Anabel y Pedro son una pareja joven y fogosa de lo mas normal, pero su vida se vera alterada a partir de la muerte de un vecino que había sido sargento y la llegada de la hija de este en el piso.
Relato
LA HIJA DEL SARGENTO (I)
Anabel era una mujer moderna, práctica y desenvuelta. Tenia 24 años y vivía desde hace dos años con su actual novio (Pedro) de 28 años y trabajaba como responsable en una tienda de zapatos del centro. Era una mujer fuerte y algo caprichosa, tenia el pelo negro al igual que sus ojos y estos eran algo almendrados dándole una mirada con mucho carácter. Pedro por el contrario era una persona algo introvertida, muy educado, serio y de facciones marcadas dándole un aspecto atractivo. Tenía el pelo rubio y unos ojos marrón claro que suavizaban su mirada.
Los dos mantenían una relación algo fuera de lo convencional. Pedro, debido a su carácter, dejaba que Anabel tomara las decisiones importantes en la relación, incluso en el terreno sexual era a menudo Anabel la que tomaba la iniciativa.
Todo empezó con la muerte del viejo sargento que vivía en el 3º 2ª, aunque no era un hombre muy mayor la vida en el ejercito había castigado duramente su salud; fumador compulsivo y de recio carácter murió al parecer de madrugada y fue su asistenta la que encontró su cuerpo en su sofá preferido.
A los pocos días Anabel y Pedro que vivían en el 3º 1ª se enteraron, gracias a la discreción de la portera, que el viejo sargento tenia una hija que había heredado la casa.
Esta había pedido a la antigua asistenta que limpiara y adecentara la casa para su traslado pero la asistenta después del susto al encontrarse el cadáver en la casa no quería volver a ella y había dejado las llaves a la portera desentendiéndose de sus obligaciones. Así que Anabel aprovecho para ofrecerse voluntaria para realizar esa tarea, siempre había sentido curiosidad por el viejo sargento, y como nunca había entrado en su casa y solo habían hablado un par de ocasiones en el rellano de la escalera de temas triviales quería saber como vivía este y de paso enterarse como seria su nueva vecina..
Esa misma tarde Anabel, llaves en mano, se dispuso con algunos artilugios de limpieza a invadir lo que había sido el hogar de su vecino. Nada mas entrar se le erizaron los pelos de la nuca, la casa estaba muy amueblada sobrecargando paredes y suelo, y se desprendía un fuerte olor de madera. Anabel se sentía como una espía en la casa del viejo sargento y como tal empezó a inspeccionar habitación por habitación los cajones y armarios.
Había cuerdas, arneses y algún pequeño látigo de caballos, además de utensilios así como pinzas correas y demás...
En el escritorio encontró varias fotos en las que se veía al sargento con su uniforme, había sido un hombre apuesto en su juventud, pensó Anabel. También encontró alguna foto con su esposa, una mujer rubia y muy exuberante de largas piernas que lucia en un traje de noche; Anabel no pudo evitar fijarse el pequeño collar de cuero que llevaba esta.
Presa de su curiosidad siguió rebuscando entre los cajones hasta encontrar un sobre viejo y desgastado por el uso con viejas cartas y fotografías; se sorprendió al ver esas imágenes... en ellas aparecía el sargento con sus pantalones bombachos de montar y botas altas pero sin su camisa, junto a su esposa arrodillada y atada frente a el totalmente desnuda.
Era una mujer hermosa, tenia el pelo recogido en una cola da caballo dejando su rostro al descubierto a excepción de su boca, que estaba amordazada con una bola y correas a modo de arnés, acentuando sus carnosos labios. Sus pechos cruzados por varias cuerdas estaban claramente inflamados por la excitación, eran unos pechos firmes algo más pequeños que los suyos que mantenían pezones erguidos.
Casi sin darse cuenta su mano empezó a desabrochar sus tejanos metiéndose bajo su tanga, mientras miraba cada una de esas fotos, le excitaba ver a la mujer del sargento indefensa, atada en distintas posiciones.
En alguna de las cartas se podía leer la descripción de alguna de las sesiones del sargento, la letra parecía de mujer, describiendo la excitación experimentada al verse sometida...
Anabel notaba como su sexo se mojaba cada vez más en respuesta a sus propias caricias, así que dejo volar su imaginación. Siempre había tenido fantasías de este tipo, se veía a si misma atando y amordazando a esa mujer, castigándola con suaves azotes en sus pezones y en su sexo... solo de imaginarse en esa situación se excitaba cada vez mas, moviendo sus dedos en su sexo ...
Eran ya las 6 de la tarde y Pedro había llegado ya del trabajo así que se dirigió hasta la casa de su vecino para ver como le iba a Anabel. Llamo a la puerta mientras Anabel, acalorada, empezó a guardar todos sus hallazgos en una caja; cuerdas, látigos, pinzas, arneses y por supuesto las cartas y fotos encontradas, aunque seguía muy excitada pensando en el sargento y su esposa...
-Aun queda mucho por limpiar.- Anunciaba Anabel con un brillo en sus ojos. Estaba realmente exuberante; Anabel era una mujer sensual, media alrededor 1,73 con curvas perfectas un pecho generoso que se insinuaba bajo su camiseta marcándose sus pezones aun excitados y un culo redondo y respingón que sus tejanos acentuaban.
Anda ayúdame, ponte esto y empieza por la cocina.- Dijo entregándole a su novio un delantal y un cubo con paños y productos de limpieza.
