Relato de cómo mi obsesión por mi vecina derivó en mi sometimiento voluntario a los caprichos y vejaciones de su marido.
Relato
Me llamo Alex y tengo 34 años. Desde hace dos años vivo en un chalé en un pueblo de las afueras
de Madrid. Tengo por vecinos a un matrimonio joven. Ella... es una mujer de bandera.
Y él... es un tipo que impone. Un enorme especimen de macho ibérico que por ser lo
que es no se merece otra hembra sino la que tiene.
Y aquí intervengo yo, pues de esta historia que os voy a contar, una lección he aprendido:
no desees a la mujer del prójimo cuando ese prójimo es superior a tí en todas las condiciones:
superior físicamente y superior como persona.
Resulta que no tardé sino lo que fue llegar a mi nueva casa en volverme loco por esa mujer. Como
hombre que soy, las mujeres me vuelven loco, y así ocurrió con mi vecina. La veía todos los
días, por las tardes, ocuparse de su jardín. Siendo una mujer de bandera, y siendo ella misma
consciente de su posición, no dudaba en vestirse de la forma más provocativa posible, incluso
cuando simplemente se dedicaba a regar sus plantas. Y yo... yo no era yo cuando la veía... con
esa bata corta y ajustada al cuerpo mientras se afanaba en sus caseras tareas.
Os aseguro que mi polla nunca estuvo tan tiesa como cuando la veía agacharse en su jardín, con
esas sandalias que dejaban ver unos adorables arcos de pies, al tiempo que la bata se ajustaba
aún más a su cuerpo, dando a mi vista el goce de una inexplicable sensación de lujuria que nada
podía aplacar.
Es así como decidí que esa mujer había de ser mía. Sí, amigos, yo quería poseer a esa mujer,
quería gozar con ella y que ella gozara conmigo. De modo que me hice ver, y cada vez que ella
salía a su jardín, yo me asomaba a la ventana sin discreción alguna, de modo que conseguí que
ella, esa tarde, se fijara en mí.
¿Cuál fue su reacción cuando me vió? Algo que me dejó pasmado: me sonrió. Pero no con una
sonrisa de vecino a vecino.. Esa sonrisa era algo más, esa sonrisa quería decir algo más. Me
sonrió y al mismo tiempo era como si dijese: "te gusto, ¿verdad? pues... ¿a qué esperas? ¿qué
haces ahí pasmado si sabes que puedes tener algo más que un recreo visual?".
Y esa sonrisa de aceptación, esa sonrisa que decía: "ven, ven ya, no tardes más", fue el comienzo
de mi perdición. O de mi transformación. Esa sonrisa, ahora me doy cuenta, actuó sobre mí como
el agujero negro que absorbe la materia, y toda ella absorbió mis neuronas, mi vida misma,
aún sin hacerme cargo de lo que en ella se escondia y de las consecuencias que se
derivarían de todo ello.
Yo sabía que su marido no volvía a casa hasta medianoche, aún tenía muchas horas por
delante y no lo dudé. Presto me arreglé y salí derecho a su portal. Yo estaba como poseído, como
loco, me dejaba llevar, no sabía cuál sería su reacción, simplemente pensé que era "ahora o
nunca", así que ahí me tenéis llamando al timbre de la casa de mi vecina. Fue entonces cuando
supe su nombre: Noemí. Así es como aparecía en su buzón: "Noemí M.N.", y debajo: "Carlos F.F."
Pero para mí en ese momento no existía el tal "Carlos". Todo giraba alrededor de esa impresionante
mujer que ahora sabía que se llamaba Noemí.
¿Qué es lo que yo esperaba de esa precipitada acción? No os lo puedo decir; quizás simplemente
entablar un contacto, que poco a poco, como quien no quiere la cosa, me acabaría conduciendo al
objetivo final, a saber, poseer a esa mujer. Quizás pensaba -alocada idea, propia de alguien que se
encuentra en un estado de enajenación libidinosa como el mío en aquel momento- que ella saldría
a recibirme con la misma actitud receptiva que tenía unos momentos antes, que así como me
ofreció su sonrisa también me ofrecería su cuerpo sin mediar más parlamentos.
Mas nada de eso sucedió. Al poco rato de estar yo llamando, ví asomar por debajo de la puerta
una cuartilla con una nota. Aún la conservo, y es esto lo que pone: "Hoy es mal día. Vuelve mañana
a las ocho de la tarde."
Podéis imaginaros el tembleque que me entró. "¡Loado sea Dios! ¡Esta mujer será mía! Bien... no
podrá ser hoy... pero mañana... ¡por Cristo, sí, mañana! ¡Mañana será mía!"
