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Yo no sé ¿Por qué no lo he dejado?…

Relato enviado por : narrador el 14/02/2014. Lecturas: 3143

etiquetas relato Yo no sé ¿Por qué no lo he dejado?…   Confesiones .
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Resumen

A mis treinta y ocho años, con diecisiete de ellos, que llevo de casada con Martín, aun no encuentro una respuesta a esa pregunta. En ocasiones me digo a mi misma, es que lo amo. En otras ocasiones pienso. Es que dependo tanto de él. En otros momentos acepto, que después de todo lo que él me ha obligado hacer, seguramente, no hay quien quisiera casarse conmigo, y no quiero quedarme sola.




Relato

 Yo no sé ¿Por qué no lo he dejado?…

A mis treinta y ocho años, con diecisiete de ellos, que llevo de casada con Martín, aun no encuentro una respuesta a esa pregunta. En ocasiones me digo a mi misma, es que lo amo. En otras ocasiones pienso. Es que dependo tanto de él. En otros momentos acepto, que después de todo lo que él me ha obligado hacer, seguramente, no hay quien quisiera casarse conmigo, y no quiero quedarme sola.

Después de que Martín y yo, nos dimos cuenta de que jamás podríamos ser padres, nos dedicamos a disfrutar de la vida. Al principio nos bastaba, con tener uno que otro exceso entre nosotros mismos, pero poco a poco con el tiempo, Martín por su parte me fue siendo infiel ocasionalmente, mientras que yo por la mía, al principio a manera de venganza, aunque sin que él lo supiera, también le fui infiel, un sin número de veces.                  

Pero con el tiempo, pienso que los dos perdimos la mutua vergüenza, y respeto que nos quedaba, y tanto él como yo, abiertamente manteníamos relaciones con otras personas, en mi caso particular, yo lo mismo me acostaba con hombres que con mujeres, y en la gran mayoría de las ocasiones, regresaba a casa sola completamente borracha, y hedionda a sexo. Mientras que Martín por su parte, lo que le apasionaba era contarles a sus novias, lo sinvergüenza que yo era, pero una vez que ellas quedasen embarazadas, se divorciaría de la puta de su mujer, para casarse con ellas, lo que desde luego nunca sucedía, ya que él no es impotente, sino estéril.     

Pero con el tiempo, por lo visto eso también nos aburrió, yo me recogí, dejé de salir sola a emborracharme, y hasta pensé en adoptar hijos. Cuando se lo dije a Martín, al principio, él pareció estar de acuerdo conmigo completamente. Por lo que salimos a celebrar, en esa primera salida en la que volvimos a salir juntos, antes de salir de casa, Martín me pidió que me pusiera un llamativo, y revelador vestido negro en satén, que él me había regado, hacía varios años atrás. Aunque me quedaba ajustado, y dejaba muy poco a la imaginación. Pero yo no reparé en esos pequeños detalles, y por complacer a mí esposo, acepté y me lo puse.

Desde que llegamos al local al que fuimos a bailar, nos comenzamos a divertir, y a solicitud de mi esposo, mientras bailábamos, y bebíamos, nos fuimos contando algunas, de lo que llamábamos, nuestras travesuras. Aunque para serles francas, las travesuras de Martín siempre todas, más o menos eran la misma cosa. Mientras que las travesuras mías, fueron muchísimo más variadas, excitantes, y diversas.

Así que mientras bailábamos sumamente pegados, Martín me hizo notar, como tres tipos algo más jóvenes que nosotros dos, nos observaban, o mejor dicho me veían a mí. Así que a medida que seguíamos bailando, mi esposo y yo, él no perdía oportunidad de acariciar todo mi cuerpo, frente a esos jóvenes, agarrándome las nalgas de manera descarada, besando, y acariciando mis senos, que prácticamente estaban al aire. Así como lamiendo mi cuello, a medida que de manera indiscreta, me subía la parte trasera de mi vestido, para mostrar mis nalgas a esos tres tipos, que no dejaban de hablar entre sí, a medida que me seguían observando fijamente, como mi esposo me acariciaba toda frente a ellos.          

Yo por mi parte, estaba tan contenta de estar nuevamente compartiendo con Martín, que me dejaba hacer todo lo que él quería hacerme, sin importarme mucho realmente, que alguien me vieran las nalgas, o que pensaran que yo era una cualquiera, por permitir que mi esposo me hiciera todo eso. Así que a medida que seguimos bebiendo y bailando, Martín en medio de nuestra celebración, me propuso que le demostrase como hacía yo para seducir a una persona que no conocía.

Yo en principio no debí haber aceptado, lo que Martín llamó un juego, pero como él y yo habíamos estado hablando de nuestras travesuras, le fue sumamente fácil el convencerme. Por lo que cuando me señaló a los tres jóvenes, que no dejaban de observarme, le dije, que eso era pan comido, queriendo decirle, que era sumamente fácil.   

Así que en un dos por tres, Martín invitó a los tres nuestra mesa, ni me acuerdo de donde dijeron que eran, ni de lo que estuvimos hablando, lo que si me acuerdo, y con mucha claridad, es que cuando le insinué a mi esposo, que me sacara a bailar, él de manera muy educada, por no decir cabrona, le solicitó a uno de nuestros acompañantes, que bailase conmigo. Mientras que Martín se quedó en la mesa compartiendo, y bebiendo con los otros dos.  

Esa primera pieza que bailamos, el joven ese y yo, fue de lo más tranquila, pero al regresar a la mesa uno de sus compañeros, de inmediato me sacó a bailar. Y a diferencia del primero, apenas el segundo joven, me tomó entre sus brazos, me apretó firmemente contra su cuerpo, noté en su mirada, cierta malicia. Mientras que su compañeros, y mi esposo siguieron bebiendo, charlando, riendo, y viéndonos de manera rara.

