaba de nadie y, por ello estaba más que intranquilo; no las tenía todas consigo, por primera vez en su vida. Él, ¡acostumbrado a controlarlo todo!, haciendo “negocios” con alguien tan peligroso y poco recomendable como Johnny “D”...
No podía contar, ni mucho menos consultar, con sus abogados (¡esos malditos pica-pleitos saca-cuartos y chupa-pollas, eran muy capaces de denunciarlo, si llegasen a enterarse del tipo de “operación” que estaba a punto de llevar a cabo!)
Wormson sudaba copiosamente un sudor frío que le helaba la sangre... ¡Por primera vez en su vida, notaba el metálico sabor del miedo en su boca y en su garganta...!
Tenía en el bolsillo de su abrigo, un trozo de papel, con una dirección en las afueras de la ciudad... ¡En el cual explicitaba claramente que debía ir solo!
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¡Por primera vez, en su larga trayectoria de “empresario”, quién lo iba a decir, se veía obligado a ir a un sitio al que no quería ir, al que no debía ir, sin nadie que le guardase las espaldas! “¿Y si fuese una trampa?” Se preguntaba a sí mismo, en su paranoico rumiar; él, tan listo, que “sabía de todo” y, sin embargo, estaba en una situación, más que comprometida y que no podía controlar.
Conducía un “Ford A” gris (él; acostumbrado a sus “Cadillac Eldorado”, “Packard”, “Rolls-Royce”, e incluso un “Bugatti Royale”), lo más vulgar que encontró, comprado en la peor y más barata tienda de coches usados... (“Venga sin llamar la atención”, le habían ordenado en el papel); nada de teléfonos, todos sabían que la pasma se olía algo y podría tener todos los teléfonos de sus empresas “pinchados”. Ellos, él, “Dedos-largos” tampoco se fiaba de los teléfonos... ¡Nadie se fiaba de nadie!
Había pensado conducir, haciéndose seguir por uno (o varios) de sus matones a sueldo pero, como ya le advirtieron en el trozo de papel (que debía quemar, después de leerlo), si detectaban, o veían algún movimiento mínimamente “sospechoso”; se acabaría el trato y, además, podría haber “consecuencias” indeseables para él, Wormson; que por primera vez en su vida, como ya hemos apuntado, estaba completamente solo, y a merced de ese hijo de Satanás, de Johnny “Dedos-largos”.
Le estaba bien empleado; por excederse en sus ambiciones empresariales, por pactar con el diablo; “la avaricia rompe el saco” o también; “si te asomas demasiado al abismo, el abismo se asomará a ti”, según dijo, el sifilítico de Friedrich Nietzsche. Había hecho una apuesta demasiado arriesgada, demasiado alta y, ahora tenía miedo de no estar a la altura de la situación; de no dar la talla. ¿Qué tipo de odiosas condiciones le impondría Johnny “D”? La única manera de que no le pillasen, sería siendo, continuamente, un puto paranoico; pensar como un paranoico y comportarse (disimulándolo) como un paranoico; sospechando siempre de todo y de todos. Adelantándose mentalmente a la jugada de los demás; como si el mundo; ¡la vida!, fuera una horrible y despiadada partida de ajedrez. “Si no tienes un motivo para desconfiar, ¡desconfía!” Se decía Wormson, a sí mismo, lúgubremente, mientras conducía ese montón de
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“...” de Ford-A, por calles sin apenas adoquinar; con edificios ruinosos y gente “rara” por la calle. En aquel “barrio”, todos parecían vagamente, pordioseros, almas en pena...
Por fin llegó Wormson a la calle “...”, nº “...”; donde estaba el almacén de la compañía “...”, que Johnny “D”, usaba como tapadera. Un almacén decrépito y ruinoso; pero enorme, de sobras para “guardar” toda su “mercancía”, hasta que el toca-pelotas del inspector de hacienda se largase por ahí, a “incordiar” a otro empresario. Tuvo que esperar casi dos horas; durante las cuales, se devanó los sesos. Tuvo que salir a mear en un callejón, un par de veces; con miedo de que le robaran el roñoso Ford-A, o le robaran a él mismo ¡iba desarmado!; según las instrucciones del papel que, por cierto, todavía llevaba encima, y que aún no había quemado, como le habían ordenado que hiciera. ¿A qué esperaba? ¿Quería que se lo encontrasen encima y se lo hiciesen tragar de un culatazo de revólver? ¿Quería, acaso, usar el papelito de marras, como “prueba”; para chantajear a “Dedos-largos”? Un papel sin firmar y sin ninguna garantía de que lo hubiese escrito el propio “Dedos”...
Se quedó dormido unos cinco o diez minutos; o eso le pareció... Al fin vio movimiento; un tipo bajo, de 1,65m. aproximadamente, moreno, con un abrigo barato y mugriento que, obviamente no era “Dedos-largos” (“conocía” su descripción física; tenía sus propias fuentes de información).
Sin hablar, le hizo señas para que le siguiera; tras hacerle bajar del “A”. Torcieron por el callejón, estrecho y oscuro; en el cual había orinado Wormson anteriormente. “¿Adónde me querrá llevar éste; si este callejón no tiene salida?” Pensó angustiosamente Wormson. Pero sí había salida; mejor dicho: había una entrada. Una pequeña y sucia puertucha trasera, de un almacén, grasiento, gris y pestilente. Sin hablar y, por señas otra vez, le indicó que entrase dentro de la tenebrosa nave industrial. Wormson no las tenía todas consigo; se sentía más muerto que vivo. ¡Y no podía encomendarse a nadie; ya que ni siquiera era creyente! Ahora, su cinismo y su suficiencia; su soberbia incluso, no le servían absolutamente para nada. Estaba completamente solo; a merced de las abyectas intenciones del mayor hijo de puta de la ciudad. ¡Él y sus negocios! ¿Por qué no se conformaba
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con lo que podía controlar? ¿Qué necesidad tenía de meterse en estos berenjenales? ------------ -------------------------------------------------------------- - ¡Quédese aquí calladito y espere! - ¡Por fin, la “sombra ambulante” habló!
Al cabo de una eternidad, apareció otro sujeto; que tampoco era “Dedos largos”. ----- -------- ------- --- ----- -------- -------- ----- ------ ----- - ¡Quítese el abrigo, muy despacito! ¡Sin bromas ni trucos! --- ----- ---- - - Por supuesto. - Contestó fríamente Wormson. ----- -------- ------- ------ – - - ¡Vacíese los bolsillos de todo lo que tenga! --- ----- ------ ------ ---- ---- - - Sí... - Y Wormson sacó de sus bolsillos; de la americana y del pantalón; las llaves de su oficina, las del coche, el carné de conducir, 500$, un pañuelo de seda, un paquete de “Winston” y un encendedor de oro. --- ----- ----- - - - ¡El reloj también! ¡Ya se lo devolveremos todo, cuando termine de hablar con el “jefe”…! ----- - ¡Vaya! - Se le escapó a Wormson. ---- ---------------------------------------- - ¡Si no le interesa el trato; puede irse por donde ha venido, “amigo”! - Ladró el sujeto; uno de los esbirros a sueldo de Johnny “Dedos-largos”, sin duda. -------------------------- ----------------- ---------------------- -------- - Sí... sí... Ya me quito también el reloj; me interesa acabar con todo esto cuanto antes... --- --------------- -------------------------------- ----------------- - ¡Mejor así! - Farfulló otra vez el “amigo”. - Wormson ya estaba más que harto. Él, acostumbrado a dar órdenes; recibiéndolas de un mandril, a sueldo de un puerco delincuente. “¡Quién te ha visto y quién te ve!” Se dijo a sí mismo Wormson. “Si te asomas demasiado al abismo…” Se dijo a sí mismo, otra vez, Wormson, casi obsesivamente; recordando una sentencia de Friedrich Nietzsche…
Le hicieron atravesar un oscuro pasillo, lleno de mugre y de telarañas. “¡Aquella „mazmorra medieval‟ no se había limpiado nunca!” Pensó Wormson, con cierta inquietud, asco y aprensión, al mismo tiempo. - - ¡Alto, párese! - Ladró el “Neanderthal”. ------------ - ¡Espere aquí quietecito y calladito… y sin tonterías! - Volvió a bramar el orangután, a sueldo de Johnny “D”. Le hicieron esperar casi tres cuartos de hora. “¡Maldito hijo de perra! ¿¡Quién coño se creerá que es, ese feto abortado de mandril con gonorrea!?” Pensaba oscuramente Wormson, cada vez más irritado; sobre todo, consigo mismo, por haber aceptado este trato
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vejatorio, y que le estuviesen tratando de ese modo y en esas condiciones… “¡Quién te ha visto y quién…!”
¡Por fin, al cabo de una maldita eternidad, apareció, por una puerta lateral, el mismísimo malnacido insecto venenoso de Johnny “Dedos-largos”! “¡Me cago en…!” Farfullló, para sí mismo, el Sr. Wormson. - - ¡Bueno, bueno, bueno! ¿¡A quién tenemos por aquí!? ¿¡A qué se debe tanto “honor”!? ¿¡A qué se debe tan “honrosa” visita!? - Preguntaba, de forma retórica, a modo de insolente saludo, y con total desprecio y tono burlón y despiadado; el tal bastardo “elemento” de Johnny “D”. - - ¡Acabemos cuanto antes! - Contestó, brusca y secamente, el Sr. Wormson; acostumbrado a dar órdenes, y a que nadie le dijera lo que tenía que decir y/o hacer… - - ¡Tsk, tsk, tsk! - (Ruido de chasqueo de lengua y gesto negativo, con el dedito, delante de la carita de Wormsoncito; por parte de ese hijoputita de Johnny “Dedos-larguitos”). - - ¡Mal, mal; muy mal! ¿Son ésos los modales adecuados, para tratar con un “amigo” que puede (y quiere) sacarte de un gran apuro; Gideon Zabulon Wormson? - Exclamó (y preguntó retóricamente) de forma asaz burlona, fría, despiadada, grosera y secamente; ese “Maestro del Mal”; ese ser luciferino, retorcido, sin entrañas; al que todo le daba exactamente igual (o lo representaba); alguien, probablemente, con nada o poco que perder… -- - ¿¡Qué es lo que quieres, maldito hijo de Satanás!? - Exclamó, casi histéricamente y rojo de ira, perdiendo casi, los estribos y su flema y frialdad; a las que nos tiene más que acostumbrados, ese ser ambiguo y extraño, de Wormson. – - Demuestras tener muy poca consideración, con el pobre Johnny… - Dijo, dulcemente, casi con “ternura” y con una vocecita suave, ridícula, casi infantil; agachándose y acercándose al oído de Wormson; que estaba sentado en una silla sucia, barata y vulgar, en medio de una sala desnuda y con un potente foco sobre su cabeza y, muy probablemente encañonado, por alguno de los orangutanes drogados y psicópatas; que tenía a sueldo el tal “benefactor de la humanidad” de Johnny “Dedos…”. -------------
- ¡Está bien! ¡Empecemos de Nuevo! ¡No quiero tener problemas contigo! ¡Dime la cantidad que quieres por el “trabajito” y acabemos con todo esto de una putísima vez! -------------------------------------------------------------------
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-- ¡Maaal; maaaal, muy mal! ¡Otra vez! ¡Es que no escarmientas! ¡No eres tú quien puede poner aquí las condiciones; ya deberías saberlo, “Séneca”! O, ¿crees que no me he informado sobre ti? ¡Sé quién eres! ¡Y sé lo que te juegas con la “mercancía” que tienes tan bien guardadita en tu almacén! Además; yo también me la juego; también corro mis riesgos; y “sólo” pido a cambio… ¡Una pequeña compensación! ¡Demuestras tener muy poca “humanidad”, “Wormsoncito”… - Exclamó “Dedos…”, con cinismo, sar casmo, ironía, y muy malas intenciones. -- ¡Ya hemos quedado en que el dinero no es ningún problema! ¿¡Cuánto quieres por el “trabajo”!? ¿¡Qué quieres, además del dinero!? ¡Dímelo! ¿¡Opio, “hash”, cocaína, heroína, alcohol, tabaco, alguna de mis putas; de los muchos burdeles que me deben favores y dinero…!? ¡Escupe ya lo que quieres, maldito escorpión venenoso! - Dijo, con furia, Wormson; sin dejarse amilanar. ¡Los tenía cuadrados! -- - Que… ¿Qué quiero? ¿Me preguntas, realmente, qué es lo que quiero? - Preguntó, suave y maliciosamente, ese reptil viscoso de Johnny “Dedos
