Continúa la humillación de Silvia por Pablo, el director del banco y ahora también por Marta, su mujer.
Relato
Después de haber sido humillada por Pablo en su despacho y casi sin tiempo para reaccionar, me dirigí hacia su casa tal y como me había ordenado. A las 6 en punto de la tarde estaba llamando al timbre de su puerta y temiendome lo peor, porque su mujer, Marta, me había odiado siempre y ahora aprovecharía para vengarse de mí.
Me abrió la puerta la misma Marta, me miró desafiante, sabedora de su posición frente a mí. Yo, avergonzada miré al suelo.
Vaya, vaya a quien tenemos aquí.- Dijo Marta en tono burlón. A la reina del colegio. Pasa, Pasa.
Entré en la casa directamente a un salón donde se encontraba Pablo sentado en un sofá.
Ahora ya no se te ve tan altiva como en el colegio. Ya no pareces la reina. Me ha dicho Pablo que eres una perrita sumisa y obediente, no?
Me limité a asentir con la cabeza sin decir nada.
Vamos, quiero oirte decir bien alto que eres una perra sumisa
Soy una perra sumisa
Así me gusta.
De la situación y los nervios que me producía empecé a sentir unas tremendas ganas de orinar y cometí el error de pedirle a Marta:
Por favor, puedo ir al aseo?
¿Para que.- Dijo Marta.
Me daba vergüenza tener que explicar que quería hacer pis, pero las ganas eran cada vez mayores y no tuve más remedio que decir:
Quisiera hacer pis.
Jajajaja, hacer pis?.- Dijo Marta. Las perras no hacen pis, las perras mean. A ver, que quieres hacer?
Quiero mear.
Eso está mejor. Pero las perras no mean en el aseo, verdad?.- Dijo Marta. Las perras mean en la calle o en el jardín. Así que sal al jardín y mea allí que te veamos.
No tenía mucha elección o me lo hacía alli mismo u obedecía y salía al jardín. Así que salí al jardín y Marta y Pablo me siguieron.
Ponte en cuclillas en el césped y bájate las bragas y mea allí mismo, perra!
Me bajé las braguitas hasta las rodillas , me puse en cuclillas y me puse a hacer pis bajo la atenta mirada de los dos que se reían de verme en esa situación. Cuando terminé de hacer pis, fui a subirme las bragas pero Marta me ordenó que no lo hiciera.
Estoy pensando que las perras no llevan bragas, ni ropa, así que quitatelo todo.
Me empecé a desnudar delante de Marta y Pablo, hasta quedarme totalmente desnuda.
Sabes siempre he envidiado lo guapa que eras y lo bien que estabas. Y tengo que reconocer que sigues estándolo.
No pude reprimir una ligera sonrisa de triunfo, pese a estar siendo humillada, había algo que no podría alcanzar Marta ni en sueños, y era alcanzar mi belleza. Pero la sonrisa se me iba a helar en la cara, cuando Marta siguió hablando.
Sabes lo que más he envidiado siempre de ti?.- Tu pelo, esa larga cabellera rubia, que hacían suspirar a todos los chicos incluido a Pablo.
La verdad es que siempre he tenido un pelo muy llamativo, no como Marta que tenía cuatro pelos tiesos, de rata.
Bueno, como no puedo consentir que me perra, mi criada tenga un pelo más bonito que el mío, he decidido pelarte al cero.
Eso era demasiada humillación, una cosa era estar desnuda y dejarme follar el culo, ser una perra delante de ellos pero si me pelaban Al cero todo el mundo me vería así y sería demasiado humillante.
No, por favor, Marta eso no haré lo que quieras pero no me peles al cero. Por favor.- Dije poniendome de rodillas
Jajajaja, claro que te voy a pelar al cero y harás lo que yo quiera.. Porque si no ya sabes lo que te espera.
Cogió unas tijeras y una maquinilla de afeitar y empezó a cortarme el pelo alli en el jardín, desnuda y de rodillas veía caer los mechones de mi pelo, mientras lloraba sin parar de rabia, impotencia y humillación.
Cuando terminó de pelarme al cero, me dijo:
Así estas mejor, una perrita pelona, jajajaja.
Bueno, ahora vas a venir conmigo a ponerte tu uniforme de criada . Me hizo ir a una habitación y ponerme un vestido negro muy corto, con un delantalito blanco con puntillas y una cofia, lo que resultaba de todo punto humillante, sobre todo la cofia en mi cabeza rapada.
La verdad es que estas ridícula, jajajaja. No llevarás bragas ni sujetador, esta será toda tu ropa.
Ahora irás andando por la calle hasta casa de cuatro amigas a llevarles unas invitaciones, quiero que se las entregues en mano y sigas las instrucciones que te den.
Cuando vi los nombres de los sobres me quería morir, todas eran antiguas compañeras del colegio, por lo que la humillación de que me vieran pelada al cero y con cofia y uniforme de criada iba a ser tremenda, lo que no sabía es que además de esa humillación me esperaban otras en las casas de sus amigas.
continuará
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