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El encuentro 1

Relato enviado por : Anonymous el 25/04/2014. Lecturas: 2503

etiquetas relato El encuentro 1   Dominacion .
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Resumen

Se me presenta un fin de semana algo movido, he de encontrarme con una mujer en Sitges; una población a medio camino entre Barcelona donde vivo y Tarragona donde vive ella con su esposo; para un encuentro un tanto rocambolesco.

Me contactó el esposo hace unos días y después de charlar unas cuantas veces, concertamos una entrevista los tres en Barcelona y este fin de semana estaremos solos ella y yo en esa casita que es su segunda residencia cerca de la playa.

La idea es que trate de mostrarle lo que es el sexo en la sumisión y aunque no es la forma en que me gustaría quizás sea un buen principio...

Al hombre, un amigo común fuera de internet le dio mi nombre; ella hace tiempo que se siente atraída por esa fantasía y acordaron que lo probará, porque desde que ella se empecinó en esto apenas tienen sexo y se pasa  odo el tiempo disponible leyendo relatos y viendo películas sobre el tema.




Relato

Buenos días.

Esta semana ha sido de locos, mucho trabajo y poco tiempo, además de algunas conversaciones telefónicas con mis nuevos amigos, te cuento un poco como fue el encuentro con ellos el fin de semana pasado.

Sábado noche.

Llegue a la estación de Sitges a las nueve como estaba previsto; Inés me esperaba en el andén y no se cortó dándome un beso en los labios; se abrazó a mí y fuimos caminando hasta un restaurante cercano donde había aparcado su coche; durante la cena le pregunté por el esposo y me dijo que se había quedado en Tarragona, cuando le pregunté si habían pensado en el tema de la seguridad me replicó que Rafa (Rafael) y ella consideraban que no era necesario ya que confiaban plenamente en mí y eso me molestó lo suficiente como para decirle que lo llamara porque quería hablar con él.

Le exigí que acudiera y que se alojara en algún lugar cercano, de modo que pudiera acudir a la casa en caso necesario o de otro modo tomaría un tren de vuelta.

Aceptó y me dijo que en menos de una hora llegaría, lo esperamos en el restaurante y cuando llegó le dije que cada hora debía llamar a Inés para asegurarse que todo iba bien y que mientras yo iba a la barra a tomar una copa pactaran una frase de auxilio y que antes de dar por finalizado el encuentro me la dirían por separado uno y otra, en caso engaño no nos veríamos jamás.

Cuando regresé los encontré sonriente a ella y nerviosos ambos, pero me aseguraron que todo estaba bien y que podíamos marchar a la casa, llegamos pasada medianoche y sin ser un palacio resultó ser grande y acogedora.

Del coche sacó un maletín con una serie de objetos que habían comprado para ese juego pero que no habían servido de mucho ya que ninguno de los dos tenía muy claro cómo comportarse.

Apenas entramos puso el maletín sobre una mesita en el salón y orgullosa me mostró su contenido, dos consoladores, uno normal y el otro hinchable y un vibrador, un collar de perro con una cadena, esposas, un cinturón con argollas a los lados para inmovilizar las manos en esa postura, un antifaz, una mordaza de bola, una capucha completa de  látex con orificios practicables para la boca y ojos, que se completaba con unas orejeras para privar del oído, una fusta de cuero, una paleta para azotar, un látigo suave corto y varias cuerdas gruesas de algodón

Le dije que ya era momento de concretar los límites y me respondió que no creía necesario establecer límites y se echó encima de mí y comenzar a besarme como una posesa; la aparté diciéndole que eso no funcionaba de ese modo, ella debía esperar y entender que no era quien marcaba el ritmo. No hizo caso y se abalanzó otra vez sobre mí y en esa ocasión además de apartarla, la puse bocabajo en un sofá y le coloque las esposas; eso es lo que pretendía por la forma en que me sonrió mirándome descaradamente.

La puse en pie y le dije que en privado no me mirase a la cara, aguantó mi mirada y en ese momento la habría abofeteado, pero no era lo más inteligente y lo que hice fue ponerle la mordaza y atarle los tobillos para que no pudiera desplazarse.

