Sentada en el puesto de atrás, sola, iba Carla. Frente al volante Rubén y su novia Michelle de copiloto
Relato
Sentada en el puesto de atrás, sola, iba Carla. Frente al volante Rubén y su novia Michelle de copiloto. La fiesta había estado extraordinaria. Carla había llegado en un taxi alrederor de la una de la madrugada con algo de alcohol en su cerebro y unas ganas enormes de bailar. La fiesta estaba en pleno apogeo, en la sala no cabía un alma más, la salsa de Hector Lavoe estremecía todos los cuerpos de los bailadores, el sudor goteaba en cada rincón y el deseo chorreaba en todas las intenciones.
Ya adentro se encontró con todos sus amigos, fue muy difícil llegar hasta la cocina para buscar un vaso con agua, la sed le martillaba la garganta. Empujones, roces y un sin fin de aromas le llegaban mientras bebía en un vaso plástico que sacó de una bolsa guindada en la puerta de la nevera. Buscó en vano a Michelle. Se ponía de puntillas y daba saltitos a ver si divisaba a su hermana pero sus esfuerzos eran inútiles. Un chico la invitó a bailar y ella aceptó, era el momento de mezclarse con el mambo y el sabor.
Él la apretó contra su cuerpo y ella no puso reparos. Carla pensó en meterle el freno pero a esa hora era algo inapropiado. Ella bailaba muy bien, él no tanto y eso la decepcionó. No podía entender como un varón que vive en el caribe no bailara salsa bien. El tema pasó sin pena ni gloria y cuando empezaba a sonar Juan Luis Guerra decidió ir al baño, excusa perfecta para dejar a un lado al torpe bailarín, echar un vistazo al resto del apartamento y comprobar si efectivamente su hermana estaba allí.
Rodeo la pista de baile, pidiendo permiso, saludando a varios conocidos hasta que llegó al balcón. Grande y espacioso con una vista de la ciudad envidiable. –Coño, de quién será este apartamento?- pensó cuando Michelle la tomó por la cintura de improviso. Carla se alegró por fin al encontrarse.
- Cúando llegaste?
- Hace como 20 minutos.
- Te viniste sola, loca?
- Sí
- Ok, Rubén está por ahí hablando con unos amigos. Trajiste cigarrillos?
Y encendieron dos. El merengue apretaba más los cuerpos unos contra otros. Pudo Carla por fin bailar con varios amigos. La fiesta poco a poco se apagaba mientras la sala se vaciaba dejando colillas, vasos y botellas de cervezas por todas partes. Sólo quedaron los amigos cercanos al dueño del apartamento y Rubén era uno de ellos. Eran unas quince personas en pequeños grupos, charlando y terminándose el poco licor que quedaba en las botellas y vasos. Carla estaba sentada en el piso junto a su hermana que se comía a besos a Rubén en uno de los rincones del balcón. Sólo habían encendidas dos pequeñas lámparas de piso que le daban al lugar un sabor a bar a punto de cerrar. Lo mismo sucedía con otras parejas repartidas en el lugar. En un rincón de la sala, de pie, una chica se subía la falda para que un tipo la penetrara sin bajarse los pantalones y justo al lado de la puerta de una de las habitaciones, en un pequeño sillón, una amiga le daba una mamada a un hombre que a ella le parecía encantador. Todo este ambiente la ponía muy caliente y sentía como le palpitaba la entrepierna y empezaba a mojarse.
Algunos gemidos salían de las habitaciones. Michelle rozaba la verga enorme de Ruben mientras este le sacaba de la blusa un seno y pellizcaba su pezón. Carla casi podía sentir como los dedos apretaban y como su hermana se estremecía en cada tensión. Hubo gritos de placer antes de que Michelle decidiera irse. Se pusieron de pie los tres, Ruben no podía disimular la erección hercúlea que tenía mientras Michelle tan solo se arregló un poco la blusa mal abotonada. Carla estaba al borde del colapso. Sus pezones enormes apuntaban en cuarenta y cinco grados señalando el techo y destilaba deseo por cada poro de su piel. Salieron sin mediar palabra ni despedida. El viaje en el ascensor duró una aternidad para Carla, su hermana intentaba abrir el cierre del pantalón de Ruben como enajenada pero no le alcanzó el tiempo. Llegaron a la calle y con paso acelerado abordaron el vehículo.
Sentada en el puesto de atrás, sola, iba Carla. Frente al volante Rubén y su novia Michelle de copiloto. Esta por fin pudo abrir la jaula para dejar salir el portentoso ofidio que Rubén guardaba. Michelle con un gesto llamó a su hermana para que lo viera. Un pene enorme, con una vena hermosa que lo trepaba como una enredadera salía del pantalón. Mojada la cabeza por el líquido preseminal, pedía a gritos que lo chuparan.
Carla vió como su hermana lo tomaba entre sus manos, lo lamía, lo escupía para después tragarlo como si de un manjar se tratara. Rubén hacía esfuerzos para no acabar mientras conducía por una ciudad llena de hoteles donde se consumaban los placeres de los viernes por la noche. Ya no pudo aguantar más. Sentada atrás se masturbaba Carla, con uno, dos, tres, cuatro dedos. La noche corría presurosa hacia un nuevo amanecer mientras en un carro solitario tres seres acaban en un orgasmo de manera casi simultánea entre gemidos y aire acondicionado.
Como mi marido va creando situaciones en las que me convierte en exhibisionista, llegando al grado, no se si planeado o no, llegar a un extremo en que permito que varios de sus amigos me posean, por todas partes de mi cuerpo.
Relato erótico enviado por Anonymous el 22 de January de 2014 a las 21:38:59 - Relato porno leído 219733 veces