Así es como regresé a casa entre la frustración de no haberla poseído ese día y la emoción de
poderla poseer al día siguiente. Lo que entonces yo no imaginaba es el pequeño adarme que puede
haber entre poseer y ser poseído, entre tomar y ser tomado, entre usar y ser usado. Entre ser un
hombre y ser una marioneta.
Os podéis imaginar que apenas dormí esa noche. Mis pensamientos todos se dirijían a un único
punto fijo: Noemí. Nada más me importaba, nada más podía distraerme entonces. Como un zombi
fuí al trabajo. Como un zombi trabajé, como un zombi volví a casa. Sólo entonces reparé en que yo
no tardaría en tirarme a mi vecina, y quién sabe, quizás incluso podría convertirme en su amante.
Me duché, me afeité, me vestí y me metí pal cuerpo un buen vaso de coñac mientras esperaba que
dieran las ocho.
Y dieron las ocho.
Y aquí me tenéis, ahora, delante de su puerta. Sé que no hay vuelta atrás. La deseo y será mía. ¡Y ella
me desea también! Si no, ¿por qué esa cita preparada de antemano? Está claro, la muy zorra
debe estar cansada del musculitos de su marido. Yo no tendré esos músculos pero no todo es
músculo, de otra manera no me hubiera citado, vamos, eso está claro.
Tomo aire como para darme fuerzas y llamo al timbre. Al instante me abre Noemí. Y fue no más verla
y quedar yo patidifuso. Ante mí tengo una mujer mil veces más hermosa que cuando la
veía, tantos días, desde mi ventana, cuidando de su jardín. Si entonces ya era despampanante con una simple
bata de andar por casa, ahora me la encuentro de punto en blanco, con un vestido de noche, de una
sola pieza, super corto, super ajustado al cuerpo, mi mirada sin quererlo va de sus largas piernas a su
provocativo escote, todo en ella es sexy a más no poder, desde el maquillaje que embellece unos
ojos y facciones de por sí adorables hasta las sandalias de tacón de aguja que muestran sus pies
en todo su esplendor.
-Pasa, vamos pasa... -de nuevo esa sonrisa que se ofrece como la miel a al osito-. Tenemos mucho tiempo
hasta que venga mi marido, ve al salón y acomódate, yo ahora mismo estoy contigo.
A partir de ahora, todo lo que recuerdo hacer, y no recuerdo todo lo que hice, es automático. Entro en
su salón y como un robot me siento en el sofá. Apenas lo hago, entra ella.
-Tienes una carita dulce, ¿sabes? No estés nervioso, ¿vale? Me gustan los chicos obedientes y espero
que tú lo seas -a cada palabra su expresión es más seductora, más... morbosa, pero un morbo
que, considerado fríamente, está fuera de lugar... La veo salir del salón, y para mí pienso que algo
no está yendo como debería, pero sigo con mi pose a la vez alerta y relajada,
acepto lo que me dice y espero.
Mi cabeza está perdida en mil pensamientos distintos, no puedo decir cuánto tiempo ha pasado, pero
ahora mi pensamiento está vuelto a un único punto, de la nebulosa de ideas y sensaciones paso a la
más real de las pesadillas: delante de mí aparece Carlos. No es posible y, sin embargo, ahí está. No
puedo entender nada, pero lo real es esto: Carlos, a quien siempre he visto a lo lejos, ahora lo tengo
delante de mí. Un hombretón, todo músculo, fuerza y decisión en su semblante mientras me mira. Y
me sonríe, pero no es la sonrisa de Noemí. Es una sonrisa burlona. Y lo que me dice me hace comprender.
He caído en una trampa, no sé bien aún el objeto de la misma, pero está claro que me ha pillado, aunque
yo aún nada he hecho.
-Menudo mierda que tengo en mi sofá -me dice mientras me mira fijamente.
-Yo... perdona... yo... lo lamento... creo que me voy a ir...
-¿Que te vas? ¿Pero a dónde crees que te vas? -y se ríe histriónicamente mientras me suelta una tremenda
bofetada que me tira del sofá al suelo-. ¿Tú crees que después de venir a mi casa con intenciones de
tirarte a mi mujer te puedes ir así como el que no quiere la cosa?
Aparece ella detrás de él. Le dice algo al oído y el asiente. Yo intento incorporarme, a duras penas, pero
el me pone un pie en el cuello y me dice:
-Quiero que te desnudes, mierdecilla. ¡Te vas a enterar de lo que es bueno, cacho perra!