No quise colocarle la capucha y por eso como sabía dónde estaba el dormitorio principal fui y regresé con la funda de una almohada que le coloque a modo de capucha para que dejara de mirarme, le saque el móvil del bolso y marque un número incompleto y a continuación dije simulando una gran indignación.

Rafael ¿Puedes venir a recogerme? Me voy de esta casa; tu mujer no necesita un amo, es una zorra que solo quiere follar sin atender a razones, sería mejor que la llevaras a un puticlub; al menos, además de cumplir sus expectativas os sacarías un dinero porque no sirve para otra cosa.

Inés se debatía y trataba de gritar, emitía sonidos muy raros y hable al teléfono otra vez y le dije que esperase un momento porque intentaba decirme algo.

Le quité la improvisada capucha y retiré la mordaza, y entre llantos me dijo que le dijera a su esposo que no viniera y que le diera otra oportunidad. Me aparté un poco y le hable al teléfono diciendo que lo dejara de momento y que ya llamaría más adelante si era necesario, pero que no comentara nada con ella cuando llamara a la hora acordada para el control de seguridad que debía hacer a las horas en punto.

Inés bajó la mirada y musito un “perdóname” que tomé como la primera muestra de sumisión verdadera de esa fierecilla que comenzaba a responder como deseaba.

Le pregunté si creía que merecía un castigo y como afirmó con mucho entusiasmo, pensé en castigarla pero no como ella deseaba, la desnudé con calma y la verdad es que su cuerpo es una verdadera maravilla.

Alta, cerca del 1.80, robusta como me gustan, con el cabello castaño claro a media melena muy lacio, ojos café que cuando está alegre le brillan, piel muy suave y unos pechos talla 95~100 que desafían a la ley de la gravedad manteniéndose más erguidos de lo que cabe suponer por su tamaño, un bonito pompis algo más abultado de lo que suponía y que resultó perfecto cuando me decidí a darle unas cuantas zurras.

Al quedarse en sujetador y tanga noté que estaba mojada como una perra y entonces le saque también el sujetador y antes de continuar le coloque la mordaza otra vez, le solté los tobillos y le saque el tanga, le puse el collar y tirando de él la saque al patio trasero; la temperatura era de unos 14 grados centígrados y aunque solo la deje unos minutos se le hicieron eternos y que aproveche para poner en marcha la chimenea con algunos troncos medianos y uno grueso.

Mientras Inés estaba fuera hice un reconocimiento de la casa y encontré un pequeño gimnasio que me podría servir en algún momento, tenía una bicicleta estática, espalderas, una pelota de esas para hacer abdominales, y quizás lo más importante para mí, unas anillas de atletismo y recordé que Rafael había practicado atletismo en la universidad.

También encontré una gran cantidad de leña en un pequeño almacén junto a la cocina y metí algunos troncos de diferente tamaño en la casa que dejé junto a la chimenea, no es que hiciera demasiado frio,  la había encendido pensando que sería una buena forma de hacerla entrar en calor de nuevo.

Cuando la entré le quite la mordaza y le pregunté si le había gustado el castigo, y mucho más calmada respondió con la mirada baja y en un susurro que cualquier cosa que le hiciera seguro que lo merecía; le solté las esposas y la arropé con una manta, nos acercamos al fuego y cuando dejó de tiritar le pregunté si podíamos seguir y simplemente afirmó en silencio, en ese momento llamó el esposo y ella le respondió a algunas preguntas pero sin darle ningún tipo de explicación; me preguntó si podía decirle que llamara en dos horas la siguiente vez y accedí al comprender por su actitud que no había problemas y continué, de hecho en ese momento fue cuando realmente comencé porque ella me lo había puesto a huevo.

Después de colgar me senté en una silla junto a la mesita donde había colocado el maletín y la atraje tirando de la cadena; la hice arrodillar junto a mi apoyando su abdomen sobre mis rodillas; la primera zurra la sorprendió ya que había cogido la fusta para despistarla pero fue con la mano; la piel se coloreó instantáneamente de un rosado que iba subiendo de tono sin parar y es que a esa primera se unieron varias hasta notar unas molestias en mi mano.

