Confundido, me dejé hacer, quería compensarla por lo de ayer pero nunca hubiera imaginado en qué consistía su experimento de hoy. Poco a poco fui introduciendo su vibrador en mi ano, se untó algo en los guantes y empezó a hacerme una paja con expresión seria. Esto lo advertí cuando me giré la única vez hacia atrás, no lo hice más ya que recibí una sonora bofetada que me quitó las ganas de repetirlo. Analicé la situación. Me moría de vergüenza, me encontraba a cuatro patas siendo ordeñado por mi novia, mi pene no paraba de crecer y crecer, pero todavía no llegaba a comprender el fin de todo ello.
Relato
Experimentos
- ¿El paciente de las 13.15? Por favor, pase a la consulta número 1.
Sonó estridente su voz desde el pasillo de mi casa. Me encontraba en calzoncillos esperando en el comedor, viendo un poco la tele. Mi novia había venido a hacerme una visita y se había quedado a dormir. Todo parecía ir normalmente, sin embargo, algo había ocurrido el día anterior que cambió sus esquemas. Yo me había negado a tener sexo con ella. Me encontraba cansado y me había masturbado hacía poco, ansioso por descargar mi adrenalina. Esto pareció no hacerle mucha gracia y hoy había decidido acabar con mi malsana costumbre. Tras darme pocas explicaciones, había salido poco antes del mediodía a la calle volviendo con una misteriosa bolsa. Me había dado indicaciones para que la esperara en el comedor, vestido únicamente con calzoncillos, haciéndome prometer que le haría caso en todo lo que ella mandara. Así parecía que íbamos a interpretar los papeles de enfermera/médico y paciente, cosa que no me desagradaba en absoluto. Desde una habitación grande, totalmente a oscuras, pude escuchar por segunda vez su voz impaciente y colérica. El sonido de unos tacones inundaba el ambiente. Poco a poco me fui acercando a la habitación, cruzando el umbral y cerrando la puerta tras de mí. El cuarto estaba iluminado tenuemente por un rayo de luz que entraba por una ventana, quedando todo en la oscuridad. Sin embargo, pude apreciar cómo iba vestida al acercarse a mí. Llevaba una bata blanca abierta sensualmente, que le llegaba hasta un poco por encima de las rodillas, mostrando sus fantásticos senos. Terminaba su vestimenta con unos zapatos negros de imponente tacón, el pelo negro recogido y unas gafas de pasta. En las manos llevaba guantes de látex.
- Bienvenido a la consulta señor Alba, por favor quítese la ropa.
Yo, dejándome hacer, me quité los calzoncillos tirándolos a una esquina. Cuando me disponía a tocarla y a acariciarla, ella me paró en seco señalando una mesa simple de cuatro patas que llegaba hasta su cintura.
- Por favor, señor Alba, colóquese en la mesa para su inspección.
Inocentemente intenté tumbarme boca arriba, pero ella se indignó dándome un azote en el culo.
- ¡Así, no! A cuatro patas, como los perros... - ¿Así está bien? – pregunté yo intentando no enfadarla - Será mejor que no hable señor Alba
Tras ponerme a cuatro patas, noté como ella separaba mis nalgas y empezaba a acariciar mis testículos y mi ano. Parecía como si quisiera medir el tamaño de mis atributos. A continuación tomó uno de sus minúsculos vibradores y comenzó a pasarlos por mis huevos, hasta que llegó al ano intentando introducirlo en él. Yo por reflejo, me moví inquieto y rechisté. En mi postura no me era posible ver nada ya que ella se encontraba detrás de mí.
- ¿Esto es necesario? Venga, María, ni se te ocurra tocarme ahí.
Con fuerza, me imprimió una cachetada en mi culo, de tal magnitud que me hizo ver las estrellas.
- Será mejor que te calles, Jorge. Estoy hablando en serio. Esto no es un juego. ¿Te acuerdas de ayer cuando me negaste el orgasmo? He estado pensándolo y creo que nuestra relación ha de cambiar y lo primero que tengo que hacer es quitarte esa asquerosa manía de tocarte. Como no puedo controlarte cuando no estás en mi presencia, mientras compramos el aparato de castidad del que tanto hemos hablado en coña, voy a llevar a cabo unos experimentos para tenerte bien sujeto. Así que será mejor que colabores...
Confundido, me dejé hacer, quería compensarla por lo de ayer pero nunca hubiera imaginado en qué consistía su experimento de hoy. Poco a poco fui introduciendo su vibrador en mi ano, se untó algo en los guantes y empezó a hacerme una paja con expresión seria. Esto lo advertí cuando me giré la única vez hacia atrás, no lo hice más ya que recibí una sonora bofetada que me quitó las ganas de repetirlo. Analicé la situación. Me moría de vergüenza, me encontraba a cuatro patas siendo ordeñado por mi novia, mi pene no paraba de crecer y crecer, pero todavía no llegaba a comprender el fin de todo ello.
De pronto, tuve una contracción involuntaria que empezaba a anunciar mis deseos de eyacular.
- Bien, va bien la cosa. Quizás te has preguntado el porqué de todo esto. Te lo voy a explicar. - Dijo acercándose a una repisa que había cerca de mí y tomando un vaso de plástico. Rápidamente dejó el vaso cerca de mi polla y continuó con el ordeño.
- Voy a ordeñarte cada cierto tiempo y depositaré tu semen en uno de estos vasos. Después mediré la cantidad e intentaré asignarle una calidad. Así podré llevar un control de cuanto esperma produces cada...digamos...3 días sin hacerte pajas. De forma que siempre podré descubrir cuando te la has meneado y cuando no.
Una risa malévola se dibujó en su boca. Ya no pude más, de pronto, empecé a eyacular y el vaso no se llenó apenas. Me entregó un pañuelo. Sudando y todavía a cuatro patas, pude observar como encendía una luz al final de la habitación y como medía con una jeringuilla la cantidad de semen. En un cuadernito que siempre pendía de su cuello, anotó mi nombre, el día y la cantidad de semen.
- Uy, uy, uy, sólo un 1 rayita, no te digo la cantidad exacta, porque no quiero humillarte. - dijo ella guiñándome un ojo. – Estoy hay que mejorarlo campeón. No te puedes imaginar la sensación de poder que te invade cuando controlas realmente a una persona. Estoy esperando con asía el poderponerte el cinturón de castidad, amorcín. Prepárate porque a partir de ahora todo va a ir de mal en peor. Bueno, de mal en peor para ti y mejor para mí.
Me quedé mirándola absorto, no sabía como mi dulce María había podido cambiar tan radicalmente en tan poco tiempo. Su voz me despertó y me hizo volver a la realidad.
- Y ahora, ¿a qué esperas? Vístete y lárgate.
Así comenzaba mi novia María, sus andanzas en el oscuro mundo de la dominación femenina.