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La hija del sargento (2)

Relato enviado por : elmorrocho el 13/10/2009. Lecturas: 3523

etiquetas relato La hija del sargento (2)   Dominacion   sumisa   latigazos   vecinas .
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Resumen
Sara (la hija del sargento) sale del internado de monjas para dirigirse a su nuevo hogar.. lo que no sospecha es que su vecina ya tiene planes para ella...


Relato
Que sensación mas extraña, ni siquiera he llorado ante la noticia. Me siento triste y furiosa a la vez, con un vacío en mi interior. Quizá todos estos años en el internado han endurecido mis emociones de tal modo que soy incapaz de llorar la muerte de mi padre.

¿Y ahora? quizá esta pregunta sea la causa de mi inquietud, ¿que va a ser de mi ahora?

Hace apenas unas horas me han informado de los acontecimientos; la madre Helena, directora del internado, no podía ocultar su tristeza y casi se quiebra su voz al despedirse de mi. Apenas he cumplido los 20 años y casi no se nada de la vida fuera de este internado.

En su testamento, mi padre, me deja la casa en la que viví de pequeña, la casa donde murió mi madre hace ya mas de 10 años, la casa donde hace dos días mi padre dio su ultimo suspiro.

Todos estos pensamientos y emociones me abruman, y mi mente divaga mientras miro desde el asiento trasero del taxi en el que estoy, que como en una pantalla de TV me muestra todo un mundo casi desconocido para mi.

Ya no recordaba como era; la gente corriendo en las calles a causa de la lluvia, niños saltando en charcos ocasionales, escaparates de multitud de tiendas mostrando un sinfín de productos desconocidos... De pronto me doy cuenta de la mirada del taxista por el retrovisor, así que bajo mi mirada y a mi mente afloran las palabras de la madre Helena.-"Cuídate de los hombres, hija mía, son mezquinos y malvados, en ellos esta el demonio y por ellos existen las guerras y males de este mundo".

Pero quizá solo miraba si venia alguien por detrás, así que vuelvo a mirar el retrovisor, y me encuentro de nuevo con esos ojos que hacen un guiño. Así que aparto mi mirada rápidamente sin poder evitar sonrojarme.

.- Muy bien señorita, ya hemos llegado. Son 30 euros.

¡Dios mío! ¡No tengo nada de dinero! Nunca lo he necesitado en el internado, y con la rapidez de los acontecimientos y noticias no pensé en ello.

.-Perdóneme señor, olvide coger dinero.- Digo casi en un murmuro mientras mi cabeza sigue mirando hacia abajo.

.- ¿Es que no te han educado las monjas en el internado? ¿En que mundo vives? ¡Aquí todo cuesta dinero!... Aunque se me ocurre un modo de solucionar tu deuda.- Sentencia en un tono extraño.

Levanto mi mirada desconcertada por estas palabras y encuentro en el retrovisor una mirada fija, sucia, lujuriosa incluso.

.- ¿Porque no te sientas aquí delante conmigo?- Dice el taxista exhibiendo una sonrisa llena de sarro. .- Vamos, ¡ven!

No se que hacer me quedo inmovilizada.

.- ¡Vamos zorra! o quieres que llame a un policía. ¡Me debes 30 euros!-

Bajo llorando del coche para ir a la parte delantera y la lluvia ahora ya torrencial oculta mis lagrimas mientras moja mi ropa cuando en mi torpeza tropiezo con alguien que me sujeta por los hombros, mis llorosos ojos y mi vergüenza impiden que vea quien es.

.-Oye, ¿que te pasa? ¡Tú debes ser la hija del viejo sargento! ¿No es así?- Dice una calida voz femenina.

Al levantar mi mirada encuentro el rostro de un hermosa mujer, es algo mas alta que yo, y su negro paraguas me cobija parcialmente del torrente de agua. Tiene el pelo negro y ondulado que cae por sus hombros, ojos del mismo color con una mirada intensa pero reconfortante, y unos labios perfectamente perfilados, unos labios que hacen que vuelva a bajar mi mirada al suelo.

.- ¡Oye! ¿Donde te crees que vas?- Sigue gritando el taxista.

.- ¿Que ocurre?- Pregunta tajante esa misteriosa mujer dirigiendo una mirada fulminante al conductor.

.- ¡Me debe 30 euros!- acierta a balbucear el taxista.

Entonces saca un billetero negro de su bolso dándole al taxista los 30 euros.

Este los coge refunfuñando y arranca el auto desapareciendo entre el trafico.

.-Hola soy Anabel, tu nueva vecina.- se presenta la mujer.

Mis lágrimas aun recorren mis mejillas y no me atrevo a levantar la cabeza, mi mirada se pierde en sus pies calzados en unas preciosas botas de tacón alto.

.-Gra-gracias, soy Sara. – consigo articular.

.-Vaya, ¡estas temblando!- dice Anabel.-Anda ven.

La sigo sin levantar siquiera la cabeza, me siento avergonzada, desconcertada y algo turbada ante su presencia.