En mi vida he sentido una fuerza, un poder, como el que Carlos me impone. No puedo resistirme. Se que esto
va a acabar mal, pero al mismo tiempo se que soy su presa, y lo que es peor, que no puedo resistirme. Voy a
hacer lo que me dice, sí, será lo mejor. Me quito la ropa y les veo reirse entre ellos, a mi costa supongo, ella
le besa, le besa con pasión, parece orgullosa de él, y no es para menos. Ahora que le veo de cerca, me hago
cargo de que no es un hombre cualquiera: es un pedazo hombre que me tiene en su poder y me mira con
lascivia. Sé lo que me va a hacer. Por primera vez soy consciente del juego que se traen entre manos. Y algo
en su mirada, en su actitud, en su pose, me hace seguirle la corriente y obedecer en todo lo que me dice. Aunque
no me resisto, me vuelve a abofetear mientras me quito la ropa. No entiendo, pero aun así, no opongo resistencia. Que
sea lo que Dios quiera. Perdón: que sea lo que Carlos quiera. Ya estoy desnudo y ahora las risas entre ellos
se doblan. Sí, está claro, se ríen a mi costa. Y bien pensado, no es para menos: a su lado soy un mindundi.
Estoy de rodillas, estoy desnudo, en esta casa con estas personas a las que no conozco. Mientras Noemí se
sirve una copa y se acomoda, Carlos se está quitando también la ropa. De mis ojos caen lágrimas, porque
sé lo que va a pasar y no tengo fuerzas para oponerme, ni para gritar, ni para nada. Han ganado, Carlos ha
ganado. Y no es para menos. ¡Cómo he podido infravalorar a este tío! ¡Cómo he sido tan ciego!
Oh Dios... Carlos está desnudo de pie frente a mí. Y me quedo boquiabierto. Es un menda enorme, nunca he visto tan cerca
de mí un tío en pelotas, y menos un tío como este. Es el verdadero prototipo de lo que todas la tías buscan
en el cuerpo de un hombre. Bien formado, grande, como las estatuas griegas, una máquina poderosa, una
máquina que se acerca a mí. Pero lo que me deja boquiabierto en realidad es su falo. Es enorme, y a la vez, es hasta
bonito. Es una polla como las que he visto tantas veces en las pelis porno que me descargo para hacerme unas pajillas.
Pero ésta está delante de mí y ahora sé lo que va a hacer, me va a follar, sí, me va a follar a mí. Yo, que venía aquí con la presunción
del follador voy a terminar follado. Carlos se sienta a mi lado, me empuja contra el suelo, yo me recuesto en la alfombra, y
veo venir hacia mí ese cuerpo enorme. Oh, Dios, pesa mucho, pero al ser tan grande reparte todo su peso sobre
mi cuerpo, me tiene aprisionado. Con un movimiento lento pero decidido me separa las piernas con las suyas
propias. Su falo lo noto encima de vientre, me abarca todo el vientre, es increíble. Debe estar cachondo, porque
lo noto húmedo. Lo empieza a bajar y me deja un rastro de fluido en mi tripita. Sí, lo noto, como noto una lágrima
que asoma por mis ojos, lágrima de impotencia, la lágrima del perdedor, lágrima que no llega a lloro, que se agota
en sí misma. Tengo su cara justo a un palmo de la mía, y le veo sudar, su rostro está ahora crispado, está
haciendo esfuerzos por introducirme la polla en mi culo, le está costando. Normal, yo nunca he sido penetrado,
mi culo es tan virgen como la inocencia que me impulsó a creer que podría llegar a algo con su mujer. Siento
dolor, mucho dolor, cada vez más, pero no digo nada, no hago nada, no puedo hacer nada. Creo que la ha metido
toda, porque ahora se ha parado, sí, y me duele menos, creo que está quieto. Debe estar disfrutando del
momento. El disfrute del macho dominante que monta a un presunto rival. Es la naturaleza misma del hombre y del animal. El fuerte domina al
débil. Por primera vez veo a Noemí que se levanta del sillón, tiene algo en las manos... Vaya, es una cámara. Por
eso se ha parado Carlos. Estan sacando un primer plano de la escenita. Noto mi culo lleno de su polla, muy lleno. Es una
sensación extraña. Ahora no me duele como antes. Me pasa algo raro. Estoy acojonado, pero al mismo tiempo
estoy teniendo una erección. Una enorme erección. El lo nota y se rie como complacido, se lo dice a Noemí y
ella se dispone a hacer otra toma, él bien apretado contra mi cuerpo, bien dentro su polla de mi culo, al tiempo que
mi propia polla está dura como un palo. Ahora Carlos empieza a besarme la cara, y el cuello. Me gusta. Nunca
lo hubiera creído, pero estoy sintiendo más placer que el que nunca tuve con ninguna mujer. Mi polla esta a
reventar. Mientras la suya me revienta a mí el culo. No puedo evitarlo y estoy gimiendo. Creo que me podría hasta correr, aún sin
estar masturbándome, es increíble.
