Cuando mi hija mayor Madeleine me confesó que estaba teniendo sexo con su novio, pienso que yo como padre responsable, me limité a recomendarle que se cuidase, que no fuera a salir preñada. Si bien pude montar toda una tragedia, regañarla, amenazarla, y hasta presionar para que se casaran. Sabía por propia experiencia, que continuarían acostandose juntos, por más que mi mujer y yo nos opusieramos.
Relato
Lo que ignoraba yo era que eso de tener sexo, a mi hija le encantaba y mucho, tanto que aparte de acostarse con su novio, también lo hacía con varios de sus mejores amigos de él, con mis sobrinos, y hasta con algun que otro desconocido. En fin como decían en mi pueblo, lo hace por ver la leche correr.
Bueno mi mujer y yo poco a poco nos fuimos dando cuenta de lo que pasaba, terminaba con un novio, y bien no había comenzado con otro cuando ya se estaban acostando. A mi esposa y a mi se nos caía la cara de vergüenza, tanto que cuando nuestra segunda hija se casó, y salió preñada, mi esposa para no tener que soportar las habladurias de los vecinos, se marchó de la ciudad a casa de nuestra otra hija, supuestamenta para ayudarla durante el embarazo.
Mientras que yo me tuve que quedar con Madeleine, soportando sus loqueras, ya que en varias ocasiones, la sorprendí en casa acompañada por por dos tipos. Cuando no era que andaba practicamente desnuda caminando por toda la casa, en pantis, y en ocasiones hasta sin sostén.
Yo como padre procuré en más de una ocasión hacerla entrar en razón, pero todo era en vano, apenas comenzaba hablarle del tema, ella graciosamente me daba un beso en la mejilla, y se marchaba. Pero un viernes en la noche, despues de que se vistió, y arregló para salir, como a la media hora de haber salido regresó, bien molesta. Yo no tan siquiera me atrevía a preguntarle que le había pasado. Porque pensé que no me diría nada.
Pero Madeleine apenas entró a la casa se sirvió un fuerte trago de ron, y se lo bebió como agua, y pienso que no bien todavía no había terminado de tragarse el primero, cuando se sirvió un segundo, y casi de inmediato un tercero. Ya en ese momento quizás por curiosidad, se me ocurrió preguntarle que le pasaba. Pensando, que seguramente me respondería que nada. Pero me equivoqué, tras darse otro trago, me sirvió uno a mí, y continuó bebiendo a de pico de botella, ya visiblemente afectada por el alcohol, diciendome. Lo que me pasa mi viejito lindo, es que me dice así de cariño, es que el macho con que pensaba salir, su mujer no le dio permiso.
Y a medida que mi hija me fue diciendo esas palabras, comenzó a quitarse la ropa sentada en el sofá en el medio de la sala. Yo por mi parte, inocentemente procuré calmarla, sentandome a su lado le dije, que quizás no le convenía salir con ese hombre, pero ella riendose y volviendose a dar otro trago me dijo. A quien no le convenía era a él, ya que su mujer es la dueña del negocio, y por eso le hace caso.
Ya en esos momentos Madeleine se había quitado el ajustado vestido que tenía puesto, y se encontraba en pantis y sostén. Yo la verdad es que no sabía ni que hacer, pensé en escucharla, apoyarla, y tratar de calmarla no fuera ser que se le ocurriera hacer una de sus locuras.
Mi hija volvió a servirme otro trago, para de inmediato darse otro trago, y pedirme que le soltase el sostén. Yo por no llevarle la contraria, apenas me dio la espalda le solté el sostén. Fue cuando ella volteandose hacia a mi me preguntó descaradamente.
Mira papito lindo dime si mis tetas no son bonitas. Desde luego que le dije que si, apenas viendoselas de reojo. Pero de inmediato me dijo ella, algo sentida, eso lo dices porque eres mi papá, pero miralas de verdad. Por lo que muy a mi pesar, y de la vergüenza que sentía, fijé la mirada en sus hermosas tetas, y así se lo dije. Madeleine, tu tienes unas tetas hermosas.
A lo que ella me respondió diciendo, si son tan lindas por que no me las agarras, y al tiempo que dijo eso agarró mi mano izquierda, ya que en la derecha yo tenía el trago de ron, y de inmediato la colocó sobre sus parados y esponjados senos. Yo me quedé boquiabierto sin saber que decir no que hacer.
De inmediato mi hija me dijo, no te quedes así apretalas, suelta ese trago, y agarrame la otra. Yo a pesar de que en me cabeza, me decía a mi mismo, no lo hagas, tu hija está borracha, no sabe lo que hace. Automaticamente despues de terminarme el trago, dejé el vaso sobre la mesa de centro de la sala, y dirigí mi mano derecha a su seno izquierdo, obedeciendo ciegamente lo que ella me decía.