Sé que suena cruel, pero ver su rostro reflejado en un aparador me indicaba lo bien que lo estaba pasando.

Su pecho estaba agitado, así que cuando comencé a acariciarle los pezones su respuesta fue inmediata; se endurecieron y comenzó a jadear y entonces le dije que le permitía sorprenderme con aquello que considerase mejor para mí y que de eso dependía en parte, el rumbo de lo que sucedería durante el resto de la noche, lo que ella fuera capaz de satisfacerme.

Recordé tus palabras, eso de que te encanta hacer sexo oral, ella demostró gran voluntad aunque pocas aptitudes, se atragantó en varias ocasiones y en dos llegó incluso a sufrir grandes arcadas, pero al intentar retirarla se aferraba para continuar y cuando comencé a eyacular entre sus labios me sorprendió gratamente al tratar de tragar cuanto solté que no fue poco.

Me miraba de reojo y no quise “sancionarla” por ello y cuando terminó se quedó arrodillada entre mis piernas agarrada a ellas fuertemente.

La hice ir a lavarse encargándole que me trajera algo para beber y a su regresó poco después apareció con una botella de cava que según dijo puso en la nevera el pasado jueves Rafael, que como dispone de tiempo libre, se encargó de cargar la nevera con algunos productos no perecederos, como ahumados, pates y quesos, además de algunas conservas, cava, cerveza y vinos blanco y tinto para que pudiera elegir.

Tomamos una copa cada uno y fue cuando le dije que me explicara qué tipo de sexo suele tener con su esposo; al principio parecía algo reacia, pero al preguntarle si no pensaba obedecer me contó que últimamente era poco y malo, ambos estaban nerviosos y pensaba que era por culpa de él que no se atrevía a tratarla como ella quería.

Pensé que para entrar en situación y prepararla mientras me recuperaba de la reciente eyaculación, la tendí de espaldas sobre la mesa dejando que apoyara las piernas en el suelo; até a la cadena una cuerda que pasé bajo la mesa por el momento; puse sus brazos en cruz atando una cuerda en cada una de sus muñecas y pasando las cuerdas bajo la mesa las aseguré para que no los pudiera mover demasiado, a continuación até sus tobillos a las patas de la mesa tan separados como me permitió sin causarle excesivo dolor y entonces fui tensando la cuerda del collar hasta tenerla totalmente inmovilizada.

Ver su rostro era la mejor de las recompensas, estaba congestionada pero cada vez que miraba sus ojos los apartaba para no coincidir con los míos; cuando estuvo en esa postura le pregunté si seguía pensando que no era necesario establecer algún limite y me dijo casi sin voz que confiaba plenamente en mí y que no lo necesitaba.

Le cubrí la cara con la funda de almohada y comencé a martirizarla con el vibrador, lo pasaba por los pezones que se endurecieron mucho más de lo que creí y al retorcerlos aullaba pero seguí sin compasión ya que en realidad no le hacía más daño del que podía aguantar. Estaba súper mojada y eso me ayudó a introducirle el consolador normal sin dificultad, lo moví lento al principio hasta llegar al fondo varias veces y después de forma frenética hasta hacerla llegar a un escandaloso orgasmo.

Cambié el consolador por el vibrador y me suplicó que la dejara terminar; su vientre estaba tenso como un tambor y sus pechos saltaban con los espasmos que la agitaban continuamente, lo detuve sin sacarlo cuando comenzó a golpear la mesa con la cabeza, entonces la sujeté para evitar que se lastimara y cuando se serenó un poco entre en la habitación que conocía y tomé la almohada a la que le había sacado al funda y la puse bajo su cabeza, la cadena del cuello se tensó más de lo aconsejable y la solté para re tensarla dejando algo de holgura para evitar que se lastimara y me diera un disgusto.

