Cuando recién nos mudamos a nuestra nueva casa, me di cuenta de que los vecinos de al lado, tenían un hermoso y gran jardín, muy bien cuidado. Yo no pude contener mi curiosidad, y a penas conocí a mi nueva vecina, cuando le pregunté quien le cuidaba su jardín me dijo sencillamente que el jardinero, sin entrar en más detalles
Relato
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A la semana de habernos mudado, aun me encontraba organizando, y limpiando, sacando la mudanza de las cajas, por lo que para mi mayor comodidad, me había puesto una vieja falda con una camiseta sin mangas. La que según mi esposo, vestida así, me veía como una sirvienta, o criada de limpieza. Aunque como me sentía tan comoda con ella puesta, no le hacía el menor caso. Fue cuando vi en el patio trasero de la vecina, al jardinero. O por lo menos eso pensé yo en esos momentos. Se trataba de un hombre como de mi edad, de constextura atletica, vestido con unos viejos pantalones de vaquero, todo sucio. Trabajando en el patio de la vecina, haciendo un hoyo en la tierra, con pico y pala. Yo quería saber cuanto cobraba, así que decidí acercármele, para preguntarle, pero apenas llegué al ventanal que da al patio, me di cuenta de que ese tipo estaba bastante sudado. Por lo que se me ocurrió llevarle un vaso de jugo, para que se refrescase.
Así que cuando llegué a la barda que separa las dos propiedades, lo comencé a llamar, hasta que él dejó de hacer lo que estaba haciendo, y me prestó atención. Se acercó a la barda, y no fue hasta que estuvo como a unos dos metros de mi, que me di cuenta de lo fuerte de su olor a sudor. Lo cierto es que estaba enchumbado de sudor, y cuando se detuvo frente a mi, no me quedó la menor duda que de él emanaba ese penetrante olor a sudor. Aunque les pareceré rara, pero, eso es algo que en un hombre, siempre me ha gustado y llamado mucho la atención.
Así que antes de que comenzaramos hablar, estiré mi mano con el vaso lleno de jugo, y él sin decir más nada, aparte de darme las gracias, se lo ha bebido prácticamente de un solo trago. Al terminar, me sonrió, y me preguntó mi nombre, yo que estaba prácticamente embelezada viéndolo, le dije Rosita, en lugar de Rosa. De inmediato él, de manera bien confianzuda y tuteándome, me dijo. Rosita la verdad es que te agradesco mucho el jugo, y si hay algo que yo pueda hacer por ti, nada más dimelo, cariño. Yo como que no me di cuenta, pero el jardinero había comenzado a tratarme de cariño, y su manera de hablar, así como su forma de tratarme, me agradaron mucho.
Yo lo cierto es que le pregunté, ¿cuanto cobraba por trabajar un patio como el de la casa? Fue cuando me dijo, a ti no te cobraría nada, linda Rosita, pero a los señores de la casa, les diría que se buscasen a otro para que hiciera el trabajo. Ya que mira como está ese patio, y al tiempo que fue diciendo eso, atravesó una pequeña puerta que hay en la barda, y comenzó a caminar por el perdido patio trasero, diciéndome. Hay que desyerbar, pasar la maquina para romper los terrones, resembrar la grama, digo si noes que se les antoja hacer un caminito, y sembrar distintos tipos de plantas.
Pero a medida que el fue caminando, yo lo fui acompañando, me sentía tan bien en su compañía, que cuando colocó una de sus manos sobre mi hombro derecho, yo no dije ni hice nada para que lo quitase. Así que él siguió hablando sobre el mucho trabajo que había que hacer en el jardín, fue cuando me volvió a decir, bueno si quieres que yo me encargue de esto, dile a los señores de la casa, que yo cobro caro, pero que hago un magnifico trabajo. Pero al mismo tiempo sentí, como la mano que había colocado sobre mi hombro, la deslizó suavemente hasta mi cadera. A lo que yo nada más me limite a brindarle una sonrisita de aprobación. Sin darme cuenta de que por lo que me había dicho, seguramente él pensaba que yo era la sirvienta de la casa.
En ese momento se me ocurrió, pensar que no sabía su nombre, y se lo pregunté. Su respuesta fue. Ignacio, pero de inmediato sonriendo, me dijo. Pero tú cariño, me puedes llamar Nacho. En ese instante cuando se acercó mucho más a mí, sentí más fuerte, su olor a sudor de hombre trabajador, al tiempo que también sentí que su mano en mi cadera, ya me estaba agarrando las nalgas. Fue cuando me acordé, con cierto grado de rabia, que mi marido me había dejado viendo el techo de nuestra habitación en la mañana, después de que se descargó dentro de mi, sin tan siquiera dejar que yo lo disfrutase un poco.