Yo comencé a apretar suavemente sus paradas y esponjadas tetas, al tiempo que ella gimiendo me dijo, dime viejito lindo, ¿qué te parecen? Yo de inmediato sin dejar de tocárselas y acariciarlas le respondí, son magnificas hija, y se me escapó decirle, hasta dan ganas de besarlas y mamarlas. Madeleine sonriendo de manera seductoramente picara, me dijo. Bueno papito lindo ¿Por qué no lo haces? Y al tiempo que me dijo eso, colocando una de sus manos sobre mi nuca, hizo que pegase me rostro sobre sus tetas.
Yo dudé por un momento en seguir sus órdenes, diciéndome nuevamente a mí mismo, Madeleine está borracha, no sabe lo que hace, mejor detente, no sigas con esto. Pero de manera casi inconsciente, mi boca se abrió y comencé a chupar y lamer sus parados y oscuros pezones. Al tiempo que ella continuaba restregando mi rostro contra sus esponjadas tetas.
A medida que yo fui mamando, ambas tetas, mi hija se fue recostando sobre el sofá. Por lo que yo quedé recostado sobre ella, sentí el calor de su coño, entre sus firmes muslo. Fue cuando me dijo, con su seductora voz. Papito lindo, y precioso, eso de allá abajo lo tienes bien duro, y caliente. Yo la verdad no fue hasta que ella me lo hizo notar, no me había dado cuenta de lo excitado que me encontraba.
Casi de inmediato sentí como sus manos, soltaban la correa de mi pantalón, y en un dos por tres, a los pocos segundos, mi parada verga ya chocaba contra su transparente panti. Yo no podía creer lo que me estaba sucediendo, fue cuando ella riéndose me dijo. ¿Ahora quieres violar a tu propia hija? sinvergüenza.
Yo quería, y no quería, Madeleine movía sus caderas bajo mi cuerpo, restregando su coño contra mi verga. Al tiempo que me decía con voz seductoramente infantil, papito lindo, no me vayas a violar, yo no sabía qué hacer, por una parte en mi cabeza me decía a mí mismo, no lo hagas, pero mi cuerpo reaccionaba de manera distinta, tratando de penetrar a mi hija que se mantenía con sus piernas bien abiertas, restregando sabrosamente su caliente coño contra mi cuerpo.
Fue la misma Madeleine la que de un solo jalón prácticamente se arrancó las pantis, que impedían que yo la penetrase. Casi de inmediato, de manera certera mi verga comenzó a penetrar su húmedo y caliente coño, al tiempo que aunque ella me decía sonriéndose, una y otra vez, con seductora voz, no me violes. Sin dejar de mover sus caderas, no dejaba de supuestamente quejarse, diciéndome con una gran sonrisa en su rostro, hay me duele, que rico papito, no dejes de metérmelo.
Yo no podía dejar de mamar sus tetas, al tiempo que divinamente continuaba penetrándola, como un verdadero salvaje. Madeleine por su parte, no paraba de mover sus caderas salvajemente, y de decirme entre risas, y de manera seductora, que parase, que le dolía mucho. No sé si fue su supuesta negativa, o el que fuera mi propia hija, o que carajos me pasó, pero lejos de detenerme, continué clavando toda mi verga dentro de su caliente coño, al tiempo que ella gemía, de placer, y ocasionalmente, como si se tratase de una travesura me decía que no continuara violándola.
Madeleine clavó sus uñas en mi espalda, y nalgas. Después de un buen rato, finalmente me vine dentro de su sabroso coño, el que yo sentía como si agarrase mi verga y la apretase divinamente. Cuando terminamos, mi hija comenzó a reírse, diciéndome. Viejito pervertido, me violaste.
Yo la verdad es que no sabía ni que hacer, pero al ver su sonriente rostro de satisfacción supe que ella estaba jodiendo conmigo. No bien tomé asiento sobre el sofá, me dijo al tiempo que ella también se sentaba. Papi, no pensé que fueras tan bueno, y acto seguido, mientras que yo permanecía sentado, Madeleine agarró mi verga y de inmediato llevándola hasta su boca se dedicó a mamarla.
En cosa de pocos segundos o minutos, mi verga se había vuelto a tonificar a poner bien dura, y no bien la llegué a tener bien parada, mi hija me ofreció su apretado culito. El que casi de inmediato penetré.
Después de esa noche, ambos nos acostamos en mi cama, y así lo seguimos haciendo hasta que mi esposa regreso. Desde luego que mi mujer ignora todo lo sucedido, ocasionalmente aprovechamos cuando mi esposa sale de día, para revolcarnos juntos en la habitación de mi hija.
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de December de 2007 a las 13:35:08 - Relato porno leído 786398 veces
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:37) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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