largos". - Ese maldito hijo del coño de la puta madre de Satanás, es capaz de exigirme, a cambio del “favor”; que le deje estar con Cindy… ¡O peor aún; que se la pase a él! ¡Sí, eso es lo que quiere ese cerdo hijo de puta; ya he adivinado sus lúbricas, pervertidas y repugnantes intenciones! ¡Se me revuelve todo el puto estómago; sólo de pensar que ese maldito mono con gonorrea, pueda siquiera llegar a estar a solas con mi amadísima y más que divina Cindy; y menos aún, que llegue a acostarse con ella, y la penetre con su… su… polla de hiena pestilente! ¡Antes me arranco los huevos con las manos! ¡Me cago en los muertos de Dios! Juro por mis sagrados cojones, que mataré, muy lenta y dolorosamente y con mis propias manos, a este alacrán salido de las cloacas del puto infierno, si se atreve sólo a mencionar el sacro-santo nombre de mi dulce muñequita; de mi cielito; de mi vida, de Cindy, esa divina criatura que me vuelve loco de deseo, sólo de pensar en ella; es mía, toda mía, sólo para mí. Antes de “dársela” a esta escoria inmunda; soy capaz de rociarla con gasolina y prenderle fuego… ¡Me sobran cojones para hacerlo! ¿¡Por qué coño me habré metido yo en esto!? ¡Soy idiota y subnormal! ¡Me están entrando ganas de salir corriendo de aquí, ir a mi almacén, destruir toda la “mercancía”; aunque pierda la inmensa cantidad de dinero que ya llevo invertida en ella, y así “salvar” a
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Cindy de este… ese “kraken”, salido de las profundidades de una ciénaga pestilente; y de sus… viscosos tentáculos! Porque… ¿Qué es el dinero, al fin y al cabo? Yo, que soy tan “listo”; debería saber que, a partir de “cierta cantidad” de dinero, importa más el tiempo que el propio dinero. ¿Qué me importa más a mí; mi asqueroso dinero o mi divina Cindy? Creo que la respuesta, estaba implícita en la propia pregunta; un tanto retórica…
¿Y si lo “engaño”? ¡Pero no! ¡Esta hiena, con instinto carroñero, se “huele” todas las jugadas; no sé cómo se lo hace, el muy cabrón; pero se adelanta a todas las situaciones… ¡Parece que lea el pensamiento de los demás! ¡Aún así, tengo que arriesgarme y jugarme el todo por el todo! ¡Tengo que ser frío; fingir cierto grado de sumisión y hacerle creer que le “cedo” a Cindy, a cambio del trabajo…! Pero la cuestión es: ¿cómo voy a hacerlo? ¿Cómo voy a conseguirlo, sin que ese cerdo “se huela la tostada”? No puedo “ceder” a la primera; sospecharía inmediatamente. Tengo que “marear la perdiz”, sin que se dé cuenta de nada… ¡Por el momento! ¡Y luego, tendré que hacer que lo “eliminen”; es demasiado peligroso para mí y mis negocios! ¡Pero tengo que hacerlo, sin que se dé cuenta de nada! ¡Hijo de puta! ¿Cómo voy a hacerlo? ¡Tendré que improvisar sobre la marcha! ¡Yo; acostumbrado a planificarlo todo al milímetro, y no lo he visto venir! ¡Burro! ¡Imbécil! ¡Zopenco! ¡Mil veces idiota! ¡He subestimado las intenciones de esa babosa repugnante y, a la vez; he sobreestimado mis propias capacidades! ¡Parece como si hubiera caído en mi propia trampa! ¡Parece una broma, demasiado pesada, del maldito destino! ¡La Ley de Murphy! ¡La ley del “karma”, de los budistas! - Pensó, desgraciadamente con acierto el, ahora angustiado y desesperado Gideon Zabulon Wormson. - ¡Creo, por tu mirada, que adivino lo que piensas! - Dijo, de forma infantil; con un sonsonete ridículamente musical, Johnny “D”. ----- - ¡Antes me corto la puta polla y se la tiro a los perros! ¡Hijo de la grandísima puta! ¡Cerdo degenerado! ¡Mandril con gonorrea! ¡Gusano sifilítico! ¡Reptil putrefacto! ¡Vómito de perro! ¡Ladilla de chimpancé! ¡Piojo radiactivo! ¡Bacteria con diarrea! - - Pues entonces… mi querido amiguito… ¡Se acabó el trato! ¡Y además, me quedo con tus 500$ y el reloj, que parece de los buenos, y el mechero de oro y ya de paso, el paquete de “Winston”; me apetece fumar un poco! - Dijo la hiena pestilente y putrefacta de Johnny “D”. A continuación, hizo
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un ademán a sus, invisibles todavía para el Sr Wormson, matones (un par de gorilas, zombis y drogados), para que “acariciaran” un poco al Sr. Wormson; por “hacerle perder miserablemente su valiosísimo tiempo”; con Johnny “Dedos-largos” no se juega. ¡Nunca! ¡Jamás! - --------- - ¡Enseñadle quién manda en la ciudad - mi ciudad - a este sabelotodo impertinente, cretino y estúpido! ¡Hacedle “entender” que, con Johnny “Dedos-largos” no se juega! ¡Me voy a cobrar el tiempo que me has hecho perder, en especies! ¡Justamente ahora, se me acaba de ocurrir una simpática y feliz idea; voy a encender uno de tus “Winston”, y te lo voy a apagar en un ojo…! ¿¡Cual prefieres, Wormsoncito; el izquierdo o el derecho!? ¡No te quejarás de cómo te trata el bueno del tío Johnny! ¡Te dejo escoger! - Dijo, con sorna y carcajeándose casi, esa rata alucinada de Johnny “D”. “¡Aquí tengo la excusa perfecta para “ceder” a la petición de J. D.! ¡Me dejo “torturar” y golpear un poco y; al final, sabiendo que este psicópata es muy capaz de matarme, torturándome primero; “lloriqueo” un poco y “cedo” a su chantage! ¡Pero, de forma digna! ¡Tendré que insultarle, con el riesgo de que se cabree de verdad y me haga daño…! ¡Es un riesgo que hay que correr! ¡No me queda otra solución; si quiero “salvar el pellejo”; engañarle, salvar a Cindy, de sus asquerosas intenciones y después, finalmente, eliminarlo bonitamente…! ¡Ahora mismo, estoy en el filo de la navaja; un paso en falso, cualquier gesto o actitud, que haga sospechar lo más mínimo, a ese hijo de puta nato y con poderes “casi sobrenaturales”, para detectar el más mínimo engaño y la más insignificante mentira… y estoy vendido, muerto,... acabado…! ¡Vamos Gideon, di algo! ¡Reacciona! ¡Improvisa!” - Se decía, a si mismo, Wormson; con urgencia casi; notando el miedo, frío y viscoso y visceral, introduciéndose en el alma pútrida de quien negocia con el diablo… ----- - ¡Maldito psicópata de mierda! ¡Que te den por el culo “Dedos-largos”! - Exclamó, gritando casi (qué bien “actuaba” cuando quería), un más que “acojonado” (a ojos de J. D.), e histérico Gideon Z. Wormson; mientras, sujetada la cabeza por los dos matones, Johnnny “Dedos-largos”, acercaba peligrosamente el “Winston” encendido, a su ojo izquierdo; estaba… muy cerca… Podía notar el calor, mientras el ojo le escocía y le lloraba, por el humo… ¡Quemaba! “¡Vamos Gideon, aguanta un poco el dolor; para que este puto chacal, sin escrúpulos ni entrañas, se trague la “comedia”
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- peligrosa comedia; más bien un drama - y puedas, así, salirte con la tuya; aguanta, solamente un… poco… más… ¡Joder, cómo quema!... ¡Joder… hostiaputa… reacciona… o perderás… tu ojo, coño! ¡Reacciona…ya!” Se dijo a sí mismo, de forma desesperada y como último recurso, Wormson. - ¡Está bien! ¡Está bien! ¡Ya basta! ¡Para! ¡No quiero perder la vista! ¡Tú ganas! ¡Pídeme lo que quieras, cabrón, hijo de puta!-------------------------
- ¡Vamos a dejar tus ojitos bonitos, en paz… por el momento! ¡Pero “algo” tendré que hacer! Si no… ¡Todos van a pensar que me he vuelto un blando; y que no tengo cojones de acabar lo que empiezo…! ¡Compréndelo „Gid‟; la gente me perdería el miedo; y sobre todo: el respeto! ¡Nunca hay que permitir que la gente te pierda el respeto! ¡Jamás! ¿Comprendes lo que te digo, Gideon? -------------------------------------------------------- ----------- - ¿¡Qué vas a hacer ahora!? ¡Ya te he dicho que acepto el trato! ¿¡Qué más quieres, cabronazo!? -- - ¡No, no, no, no, no! ¡No has entendido nada de nada; Wormsoncito, querido!
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(…) Tras acabar con todas las dolorosas humillaciones; a las cuales estuvo sometido el Sr. Wormson, Johnny “D” permitió que se vistiera y se fuera en su coche (el Ford-A, recordémoslo); aunque, eso sí: sin los 500$ y sin el paquete de “Winston” y sin el mechero de oro… J. D., además de ser un hijo de puta engreído y malnacido, era un chorizo y ladrón de no te menees.
Wormson; en parte mortificado, por las torturas varias, que había recibido, por parte de los gorilas mongólicos de J. D., con la presión
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añadida, de fingir que aceptaba las deleznables condiciones impuestas por J. D.; que ya sabemos que incluían “acceso carnal” con Cindy, (por decirlo con cierta finura y, por no decir, que ese lemúrido microcefálico, eyaculador procaz, quería follarse a la divina Cindy; que todo hay que decirlo ¡parecemos idiotas!), y por otra parte, mortificado también, por no tener un plan alternativo, para rechazar las condiciones de J. D. De momento, no sabía cómo zafarse de la situación; no tenía ningún “plan-B”; necesitaba tiempo para pensar, para maquinar algún plan… ¡Algo tendría que ocurrírsele! “¡Piensa Gideon, piensa!” Se decía a sí mismo, insistentemente, Wormson.
Tras vestirse como pudo y conservar sólo las llaves, tanto de la oficina, como las del coche y el cané de conducir, (hasta el pañuelo de seda, que había pertenecido a Cindy, y que aún conservaba su olor - ¿Por qué lo habría traído hasta aquí -, se había quedado J. D. ¡Maldita rata de cloaca, ponzoñosa y malnacida!)
Ya era casi de día; sobre las 07:00 a. m. aproximadamente, del día siguiente (febrero, no lo olvidemos; aunque a finales de mes, casi en marzo), y tuvo que ponerse el abrigo, a causa del relente, cuando le “invitaron” a salir por la sucia puertucha trasera, que daba al inmundo y sucio callejón, en el cual había orinado la noche anterior… Encontró su Ford-A aparcado donde lo dejó… Óbviamente, nadie había intentado robarle semejante chatarra; pero en esos barrios de mala muerte, nunca se sabe… Se fijó en el nombre de la empresa: “…”; que usaba J. D. como tapadera, para sus asquerosos negocios; mucho más asquerosos que los suyos propios; él; tan “listo” y “erudito” como era… (“¿¡Quién te ha visto y quién…!?”, se repetía a sí mismo, una y otra vez, casi hipnóticamente). Como un autómata casi; a causa del dolor físico y la fatiga psíquica y de no haber pegado ojo, en toda la maldita noche; Wormson procedió a tratar de arrancar el coche. No hubo manera; se ve que, con el frío y la humedad de la noche, y más en aquel distrito, cercano a la zona portuaria, la “…” batería (¿se había molestado en revisarla? evidentemente no) se había descargado. Tuvo que sacar la manivela y, trabajosamente, tras casi media hora, de sudar y sacar el hígado por la boca, logró que que el oxidado motor del coche, comenzase a toser y a petardear penosamente. Se subió precipitadamente al auto y se largó de
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allí, todo lo rápido que pudo. Una hora y media más tarde, llegó a su oficina, 08:30 a. m. aproximadamente, (habrían a las 09:00 a. m.). Entró por una puerta de servicio, al edificio, de su propiedad; en el cual estaba ubicada su oficina. Allí se duchó largamente, con el agua muy caliente, quemando casi, y a la máxima presión, y gel de ducha, del más caro y de la mayor calidad del mercado. Se afeitó; se adecentó todo lo que pudo, (menos mal que ese “hijo de su madre” de J. D., no le había “marcado” la cara; era listo, el muy cabrón; más de lo que se temía). Se cambió de muda, traje y calzado; (siempre guardaba, como mínimo, un par de mudas, de trajes y otros tantos pares de zapatos, en su oficina, previsoramente, por si surgía algún imprevisto, como era, el presente caso), y se dispuso a tomar algo de café, del “office”, del pequeño bar de su oficina. Tenía que pensar algo ¡y bien! Había varias cuestiones a considerar:
1. necesitaba descansar y dormir; a su edad ya no estaba para estos trotes. 2. necesitaba seguir el plan dictado por. J. D., para deshacerse temporalmente de su “mercancía”, o bien;
2.1. deshacerse de la “mercancía”, por su cuenta y riesgo; lo que implicaba la posible necesidad de tener que destruirla; para que no llegase a manos de ese inspector de hacienda, con exceso de celo en el desempeño de su labor.