Este sin rechistar se coloco el delantal y empezó con las tareas en la cocina.
Anabel entretanto siguió con el despacho que ya casi había terminado y aunque excitada lo dejo ordenado y limpio. Así que dirigiéndose a la cocina con el pequeño látigo escondido en su espalda se quedo observando a su novio mientras este limpiaba.
Cuando Pedro termino de dejar la cocina impecable Anabel seguía observándolo desde la puerta;
.- Vamos ahora toca el baño. Ordeno Anabel con un tono que no admitía replica.
Pedro se dirigió al baño pero nada más empezar por la bañera Anabel lo interrumpió;
.-Quítate los pantalones y los zapatos, los vas a manchar y entra en la bañera.
El se quedo algo confuso pero enseguida obedeció, le parecía lógico no ensuciar su ropa.
Se puso a frotar la bañera pero Anabel ya estaba maquinando algo en su cabeza...
.-No, ¡muy mal! ¡Pero no ves que te dejas las esquinas! -Dijo mientras le daba un fuerte palmetazo con la mano abierta en el trasero de su novio.
Este poniéndose algo colorado empezó a frotar mas fuerte las esquinas pero con la mala suerte que le resbaló el cubo por la bañera y el suelo...
.- ¡Pero que haces! ¡Inútil!. -Exclamó Anabel mientras le soltaba otro cachetazo en sus nalgas.
.- Ahora tendrás que fregarlo todo, ¡vamos!
Este se disponía a coger la fregona cuando Anabel le increpo: .-Este suelo es muy delicado, hazlo con el paño de algodón; Pedro estaba claramente sofocado y confuso, con un paño en sus manos se puso de rodillas en el suelo para recoger toda el agua.
Anabel que no perdía detalle se fijo en el bulto que su novio lucia en la entrepierna así que puso la punta de sus zapatos en ella.
.- Vaya con la chacha, parece que esta cachonda. -Mientras frotaba el zapato en el miembro erecto de su novio.
Este, sorprendido por su propia erección y sin saber como reaccionar se quedo embobado mirando desde su posición a Anabel, que estaba de pie junto a el.
Anabel empezó entonces a desabrocharse sus pantalones y a quitárselos muy lentamente frente a la mirada de su atónito novio, quedándose con sus zapatos y un fino tanga negro.
.-No pares de fregar; ¡espabila! – Ordeno propinándole un azote en la espalda con el pequeño látigo que llevaba escondido.
Este como saliendo de un profundo sueño siguió fregando el suelo.
Anabel quitándose su camiseta se sentó en la taza del inodoro a modo de taburete pasando su pie despacio por los huevos y la polla claramente inflamada de su novio, la notaba palpitando y dura en sus pies mientras metía de nuevo su mano por debajo su tanga para poder acariciarse lentamente...
Pedro dándose cuenta al fin de la situación y mirando a Anabel claramente excitada empezó a acariciar los muslos de esta que al instante descargo otro pequeño latigazo esta vez en su atrevida mano.
.- ¿Que haces? ¡Sigue limpiando! -Le ordeno mientras seguía acariciándose.
Pedro, que seguía con el pie calzado de Anabel acariciando sus pelotas y claramente excitado, siguió limpiando el suelo sin perderse un detalle de los suspiros y movimientos de su novia.
Al poco rato había dejado el suelo brillante, mientras su polla seguía hinchada en sus calzoncillos, así que con una mano la libero para poder pajearse siguiendo a cuatro patas mirando como se masturbaba Anabel.
Esta al ver las maniobras de su novio apretó con fuerza su pie contra su dura polla;
-¡Quieto! Acércate. –
Pedro gateando se acerco, mientras Anabel colocaba la cabeza de este entre sus piernas;
-Vamos ¡come! –Ordeno sin necesidad Anabel.
Pedro con una excitación al límite empezó a lamer, sorber y comer como un poseso el coño de Anabel que estaba goteando con sus propios jugos, mientras esta al ritmo de las envestidas apretaba con más fuerza con su pie la polla de Pedro. Empezaron entonces los dos en un frenético ritmo, los jadeos de Anabel eran cada vez más intensos mientras agarraba con fuerza la cabeza de Pedro y este debido a la presión en su polla se movía culeando para frotarla más en el pie de Anabel.
.-Más, ¡más fuerte! –Grito Anabel descargando su látigo en las nalgas en pompa de Pedro, mientras movía convulsionadamente sus caderas en la boca de este. -¡Mas! mas... –Siguió gritando entre latigazos hasta que un tremendo orgasmo la inundó por completo casi hasta perder el sentido y en ese preciso instante presa de la excitación Pedro se corrió con el simple roce del pie en su sexo, manchando los zapatos de Anabel.
Agotados se quedaron de esa manera, ella sentada y el con la cabeza en su regazo y aun arrodillado y dolorido en su espalda y nalgas a causa de los latigazos.
Pedro, con el paño, limpio eficientemente el zapato de Anabel mientras la miraba y ella le sonreía cómplice.
.-Muy bien "perrito", me ha encantado, así que lo repetiremos mas veces. –Susurraba Anabel claramente satisfecha.
Al poco rato se vistieron y acabaron de limpiar lo poco que quedaba en la casa. Avia sido una experiencia excitante aunque no se imaginaban como iba a ser el día siguiente con la llegada de la nueva vecina, la hija del sargento.