El cumpleaños de Walter

Un ex amante que tenía una empresa que se dedicaba a hacer cualquier tipo de arreglos de los que se necesitan en una casa: carpintería, albañilería, sanitaria, pintura, etc. me pidió por favor que lo ayudara con la oficina de personal, ya que la encargada se había jubilado y había dejado un desorden administrativo muy grande. Como sabía que yo, a pesar de mis 21 o 22 años, tenía algunos conocimientos (por la empresa de mi padre), buena llegada con la gente y confiaba en mí, hizo lo imposible para que aceptara, por lo que terminé por hacer.
Efectivamente aquello era un caos con letras mayúsculas: se debían aportes, impuestos, planillas de trabajo, etc., etc., etc. ... En menos de un mes logré revertir todo aquel desastre, teniendo además que enfrentarme al sindicato que en verdad, sólo reclamaban lo que les correspondía.
El delegado sindical era Walter, un muchacho de unos 28 años, alto y fibroso aunque no musculoso, de pelo negro y nada refinado. Y a pesar de habernos peleado en varias oportunidades, terminamos por llevarnos muy bien. No diré que fuéramos amigos pero de alguna manera él estaba muy agradecido por los conflictos que logré solucionar. Incluso en varias oportunidades llegamos a ir a tomar algo después del trabajo.
Tanto que un día Walter llega a mi oficina y me dice que el sábado siguiente será su cumpleaños y quería invitarme muy especialmente, pero que no lo comentara porque sólo había invitado a los tres compañeros que trabajaban con él y a mí. Yo le prometí discreción y que iría al menos un ratito.
No me sentía muy cómodo con la idea de ir a su cumpleaños ya que salvo a esos compañeros, con los que no tenía mucho trato aparte del laboral, no iba a conocer a nadie. Pero tampoco quería parecer descortés. Así que el sábado, me apronté de la forma más discreta que pude con un polo y unos jeans, compré una botella de buen whisky de regalo y me fui a casa de Walter.
Al entrar, entregué mi regalo que Walter se encargó de que todos lo vieran y me presentó a algunas tías, primos y a sus amigos del barrio que tenían unas pintas de gente... ¿cómo decirlo?... sin educación, sí.
Todos me miraban como sapo de otro pozo y yo, para qué negarlo, también me sentí así.
De todas formas traté de interactuar con los invitados pero sentía como las miradas de sus amigos de infancia y su familia puestas en mí y algunos cuchicheos. Yo no soy amanerado ni afeminado pero indudablemente las diferencias se notaban... En más de una oportunidad intenté salir de allí pero Walter siempre me retenía por algún motivo.
A medida que el alcohol iba pasando, la atmósfera se volvió menos densa y parece que ellos ya no se sentían tan invadidos por mi y yo logré integrarme un poco más... pero algunas miraditas cómplices persistían.
Algunos invitados se fueron (su familia los primeros), otros llegaban, en fin, lo típico. Hasta que ya entrada la noche me di cuenta que sólo estábamos cuatro de los amigos del barrio, Walter a medias por su estado etílico y yo... sobreviviendo heroicamente a todo incluso al alcohol.
Los amigos de Walter ya hasta me abrazaban a veces y el más atrevido, Schubert, en un momento me dijo: ¿no te molesta tener los vaqueros tan metidos en el orto? Yo me puse muy colorado porque me di cuenta que la indumentaria no era la adecuada. No tengo un gran físico, soy de 1.60 de estatura pero bien proporcionado, armónico... salvo mi parte trasera que es un poco abultada de más e inevitablemente los pantalones van siendo... tragados por mis nalgas... ¡Y hablando de nalgas, también en ese momento me di cuenta que no me había puesto bóxer, sino un slip que parece tanga! Pero me hice el tonto y dije: "yo no siento nada"...