2.2. buscar a alguien que le hiciera el trabajo, que se supone, le iba a hacer J. D.
3. organizarlo todo, antes de que llegase el inspector toca-narices (aún no sabía cómo), para lograr engañar a J. D., y hacerle creer que cedía a su chantage y le daba vía franca, a que se acostase con Cindy; (la sola idea, le volvía loco de indignación, celos y asco; ¡debía evitarlo a toda costa!)
4. en caso de ocuparse él mismo, u otro que no fuese J. D., del caso, tratar de recuperar el reloj de oro, el “Dupont”, también de oro, el pañuelo de seda, de Cindy; así como los 500$, de las sucias garras de J. D. Y, por ultimo, pero no por ello, menos importante;
5. “eliminar” a J. D., de forma rápida, (“rápida” pero “lentamente”, se entiende; haciéndole pagar a J. D., todas las humillaciones y vejaciones sufridas) y discreta; para que la maldita pasma, no sospechase de él.
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De momento, y tras tomarse el café y una tostada, un par de huevos fritos con bacon y salsa “Tabasco” y, un zumo de naranja; se dispuso a encerrarse en un dormitorio que tenía ex-profeso, para descansar, anexo a su oficina, cerrado con llave, con baño y cocina privados, y salida independiente, con ascensor privado; con acceso directo a su parking privado, en el cual, le aguardaban pacientemente, su Cadillac Eldorado, su Packard, su Rolls-Royce Silver Ghost, e incluso un par de, más que exclusivos Bugatti Royale y un - único en el mundo - Hispano-Suiza, con su descomunal y suavemente silencioso, motor de 11 litros y 12 cilindros; en el cual, nadie tenía permiso para entrar. Se dirigió al mismo; se quitó la ropa; se cepilló los dientes y se enjuagó la boca, con un colutorio mentolado; dobló bien el carísimo traje, hecho a medida, lo colocó sobre el galán de noche, se puso un pijama de seda y, cerró con llave; dejando órdenes estrictas, en su grabadora, de que absolutamente nadie, le molestase. Se metió en la gran y confortable cama (casi una cama de matrimonio) y, con el cuerpo dolorido, y el amor propio herido; se quedó dormido, casi al instante, y cayó en un profundo sueño.
SUEÑO DE GIDEON ZABULON WORMSON; SOLUCIÓN A TODOS SUS PROBLEMAS
G.Z.W. soñó que, gracias a la existencia de la valija, con el dossier “x”, en el cual aparecían los nombres de personalidades políticas de relevancia, a las cuales podría chantajear; encontraría la manera de:
1. evitar la presencia del inspector de hacienda.
2. trasladar, de forma alternativa, su “mercancía”.
3. recuperar lo que tenía J.D. en su poder.
4. eliminar, sin problemas, a J.D.
Cabo suelto: ese cretino de Fuckson; ¿cómo se le ocurrió contratarlo; si ya sabía grosso modo lo que estaba pasando con su mercancía y J.D.? Pensó que lo utilizaría como “tapadera”, ¿era realmente peligroso F.? ¿No sería mejor; pagarle generosamente, con la promesa de que se largara de allí para siempre, y de no abrir la boca? ¿Sería necesario eliminarlo? (No ignoraba su
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atracción por Cindy; se había dado cuenta de cómo la miraba, en su oficina… ¡Y Cindy era taaan “voluble”!... )
¿Qué decisión tomaría? (Sueña, sueña, sueña, Gideon, y piensa, piensa, piensa en todos tus problemas, y pide “ayuda superior”; aunque no seas creyente…; ahora estás en un gran aprieto, y necesitas toda la ayuda posible…)
Sueño; opción 1ª.-) evitar la presencia del inspector de hacienda en su almacén.
Pues, “como decíamos ayer…”; estaba el Sr. Wormson reunido con algunos de sus más importantes socios empresariales, adversarios económicos, miembros del ayuntamiento de la ciudad, algún que otro fiscal, y algún que otro juez; “interesado” en otros “negocios”, aparte de la judicatura, su más que abundante cohorte de abogados y consejeros, de todo tipo y condición; cuando, en ese preciso instante, llegó la preciosa y siempre divina Cindy, con la valija de cuero; en cuyo interior se hallaba el dossier “x”. - ¡Muchas gracias, Cindy; y muy buenos días! ¡La valija, si no te importa…, y toma asiento; ponte cómoda, querida! ¡Este “asunto” tambien podría interesarte…! - Wormson, por fuera (exteriormente), aparentaba ser más frío que el hielo carbónico (CO2); pero por dentro, estaba más que intranquilo; ya sabemos que era un paranoico, que no se fiaba ni de su santa madre… ---- - Tengo aquí, como verán, unos “papeluchos” sin importancia…; unos importantes e “interesantes” documentos; los cuales vinculan a ciertas personalidades, quizá presentes en esta reunión, nunca se sabe…, que las relacionan, con ciertas “actividades extracurriculares”; por llamarlas de algún modo; ya nos entendemos todos… - Soltó, risueño él, Wormson; (sabiendo que los tenía agarrados por donde más duele; por los… ¡Sí, exacto: por ahí!) Tras un breve, aunque incómodo silencio; hubo algunos carraspeos, (mucho “¡ejem! ¡ejem!” y similares), caras circunspectas, risitas incómodas y sudores fríos varios… (Así era Wormson, todo un “caballero”…) ---- - ¡Naturalmente; sólo son copias…! ¡Los originales están a buen recaudo! ¡Son mi “seguro de vida”, ustedes comprenderán; en estos tiempos que
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corren, uno tiene que tomar ciertas precauciones…! Dijo, sardónicamente, el Sr. Wormson; mientras observaba las “caras de póquer” de todos los presentes, en una tan inocente e informal, e incluso casi “festiva” reunión de “amigachos”, para entendernos. Wormson sabía ser “campechano”, cuando “tocaba” y cuando le convenía y le interesaba… - ¡Eeeh… ¿no pretenderá…?! - Soltó uno de los asistentes a la reunion; un politicucho local, corrupto y putero. ---- - ¡Me temo que sí pretendo! - Sentenció Wormson, secamente y con el semblante serio, otra vez. (¡Este Wormson era un camaleón; con qué rapidez cambiaba de gesto, de ademán y actitud!) - - Vamos, vamos… seamos un poco comprensivos… Siempre podemos llegar a un “amigable” acuerdo… - Dijo, con sonrisita nerviosa, otro de los asistentes, un fiscal bastante estúpido y débil mental; que se dejaba comprar con cierta facilidad y que, por cierto, no le quitaba ojo a las piernas de Cindy; que las cruzaba y descruzaba, inocentemente… --- - Veo que no le quita el ojo a mi secretaria… ¿Quiere que se la “pase”, por unos días; para que le “ayude” con el “papeleo”? - Dijo, irónica y sarcásticamente, Wormson, (quien, por una parte, vio la “oportunidad” de “corromper” un poquito más, si cabe, y de influenciar al tal, llamémosle “interesado por la anatomía femenina”, de fiscal y, por otra parte, Wormson, que era un verdadero “Otelo”, con su queridísima Cindy; en ese momento, hubiera deseado tener a mano un arma de fuego, para volarle su estúpida cabeza y sus dos cojones, a ese cabrón degenerado y chupa-coños de fiscal). ---- - Eeeurh… ¡No, no; mejor que no! ¡No compliquemos más las cosas… bastante liadas están ya! - Dijo, nerviosamente, el tal fiscal. (“Fiscal” por un curso por correspondencia del “Instituto Americano”, más bien…) -- - Eso me parecía a mí. - Contestó, muy suavemente, Wormson; quien, por una parte, se sentía dueño de la situación, y por otra, estaba más que harto de los continuos devaneos e insinuaciones y coqueteos de Cindy - su Cindy, recordémoslo -, su exclusivísima pu-ti-ta particular, su co-ñi-to, su cho-chi-to, su chu-mi-no, su co-ne-ji-to, su “sweet pussy” ¡Para él solo y nadie más!
Por su parte, Cindy ya estaba más que cabreada, (aunque no lo manifestase exteriormente; pues además de temer las posibles reacciones de su jefe, necesitaba el dinero - y buen dinero, por cierto -, que éste le
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abonaba, puntualmente; más los “extras” por “imprevistos”) de que la tratasen como si fuera ganado; como si fuera sólo un pedazo de carne… ¡Muy encorbataditos y trajeaditos, y podriditos de dinero; pero, en el fondo, sólo eran todos, una maldita panda de cabreros y ganaderos; los muy cerdos!
- ¿Qué es exactamente lo que desea de nosotros? - Inquirió (¿cómo podría ser de otra forma?), el magistrado; presente en la tal “reunión informal”. - ¡Ahora vamos por el buen camino! ¡Por fin; uno que entiende y comprende el objeto de esta reunión, de socios y “amigos”! ¿¡No es así, caballeros!? ---- - Le… rogaría que fuese al grano… Sr. Wormson; si no le importa… y si no es mucha molestia. - Volvió a exclamar, entrecortadamente, el fiscal… (Mejor no decirlo). ----
- ¡Por supuesto! señor “…”, (no podemos desvelar el nombre del fiscal; ya que nuestra integridad física, e incluso, nuestra propia vida, estarían en un serio peligro). - Exclamó triunfante, el Sr. Wormson. – - Verán, caballeros… - Volvió a decir el Sr. Wormson, con mucha calma, mucla flema, con mucha educación, sin levantar la voz, suavemente, pero con firmeza y autoridad; (“La palabra suave y el garrote en la mano”; como decía Theodore-Roosevelt).------- ---------------------------------------------------------
- Lo que deseo, lo que quiero; en suma; lo que necesito y me urge, es que me quiten de encima a ese “cabeza-cuadrada” de inspector de hacienda, al Sr. “…”. No pido que lo sobornen; ya que sería perder el tiempo; ese infeliz, todavía cree en la honestidad, la honradez, y en servir lealmente a su país… ¡Pobre imbécil! No… Miren, es muy fácil, ya lo verán. Lo que deseo en realidad es que, desde “arriba”, le den la “orden” o “instrucción” de que “investigue” otro almacén. Él sospechará, seguramente; pero, al no ofrecerle “nada” a cambio, no podrá acusarnos, a mí o a quien sea, no importa ahora, de querer sobornarle o de corromperle. ¡Dios nos libre! (El Sr. Wormson; a pesar de no ser creyente, empleaba este tipo de expresiones, para tratar de ser - parecer, más bien - más “convincente”; para ser más “correcto”, políticamente hablando; era todo un frío manipulador nato, sin duda alguna)… Y, al ser tan leal y respetuoso con las instituciones, así como respecto a sus superiores; tendrá que “tragarse” sus sospechas, y así, sin necesidad de obligarle a abandonar sus “más que sagrados principios de
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integridad y honestidad”, se le podrá “manipular”; sin que por ello, sea plenamente consciente de ello, (¡Pobre infeliz! ¿lo hemos dicho ya?) y “llevarlo” o “conducirlo”… digamos… quizás… por “caminos más productivos”… ¡Por así decirlo! En pocas palabras: ¡¡Que me lo quiten de encima, de una puta vez o habrá consecuencias para más de uno de los presentes!! ¿¡¡Hablo con suficiente claridad, ahora!!? - Vociferó, finalmente, irritado y ya fuera de sí, el Sr. Wormson. El fiscal estaba lívido; un sudor frío le bajaba por su estúpida cara; la camisa no le llegaba al cuello… El magistrado; por otra parte, tenía un semblante serio, lúgubre, casi; sombrío y preocupado… El politicucho putero (y adicto a la cocaína, que le suministaba el propio Wormson, usando como tapadera, una de sus empresas), estaba casi sollozando, cobardemente; como un adolescente pajillero pillado en plena “faena”… Los demás empresarios, tanto socios, como adversarios, del Sr. Wormson, estaban muy serios y callados… Los únicos que estaban tranquilos, casi felices, diríamos, eran sus abogados y consejeros; los cuales ya se “olían la tostada” y ya intuían por dónde iría “el orden del día” de la tan simpática y dicharachera reunión “informal”; entre tan buenos camaradas y tan buenos y viejos “amigachos”, (“amigotes”, más bien).
