Sentí que corría por un hermoso jardín, pero me dolía el cuerpo, mis articulaciones, y mi boca estaba como adormecida, una suave lluvia caía sobre mi piel tratando de mitigar el dolor.
Relato
Esclava Blanca en África VIII
EN LA GRANJA
Sentí que corría por un hermoso jardín, pero me dolía el cuerpo, mis articulaciones, y mi boca estaba como adormecida, una suave lluvia caía sobre mi piel tratando de mitigar el dolor.
Me desperté y comprobé que la lluvia era lo único real de mi situación, pues llovía abundantemente, estaba totalmente empapada y dolorida y el viento agitaba los árboles a mi alrededor, no se oía ni un solo ruido humano.
La lluvia arreciaba y mi dolorido cuerpo agradecía aquel bálsamo sobre mi escarnecida piel, la funda de mi cabeza, de cuero, me pesaba enormemente y pronto recupere la sensibilidad de mi lengua pinzada y unida a la cadena que dolorosamente recordé, se unía a mis pezones, al tratar de levantar la cabeza para que el agua me mojara la boca.
Mis brazos y piernas estaban entumecidos, pero note que mi postura no era la misma que cuando me dormí, ya que mis rodillas se apoyaban en el suelo mojado, aunque mis brazos seguían atados tras el árbol, pero separados de mis tobillos.
No podía ver nada pero oía la lluvia y el viento a mi alrededor y azotando mi maltrecho cuerpo.
Me parecía escuchar ruidos entre los matorrales, seguía allí atada a aquel árbol, casi fundida con el barro bajo mis pies y rodillas, me dolía todo y solo oía ruidos, la lluvia y el viento. Estaba aterida tenia frío… y miedo.
No se cuanto tiempo paso, empecé a llorar despacio, allí perdida echaba de menos mi mundo mi gente, mi casa, mi marido…
Oí un ruido como de un caballo, y alguien que se acercaba, me pesaba el capuchón de cuero empapado en agua que se metía hasta mis entrañas, oí las voces y pronto los caballos detenerse, voces de hombres y note como me desataban, estaba entumecida, el hombre me cargo al hombro y luego sobre la silla de un caballo, me ato como un fardo las muñecas y tobillos y me ato con cuerdas al caballo, este empezó a moverse, y al rato galopaba mientras yo botaba y parecía irme a caer con el miedo de ser pisoteada por el animal, fueron unos minutos que se hicieron eternos.
Seguía lloviendo, estaba desnuda y aterida, cuando entramos en un recinto a cubierto.
El hombre me desato del caballo y me dejo resbalar atada como estaba hasta dar en el suelo con mi cuerpo sobre la tierra. Me quito la capucha y poco a poco me acostumbre a la luz, fuera se oía el viento y la lluvia, estábamos en un recinto circular como de piedra muy amplio con una enorme hoguera en medio, ya había empezado a notar el calor.
El hombre que era el ayudante de mi amo, vino hacia mí, me pregunto si tenía frío, asentí con la cabeza. "Bien" me dijo, "pronto estarás caliente" y sonrió.
Dio una voz y aparecieron dos hombres con un grueso palo de madera y unas cuerdas. Aprovechando mis ataduras me ataron al palo por las muñecas, rodillas y tobillos y lo levantaron en volandas llevándome hacia el fuego.
Mire aterrada, una enorme cucaña se levantaba sobre el fuego y por lo que deduje yo sería la pieza a asar. Sentí terror y empecé a gritar y a llorar. El hombre se acercó a mi y me dio una bofetada "Cállate zorra" me dijo abofeteándome de nuevo "solo queremos que te calientes un poco" y les hizo un gesto a los dos hombres que me colocaron sobre la cucaña, que tenia una manivela.
Notaba el calor del fuego bajo mi espalda, pero no me quemaba, solo notaba un calor como de una estufa cuando te acercas mucho.
Uno de los hombres empezó a darle vueltas a la manivela, veía el fuego bajo mi cuerpo al pasar boca abajo, y lo sentía en mi espalda o en mis pechos, pero aunque notaba el calor que empezaba a ser asfixiante haciéndome sudar, no sentía que me quemara.
