El marido de mi amiga nos folla a las dos

El sábado pasado me quedé a dormir en casa de mi amiga aprovechando que su marido estaba de viaje.
El marido de Susana viaja mucho y mi amiga pensó que era un buen momento para aprovechar y hacer una salida nocturna de chicas.
Las dos tenemos 37 años, Susana es de melena rubia, cuerpo fibroso y 1.75 m de altura. Yo soy mas bien castaña, algo mas alta y entradita en carnes. Con un culo un poco grande si lo comparamos con el de mi amiga.
Al principio su idea me extrañó porque, por lo que sé, a su marido no le gusta nada que salga sola pero como el plan me apetecía y hacía mucho tiempo que no organizábamos nada parecido decidí apuntarme.
No hicimos nada del otro mundo. La típica cena y unas cuantas copas en los bares de moda. El caso es que terminamos bastante borrachas y optamos por tomar un taxi y que yo me quedara a dormir en vez de conducir hasta mi casa.
Nos levantamos al día siguiente, tarde y con una buena resaca. Estábamos tiradas en el sofá cuando llegó su marido. Rafa es un tío grande, de esos peludos, con barriga y cara de bruto pero educado y simpático.
Su cara denotaba que se había sorprendido de encontrarnos a las dos en casa, en pijama y tiradas en el sillón viendo la tele. Se acercó a Susana para darle un beso y enseguida notó su aliento a alcohol provocado por los excesos de la noche anterior.
- Parece que las dos habéis pasado una buena noche.- Nos dijo
- Si. Hacía mucho tiempo que no salíamos juntas y decidimos montar una cena de chicas, le respondió Susana
- Ese aliento que tienes no es solo de salir a cenar. Ya sabes que no me gusta la gente borracha y menos que sea mi mujer la que sale sola de borrachera
- No salí sola. Salí con Merche y las demás.
- Ya veo que Merche se encuentra en el mismo estado que tu, dijo a la vez que me dedicaba una mirada mezcla de enfado y asco.
Como no me quería meter en discusiones matrimoniales ajenas, quise despedirme y marcharme.
- Bueno, os dejo, que veo que tenéis cosas de que hablar.
- De eso nada, me dijo Rafa. Tú te quedas aquí porque vas a sufrir el mismo castigo que mi mujer dado que has sido su cómplice.
Seguidamente me agarró fuertemente del brazo y me obligó a volverme a sentar en el sofá.
- Rafa, por favor, ella no tiene nada que ver en esto. No me avergüences delante de mi amiga. Suplicó Susana.
- Déjate de chorradas y ven aquí ahora mismo, le espetó Rafa
Y en cuanto la tuvo a su lado, la dio la vuelta y la obligó a ponerse de rodillas sobre el sofá de forma que su culo le quedaba completamente ofrecido.
- Bajate los pantalones, la ordenó.
- Rafa, por favor.
- Susana, no me hagas enfadar mas.
Mi amiga se fue poco a poco bajando los pantalones del pijama hasta quedar solo vestida por el mismo tanga blanco que llevaba anoche.
En ese mismo instante Rafa descargó el primero de una serie de 15 azotes en las nalgas de mi amiga. Ella se retorcía y gemía de dolor. Y de vez en cuando le suplicaba que parase pero su marido no hacía caso.
En cuanto terminó se dirigió a mi, que hasta ese momento había permanecido callada observando la situación.
- Merche, ponte a su lado y bájate los pantalones que quiero ver tu culo.
- De eso nada Rafa. Yo no soy tu mujer y no puedes obligarme a hacer eso.
No había terminado de hablar cuando me agarró por los hombros, me dio la vuelta y me empujó hasta estar al lado y en la misma posición que Susana.
Ni siquiera esperó a que yo me bajase los pantalones. Lo hizo el mismo dejando a la vista mi tanga negro de encaje.
Acto seguido empezó a azotarme con su enorme mano. Al principio gemí de dolor pero tengo que reconocer que sentí una mezcla de placer con cada palmada que daba a mis enormes nalgas.
Apenas hubo terminado cuando agarró a Susana, todavía con los pantalones por las rodillas y el culo rojo por la azotaina, por el pelo y le obligó a pegar su rostro contra su paquete. Susana tenía la boca pegada a la bragueta de su marido. Usó sus manos para desabrochar el pantalón de Rafa, bajarle los calzoncillos y dejar al aire la polla mas grande que había visto en mi vida.
Un aparato enorme saltó como si tuviera un resorte y se quedó a pocos centímetros de la cara de mi amiga que no tardó en metérselo en la boca.
- Merche, quítate los pantalones que después de mi mujer quiero que me la chupes tú.
Me bajé los pantalones sin rechistar, me acerqué y me puse de rodillas para que pudiera meter aquella cosa en mi boca. Yo intentaba tragar lo máximo posible mientras el empujaba mi cabeza contra sus huevos. Tras dos minutos de mamada me levantó de los hombros me apoyó en la mesa del comedor, apartó mi tanga y, sin siquiera molestarse en quitarlo, comenzó a follarme sin contemplaciones.
Sentía como aquella polla enorme me llenaba por dentro. Ni siquiera podía gemir. Me temblaban las piernas por la brutalidad con la que estaba siendo follada por el marido de mi amiga en su casa y delante mismo de ella.
Me tenía agarrada del pelo y me embestía sin parar de darme azotes. Metió su dedo en mi boca para que se lo chupase mientras me follaba una y otra vez.
Tras unos deliciosos minutos, sacó su polla de entro de mí y se acercó su mujer. La puso en el suelo a cuatro patas y se la folló por el culo. Susana gemía como una loca y yo estaba cada vez más cachonda solo viendo la escena. No tardó mucho en levantarse, obligándonos a que juntásemos las caras y que le chupáramos la polla hasta correrse en nuestros rostros manchándonos a los dos con su semen.
Incluso una vez que se hubo corrido, quiso que las dos siguiéramos mamando su polla un rato más.
Cuando ese día me despedí de Susana le dije que me volviera a llamar en cuanto le apeteciese salir otra vez.