Cindy alucinaba, sin dar crédito al espectáculo, que se le ofrecía a sus ojos; sabía que su jefe tenía fama de ser un tipo más que peligroso; pero ahora, por primera vez, asistía en directo al despliegue de su poder real; estaba viendo, con sus propios e “inocentes” ojos, cómo todo un fiscal, e incluso, un juez, manifestaba un miedo paralizante… ¡A su jefe no sólo se le respetaba; le tenían auténtico miedo, incluso pavor; un miedo malsano, rayano en la reverencia más absoluta…! Aquel no era su jefe habitual: el que le daba besitos y le tocaba el culo; en aquel momento… ¡Tenía a una bestia desatada delante de sus narices; tenía al mismísimo Creador y al maldito Diablo; encarnados ambos, en un mismo individuo! Gideon Zabulon Wormson; alpha y omega. ¡Cindy casi se corre de gusto! (¡Es lo qe tiene “la erótica del poder”!) “¡Oh, Dios mío; creo que he mojado las bragas, con mis flujos vaginales!” Se dijo, a sí misma, Cindy; no sin cierto rubor…
- Por otra parte; caballeros… estimados y muy queridos “amigos”; todos conocemos las “actividades”, de esa serpiente venenosa llamada Johnny
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“Dedos-largos”; he tenido… últimamente, (dijo Wormson; como el que no quiere la cosa, casi con desprecio…, despreocupación incluso; mientras hacía como que se interesaba por sus manos, grandes y huesudas, y sus uñas, de ave de presa…) ciertos problemas con él… Digamos que, el muy malnacido, ha intentado chantajearme… ¡a mí!; tras proponerle deshacerme de la “mercancía” que todos conocemos; y de la que tanto y tan bien, nos beneficiamos; tanto por su naturaleza intrínseca, como por los beneficios económicos, que ello nos reporta… Me interesa, nos interesa a todos… digamos… hacer “desaparecer del mapa” a esa incómoda moscarda; a ese “cáncer de la sociedad”; a ese vendedor de caramelos envenenados, en la puerta de los colegios, a inocentes y estúpidas niñitas… - Seguía diciendo, el bueno de Wormson. ---- - Me urge…, decía… hacerle desaparecer… Pero primero, hay que conseguir engañarle… Ese animal salvaje se “huele” todas las malditas intenciones y jugadas, que se maquinan contra él; no sé cómo lo hace, pero adivina siempre cuándo alguien quiere engañarle… Sólo hay dos formas de hacerlo: astuta y sigilosamente o, usando la fuerza bruta. Personalmente, opto por la primera solución; ya acabo de decir que, ve venir “de lejos”, cualquier amenaza; por lo que, si optamos por hacer uso de la fuerza bruta, se nos escurrirá de las manos, como si fuera aire. Y lo peor de todo, es que el muy malnacido, hijo del coño de la puta madre de Satanás, es vengativo y traicionero; ya sabemos todos, lo peligroso que es ese J.D. Así que propongo; más bien ¡dispongo! que hagamos uso de la astucia, y hagamos creer, a ese reptil viscoso, que acepto sus condiciones y; cuando acceda a mi almacén, a por la mercancía, le tendemos una emboscada. (Seguramente él, tan paranoico y suspicaz como yo mismo, se “olerá” algo parecido), matamos a sus secuaces y le retenemos, en uno de los sótanos de mis almacenes; ¡Quiero recuperar mis 500$, no es cuestión de dinero; es para demostrarle a ese insecto, quién es el puto amo de la ciudad! Quiero recuperar mi “Dupont” de oro, mi reloj, de oro también y, sobre todo, una prenda que, por error, ¡estúpido de mí! llevé a su almacén: ¡se trata de tu pañuelo, Cindy! - Exclamó Wormson, mirando a Cindy, con cara de cordero degollado.
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- Cindy lo miró, sin saber qué decir, ni qué cara poner; a ella le daba igual el pañuelo; no quería saber nada, de matar a nadie, ni de verse envuelta en ningún maldito crimen; sólo era una insignificante secretaria ¡joder!
- ¡Y bien, caballeros! - Continuó Wormson. - ¿Qué planes me proponen? - Hubo un largo, tenso e incómodo silencio; solamente roto por algún que otro carraspeo, por parte del fiscal y del infecto funcionario, putero y degenerado, del ayuntamiento; el cual tenía toda la, más que evidente, intención de salir corriendo de allí; pero su miedo, pavor, paralizante, por las “consecuencias” que ello podrían acarrearle, le mantenía allí, quietecito y calladito, como un jodido perrito faldero…
Al fin, se puso en pie, con parsimonia, el magistrado; serio, circunspecto, preocupado, temeroso pero resolutivo, al cabo; que era lo que le interesaba a ese, ya fuera de control, salvaje animal, con una finísima capa, del grosor escaso de un átomo, de civilización… de Gideon Zabulon Wormson. -- - ¡Sr. Wormson…! Si me lo permite… - - ¡Adelante, señor juez!... no se prive de iluminarme con su inteligencia y sabiduría. - Con ironía y sarcasmo. ---
- Yo propongo engañar, tendiéndole una trampa, a ese gusano infecto de Johnny “D”; bien es verdad que, aún no sé cómo;… opino,… eerr… y no se moleste por ello… Sr. Wormson… que… quizá debería atreverme; con todos mis respetos - (¡Realmente, el juez estaba más que acojonado! ¡Sabía lo peligroso e impredecible que era Wormson, cuando se le cruzaban los cables, y sabía, asimismo, cuánto se jugaba él mismo, y lo peligrosa y peliaguda, que era esa situación, así como las “acciones”, que estarían obligados a llevar a cabo…!) - a sugerirle humildemente, que nos informase, exacta y detalladamente, del tipo de trato que ha hecho con J.D.; para así disponer, de toda la información necesaria sobre el particular y así, poder actuar al respecto; con alguna garantía de éxito, contra esa aborrecible alimaña; cuya sola existencia, como todos sabemos, representa un peligro muy real, tanto para nuestros “intereses profesionales”, como para nuestra propia integridad… ----- - ¡Pero con suma astucia! ¡Y cautela! Ese animal tiene instinto… ¡Se las sabe todas! ¡Y también conoce a gente! ¡También tiene a algunos polizontes en nómina, que hacen la vista gorda, mirando hacia otro lado, cuando
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conviene, le permiten ciertos oscuros negocios, y “le echan un cable”, a la hora de “eliminar pruebas”, y a todo el que se le cruce por el medio! Así que… ¡mucho ojito con ese hijo de la grandísima puta! --- - Estoy de acuerdo con usted, Sr. Wormson. - Continuó el magistrado; que ahora iba ya más lanzado, y había recuperado cierta seguridad en sí mismo. - Si a usted, si no le importa; claro está… estoo… darnos explicaciones sobre qué es lo que ha ocurrido realmente… o hasta donde usted considere oportuno que deba saberse… --- - ¡Tiene razón! ¡Me explicaré, brevemente; para así poder elaborar un plan maestro, y conseguir tenderle, una especie de emboscada o escaramuza, a ese maldito hijo bastardo de Lucifer! --- - Todos le escuchamos. - Dijo, con suma frialdad y tranquilidad el magis trado; el único, aparte de los abogados y consejeros de Wormson, que parecía tener la mente clara y el valor suficiente… - - ¡Pues bien! - Exclamó, casi furioso, Wormson. - Ese hijo bastardo del maldito Satanás, además del dinero, mucho más del que habíamos acordado, ha intentado chantajearme, y me ha amenazado ¡a mí! (a todos), con “consecuencias”, que todos podemos intuir; (ese perro Cerbero conoce, parece ser, todos los detalles, acerca de nuestras “peculiares” actividades, y la manera de delatarnos a los polizontes chupa-pollas, que tiene en nómina). - Prosiga, si es tan amable, Sr. Wormson. - Continuó el magistrado. - - ¡Además del dinero, dijo, quiere que le “preste” o “ceda” a mi Cindy; por una semana o un mes! ¡Se ha vuelto loco! ¡Antes me arranco los ojos, que dejar que ponga sus sucias garras de reptil, sobre el sagrado cuerpo de mi dulce Cindy!
- Cindy, escuchándole; primero se quedó blanca, lívida, sin vida; para, a continuación, ponerse roja, escarlata, púrpura, ¡de pura furia…! -- - ¡Ni se te ocurra enviarme con ese… babuino apestoso y enfermo! ¿¡Me estás oyendo Gideon!? - Gritó, histérica perdida, Cindy que, por cierto; nunca le había llamado, jamás se había atrevido, a llamarlo por su nombre de pila, en público; pero es que… ¡ante tal “perspectiva”; estaba indignda, más que furiosa y fuera de sí! -- - ¡Calma… caaalma mi querida Cindy! ¿¡Crees que me he vuelto loco de golpe!? ¡Antes me pego un tiro en el estómago, que permitir que ese gusano infecto, se acerque a ti lo más mínimo! -----
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- ¡¡Conmigo no cuentes, “Gid”!! - Chilló histérica, fuera de sí y sollozando, la hermosa (qué guapa estaba cuando se enfadaba y se ponía a llorar; estaba más divina y preciosa que nunca…) diosa griega de Cindy.-------------------- - ¡No voy a permitir que te toque; ni tan siquiera que se acerque a ti! ¡La cuestión está en engañarle; en hacerle creer que me tiene cogido por los “…”, y que estoy a su merced, porque sabe que me la juego con mi “mercancía”! ---- - ¡No, no, no lo veo claro Gid! ¡A mí ese tipo me da mucho miedo y, sobre todo, mucho asco! ¡Yo no soy una puta, Gid! ¡Estoy contigo, sólo porque necesito tu maldito, podrido y sucio dinero y, porque hasta ahora, te has portado “razonablemente” como un caballero, dentro de lo que cabe! - Explotó Cindy, ya fuera de control. --- - ¡Está bien, está bien, nena! ¡No te pongas más nerviosa, y no te enfades! Ya pensaremos algo; pero comprende que no puedo mandar a una de las putas de mis burdeles; se daría cuenta al momento, él te ha visto en mi oficina; te conoce de vista, y sabe que tú no eres ninguna zorra barata… ¡Además, ninguna de esas putas está a tu altura, ni sabría ocupar tu lugar! ¡Compréndelo, Cindy! ¡Es un tipo demasiado astuto y peligroso; como para arriesgarme, engañándole con un truco tan burdo, que a él mismo, ya se le ha debido de ocurrir, seguramente! ¡Seguro que está convencido de que le voy a engañar! - El magistrado guardaba silencio, serio, circunspecto. --- - Y si…, tras hacerle creer que el trato va a realizarse, (en realidad; no lo vas a necesitar) ¿lo drogamos y lo secuestramos y lo metemos en uno de los sótanos, de tus almacenes? - Dijo otro (el que, al parecer, le tenía más confianza, y el único, como acaba de verse, capaz de tutearlo en público) de sus socios. --- - ¡Buena idea! ¡Podría funcionar! Estando sobrio y, en plenas facultades, sería imposible engañarlo. Estando “drogado”, ya es otra cosa… Pero, se lo puede “oler”; él sabe que poseo conocimientos de química y farmacia, incluso, de medicina. La cuestión es: “¿quién le pone el cascabel al gato?” ¿Cómo vamos a drogarlo sin que se dé cuenta de ello? ------- - ¿Dónde come? - Preguntó su socio. - - ¡Exacto! ¿¡Pero cómo vamos a convencer, a uno de sus cocineros, o camareros, para que lo envenene, o lo drogue!? ¡Además, esa rata no se fía ni de sí mismo; es demasiado suspicaz, y hasta hace probar la comida, a uno
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de sus “ayudantes”, cada vez que va a comer… - - La droga…, no necesariamente tiene que estar en la comida… - Siguió el socio. - Mi idea…, es hacer una especie de pasta de cocaína y con ella, empapar la servilleta, con la que se limpie. “Alguien”, que se infiltre, en el restaurante italiano, donde come habitualmente, y le envíe una remesa de servilletas, bien empapadas de coca; y los demás, apostados fuera, con las “Thomson”, bien engrasaditas y preparaditas para cantar la “Traviata” (en una versión, quizá un tanto más ruidosa, que la del maestro Verdi); y asi, procurar que no salga nadie “indeseable”. ----
- ¿Cómo sabremos la posición exacta, donde estará ubicada la mesa, en la cual acostumbra comer esa alimaña? - Inquirió el Sr Wormson. --- - ¡Muy buena pregunta! - Exclamó cuasi eufórico, el mismo socio. - - ¡No me des “jabón”, a estas alturas, Mike! ¡Y ves al maldito grano! --- -- - ¡No te pongas nervioso, Gid! ---- - ¡No me llames “Gid”; sólo Cindy puede llamarme así; y deja de mirarla, con esa cara de baboso que tienes, o te rompo la crisma, aquí y ahora! ¡Ya me conoces! ---- - ¡Bien, bien; tranquilo, Gideon! --- - ¡Al grano! ¡¡Ya!! --- - “¿Cómo podremos saber en qué mesa estará?” Bueno, no creo que sea muy difícil averiguarlo; los italianos son más bien bajitos, algo regordetes y morenos… y ese hijoputa es muy alto, muy delgado y muy rubio, casi albino. Yo he comido allí con mi chavala; mi putilla particular, ya sabes… -- - ¡Continúa! - Exclamó, irritado, Wormson. --- - He comido allí, como te iba diciendo, Gid, - Mirada fulminante del Sr. Wormson, a su socio; ese cretino presuntuoso, arrogante y engreído de Mike Lombardo - con mi ninfómana particular, mi Peggy Sue; que por cierto, Gid: no sabes las mamadas que me hace, bajo la mesa del despacho; ¡se lo traga todo, la muy guarra! ¡Es una puta ventosa; una bomba de vacío! ¡Me deja la polla muerta, sin vida y arrugada; como una jodida pasa! ¡Me vacía totalmente los putos huevos! ¡Te lo juro por mi santa madre, que en Gloria esté, Gid! Si quieres, te la paso por un par de días… ¡Así la podrás comparar con tu preciosa Cindy! - ¡Wormson lo quería matar! ¡Cindy estaba atónita; no daba crédito a lo que estaba oyendo salir de la… putrefacta boca de ese maldito bastardo, mongoloide, grosero y misógino, en grado sumo; y
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esperaba, indignadísima, alguna reacción, en su defensa, por parte de Gideon Zabulon Wormson; pero esperó en vano: no hubo reaccción alguna por su parte. Estaba, más que claro, para la divina Cindy, que todos los hombres eran iguales: una panda de cerdos, viciosos y salidos; que trataban a las mujeres como si fueran reses; como meros pedazos de carne “lujosa”, que exhibir delante de los demás; para demostrarse, a sí mismos, y a los demás; gañanes, paletos y pueblerinos; cabreros y tratantes de “ganado humano”; quién era el más machito, y tenía, a su disposición, a la mejor “hembra” que el dinero y el poder pudiesen comprar!