Mis pensamientos se rompieron de pronto por un silbido seguido de un impacto en mis nalgas, un látigo de cuero largo y fino acababa de marcar mis glúteos, el hombre lo manejaba con habilidad mientras yo giraba en la cucaña, y así casi todo mi cuerpo fue marcado por las finas líneas de aquel látigo mientras mi cuerpo sudaba a chorros y mis energías volvían a difuminarse en el tiempo.
Cuando desperté, estaba tumbada boca abajo en el suelo de tierra, mis muñecas y tobillos atados a sendos postes en una perfecta "X", el fuego estaba un poco más allá y sobre el la cucaña, ahora llevaba en su vara una autentico animal, una cabra o algo así, pelado y desollado que a una distancia menor del fuego, crepitaba mientras empezaba a dorarse.
Levante un poco más la cabeza y vi unas muescas en los postes a los que estaba atada, mi pelo sucio caía a un lado de la cara y mi vientre y mi sexo se pegaban al suelo de tierra húmeda. Volvieron los hombres junto a mí y fueron levantando mis ataduras hasta la tercera muesca de los postes, con lo que quede en suspenso en el aire a uno metro del suelo más o menos.
Apareció mi amo, con el temido látigo de cuero de un solo hilo, Se acerco a mi cara "¿esta sufriendo bastante mi zorrita?" me miro despacio "después de este entrenamiento serás capaz de aguantar cualquier tipo de castigo bajo cualquier circunstancia y situación, serás una verdadera esclava dispuesta siempre para tus amos".
Se paseo a mí alrededor y sin avisar descargo su látigo en mi espalda enrollándose a mi cuerpo y lacerando también mis pechos que colgaban obscenamente. Iba a protestar cuando una nueva sorpresa me hizo gritar: un fuerte chorro de agua caliente a presión golpeo sobre mi sexo, haciéndome dar un respingo, tras el cual un nuevo latigazo recorrió mi espalda y costados. El chorro siguió aumentando la presión sobre mi sexo y creo que entrando dentro de mi vagina, causándome espasmos de placer y dolor simultáneos, mientras el látigo seguía marcando mi piel.
La temperatura del agua cambiaba súbitamente de fría a caliente, mis orgasmos se confundían con el dolor del látigo y la presión del agua, pero cuando hacia ademán de rendirme mi amo se plantaba frente a mi y me abofeteaba para despejarme.
También mis tetas suspendidas y sensibles sufrían a veces del chorro a presión pareciendo que se me iban a arrancar o recibían un latigazo de refilón que era mucho más doloroso si cabe.
Después me he enterado que esas sesiones eran apenas de 3 o 4 minutos, pero a mi me parecían eternas.
Cuando mi cuerpo no aguanto ya más presión y estalle en un alarido de placer y dolor en un orgasmo que no he vuelto a sentir, el agua paro, los latigazos pararon y los hombres me bajaron a ras de suelo, donde mi cuerpo reposo unos minutos sobre el embarrado suelo.
Allí permanecí algunos minutos que me sirvieron de relax, pero no tardaría mucho en volver a ser consciente de mi condición de esclava.
Pasado ese espacio de tiempo, me desataron y me llevaron casi arrastrando hasta un especie de establo, allí un caballo movía una noria de agua que servia para abastecer a los hombres de mi amo.
Me ataron a un poste por la cintura en un rincón y me pusieron un plato con arroz, una especie de salsa y algunas hierbas. Con las muñecas atadas entre si, al igual que los tobillos me indicaron que debía comer con las manos, cosa que hice. No recordaba ya el tiempo que hacia que no comía y me sentía desfallecida. Devoré el plato con fruición ante la risa de los presentes que me pusieron otro, esta vez con más hierbas de las primeras, una especie de hojas de menta pero dulces, que me tonificaban.
Pero aquel momentáneo descanso y recuperación de fuerzas, era para afrontar adecuadamente la siguiente etapa de mi entrenamiento como esclava.
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