Quizás si lo hubiera detenido en ese instante, la cosa no hubiera llegado hasta donde llegó. Nacho me arrinconó entre sus fuertes brazos, diciéndome. Rosita, la verdad es que tú me gustas, y mucho. Y no había terminado de decir cuanto, que me plantó un tremendo beso. Al mismo tiempo que, con alguna de sus manos me agarró divinamente el coño apretándomelo sabrosamente.
Yo la verdad es que me quedé como toda una pendeja, no le opuse la menor resistencia, su olor ha hombre me tenía embriagada. Nacho siguió besándome, acariciando todo mi cuerpo, al tiempo que me fue subiendo la vieja falda. Así que cuando sentí sus gruesos, y sucios dedos llenos de tierra acariciando divinamente mi coño, en lugar de retirarme, lo que hice, sin decir nada, fue que abrí las piernas. Dándole a entender, que estaba dispuesta a lo que quisiera hacer.
A los pocos segundos, yo me encontraba mamando su parada verga, practicamente desnuda, recostada sobre la hierva en el medio del patio, ante la vista de cualquiera que pudiera pasar, con mis piernas bien abiertas, y dejando que Nacho además de besarme, e introducir su lengua dentro de mi boca, sacando su verga de mi boca me la enterrase divinamente dentro de mi coño. Hasta esos momentos no había pensado, ni en mi esposo, o quien pudiera mirarnos, la verdad es que si en algún momento lo llegué a pensar, lo cierto es que no me importó, yo lo que deseaba era disfrutar enteramente, de lo que me estaba pasando.
Así que a medida que Nacho continuó metiendo y sacando su miembro de mi caliente coño, yo comencé a menear mis caderas, como hacía tiempo que no lo hacía. Así que el sentir sus gruesas y sucias manos, sujetándome por las caderas, apretándome con fuerza, contra su sudado cuerpo, me hizo sentir en la gloria. Yo chillaba, gemía, y creo que hasta lloré, pero de placer y felicidad. A medida que él continuó metiendo y sacando toda su verga de mi cuerpo, yo sin dejar de mover mis caderas, le pedía que me diera más y más duro. Cuando él hizo que estallara dentro de mi un sinnúmero de orgasmos, como hacía tiempo que no lo disfrutaba. Yo sentí como él se corrió dentro de mi depilado coño, lo que realmente no me molestó. Así que cuando me lo sacó del coño, yo no se por que me provocó casi de inmediato ponerme a mamarselo, nuevamente. Despues de eso a la sombra de la casa, en el medio del patio, Nacho, sacó su verga de mi boca, y sin más, ni más, dejé que me la enterrase por el culo.
Yo quedé molida, sudada, hedionda a macho, pero extremdamente satisfecha. Fue cuando me vine acordando de mi esposo, y la verdad sea dicha, es que ni remordimiento sentí por todo lo que había hecho, y lo mucho que lo había disfrutado. Nacho se retiró, sin decir más nada, tras darme otro fuerte beso, y una ardiente nalgada. Fue como a la semana de haber sucedido eso, que al ver a la vecina, le pregunté por el jardinero. Ella al principio pareció no entenderme, pero cuando se lo describí, riéndose me dijo. Ha ese de seguro fue mi hermanito, que en ocasiones quiere venirme ayudar. Yo no le comenté nada desde luego, pero como a la semana regresó Nacho, vestido de manera muy elegante. Y al tocar la puerta de casa, no me reconoció cuando se la abrí, ya que andaba bien vestida, peinada, maquillada, y perfumada. Ya que iba a salir con el cornudo mi esposo. Pero cuando le saludé diciéndole hola Nacho, se me quedó viendo, y asombrado me dijo, tú eres Rosita. Bueno la verdad es que Ignacio el hermanito de mi vecina, y yo seguimos viéndonos, pero pero ambos preferimos hacerlo, tal, y como lo hicimos la primera vez. Claro sin que su hermana, ni mi esposo se enteren…
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513553 veces
Relato casi en su totalidad real que demuestra que toda mujer casada es una puta sumisa en potencia
Relato erótico enviado por morboso sadico el 29 de July de 2009 a las 18:09:16 - Relato porno leído 299793 veces
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:42) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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