Todos los demás asistentes a la reunión; (excepción hecha del, ya mencionado anteriormente, funcionario corrupto, putero y cocainómano; el cual, echaba, con ojos vidriosos y enfermizos, miraditas mal disimuladas, a los gloriosos muslos de Cindy, y a su, a veces vislumbrada, bajo la estrecha y corta falda, del elegante y caro traje chaqueta, lencería de seda negra, de encaje y transparencias; que dejaba adivinar su vello púbico de deliciosamente carnal diosa Afrodita) sentían vergüenza ajena, por la situación presenciada; tanto por las, asaz groseras y más que vulgares, palabras de Mike Lombardo, como por la nula reacción del Sr. Wormson; ¡algo inaudito!
La conversación, entre ambos, se reanudó; (a pesar de la “surrealista” situación). En fin; así es la vida… sic transit gloria mundi. -- - Como te iba diciendo, Gid; - Wormson, otra vez “nervioso”. - he ido allí, a comer, con mi putita favorita; unas tres o cuatro veces, y siempre le he visto comer solo, y en la mesa que hay, entrando, a mano izquierda; mirando a la calle, y sabemos, que no quiere ver a nadie, en las mesas que hay detrás de donde él está sentado; por lo que será relativamente fácil “ametrallar” “Il Porco Felice”, (vaya nombre, también) y matarlos a todos, menos a él; que ya sé que te lo quieres reservar para ti solito, y “devolverle” algún favor… -- - El problema radica, en que su mesa está de cara a la calle; para así poder observar cualquier cosa “rara” y/o sospechosa. --- - No llevaremos, ni los “Chevrolet”, ni los “Chrysler”; llamarían demasiado la atención, y podría olerse algo. -
- ¿Qué propones, pues, Mike? -- - He pensado en estacionar, antes de que venga, un par de furgonetas de
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reparto; con el nombre, ficticio, de alguna floristería o frutería, da igual, porque el nombre será, repito, ficticio. Asimismo; los motores de las furgonetas, estarán “trucados” o, los cambiaremos por unos “Hemy Supercharged", para así poder largarnos, a toda hostia y quemando ruedas… Dentro de cada “furgo” habrá, como mínimo, 6 ó 7 de nuestros hombres, cada uno con una “soprano” (una Thomson, quiero decir) - ¡Ya he captado el maldito chiste…! - Soltó, un cada vez más irritado, Wormson. - …aparte de dos revólveres, cada uno. Llevaremos agua y emparedados; procuraremos no hacer ruido y, si alguien necesita “evacuar”, usaremos bolsas de basura, o de papel, ¡o que se aguante! ¡Nadie debe salir de las furgonetas, hasta que llegue el momento adecuado! ¡Ah! Por cierto; el conductor de cada furgoneta, deberá estar escondido. Para que la “tapadera” funcione; un par o tres días antes, alguna de las dos furgonetas, u otra idéntica (una tercra), “repartirá” flores, o fruta, o lo que sea; para que los gorilas de ese cabrón se acostumbren a verla, y no se mosqueen, al verlas aparcadas “el día de autos”, (el día del “festival del plomo”, quiero decir, ya nos entendemos…) - ¿A qué hora, exactamente, acostumbra a comer, esa jodida hiena? -- - Entre las 12:00 y las 13:00 horas, aproximadamente. Suele tardar unos tres cuartos de hora, en acabarse sus spaguetti, o calzone, o lassagna, o la maldita mierda italiana, que coma ese animal… -- - Ya, ya…; “pinta” demasiado bien tu plan; pero siempre pueden quedar cabos sueltos… - - Hombre… Gideon; francamente, yo creo que… -
- ¡Hay que esperar lo “inesperado”! ¡Hay que tener siempre, un “Plan-B”! ¡No hay que fiarse ni de Dios! ¡Y de Dios menos que de nadie! - Soltó, un furioso y desbocado, Wormson. ---- - Todos “le tenemos muchas ganas” a esa escoria…, no nos conviene fallar y no fallaremos; te lo entregaremos en bandeja; para que puedas “jugar a médicos” con él; o para lo que tú quieras… --- - ¡Estaba pensando en el Príncipe Vlad, “el empalador”…! ¡Pero quizá es que me estoy volviendo un blando! ¡Soy demasiado sentimental! - Soltó, con sorna, y de manera sarcástica un, cada vez más furioso, colérico y exaltado Gideon Zabulon Wormson. --- - Calma Gideon; conviene actuar con frialdad y disimulo. Si él es una maldita serpiente, fría y viscosa… nosotros tenemos que ser aún más fríos
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que él. ---- - No sé cómo podré disimular mi furia, cuando haga el “trato” con él. Espero que no se me note… ---- - ¡No! ¡Al contrario! ¡Utiliza tu furia y tu indignación, como tapadera; para así hacer más verosímil el trato! ¡Si fueras, o intentases parecer, demasiado “frío”, él sospecharía algo…! ---- - ¡Tienes razón! ¡Ya tengo ganas de tenerlo delante, y pensar, mientras “cierro el trato”: “estas son tus últimas horas de vida, antes de pudrirte en el infierno; mientras tú te relames de gusto, como un maldito cerdo, fantaseando con el sacro-santo coño de mi divina Cindy; nosotros te estamos preparando un bonito funeral: un billete, sólo de ida, al puto y maldito infierno; allí te encontrarás con la puta de tu madre, comiéndole la polla al mismísimo Satanás…; pero antes, te esperan unas cuantas jornadas de diversión; unos jueguecitos muy divertidos, que me enseñó un viejo amigo, también médico, nadie…, un desconocido. “Mengele”, creo que se llamaba… no me hagas mucho caso… El cual me enseñó, (jamás veneraré lo suficiente a mi querido y amado maestro… ¡mi mentor!) una infinidad de maneras, de causar el máximo sufrimiento físico, a un ser humano; no ya, sin causarle la muerte; sino sin tan siquiera provocarle desmayo alguno… Imagínate, un dolor tan agudo (un millón de veces peor, que el peor de los dolores de muelas, que hayas nunca tenido, en tu patética y miserable vida), que te cause el desmayo; pues bien: existen ciertas “drogas”, capaces de mantenerte despierto y consciente; mucho más allá de ese umbral de dolor. Créeme; desearás haberte desmayado, e incluso; haber muerto, pero no podrás. No solamente experimentarás el más horrible, insoportable y espantoso de los dolores físicos, jamás experimentado por ningún ser humano; que te haría gritar, aullar incluso, y apretar los dientes, hasta rompértelos; morderte la lengua, hasta cortártela y tragártela; cosa que evitaremos; ya te colocaremos algún artilugio en la boca, tanto para evitar que te muerdas la lengua, como para evitar que puedas desahogar tu infinito dolor y sufrimiento, gritando, (algo que, por cierto, querido, aparte de no poder soportar; siempre me ha parecido de lo más vulgar, e incluso, me atrevería a añadir: de un infinito mal gusto, y que denota una total y absoluta falta de clase y de “saber estar”. Cosa que también podríamos evitar, por otra parte, extirpándote previamente, y sin anestesia ¿para qué? - la
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anestesia es para maricas - las cuerdas vocales; para que no puedas emitir sonido alguno, mínimamente inteligible; para que veas lo considerado que soy, y cómo me preocupo por ti, tontuelo...) Estarás amordazado, inmovilizado y paralizado por potentes drogas; ni siquiera podrás cerrar los ojos; te habremos cortado los párpados con un escalpelo, para que puedas “disfrutar” de todo el maldito, a la par que bello, espectáculo, “en primera fila” ¡no te quejarás!; naturalmente, se te administrará colirio, para que, al menos, puedas ver... ¡No somos ningunos monstruos; nos “preocupamos” por ti!
Sentirás un malestar físico; no sólo a nivel muscular, sino a nivel interno: te cagarás y te mearás encima; sentirás unos horribles retortijones, los peores que hayas sentido nunca... Un ardor de estómago infinito: existen maneras de provocar una perforación de estómago, por ácido clorhídrico (HCl), sin matar al “paciente”... Asimismo, para que veas que nuestra “generosidad y “bondad” para contigo, no tiene límites; como tampoco tendrá límites, el dolor que te vamos a infligir, te causaremos horribles cefaleas, las peores, más intensas y agudas, que hayas tenido nunca... pero seguirás estando vivo, consciente y, lo más importante... ¡cuerdo! Serás plenamente consciente de lo que te estará pasando; nos ocuparemos personalmente, de que no caigas en el... cómo llamarlo... desahogo, bálsamo, salida, nirvana... de la locura... ¡Y lo mejor, es que todo esto durará casi un año! ¿¡Te imaginas Johnny!? ¡Un año entero de “diversión”, para ti solito! ¡Para que veas!
¿Sabías que se puede operar a un ser humano, sin anestesia, y sin permitir que se desmaye? También podemos humillarte, introduciéndote un “dildo” por tu asqueroso recto, y provocarte una electro-eyaculación; para que te corras de gusto, con algo duro metido en tu culo; como si fueras un puto maricón... ¡Ay, qué tonto; pero si tú no eres homosexual... mejor; la humillación sufrida será mayor...!
...Mucho antes de que mueras, porque al final morirás; cuando nos “aburramos” de ti... ¡Cuando nos hayamos cansado de “abusar” de ti...! ¡Desearás estar muerto! ¡Desearás estar en el peor de los infiernos inimaginables! ¡Pero no permitiremos que te mueras! ¡Una vez nos hayamos
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cansado de ti; te mantendremos con vida, consciente, cuerdo, sin permitir que duermas, sólo lo justo para mantenerte con vida y manteniendo la cordura; paralizado, con alimentación por vía intravenosa, y un catéter conectado a tu riñón e intestinos; para que no necesites, ni comer, ni mear, ni cagar; y sólo puedas estar consciente, sufriendo, sin poder dormir y deseando, con todas tus fuerzas, estar muerto, pero sin conseguirlo. No vamos a permitir que mueras... ¡Matar está muy mal! ¡Incluso matarte a ti “estaría mal”! ¡Piensa que hemos hecho el “Juramento Hipocrático” (“Juramento Hipócrita, lo llaman algunos) y que nuestra “obligación moral y ética” es mantenerte con vida...!