Puse en marcha el consolador otra vez y cuando empezó a tensarse lo substituí por mi verga que ya estaba lista para hacerse cargo de la continuación; ese cambio de escenario también la sorprendió y se esforzó en aguantar a pesar de lo difícil que le resultaba, estuve cambiando de ritmo, retirándome y volviendo a la carga por espacio de una hora o quizás más, tiempo en que ella se vino en innumerables ocasiones gimiendo y lamentando no estar libre para moverse con libertad según me dijo horas después cuando hicimos un repaso de lo vivido esa noche.

Todo tiene su límite y me corrí en ella sin condón; habían manifestado tanto el día del primer encuentro como ese mismo día en el restaurante que ninguno de los dos tenia sexo fuera de la pareja, además de que entre ellos era escaso desde hacía meses; por mi parte ya te comenté que suelo hacerlo con condón cuando son encuentros ocasionales o es con alguien promiscuo como yo, pero me gusta hacerlo sin él siempre que puedo pues me gusta notar como corre por las entrañas de mi compañera.

Me quedé dentro de ella un rato y por fin cuando iba a soltarle sonó el móvil; eran las tres de la madrugada.

Lo acerque a su oído y oí como Rafael preguntaba cómo iba todo, ella le respondió que marchaba mejor de lo que esperaba y seguidamente le dijo que llamara a las cinco otra vez a no ser que yo le dijera que a esa hora estaríamos durmiendo. Entonces le dije que a eso de las cinco llegara a la casa porque sería cuando nos acostáramos y quería que velara nuestro sueño para asegurarse que no había problemas, aceptó y cuando corté la comunicación solté a Inés y le dije que era el momento de que fuera ella quien hiciera otra vez algo que me satisficiera.

No lo dudó y se arrodilló otra vez para mamar y limpiarme la verga recogiendo cuando encontró, restos míos y suyos que tragó o al menos es lo que supuse porque no vi que los limpiara con nada; después me tomó de la mano y me guió hasta la habitación que ya conocía y me hizo tender en la cama, estuvo jugando con uno de los consoladores que embadurnó con un gel hidratante y se fue follando el culo hasta ensancharlo exageradamente.

Me lo mostró antes de acuclillarse encima de mí y guiar la verga que ya comenzaba a recuperarse de la última incursión, y es que hacer sexo anal  me encanta y así lo dije en la primera de las entrevistas, apuntando que es una de las formas más simples de dominación, el ejemplo claro de quien es el Amo y la aceptación, por parte de el/la sumisa de ese rol.

A pesar de su buena disposición y del masaje previo es una mujer muy estrecha que según me dijo después cuando intercambiamos impresiones, apenas ha practicado sexo anal y es que Rafael no es amante de dicha práctica y aunque ella tuvo alguna experiencia, fue casi diez años, mientras estaba en la universidad; se movía despacio y sin mirarme a los ojos, hasta que le tome el mentón para obligarla a hacerlo, vi en ellos complacencia y mucha concentración, estaba disfrutando pero muy centrada en captar mis sensaciones, controlar sus movimientos me permitió disfrutar de unas de las sesiones de sexo anal más agradables que recuerdo; cuando no pude aguantar más y me vacié en ella, la atraje hasta quedar tendida encima de mí  y por primera vez desde que llegamos a la casa nos besamos, nos besamos como antiguos amantes, con esa entrega y afán que solo se da entre aquellos que se entregan totalmente y es que ella lo estaba; hasta tal punto que cuando nos separamos intentó mamármela otra vez como signo de total sumisión, pero no se lo permití, no después de haber hecho sexo anal y haberme corrido en ella.

Fuimos al baño y nos duchamos juntos, nos cubrimos con albornoz y tomamos otras copas de cava charlando amigablemente de lo sucedido hasta el momento. Le pregunté si alguna cosa le había desagradado y lógicamente me respondió que eso de que la sacara al patio con el frio que hacia no le había gustado en absoluto, y que había supuesto que emplearía algunas cosa más de las que había traído, el látigo o quizás la fusta, le contesté que la fiesta solo había empezado a no ser que alguno de los dos la quisiera dar por terminada.

