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Yo únicamente le hice caso a mi esposo…

Relato enviado por : Narrador el 02/04/2013. Lecturas: 23089

etiquetas relato Yo únicamente le hice caso a mi esposo…   Infidelidades .
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Resumen
Si y me reitero en lo dicho, yo únicamente le hice caso a mi esposo, al pie de la letra, Ok.


Relato


Mi esposo de un tiempo hasta los actuales momentos, se ha vuelto un hombre sumamente religioso, y en ocasiones raya en el extremo, como sucedió la pasada Semana Santa. Ya que debido a su fanatismo religioso, dejó de mantener relaciones sexuales conmigo, y cuando me le insinuaba o directamente ya cansada de no hacer nada, le decía algo. Raimundo me salía con que nos encontrábamos en cuaresma, y tener sexo era un gran pecado y cosas así por el estilo. Yo ya me había en parte resignado a esa situación. Con la esperanza de que al terminar la Semana Mayor, nos diéramos una tremenda revolcada en la cama, pero no fue así.

Raimundo como que se volvió mucho más fanático, por lo que yo seguía mirando el techo de nuestra habitación sin consuelo alguno. Ya no aguantando más, me las comencé a arreglar para por lo menos auto satisfacerme, usando uno que otro envase de plástico, de alguno de los champú que compraba, más por la forma y tamaño del embase, que por su contenido realmente. Lo pero lo peor de todo es que, desde que nuestro hijo se marchó a estudiar en la universidad, yo no me había dado cuenta de lo mucho que lo extrañaba, aunque nunca llegué ni tan siquiera a insinuármele, ya por mi mente en ocasiones fantaseaba con eso.

Pero no es que yo fuera una ninfómana ni una enferma sexual, que nada más pensaba en tener sexo, pero aunque la mayoría de las ocasiones mientras me daba una buena ducha aprovechaba para consolarme yo misma, había ocasiones que a pesar de eso, al terminar aun sentía esa gran necesidad de estar entre los brazos de un hombre. Por no decir que sentir bien dentro de mí su instrumento. Razón por la cual en ocasiones al salir de casa, reconozco que se me iba la mirada tras alguno de los chicos y hombres que me encontraba cuando visitaba el Centro Comercial, aunque discretamente, como uso gafas bien oscuras, dudo que alguien se haya dado cuenta de donde yo tenía fija mi mirada.

Pero un día pasó por la casa un mendigo, pidiendo que le diera lo que mi esposo no usaba. Al principio, no le presté mucha atención a sus palabras, y simplemente le dije. Que pasara luego, que antes lo consultaría con mi esposo antes de atreverme a darle lo que pedía. No fue hasta que a la tarde llegó mi esposo, y una vez que se lo dije, me imagino que envuelto en ese fanatismo que tanto ha desarrollado, hasta me regaño en parte por no haberle dado lo que ese hombre pedía, además que yo sabía de sobra, que había muchas cosas que él no usaba que bien podía habérselas dado a ese pobre infeliz. Hasta me dijo que podía dejarlo que se bañase en casa, y hasta darle de comer lo que él pobre diablo quisiera.

Yo en parte molesta por la manera en que me dijo todo eso, comencé a preparar una gran cantidad de ropa, para que cuando pasara el mendigo dársela, sin intención alguna de decirle que se podría bañar en casa y mucho menos invitarlo a comer algo. Pero el tipo no volvió a pasar ese mismo día, sino que lo hizo bien temprano al siguiente día, y justo se encontró con Raimundo, cuando él iba saliendo en dirección a la Iglesia, antes de ir al banco en el cual es gerente. Mi esposo lo saludó y tras decirle que ya tenía la ropa separada y lista, le dijo que me había ordenado, que le prestase el baño para que se diera una ducha, y que si quería comer algo que no dudase en pedirlo. Como todo eso lo dijo frente a mí, no tenía excusa alguna para negarme. Pero ya dentro de la casa, como el pordiosero se encontraba barbudo, tan y tan sucio, en lugar de ofrecerle la ducha de alguno de los baños de casa para que se aseara, le dije que se bañase en el patio trasero de casa que por la alta verja, seguramente nadie se daría cuenta de que se estaba bañando, mientras que yo le preparaba algo para que se lo llevase.

El tipo no se opuso, y después de un largo rato sentí el chorro de agua de la manguera, ya no estaba echando agua. Por lo que supuse que había terminado de bañarse. Lo cierto es que ni curiosidad me dio, pero cuando pensé que él ya había terminado, me presenté nuevamente en el patio trasero de casa, donde él se estaba bañando. Bueno la sorpresa que me llevé fue impresionante, lo cierto es que él tipo sin ropa alguna y aun lleno de jabón por todas partes, continuaba disfrutando del agua cayendo sobre su cuerpo denudo. Ya completamente limpio, y afeitado, me di cuenta de que era un hombre casi de mi edad, de muy buen ver, pero a pesar de ello, yo no podía apartar mis ojos de su largo y grueso miembro, al mismo tiempo que confiadamente él se lo enjabonaba, de manera descarada frente a mis ojos. Lo cierto es que me quedé como hipnotizada, y cuando él se dio cuenta de mi presencia, por lo menos tuvo el pudor de tratar de ocultar su miembro entre sus manos, para que no lo viera.