¿¡Analgésicos!? ¿Qué analgésicos? De hecho, ¿qué es un “analgésico”? ¡No existirán mientras estés con nosotros! ¡Podemos mantenerte en estado de máxima vigilia, máxima alerta y máxima sensibilidad al más mínimo dolor físico, sin causarte la muerte! ¿No te parece maravilloso? ¡Lo que hacen las drogas! ¡Se me llenan los ojos de lágrimas, por la infinita emoción y gratitud que siento... por la existencia de semejantes drogas, (de la familia de la adrenalina), capaces de provocar un estado de alerta máxima, un estado de parálisis muscular; permitiendo sólo la respiración y el movimiento cardíaco, y una angustia y ansiedad, sin límites...! como nunca antes habrás experimentado; pero sin hacerte caer en la locura... ¡No, no y no! ¡No vamos a permitir que pierdas jamás la cordura! Y además... ¡eres un suertudo y un privilegiado!... Te iremos explicando detalladamente... lo que te estemos haciendo... lo que te haremos a continuación... e incluso; lo que te haremos en el futuro... ¡Para que veas que no te privamos de mantenerte informado! ¡Estás en tu derecho! ¡Además, como “extra”, colocaremos un espejo encima de ti, para que puedas “ver” en directo, todas las “operaciones quirúrgicas” que te estemos haciendo, y sin anestesia (la anestesia sólo es para maricas ¿lo hemos dicho ya?) ¿Sabías que se puede vivir con sólo un riñón? ¿Sabías, también, que se puede vivir con sólo un pulmón? ¿Sabías, asimismo, que se puede extraer un pulmón, sin anestesia y sin causar, ni la muerte, ni el desmayo al paciente? ¡Pues todo esto y mucho más, te espera en mi “quirófano loco”! ¡Ay, qué emoción! ¡Ay, qué alegría! ¡No veo el momento de empezar a “intimar” contigo! ¡Para que veas, en qué alto concepto te tengo! ¡Y en qué alto concepto tengo a la humanidad! ¡Si es que soy un maldito filántropo... no tengo remedio!...”! ---
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- ¡Así se habla, Gideon! ---- - ¡Ya conoces mi “estilo”! --- - ¡Un gran estilo, vaya que sí! ---- - ¡Menos cháchara de viejas y pongámonos ya, manos a la obra! --- - ¡Semper fidelis! ------ - ¡Maldito payaso! - Soltó furioso, Wormson. - - Por cierto, Mike, ven aquí un momentito... quiero hablar contigo en privado. - - ¡Dispara! ¡Pero no a mí! ----- - ¡Esto va en serio, imbécil! - - Te escucho. - - Pues... verás... he pensado en contratar a un detective privado... uno de los más “tirados”, un vulgar “huele-braguetas”; para usarlo como “tapadera”, para este asunto de J.D. -
- No te sigo... - - ¡Sí, hombre sí, joder, Mike, pero si es muy fácil! - - ¡Está bien! ¡Sigue, Gideon! - - Como te decía... ¡Y no vuelvas a levantarme la voz!... Como te decía, Mike... consígueme a algún detective, borracho y desgraciado, que sea tonto del culo, para “sacrificarlo”, como un maldito peón, en una maldita partida de ajedrez... ------ - Creo que puedo conseguirlo, Gideon. -
- ¡No “creas”; consíguelo! ------- - Aún no veo exactamente el propósito. -- Lo verás... cuando “la pasma”, a nómina de J.D. se quede “sin paga extra”; sospecharán de nosotros y necesitamos a ese “huele braguetas”, husmeador,
como tapadera. Si nos preguntan, que nos preguntarán; siempre podremos decir que “le estábamos vigilando” y “otro” se nos ha adelantado ¡Una verdadera lástima! ¡Se acabó “la paga extra”! ¡Y colorín colorado, esa maldita escoria se habrá esfumado! - Soltó jocosamente, Wormson. - ¡Eres el mejor, Gideon! ¡El putísimo amo! - - ¡Que no me des “jabón”, maldito granuja! ¡Y no me levantes más la voz, coño! - - Creo que conozco a un desgraciado pardillo, que utiliza a ese baboso, sifilítico y pestilente borracho de “chupa-chochos”, como confidente... - --
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- ¡Umm! ¡Creo recordar vagamente! --------------- - Sí hombre... ¡Fuckson, creo que se llama! -- - ¡Joder, vaya nombre! ¿Quién se lo puso? ¿Su “jodida” madre? - Soltó, carcajeándose como una maldita hiena histérica, Wormson, mientras Mike también se descojonaba vivo, por el “jodido” nombre del desgraciado detective... (¡Joder, cuánta mala leche…! ¡mala y agria!) Y así, antes de llevar a cabo el plan para poner fuera de juego a J.D., contactaron con el tal Fuckson (Que el nombrecito también se las trae... ¡Menos mal que no se llama Bitchson o Shitson, o algo peor...!)
(…) - ¡Pues sí, Sr. Fuckson - Le dijo, con exquisita educación, el Sr. Wormson; haciendo un esfuerzo sobrehumano, para no descojonarse con su apellido... ------ - Llámeme (“…”), si no le importa... ¡Tengo una gran “cruz” con mi apellido! Ya he notado que se aguanta la risa! ¡Le pasa a todo el mundo, la primera vez! ¡Ya estoy más que acostumbrado! ¡Y más que harto! ¡Un día de estos, voy y me lo cambio, fíjese...! - Le dijo Fuckson al Sr. Wormson. -
- Verá Sr. (“…”), sabemos que tiene contactos con (“…”), alias “chupa chochos” (que también el “alias” se las trae... ¡es peor que su apellido!) - Apuntó jocoso, el Sr Wormson. ---- - Sí, ya conozco a ese elemento; ¡menuda escoria! ----- - Pues... verá... Sr. (“…”), nos gustaría que investigase todos los “trapos sucios”, de un tal John Olaf Olufsen, alias “Johnny Dedos-largos”, dado su
dilatado historial delictivo y su afición por los bienes ajenos. Creo que me está estafando y robando “material” de mis empresas, y necesito “pruebas”, para ponerme en contacto (por mi cuenta, usted no haga nada, sólo infórmeme) con las autoridades; con la intención y no otra, de atajar este “inconveniente” de raíz. ¿Me explico con suficiente claridad, Sr. (“…”)? - Sí... sí, por supuesto, Sr. Wormson. - - ¡Hablemos de sus honorarios! Si le parece, Sr. (“…”). -
- Por, por... supuesto, Sr. Wormson. - - ¡Puede llamarme Gideon; somos como una gran familia, en esta empresa! - Le dijo, hipócritamente, el Sr. Wormson a Fuckson; mientras pensaba en “venderlo por 30 monedas”, como el puto Judas que era... - - Bien, Sr. Worm...; Sr. Gideon… - - ¿Qué le parece si empezamos por unos, digamos... 200$? -
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- ¡Estupendo! ¡Me vendrán pero que muy bien! ¡Últimamente ando un poco “apurado”; usted comprenderá... - (Qué coño va a comprender los apuros económicos, por los que estoy pasando, este “Rockefeller”, podrido de sucio dinero hasta las cejas) - Pensó oscuramente Fuckson. - - Me hago cargo. - Le respondió Judas (Wormson, queremos decir). – - Eeer…, sí, claro… --
- Pues aquí tiene, Sr. (“…”); mi targeta, con mi número de teléfono, el talón de 200$, y ya puede tenerme bien informado, sobre el asunto de J.D. - Sí, Sr. Wormson; así lo haré… ¡Y buenos días; y hasta la próxima…! - ¡Buenos días! ¡Cindy, querida; acompaña al Sr. Fuckson hasta la salida, si eres tan amable! (Que se ría también ella, de su “jodido” apellido; también tiene derecho, la pobre…) - Pensó, con toda la mala leche del mundo, ese…, ese… ¡innombrable de Wormson! -- - Por aquí, si es tan amable… Sr… ¿Cómo me ha dicho que se llamaba? - Preguntó, con su vocecita más dulce, la divina Cindy. – - Lla…, lla…, llámeme (“…”); si es tan amable también. (¡Jodeer, qué buena está la guarra esta; qué bien se lo montan los jodidos ricachos; hasta su putita particular tienen y todo, estos hijos de puta!) - Pensaba mientras tanto, Fuckson. - - ¡Hasta la próxima, Sr. (“…”)! ¡“Ciao”! -
- ¡Hasta la vista, Sta. Cindy! (¡Dioss…; estoy empalmado, como un maldito mandril en el zoo! ¡Tengo que llegar a mi apartamento, como sea, y matarme a pajas, antes de que me dé un puto infarto! ¡Jodeer, jodeer…; hostia putísima! ¡Y qué bien huele esa zorra; tengo que tirármela, como sea! - Llegó, el pobre y enfebrecido y desgraciado Fuckson; que no sabía la que se le venía encima, a su apestoso apartamento, (“pocilga”, más bien) y se derrumbó, como acostumbraba a hacer, en su pestilente catre, hasta la noche, en que saldría a emborracharse, con ese parásito social de “chupa chochos”; para tratar de averiguar algo, de ése tal John Olaf Olufsen, alias “Johnny Dedos-largos”. ¿Quién sería ese tipo? Ya lo averiguaría, indagando y sonsacándole información, a golpe de wisky barato, (mezclado con metanol: CH3-OH; “especialidad” de la casa) a ese montón de mierda sifilítica, de “chupa-chochos”. Se despertó, pasadas las 20:00h, se tomó un café frío y salió, dando tumbos, hacia el garito de mala muerte; donde, seguramente estaría esa “esponja-humana”, ese “bebe-sin-sed” de “chupa-chochos”. Para conseguir
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sacarle algo de información; tendría que invitarle, y beber con él, para que no se molestase “su excelencia”, y no se cerrase en banda. Seguramente, acabaría borracho perdido, y habiéndose gastado más dinero del que hubiese deseado…
Aquel día, el detective privado Fuckson, ya sabía que todo acabaría mal. La noche anterior, estuvo hasta las tantas tratando de sonsacarle algún tipo de información, mínimamente útil, a su estúpido y beodo confidente; que últimamente ya no daba pie con bola; estaba acabado, era una colilla de tabaco barato, requemada y apagada.
Como ya se ha apuntado, tuvo que beber con él para tratar de sacarle algo útil. No fue mucho y encima acabó con una cogorza de tres pares de cojones. ¡De puta madre! No hubo manera de que Charly “Chupa-chochos” dijera algo mínimamente inteligible y coherente; no obstante, gracias a su perspicacia, nuestro héroe - o anti-héroe, según se mire y se prefiera, que a mí, como autor barato que soy, me da lo mismo - supo quién había estafado a Johnny “Dedos-largos”; un rufián de cierta importancia, que compraba y vendía mercancía de todo tipo y condición y de más que dudosa procedencia…
FINE
(SINE DIE)
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EPÍLOGO
(A MODO DE)
-
...se acercaba, cada vez más a él... Buscó Fuckson desesperadamente, algo con qué tirarla abajo; ya que la parte superior era de vidrio. Todo esto, mientras el enfurecido y enloquecido Spencer, recortada en mano, se dirigía directamente hacia él por el estrecho corredor, (el “corredor de la muerte” pensó funestamente Fuckson, en su afán enfebrecido por salir de aquella apestosa ratonera en la que se había metido; no tenía remedio, tenía una habilidad especial para “cagarla” continuamente; para meterse donde no debía; para el desastre, en suma).
Por suerte, encontró una caja de madera para bebidas; la cogió de un zarpazo y, con todas sus fuerzas, la descargó, con botellas y todo, contra la jodida puerta trasera del “Taj Mahal”. Con gran alivio por su parte, el vidrio de la puerta se vino abajo y se hizo añicos y, además saltó la cerradura de la puerta y quedó, aparte de medio destrozada, medio abierta. De una patada la abrió y salió cagando leches de allí, mientras Spencer le descerrajaba un tiro con la recortada; que le pasó casi rozándole su estúpida cabeza.
Estuvo corriendo casi dos manzanas; por suerte vio al “orgullo del cuerpo de policía de la ciudad” de lejos y, antes de que le viese a él, dobló una esquina y se encontró, de pronto, en la calle 23. ¡Ahora sí estaba reventado! ¡Ahora sí necesitaba “algo” que meterse por el gaznate de papel
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de lija! Se fue a un pakistaní que encontró abierto; a un “badulaque”, como lo llaman y compró un refresco pakistaní, imitación de uno muy conocido.