Yo a todas estas, como la idea era que yo los sedujera, cuando el chico que bailaba conmigo, comenzó a toquetearme por todas partes de mi cuerpo, a medida que seguíamos bailando. Yo lo dejé que hiciera, lo que prácticamente le diera la gana, y así pasé el resto de la noche, bailando con los cuatro, y dejando que me tocaran, besaran, y acariciaran, entre mis muslos, nalgas, senos, y hasta mi coño.

Por lo que a pesar de lo mucho que yo había bebido, deseaba intensamente llegar a casa, para acostarme con mi esposo, y disfrutar el resto de la noche, de una buena sesión de sexo matrimonial. Por lo que apenas pude se lo insinué a Martín, quien de inmediato pagó la cuenta, y diciéndole a nuestros tres nuevos conocidos, que seguiríamos con la fiesta en nuestra casa. Cosa que yo lejos de oponerme o molestarme, en medio de mi gran borrachera, encontré la idea de mi esposo fabulosa.

Apenas nos montamos al auto, no sé por qué razón, yo en lugar de sentarme al lado de Martín, me senté en el asiento trasero, con dos de ellos, y mientras nos dirigíamos a casa, a medida que Martín charlaba con el que iba a su lado, yo no sé como uno de los que iba a mi lado, comenzó a besarme, mientras que el otro acariciaba mis muslos, y descaradamente también mi coño. Sin que yo me opusiera, al fin y al cabo, mi esposo me había pedido que le demostrase como seducía a personas que no conocía.

No hicimos nada más que llegar a casa, cuando Martín nos sirvió a todos güisquis en las rocas, prendió el componente de CD, y puso música a todo volumen, por suerte nuestros vecinos más próximos, quedan como a diez minutos en auto. Desde luego que de inmediato él mismo me sacó a bailar, mientras nuestros tres invitados, no dejaban de ver, como poco a poco, mi mismo marido, lentamente me acariciaba, besaba, y sin que yo opusiera la menor resistencia, me iba soltando el vestido.

El que posteriormente frente a ellos tres, terminó de quitármelo completamente, dejándome frente a ellos, con mis pantis, liguero, y medias puestas, ya que esa noche por el tipo de vestido que usaba no necesité usar sostén. Cuando terminó esa pieza, Martín aun no me había soltado, cuando el mayor de ellos tres, tal y como yo me encontraba, me tomó entre sus brazos, para bailar con él, mientras Martín y sus compañeros, nos observaban alegremente.

Así que cuando el chico, a medida que fue bailando conmigo de manera bien apretada, y continuó con las caricias, agarrándome por todas partes, de manera descarada, yo en ese instante, recuerdo que le dirigí una asustada mirada a mi esposo, pero al ver en su rostro, un gesto de total complacencia, dejé que el chico ese, continuara haciendo lo suyo. Y así seguimos pasando la noche, bailando, y dejando que cada uno de ellos, no tan solo me besara, y acariciara, sino que abiertamente me agarrasen el coño, y hasta me chupasen las tetas a medida que seguíamos bailando y bebiendo.     

Hasta que de momento, no me cuerdo precisamente como sucedió, yo me encontraba en el medio de nuestra la sala, ya sin las pantis ni el liguero puestos, siendo penetrada por los tres jóvenes, al mismo tiempo, mientras que mi esposo Martín, nos sacaba fotos con su Ipot. Mientras uno de ellos, previamente por un cierto tiempo se dedicó a mamar, y mordisquear todo mi coño, arrancándome profundos gemidos de gozo y placer. A uno de los otros dos, yo le mamaba intensamente su verga, mientras que el tercero me tenía bien clavada por el culo. Para luego el que me mamaba el coño, se las arregló, para estando bajo de mí, dejar de mamar mi coño, y  dedicarse a chupar mis tetas, y penetrar mi coño con su verga.

El resto de la noche, y gran parte de la madrugada, no hice otra cosa que dejar que todos, y cada uno de ellos, hiciera conmigo lo que le diera la gana. Yo perdí la cuenta, del sin número de orgasmos que entre los tres, me hicieron disfrutar. Si me acuerdo que, Martín no dejó de tomarnos fotos, y en su rostro yo podía ver lo feliz que eso lo hacía.     

Después de eso, yo perdí completamente el sentido,, por lo borracha que me encontraba. Al siguiente día al despertarme con un fuerte dolor de cabeza, por abusar de la bebida, me desperté completamente desnuda, en el patio de la casa, hedionda a vomito, orines, semen, y saliva. Como pude me dirigí al baño, y después de una buena y larga ducha de agua tibia, sin llegar a secarme, tal y como me encontraba me tiré en la cama.         

Yo pensé que estaba soñando, pero al despertarme, me encontré con que Martín mi marido, en ese instante me estaba dando por el culo, como un salvaje. Sin perder tiempo, con una de sus manos, agarró con fuerza mi coño, y así me tuvo un buen rato, produciendo, que yo disfrutase de otro loco orgasmo. Después de esa primera ocasión en que Martín dejó, o mejor dicho facilitó que otros hombres, se acostasen conmigo. Le pregunté por qué me había obligado, o dejado hacer todo eso, y su respuesta fue, es que eso nos hace muy felices a ti, y a mí. En infinidad de ocasiones, lo hemos vuelto hacer, y aunque después de que todo pasa, me muero de la vergüenza, es cuando yo misma, me hago la pregunta ¿Por qué no lo he dejado? Después de mucho pensarlo, en ocasiones pienso que no le he dejado, porque lo disfruto intensamente, y me gusta mucho, lo que mi esposo me obliga hacer. 

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:29) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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