¿Para qué? la carcajada fue general y Schubert con carita de degenerado se acercó hasta tocar mi nariz con la suya y tomándome con su mano de macho fuerte por la nuca me dijo: "hoy sí que la vas a sentir"
Ese fue un momento en el que quedé como aturdido... los cuatro se abalanzaron sobre mí y cuando quise acordar yo ya estaba completamente desnudo. Comencé a sentir muchas manos calientes recorrer mi cuerpo, muchas lenguas lamerme bocas con aliento alcohólico que se comían mi boca, golpes en mis nalgas... algunos escupitajos en mi rostro... Yo me sentí desbordado, contenido y muuuy ardiente. Mientras Walter se manoseaba su verga y gritaba que no me cogieran.
A esa altura de los acontecimientos, para ellos yo ya era la puta y así me trataban. Era... como una violencia medida, un juego de poder bien planteado pero duro, mis nalgas me ardían y se aliviaban con los lengüetazos que me daban.
Sentí una presión sobre mis hombros que me hizo caer de rodillas y quedar a la altura justa para comenzar a chupar sus vergas... grandes, gordas, duras... entraban y salían de mi boca que a veces quedaba como estampada sobre sus vellos púbicos mientras presionaban mi cabeza y me atragantaba y lloraba. Me daban el tiempo justo de tomar más aire y otra vez lo mismo. Sus sabores se mezclaban en mi lengua que saboreaba cada uno de ellos con cada vergazo que me daban. Cuatro hombres como enfurecidos por el calor del verano, el alcohol y el sexo. Yo embriagado de alcohol y de pasión chupaba aquellas vergas como si fuera el fin del mundo. Seguía sumisamente sus ordenes que me daban con unas voces transformadas o manejándome del pelo...
Esa situación de verme dominado por aquellos macho que no me daban tregua porque todos querían gozarme, me excitaba más todavía.
Walter vociferaba desde su silla, entonces me arrastraron hacia él y me pusieron a mamar su verga y otra vez a atorarme y llorar y sentir sus olores y sabores mezclados... esa cabeza gorda y salada ¡qué placer sentí mamándosela!
Todos se pajeaban y se iban turnando para metérmela en mi boca toda untada de líquido pre seminal.
De pronto sentí que me levantaron en el aire y me colocaron sobre una banqueta alta (como la de las barras de los bares), mi panza sobre el asiento y me ataron los brazos y las piernas a las patas de la banqueta. Por un momento me molesté, me negué, protesté hasta pedí que no lo hicieran. Eso los puso más eufóricos y comenzaron a reírse y se daban las típicas palmadas con sus manos.
Todo eso me hacía sentir vulnerable, mínimo... humillado pero también me ponía a mil. Estar así expuesto y ofrecido y dominado por esos cinco machos hermosos, masculinos... animales con olor a sudor a huevo. Cinco hombres gritando, gimiendo, escupiéndome en el rostro y el culo, dándome palmadas en mis nalgas y mejillas, cinchándome del pelo, insultándome...
Ahí comenzó la ronda de pijas que entraban en mi boca y en mi culo... golpeándome sus huevos contra mis nalgas y barbilla... acariciándome, arañándome, mordiéndome yo gritando y jadeando de dolor y placer hasta que todos entramos en una atmósfera común de gemidos (algunos más roncos) y sentí en todo mi cuerpo el húmedo y cálido contacto de su leche dentro y sobre mi cuerpo
mientras me decían: "¿te gusta así putito?, así te lo vamos a hacer siempre por putooo... ¡qué hijo de puta cómo le gusta la pija a este putito divino, mirá esa colita como pide más"...
después de varias rondas de cogidas cuando me iba le dije a Walter: "nos vemos el lunes en el trabajo" y él me respondió: "No se si te conviene, porque de esto se van a enterar... a no ser que quieras que te cojamos en el trabajo"...
Esa noche me quedé a dormir con Walter...
El lunes estaba yo en mi puesto de trabajo dispuesto a lo que viniera.