Una vez que logró calmarse y, después de haber descansado un poco, tras tomarse el refresco; pensó en irse a casa, a ducharse (ya ni recordaba qué significaba “ducharse”), a dormir un poco y, por la tarde, reanudaría sus investigaciones sobre los asuntos del Sr. Wormson y esa sabandija maloliente de Johnny “Dedos-largos”.
Llegó Fuckson a su infecto y maloliente tugurio; un barato apartamento de alquiler, de una sola habitación; compuesto de hall-salón-comedor cocina-dormitorio, y un pequeño y apestoso baño, con retrete, con roña de la época de los romanos, lavabo, con espejo roto incluido y una ducha asquerosa y sin agua caliente; no cobraba lo suficiente ni lo suficientemente a menudo, dados sus más que irregulares y más que sospechosos ingresos, para darse tales “lujos” y “caprichos”.
Se duchó, sin jabón, no ganaba tanto. Pegando alaridos, por el agua fría; sólo aguantó veinte segundos de tortura ártica. Se secó apresuradamente y con furia. Se vistió con un pijama roñoso, los mismos y apestosos calzoncillos y una bata raída.
Se fue a la sucia cocina (sucia “cochina”, mejor dicho) y, sorteando la inmensa, infinita casi, montaña de cacharros, aún sin lavar, que amenazaba ruina inminente, logró coger de la despensa, un bote de judías cocidas (“Baked Beans”). Lo abrió, peleándose penosamente con el oxidado abre
latas (“abre-coños”, más bien) y vertió el caducado contenido, en la primera sartén, aún pringosa de aceite de maíz, o girasol, o aceite de motor, a él le daba lo mismo, que encontró a mano, junto con tocino rancio, que encontró en la casi vacía nevera, un huevo que encontró, también caducado, en la caja de huevos, dentro del frigorífico y, la última lata de cerveza pakistaní, o china, o polaca, o vete a saber de dónde coño la había sacado; ni se acordaba, ni quería saberlo (por suerte para él, ¡fria!); y se dispuso a prepararse un almuerzo de “gourmet”. Echó todo el contenido, a la vez, en la grasienta sartén, junto con un poco de sal, que aún le quedaba y otro poco de pimienta negra...
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Prendió el fuego de la cocina, con una cerilla húmeda que le costó horrores encender, puso encima la puta sartén asquerosa, revolvió, con una cuchara de madera, sucia todavía de restos mohosos de puré de patatas pre cocinado y esperó a que se calentase el “manjar de dioses”, que esperaba echarse entre pecho y espalda.
Acabó y, sin molestarse en usar un plato, ¿para qué? puso un trozo de madera, sobre la mesa de la cocina, cubierta de hule, para no quemarlo y, encima la caliente sartén. Buscó un tenedor; no encontró ninguno limpio y decidió comerse el pienso con la cuchara de madera, y un poco de pan duro que encontró. Abrió la, por suerte aún fría, lata de cerveza barata, de marca infecta, y puso la radio, para escuchar un poco de “música” (como lo llamaban ahora); el televisor hacía tiempo que había dejado de funcionar, y no podia permitirse el lujo (¿ya lo hemos dicho antes?) de permitirse comprar uno nuevo.
Comió, bebió, eructó, se tiró un pedo, se rascó la polla, maldijo, escupió en el suelo y, sin molestarse en recoger la mesa ¿para qué?, se desplomó en su pestilente catre (residencia permanente de una colonia de ácaros rabiosos), y se quedó frito al instante; con la radio sonando todavía; pero él ya no la podía oir. Su mente enfermiza estaba ahora en “el pais de los sueños”. Y, ¿se adivina qué soñaba? O mejor dicho; ¿con “quién” soñaba? ¡Exacto! ¡Con Ciiiindy! ¡Cindy y su coñito peludo, moreno, caliente, húmedo y hambriento de pollas de caballo!
Laaarga explicación del sueño; (el autor, que se cree merecedor del maldito “Pulitzer”, necesita llenar páginas y más páginas de “paja” infecta, para poder conseguir o formar una novela, de al menos 100 ó 200 páginas, de “literatura” de la peor especie; y así, justificarse ante sí mismo, o demostrar a los demás, - que no están a su altura, ni mucho menos, ni saber, ni podrían, aunque quisieran, que no quieren, reconocer su infinito talento para la basura literaria - que puede - y está capacitado para ello -; escribir una novela negra, más que acceptable. Ya sólo faltaría encontrar a un maldito editor saca-cuartos, que quisiera publicarla, en una edición barata e infecta; que leerán, probablemente, amas de casa aburridas, peluqueras con vestidos chillones y ridículos, y funcionarios oscuros, ineptos y vagos, con
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pretensiones “cultas”… ¡todo bastante penoso! Pero… ¿Qué queréis? ¡Esta puta vida es una hija de perra!
Sueño:
Fuckson, vestido con un elegante traje de tweed (paño inglés del bueno; hecho a medida, por un exclusivo sastre de prestigio), dueño de un distinguido bufete de abogados; todos encorbatados, de riguroso negro y elegantísimos, con sus carteras de cuero negro, llenas de documentos vitales de clientes; dueños de empresas millonarias, políticos y gente “pez-gorda”, de la más alta alcurnia, y todo ese rollo pijo.
Cindy; vestida para matar, más guapa, elegante y sexy que nunca, si cabe. Vestida con un im-pe-ca-ble traje chaqueta, hecho a medida, por un carísimo y exclusivo modisto francés; faldita negra, cortita, sin llegar a ser una mini mini-falda, bragas negras de encaje, zapatitos de tacón, con la altura justa, para ser elegante y sexy, sin parecer por ello, una vulgar puta barata, blusa blanca, con un par de botones estratégicamente des abrochados, que dejaba ver un sujetador carísimo, de seda blanca y unos pechitos perfectos de porcelana; sugeridos por la leve tela del sostén. Y, por último, una elegante chaqueta de pata de gallo. Cindy, la diosa Cindy, infartante, sexy, morbosa, provocativa, delirantemente atractiva, putilla fina, con “savoir faire”; que no desentonaría en absoluto, en el más sofisticado de los cock-tails, o en cualquier reunión de trabajo, entre la gente más elegante que domina el mundo…
Era su exclusiva secretaria personal; dispuesta a satisfacer todas y cada una de sus “necesidades”; dentro y fuera de su lujoso y exclusivo despacho, con sillones y sofas estilo “BAUHAUS”, situado en el ático, con terraza y piscina, de un lujoso edificio de oficinas, en el centro de la ciudad, diseñado por un famoso y prestigioso arquitecto, del estilo de Frank Lloyd Wright o similar. En su lujoso y exclusivo despacho de jefazo de la empresa, Fuckson (Sr. Fuckson, please), estaría sentado cómodamente, en su sillón de cuero negro; con un dry martini en una mano, y un pequeño magnetófono en la otra, dictando futuras órdenes a su secretaria; que estaría sentada, frente a él, en su propia mesa, cruzando y descruzando sus divinas y traviesas piernas, y sus no menos divinos muslos de diosa griega; mostrando, a inter-
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valos irregulares e infartantes - para sacarle de quicio - sus carísimas bragas de encaje, de seda, negras y con transparencias, bajo las cuales se adivinaba un vello púbico, moreno, aunque no excesivamente abundante; que per mitía adivinar el clitoris y el comienzo de la divina rajita de su adorable, y siempre húmedo y ansioso coñito.
Fuckson sudaba sangre, en su sueño; viendo el espectáculo que le ofrecía Cindy. Su angustiada, enloquecida, enfermiza y dura polla, penetraba mil veces, en sueños, el apretado, ardiente, jugoso y palpitante coñito, chochito, chumino, vagina de esa… ¿cómo llamarla...? ramera de lujo que era Cindy. Cindy, un millón de veces follable y apetecible. Capaz de resucitar a un muerto. Cindy, divina hetaira; capaz de redimir de todos sus pecados a un hombre; simplemente con hacerle el amor; con echarle un…, un… ¿cómo decirlo? ¡un polvazo de partirse la polla!
Cuando se la follaban, Cindy estrujaba y amasaba la polla que tenía dentro de su coño; la retorcía y masajeaba y, finalmente, la exprimía, hasta sacarle de sus cojones, hasta el último espermatozoide. Cindy, cuando te follaba, te ordeñaba, te dejaba seco, estéril, inutilizable por mucho tiempo; te tenían que administrar oxígeno (O2), casi, para recuperarte de su infinita lujuria de Mesalina. Así era Cindy, una gata siempre en celo…
Acto seguido, sin solución de continuidad; en el mismo sueño, ambos; Cindy y él mismo, volaban, flotaban, levitaban, desnudos los dos; pero sin sentir en absoluto, la más mínima incomodidad, pudor o vergüenza; alejándose, de todo aquel lujo absurdo, artificial e innecesario, a la velocidad del pensamiento; por encima de nubes, de un blanco níveo, que les hubiese dejado ciegos al instante, debido a su brillo y resplandor, si hubieran estado despiertos. Un brillo y una blancura, un millón de veces superior al estallido de una supernova.
Recorriendo infinitos y extraños paisajes oníricos y de otro mundo; sobrevolando montañas desconocidas; como si estuviesen en un universo paralelo, en una realidad paralela. Se posaron, finalmente, con una indecible suavidad, sobre una especie de bucólico bosquecillo, formado por unos increíblemente bellos, aunque desconocidos, árboles y especies vegetales de
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todo tipo. Una especie de Jardín del Edén Onírico, brumoso, inexplicable; que les produjo una extraña y exquisita sensación de bienestar.
Ambos, en ese alucinante y maravilloso sueño; eran un par de adoles centes; eran, al contrario que en la vigilia, de la misma edad. Estaban desnudos entrambos, jóvenes, hermosísimos, como dos recién creados diosecillos griegos; se gozaban mutuamente, de la visión de sus cuerpos des nudos y los dos, sin ningún esfuerzo, se pusieron a caminar, con infinita calma y dulzura, descalzos los dos, sobre un lecho o suelo de suave musgo; que cubría gran parte de aquel frondoso y exquisitamente hermoso bosque.
No experimentaban ninguna sensación desagradable; casi se sentían ingrávidos; no sentían hambre, sed, sueño, miedo..., ni ninguna de las sensaciones y necesidades terrenas. Sólo sentían una excelsa, exquisita, infinita felicidad, de saberse solos en el mundo, de disfrutar de la mutua presencia de sus cuerpos desnudos. Eran telepáticos, adivinaban sus pensamientos, aunque, si querían, podían bloquearlos y guardarse para sí mismos, sus más recónditos secretos; sólo que carecían de ellos en absoluto.
Sólo sentían un exquisito bienestar y placer físico, que se iba tornando muy sutilmente, muy suavemente, sin ningún tipo de brusquedad, que tal vez, les hubiese incomodado, en el más puro e inocente deseo erótico, en el deseo de acercarse, de estar muy juntos los dos, mirándose, gozándose, deseándose, acercándose, muy poco a poco el uno al otro, tocándose sutilmente, casi acariciándose; besándose con infinita ternura el uno al otro; yaciendo en el infinitamente suave y confortable musgo, de aquel bucólico y brumoso bosquecillo.
Él la tomó dulcemente, se colocó, con una excelsa delicadeza, sobre el exquisito cuerpo, tendido y desnudo de ella; la penetró muuuy lentamente, demorándose en cada poro de su piel, en cada pliegue de su sagrada vulva; demorando, todo lo que pudo, la entrada en la más deseable y virgen de todas las vaginas. Ella, con sus ojos, su mirada de sagrado y mil veces inocente y puro deseo, le imploraba que la tomase, que la hiciese suya; que hundiese su espada de divina y palpitante carne, enfebrecida de santa lujuria, en su anhelante vagina; en su santa vagina de diosa lúbrica.
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Él retrasó, todo lo que pudo, el momento de la entrada, en la más hermosa, perfumada y apetecible de las vaginas. Al fin, loco de ardiente ansia, de divino y glorioso deseo; de algo que iba mucho más allá del terrenal deseo de amor, la penetró. Hundió, poco a poco, en su yoni, demorándose en las exquisitas sensaciones que iba sintiendo su, duro como el puto diamante, mil veces divino falo. La vagina de ella, iba apretando, con infinita suavidad, su empíreo falo de dios griego; notaba, con infinito gusto y placer, cada palpitación de las paredes de su lúbrica vagina, de diosa enfebrecida del más puro y divino deseo carnal... Aquélla era una experiencia, absoluta y totalmente dionisíaca…
Una explosión, un estallido gozoso de placer infinito, que iba mucho más allá del espacio y del tiempo. En ese instante, el universo, el espacio tiempo, era un orgasmo infinito... Un orgasmo infinito de luz, color, placer, dolor, infierno, cielo, todo, nada... ¡Fuckson se desintegraba dentro de Cindy! En ese momento, en ese eterno instante, el coño, la sagrada vagina de Cindy, era una distorsión espacio-temporal, una singularidad relativista, un “agujero de gusano”; su polla se tele-transportaba al otro extremo del universo, al estar introducida dentro de ese coño cósmico, “agujero negro”, que tenía Cindy... ¡Fuckson se desmayaba y caía dentro de otro sueño; estando, como estaba, soñando que estaba dentro de Cindy!