Al rato llegó su esposo que al vernos se sentó con nosotros, pero me despedí de él dirigiéndome a la habitación, Inés me siguió sin haber cruzado palabra con él y desde la puerta preguntó si podía acostarse junto a mí. Me despertó el aroma del café recién echo y al abrir los ojos me encontré a Inés mirándome con muestras evidentes de cansancio, la besé y nos levantamos, Rafael tampoco había dormido demasiado a juzgar por su semblante, y mientras desayunábamos hablamos; bueno, más bien hable yo y ellos escucharon.

Les dije lo planeado para ese día si les parecía bien, después de oírlo y mirarse en silencio unos instantes lo aceptaron; en un rato probaría tanto la fusta como ese látigo que se me antojaba demasiado delicado pero trataría de sacarle partido, pero en ese tiempo Rafael estaría en el pueblo; después de descansar un rato lo llamaríamos para que viniera a recogernos e iríamos a comer los tres juntos a un restaurante, donde ella iría sin ropa interior; la idea es que se dejara ver por alguno de los parroquianos y que cuando yo hiciera una seña. Rafael le metería mano sin parar atención a quien estuviera cerca, ni que decir tiene que ella estaría a  mi lado y cada vez que se lo indicara me tocaría.

Por la tarde, le pondría el antifaz y la mordaza y enseñaría a Rafael como emplear los diferentes artilugios y como azotarla con la mano sin hacerse ni hacer daños permanentes.

La experiencia de la mañana fue buena para los dos, el látigo suave resultó ser muy práctico para tratarle los pechos ya que eran golpes superficiales que si bien “picaban” eran inofensivos ya que no tenían entidad y era imposible causar daños y la fusta resultó muy práctica, sin que fuera capaz de intuir donde descargaría el siguiente golpe, los costados, muslos o nalgas aunque fueron estas las que más recibieron y eso quedó patente en el restaurante donde era incapaz de quedarse quieta más de un minuto seguido, se apoyaba en uno u otro cachete pero eso no le impidió mostrarle su sexo a un pobre cabeza de familia que estaba almorzando con su esposa y un par de críos que no se percataron de nada.

De regreso a la casa hicimos la siesta y como la noche anterior nosotros nos acostamos juntos, pero me suplicó tener sexo convencional antes de dormir y la complací siendo una experiencia también soberbia.

Después de la siesta comenzó el verdadero reto para los tres, para él tratar de seguir los pasos que le marcara sin desviarse del guión, para ella aceptar de buen grado cualquier cosa que se nos ocurrieran sin saber cuál de los dos se lo hacía, y para mí, que ese circo funcionara sin que nada fallara y al tiempo no quedarme fuera.

Al vernos aparecer Rafael sonrió pues supo que habíamos follado solo con mirar la cara de satisfacción de ella, pero calló y esperó a que comenzara la fiesta, pedí a Inés que me sirviera una copa y preparó un güisqui para mí con un solo hielo como me había visto pedir en el restaurante a mediodía. Indique a Rafael que la desnudara lentamente para mí y que después le colocara la capucha, el collar y las esposas fijadas a las argollas del cinturón.

Después de todo esto me levanté y le di algunos empujones como si pretendiera tirarla, pero solo quería que Rafael viera que estaba en nuestras manos y totalmente indefensa, entonces me senté en una silla y la coloque como la noche anterior, indique al marido que se situara en otra silla frente a mí y di el primer azote, indique con la cabeza que me imitara y él soltó otro de semejante intensidad en la otra nalga, seguimos dándole y cada vez elegía donde descargar y  él lo hacía en el otro, de ese modo llegó un momento que ella ya no sabía quién era quien.

La levantamos y la llevamos hasta el gimnasio donde la atamos en primer lugar a las anillas con los brazos extendidos y empleando una escoba como separador, con los tobillos atados a sendas cuerdas y por los otros extremos, una a la espaldera y la otra a la bicicleta estática logramos que quedara “crucificada”,  la postura de exposición perfecta. El primer latigazo fue desde detrás entre las piernas sobre la vulva; como se oyó un lamento apagado indique a Rafael que le sacara la mordaza y retirase las orejeras para que ella también se oyera.