Yo que me estaba babeando, por una parte, y por la otra chorreando. Me le acerqué sin quitar mi vista de su cosa, y le pregunté. Bueno así que usted quiere todo lo que mi esposo no usa, y él aparentemente algo avergonzado y quizás abochornado, aun tratando inútilmente de ocultar su largo y grueso miembro de mí vista, me respondió afirmativamente. Fue cuando le dije. Bueno eso me dijo mi esposo, y si yo le digo que desde hace mucho tiempo que no usa mi coño, tú también quisieras que te lo diera. Al escucharme el pordiosero, abrió sus ojos sorprendido, mientras que afirmando con su cabeza, y retirando las manos de su verga, dio tímidamente un paso hacia mí persona. Yo me encontraba como en trance, con mí vista fija todo el tiempo en su verga, al tiempo que con mis manos prácticamente me arranqué la bata casera que tenía puesta, y quedé ante ese hombre casi tan desnuda como lo estaba él.

Algo muy dentro de mi me impulsó a saltarle encima, prácticamente fui yo la que tomó la iniciativa, y tal como ambos nos encontrábamos yo me sujeté a sus piernas, y aun no se qué fue lo que me provocó a meterme su gruesa y larga verga dentro de mi boca. Mientras que él algo sorprendido por mi manera de actual se quedó de pie recostado contra la pared a la cual lo empujé. No me importó que gran parte de su verga estuviera llena de jabón, para mí fue una gran delicia el dedicarme a mamársela, como nunca antes había se lo había hecho a hombre alguno, ya que era de las que pensaba que eso era algo bestialmente depravado. Yo al tiempo que con mi boca continuaba chupa que chupa su verga, con una de mis manos me arranqué las pantis. Y de inmediato con mis dedos comencé a frotar con fuerza mi inflamado clítoris. Hasta que él viéndome a los ojos, me dijo, no seas tan golosa, que si seguimos así vas hacer que me venga en menos de lo que canta un gallo.

Yo separé mi boca de su verga, y tal como me encontraba en esos momentos, comencé a recostarme sobre el mojado piso del patio, separé mis piernas, y mientras que con mi mano derecha continuaba acariciándome yo misma todo mi coño, con la izquierda lo invitaba a que se me acercase. Lentamente él se fue agachando y luego recostando sobre mi cuerpo, me quitó el sostén y al tiempo que comenzó a mamar mis tetas, comencé a sentir como su grueso y largo miembro, por mucho más grande que el de mi esposo, comenzaba a penetrarme deliciosamente. A medida que yo rompí a llorar pero de felicidad, al sentir semejante cosa dentro de mí.

Así que al tiempo que él comenzó a meter y sacar su tremenda verga de mi insaciable coño, yo comencé a mover mis caderas de lado a lado, restregando mi cuerpo contra el de él, buscando sentir más y más dentro de mi todo su grueso instrumento. Por un corto instante, pensé en mi esposo, y hasta me pregunté a mi misma sin dejar de disfrutar de lo que estábamos haciendo, como era posible que yo le fuera infiel, y sobre todo con un tipo que ni tan siquiera conocía y que para colmo de males era un pordiosero. Pero en lugar de seguirme mortificando a mi misma con esas estúpidas preguntas, morbosamente me excité mucho más de lo que me encontraba en esos instantes, imaginándome que Reginaldo me descubría en plena faena con el pordiosero.

Por un largo rato, disfruté de la sabrosa verga del desconocido, y para mí era evidente que él sabía muy bien el cómo usarla. Durante un largo rato me arrancó de lo más intimo de mi cuerpo, profundos gemidos de placer, sin contar el sin número de múltiples orgasmos que me hizo disfrutar. Yo en cierto momento ya estaba que creía que no aguantaba más, cuando él pícaramente me preguntó. Así que tú esposo te dijo que me dieras todo lo que él no usa, a lo que yo tras darle un profundo beso, le respondí que sí. Entonces lo escuché preguntarme de la misma manera picara, y él usa tu culito. Lo cierto es que no, ni mi esposo ni ningún otro hombre lo ha llegado a usar. Pero cuando el pordiosero me lo preguntó, en el estado de excitación que me encontraba no dudé ni por un segundo en decirle que no, que mi esposo tampoco lo usa y que si quería usarlo él yo estaba de acuerdo.

Rápidamente, él extrajo su sabrosa verga de mi ya golpeado y saciado coño, y colocándose tras de mi, separó mis nalgas, y deliciosamente se dedicó por un buen rato a introducir su lengua y gran parte de sus dedos por mi apretado culo, que fue cediendo fácilmente a la ligera presión que me él me hacía. Al tiempo que con su otra mano, deliciosamente me agarraba el coño, provocando nuevamente que yo gimiera de placer y felicidad como hacía muchísimo tiempo que no hacía. Y entre una cosa y la otra de momento que siento como su gruesa verga se abrió paso entre mis apretadas nalgas. A pesar del dolor que llegué a sentir, el placer que ese hombre me continuó proporcionando fue algo infinito. Yo movía mis nalgas como si en ello me fuera la vida, mientras que él no dejaba de meter y sacar su gruesa verga de mi apretado culito, una y otra vez hasta que finalmente descargó toda su leche dentro de mis tripas.

Por un largo rato tanto él como yo nos quedamos tirados sobre el suelo, luego nos levantamos, nos vimos, y nos volvimos a besar intensamente, al terminar tomé la manguera y tras lavar su miembro detenidamente me lo he vuelto a llevar a mi boca, hasta que después de estar mama que mama por un buen rato él se volvió a venir, tragándome yo todo su rico y sabroso semen.

Luego tanto él como yo nos vestimos, le di de comer, y antes de que se marchase le dije, ya sabes cuando quieras puedes pasar para que te de todo aquello que mi marido no usa….

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Si te ha gustado Yo únicamente le hice caso a mi esposo… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar Yo únicamente le hice caso a mi esposo…. Narrador te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
pro2001 (6 de April de 2013 a las 04:28) dice: muy buen relato eso le pasa a los hombres que no usan a su mujer

pitofeliz (2 de April de 2013 a las 23:31) dice: excitante muchas gracias

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:59) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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