El coño de Cindy le transmitía eterna sabiduría, a través de su polla. Follaban, sin cansarse nunca el uno del otro, más de mil veces, dentro de ese sueño; mientras Fuckson, desmayado dentro de ese sueño; caía en otro sueño, un millón de veces, infinitamente más lúbrico y lujurioso, que el que estaba teniendo en ese instante; en el que el tiempo se detenía y se retorcía; iba en sentido contrario y finalmente, se desintegraba, explotaba y se convertía en nada, quedaba reducido a la nada; en menos que nada... una “nada” que lo era “todo”…
...Poco a poco, con exasperante lentitud; ese sueño se iba diluyendo; se iba desvaneciendo, mientras Fuckson sentía, estaba, vivía en un estado de eterna, infinita felicidad y placer y amor, animal y divino, al mismo tiempo, hacia Cindy. ¡Nunca se había sentido tan unido a Cindy como en ese sueño! ¡Fuckson era Cindy y Cindy era Fuckson! ¡Ocupaban, alternativamente,
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cada uno, el cuerpo del otro; en una alocada y surrealista maravilla! ¡Fuckson nacía en Cindy y Cindy nacía en Fuckson!
...Una vez se hubo disuelto ese sueño; mezclándose con el mísmo, empezaba otro; más abstracto: ni mejor, ni peor; diferente, y extraño...
...En ese nuevo sueño, Fuckson era una versión infinitamente mejorada de sí mismo; era el mismo detective privado; pero respetado (y temido) por todos, y con un fino “olfato” e inteligencia, aguda y prístina, a la hora de enfrentarse con cualquier tipo de “affaires” y situaciones, de lo más vario
pinto...
...Soñaba Fuckson, que resolvía el asunto que tenía entre manos, estando despierto. - - ...Soñaba que se despertaba en un apartamento de 100m2, decente, elegante, ordenado ¡y limpio! - . ...Soñaba que se duchaba, con agua caliente; recreándose en el potente chorro de agua caliente, que casi quemaba y le caía, haciendo presión, sobre sus anchas espaldas. Soñaba que usaba el más caro y perfumado de los geles de baño, y que se afeitaba y utilzaba, el más selecto y raro de los “after shave”. - ...Soñaba que se dirigía al salón de su apartamento; llamaba al servicio ¡tenía servicio, en su sueño! Y le traían un café “de verdad”; recién molido, e intenso sabor y aroma, de auténtico café de Colombia. - ... ...Soñaba que salía de su apartamento, en su coche particular y con chófer; un gigantesco, negro y elegante “Packard”, que se movía, sinuosa y majestuosamente, entre el intenso tráfico de la ciudad; sorteándolo, casi como por arte de magia; como si su coche “atravesara” y pasara a través de los demás estúpidos y vulgares automóviles, que se desplazaban lentamente como raquíticas orugas... - - ...Soñaba que se reunía con un nuevo y diferente confidente; que le desvelaba todos los secretos, referentes a Johnny “D” y su relación con su cliente actual; el Sr. Wormson. Ese tal confidente, cuyo nombre no podemos desvelar, por ser conocido... le revelaba a nuestro detective, que ese tal J.D. había sido engañado; de manera indirecta, a través de negocios con intermediarios, por el cliente de Fuckson, el Sr. Wormson, (tal vez, de manera no intencionada, o no necesariamente intencionada; como daño
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colateral, posiblemente) y J.D. “se lo había guardado”, para poder vengarse del Sr. Wormson, en una mejor y próxima o futura ocasión; si es que hubiere lugar a ello. También le dijo, el confidente, que J.D. había hecho correr la voz, de que tenía un gran almacén, “disponible” para guardar temporalmente, mercancía “sensible”, y había dado órdenes de sólo aceptar ofertas de ése tal Wormson; para así “devolverle el favor”. J.D. hacía tiempo que estaba a la espera, y atento a la menor ocasión, para poder vengarse del Sr. Wormson. Y que esa ocasión llegó cuando el Sr. Wormson requirió los servicios de J.D. y que éste, J.D., se vengaría; tenía intención de vengarse de Wormson, exigiéndole, a cambio de “devolverle” la mercancía, y de no avisar a la pasma, algunos de cuyos agentes tenía “en nómina”, dinero (una importante can tidad, al parecer; mayor de la habitual en estos casos) y, además; como se había “encaprichado” de Cindy, le exigiría que, o bien le dejase estar con ella o, directamente se la “pasase” a él; ya que también tenía “participaciones”, o participaba del negocio de varios burdeles, que también le debían favores por “protección”, y mucho dinero.
En un principio, Fuckson no sabía que quien, supuestamente, había engañado a J.D., fuera su cliente, el Sr. Wormson, y no sabía exactamente, cómo darle la noticia; sin que el Sr. Wormson se irritase y se molestase con él mismo, Fuckson. Por eso, Fuckson se hallaba en un incómodo dilema; además de que Fuckson, también iba detrás de Cindy y eso, conociendo a su cliente, el Sr. Wormson, ya no podía decírselo tan claramente; es más, ni siquiera podría decírselo; era muy celoso y muy vengativo; y tenía dinero, poder y medios, para poder tomar las represalias que estimase oportunas...
Todo esto soñaba Fuckson, en un sueño, extremadamente lúcido; Fuckson era “consciente” de estar soñando, y de entender y comprender, todos los razonamientos y explicaciones, que se le exponían en este sueño y que, en estado de vigilia, no había sido capaz de averiguar...
El Sr. Wormson había encargado al detective Fuckson, ésa tal investigación; ya que, desde hacía un tiempo, le llegaban extraños rumores, sobre un tal J.D., al que no conocía entonces, personalmente; el cual tenía, al parecer, ciertas aviesas intenciones contra él – el Sr. Wormson – y el Sr. Wormson, desconocía los motivos exactos; aunque, sobre los cuales, intuía
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que podría deberse a alguno de sus turbios (más que turbios) negocios, que se le pudiesen haber ido de las manos, y haber causado “daños colaterales” a ése tal J.D. Él, el Sr. Wormson, si averiguaba que ese estado de cosas; esa animadversión de J.D. contra él mismo, era debido a un “error” en sus negocios, estaría dispuesto a “reparar el daño”, de manera económica; pero también le llegaban, asimismo, otros rumores sobre su negativa, por parte de J.D., de aceptar trato alguno; y sobre su intención de vengarse de él, de alguna forma; por una parte, Wormson había solicitado los servicios de Fuckson, porque sabía que era un insignificante “huele-braguetas” (detective privado, queremos decir), que no llamaría excesivamente la atención sobre J.D., y por otro lado; Wormson, había solicitado los servicios de J.D., sabiendo y conociendo, la tensa situación, y lo que J.D. se proponía hacer; para averiguar, por cuenta propia y de primera mano, lo que J.D. se proponía hacer; y si era necesario eliminarlo, (si sólo le daba un “escarmiento”, la cosa no haría más que empeorar; era necesario quitarlo de enmedio; era demasiado peligroso como para dejarlo con vida).
Al final, por otra parte; Fuckson averiguó, por su cuenta, que Cindy estaba “hasta el mismísimo moño” del Sr. Wormson; un vejestorio repelente, peligroso, celoso, vengativo, retorcido, prepotente... ¡A pesar de su dinero, su poder y su “sabiduría”, y nivel cultural, y de ser un, más que reconocido, erudito! Ella, Cindy, estaba más que harta de esa “pesada atmósfera”, que rodeaba a Wormson, y deseaba sentirse libre y despreocupada y, a pesar de la apariencia exterior, supo reconocer en Fuckson, a un hombre de verdad, y con un alma mucho más limpia y mucho menos retorcida, que la del Sr. Wormson.
Fuckson y Cindy, se fugaron en secreto... de manera precipitada; temiendo las reacciones y las represalias del Sr. Wormson. Cindy sabía que serían “pobres pero felices”; ya estaba más que harta, de los lujos del Sr. Wormson, y de que éste la tratase como si fuera su putita particular; ¡necesitaba respirar aire puro! Y Fuckson; a pesar de su aparente insignificancia, le ofrecía esta posibilidad...
Huyeron fuera del estado; por carreteras secundarias, adonde nadie pudiera encontrarlos; donde vivir una vida anodina, gris, y sin llamar
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demasiado la atención, y poder vivir felices y tranquilos; al menos, durante cierto tiempo; luego, ya se vería...
TERMINUS
NOTAS DEL AUTOR:
Naturalmente Caroline fue debidamente “recompensada” por su “desinteresada” información. Caroline, bisexual, estaba celosa de las relaciones de Fuckson con Cindy; a la que conocía muy bien, desde el punto de vista anatómico; se había probado lencería fina, más de una vez en “La Lingerie Français” y la había visto desnuda más de una vez… Ella, Caroline, se relamía de gusto cada vez que la veía.
¿Qué pasó con Gideon Zabulón Wormson? ¿Utilizó todo su poder e influencia y dinero, para hacer seguir, perseguir o hacer averiguaciones, sobre el paradero de Cindy? ¿Supo GZW, que Cindy huyó con Fuckson? ¿Quería matarlos o eliminarlos, a los dos; o sólo a Fuckson?
Estas preguntas dan, bastan, para otra novela, otro libro; otra novela, dentro de esta novela... ad infinitum. Novela circular; novela eterna, novela “mantra”; novela “laberinto”. ¿Qué hay dentro del laberinto del “Minotauro”? ¡Estás tú! ¡Está “uno mismo”! ¡Uno descubre que el tal “Minotauro”, es uno
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mismo! ¡”Yo” soy el “Minotauro”; lo he sido siempre; incluso antes de entrar en el laberinto! ¡Yo soy el “akelarre”!
Bien; ¿Qué pasó con Gideon Zabulon Wormson? En un principio; quedó sumido en una gran depresión, tras haber “eliminado” a Johnny “Dedos-largos”, tras comprobar, que no había podido “eliminar” a ese “huele braguetas” infecto de Fuckson; (Al parecer, no era el inútil y desgraciado que suponía) y, sobre todo; al ver que Cindy; (“su” Cindy), le había abandonado, se “había esfumado”; y ¡nada menos que con Fuckson! (Al parecer, le devolvieron la jugada; le pagaron con su misma moneda – donde las dan, las toman -). Quedó Wormson, más muerto que vivo y sin poder, en un principio, reaccionar; al menos, hasta que se recuperase de la depresión...
DE CÓMO G.Z.W. HIZO TODO LO POSIBLE, PARA RECUPERAR A CINDY (Y “ELIMINAR” A ESA “ESCORIA HUMANA” DE FUCKSON).
¿Tendría “fin” esta novela? ¿Puede tenerlo? Dentro de ese “sueño lúcido”, que estaba teniendo G.Z.W., recordémoslo; y recordemos también, que la “lógica” onírica, no necesariamente, ha de coincidir, ni corres ponderse, con la “lógica del estado de vigilia”.
...“¡Ahora méteme tu pájaro, méteme de una vez maldito!”.
Me levanté, acomodé mi erección en su vulva y se lo hundí todo.
En parte por lo tragos y la excitación, no mencioné usar un condón. Fui imprudente, lo acepto. Pero de todos modos fue un rico coito, se notaba que Gloria estaba tiempo sin un pene en su vagina. Estaba nomás apretita.
Le hice terminar una vez más de frente y me dijo.
-“¡Ahora tírame como a perra. Yo seré tu perra y tú serás mi perro!”...
Relato erótico enviado por charly_bo el 15 de April de 2012 a las 00:58:06 - Relato porno leído 40798 veces
Martina es una empresaria de éxito, aunque su exceso de trabajo no le permite entrar en contacto con ningún hombre. Sin embargo, está deseosa de sexo. Un día, una pequeña indiscreción dará a conocer su estado de avidez de sexo. Para su sorpresa, le llega una inesperada proposición de sexo por parte de un vagabundo, que le propone que se alivien juntos sus penas sexuales. Martina busca un hombre bien dotado que le lleve a ver las estrellas y finalmente se encontrará con dos enormes vergas para ella solita. En el callejón…
Relato erótico enviado por gustavo8000 el 23 de December de 2012 a las 00:01:24 - Relato porno leído 40340 veces