El efecto fue el deseado, con cada nuevo golpe Rafael se relamía los labios y ella se humedecía como la verdadera perra que es y poco después paré y entregándole el látigo a Rafael le indique que lo hiciera lo más parecido a como lo había hecho yo, trató de imitarme n todo y si bien los dos primeros se apartaron es potencia en exceso y en defecto respectivamente, el tercero fue adecuado y a ese siguieron unos cuantos más hasta que me pareció que era suficiente, la soltamos y la dejamos sobre una colchoneta donde Rafael se dedicó por indicación mía a despojarla de todo lo que llevaba encima, sacándole en última instancia la capucha.

Descansamos un poco los tres y entonces la ayudamos a ponerse en pie y le dije a Rafael que la llevara al baño y que le diera una buena ducha sin sexo aunque ella insistiera en ello, el tipo acepto y aun ahora me pregunto porque lo hice pero creo que de alguna forma quería someterlo también a él aunque no era necesario ya que el tipo estaba mucho más comprometido desde el principio que ella misma.

Era tarde, y le dije a Rafael que preparara algo para cenar, Inés estaba agotada y aun le tenía una sorpresa reservada para después de la cena, mientras el untaba unas rebanadas de pan con tomate hice que Inés se vistiera como si fuéramos a salir y nos sentamos muy juntos en el sofá donde le pregunté qué opinaba de esa tarde y me respondió que esa era una de sus fantasías hechas realidad, estar a disposición de alguien sin conocer su identidad.

Cuando le dije que más de la mitad de la fiesta de esa tarde había corrido a cargo de su esposo se quedó alucinada pero calló quizás por prudencia, o puede que en un intento de evitar algo que ni se me ocurriría plantear por el momento; dejarlos solos y retirarme dando la instrucción por terminada.

Comimos y mientras tomaba café ya que ninguno de ellos quiso acompañarme les dije si estaban dispuestos para dar un paso más si les parecía oportuno; ambos aceptaron y entonces les dije que a partir de ese instante si aceptaban, Inés tendría dos Amos, durante la semana y en su casa de Tarragona a su esposo, a quien obedecería sin rechistar cuando iniciaran el juego, y los fines de semana que acordáramos o me llamaran, a mí en esta casa, donde él estaría solo como observador sin participar más que cuando se lo solicitara.

Aceptaron ambos y Rafael añadió que él podía quedarse en el pueblo como esa primera noche si lo prefería, entonces les dije que les haría una demostración para que entendieran algo que considero del todo imprescindible, la seguridad.

Le indique a Rafael que la atara de forma similar a como ya había estado sobre la mesa sin necesidad de desnudarla, cuando estuvo le puse una almohada bajo la cabeza y le dije a él que se apartara y que no se acercara para nada a no ser que realmente percibiera algún peligro real, me miraron ambos extrañados pero tenía muy claras mis intenciones, darle a ella un susto de muerte para que jamás se le ocurra volver a entregarse a alguien sin un mínimo de seguridad o protección.

Desgarré su blusa con algo semejante a un ataque de ira, después encendí una vela y le vertí cera en los pechos sin llegar a quemarla pero algo más caliente de lo aconsejable, cuando vi una mueca en su rostro a medio camino entre el miedo y el dolor, le tapé la cara con un pañuelo de seda y con un dedo introduje lo que pude en su boca, después vertí agua encima y esperé a que intentara bracear indicando que se asfixiaba antes de retirarlo, cuando la solté le dije entre sonrisas por mi parte y lágrimas por el suyo ante el estupor del esposo.

¿Sabéis cuanto se tarda en morir con esta técnica? Horas, no creas que es algo inmediato, podíamos estar jugando a eso hasta mañana y sin siquiera querer matarte, pero lo más fácil es que al verdugo le entre el pánico y termine por no retirar el pañuelo a tiempo.

No te entregues a nadie de quien no estés muy segura.

Después de eso y cuando los tres nos tranquilizamos nos acostamos juntos y Rafael en otra habitación al otro extremo de la casa; dijo que roncaba peo me consta que era por no oírnos, el domingo hasta media tarde seguimos practicando algunas cosas y en unos minutos marcho otra vez a Sitges, este fin de semana repetimos la experiencia pero supongo que será algo totalmente diferente.

 


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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:13) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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