El se da cuenta y se para. Parece que quiere prolongar el tema. Vuelven los besuqueos y ahora yo los respondo. Le miro
a los ojos fijamente, veo su cara y me parece tremendamente atractivo. No sé a qué atribuir mi erección: si a la
vigorosa penetración a la que estoy siendo sometido, si al contacto con su piel, con su boca y con su lengua, o si
a la simple visión de su persona haciéndome el amor.
Le estoy lamiendo las mejillas mientras el me muerde el cuello. Me gusta su sabor, huele mucho a hombre. Tengo
una conciencia extraña de que estoy sintiendo algo muy parecido a lo que sienten las mujeres cuando son
penetradas. Le abrazo y abro la boca buscando su boca, su lengua, quiero sentir como me llena también
la boca, pero el no me besa, en lugar de eso escupe dentro de mi boca un buen chorro de saliva que yo
paladeo y trago con sumo gusto. Ahora ya no lo puedo evitar, el sabor de su saliva me pone fuera de mí. Y eso, junto
con el frotamiento de su dura tripa contra mi polla mientras me folla, hace que me corra. Me corro como en mi vida
lo hice antes. Estoy gritando, igual, lo mismito que una tía. No me lo puedo creer. No me acabo de creer que
esto sea real. Pero lo es. Carlos está tan cachondo como yo, se va a correr también. Va a sacar su polla para
echármelo todo en mi cara, pero yo me aprisiono a él con firmeza con brazos y piernas: quiero que se me
corra dentro. Quiero notar esa sensación, tan cotidiana para las mujeres, de un chorro de esperma corriendo por el
interior del cuerpo. Por primera vez parece atender mis deseos y lo hace al cabo de una serie de potentes empullones: se desborda en mi interior y yo noto
un calor agradabilísimo recorriendo mis entrañas. Le veo la cara de gusto y me parece hermosísimo, me siento
como una mujer desvirgada. Tengo la certeza de que partir de ahora y para siempre perteneceré a ese hombre.
Ya no hay vuelta atrás. Aparte que tampoco quiero que haya vuelta atrás.
La enorme mole del cuerpo de Carlos se incorpora soltando perladas gotas de sudor que caen sobre mi cara, y
me dice:
-Te has portado muy bien. Ahora tendrás tu premio: puedes lamerle los pies a mi mujer.
***
Ya hace dos años de todo esto. En estos dos años he estado yendo casi a diario a casa de Carlos y Noemí.
Con el conocimiento mutuo y la confianza, hemos sofisticado nuestras relaciones. Yo ahora me pongo ropa
de mujer para hacer el amor con Carlos, a veces incluso me maquillo y he adoptado poses típicas de las mujeres
en mis encuentros con él.
Me siento orgulloso de ser el amante de Carlos y mi felicidad radica en satisfacer plenamente todos sus
caprichos, por muy depravados que estos puedan llegar a ser. Durante los primeros días, debo confesarlo, le seguía teniendo miedo. Pero ahora puedo decir cabalmente
que le quiero. Ya no es sólo sexo. Me siento seguro a su lado, cuando me abraza, cuando me duermo a su lado con la
cara sobre su pecho y le noto respirar. Cada uno tiene un lugar en la vida y tengo muy claro cuál es mi lugar
al lado de un hombre como Carlos: servirle y obedecerle. Así como ante los grandes hombres, los pequeños se
vuelven más pequeños aún, yo ante Carlos he sacado toda mi parte femenina y día a día la sigo potenciando.
No en vano ha dejado de llamarme por mi nombre de pila. Ahora soy Sussy para él. Así consta en el tatuaje que me hice
ayer como regalo de cumpleaños para mi hombre: un corazón con nuestros nombres, Susana y Carlos.
Este relato es también un regalo para tí, Carlos. Porque eres lo mejor de mi vida y por muchas vejaciones
que me hagas te seguiré queriendo y cada vez más. Para tí, Carlos, porque te amo. Estoy enamorada de tí.
Todo empezó en una charla....hasta que Carla me convirtió en Un Marido Dominado, Sumiso y Cornudo
Relato erótico enviado por domo54 el 16 de January de 2009 a las 18:15:48 - Relato porno leído 88114 veces
Si te ha gustado Historia de una transformación vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Historia de una transformación.
hyperionidas
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
coronelwinston
(24 de May de 2009 a las 02:16) dice:
Bueno hyiperionidas. He leido tu relato con atención y he seguido tu redacción. Te felicito por ambas cosas. Pones interés en hacer las cosas bien. Tu historia......bueno es lo que tiene, las curiosidades te llevan a cosas así. Pero como el final es feliz !Viva la pepa! que decimos en España. Un saludo. Ah y mis votos. katebrown
(18 de October de 2022 a las 21:39) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF katebrown
(18 de October de 2022 a las 19:18) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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