Entramos en el portal de mi vieja casa, y me guía hasta el ascensor donde entramos en silencio. Ella aprieta el 3.

.-Y bien Sara, ¿que ha ocurrido con el taxista? ¡Estas llorando!-

Entre sollozos y tartamudeos consigo explicar mi situación a mi salvadora, le cuento mi espanto y poca experiencia para tratar con hombres y el pánico que se apodero de mí cuando el taxista me decía que se iba a cobrar los 30 euros "de alguna otra manera".

.- ¿Y que ibas a hacer cuando hemos tropezado?- pregunta Anabel intrigada.

.-No lo se, tenia miedo, me ordenaba que me sentase delante con el y es lo he iba a hacer. No se como agradecerte el haberme salvado, supongo que mi padre tendrá algo de dinero en casa aún no he ido al banco así que ahora te daré los 30 E.- Digo todo esto a toda velocidad, intentando sin éxito ocultar mi nerviosismo.

Cuando llegamos a la puerta de mi casa Anabel saca unas llaves del bolsillo y abre la puerta quedándose apoyada en el marco.

.-Estas llaves son de la mujer de la limpieza que tenia tu padre (comenta Anabel), se auto despidió así que me ofrecí para limpiar y dejarla lista para ti.-

Una agradable sensación de cosquilleo invade mi estomago al oír estas palabras, me siento alagada y consigo volver a mirar a Anabel intentando dibujar una sonrisa en mi rostro.

.-Anda pasa, ¡no te quedes ahí parada!- Exclama Anabel sonriendo también pero sin moverse del marco de la puerta.

Entro sin rechistar sin poder evitar oler el exquisito perfume de Anabel y ella entra detrás de mí cerrando la puerta a nuestro paso.

La casa esta tal i como la recordaba, muebles viejos, algo rústicos, de madera; un olor familiar inunda mi olfato, es el olor de mi infancia.

.-Vamos, estas empapada por la lluvia, tienes que cambiarte esa ropa.- Dice Anabel mientras abre la puerta de una de las habitaciones.

Me dirijo hasta esa habitación, era la de mis padres. Un torrente de recuerdos acuden a mí.

.-Ponte esto.- Alargando un brazo Anabel le da unas prendas.

Las cojo casi automáticamente y me quedo sin saber que hacer, Anabel sigue ahí plantada mirándome.

La verdad es que dudo aun unos segundos, aunque estoy acostumbrada a cambiarme frente a otras chicas en el internado así que empiezo a desnudarme.

Anabel no pierde detalle de mis movimientos, y vuelvo a tener esa sensación de cosquilleo en mi estomago. Al quitarme la falda no puedo evitar sonrojarme dándome la vuelta.

.-Tienes un cuerpo muy hermoso.- Declara Anabel mirando su redondo y perfecto trasero.-No debes tener vergüenza.

La verdad es que si la tengo, como cuando me hacia desnudar la "madre Helena" para mi examen corporal, con ella también tenia esa clase de vergüenza.

Noto una mano en mi hombro que hace darme la vuelta de nuevo, mi mirada se dirige al suelo mientras la sangre colorea mis mejillas.

Anabel pasa la mano por el hombro hasta mis brazos en una suave caricia para luego posarla sobre uno de mis pechos al desnudo, lo aprieta primero suave pero luego empieza a ejercer mas presión mientras las dos permanecemos en silencio.

.- ¿vas... vas a examinarme?- Pregunto balbuceando.

.- ¿Examinarte?- Anabel me mira extrañada.

.-La "madre Helena" me examinaba cada sábado en el internado....-Consigo expresar claramente nerviosa, ¡Dios debo parecerle una estúpida!

Anabel pronto se da cuenta de la situación, mira a su nueva amiga con un brillo en sus ojos, es realmente hermosa. Tiene el pelo liso y rubio al igual que las fotos que vio de su madre y su cara parece el de una chiquilla asustada que su cuerpo desmiente.

Los pechos ahora sin nada que los esconda son algo mas pequeños que los suyos, redondos y firmes desafiando la gravedad. Sin mediar palabra pasa su mano desde los pechos hasta su plano vientre y empieza a deslizarla hacia abajo con suavidad al tiempo que acerca su cara a las mejillas sonrosadas de la joven Sara.

.-No te muevas.-Susurra Anabel a escasos milímetros de mi oreja y puedo percibir el dulce aroma de su perfume, y noto su mano calida en mi vientre deslizándose lentamente. Estoy confundida, tengo deseos de besar-la, siempre he tenido fantasías de besar a "madre Helena" pero ahora con Anabel el deseo es mucho mayor.

Anabel sin apartarse ni un milímetro sigue deslizando su mano hasta posarse en el vello púbico de Sara por debajo de sus bragas. ¡Tiene mucho pelo!, piensa Anabel, seguro que nunca se lo ha cortado ni depilado Así que cierra su mano sobre el amarrándolo fuerte.

Noto como me tira de mis pelos ahí abajo, me excita, me siento totalmente a su merced y no me atrevo a mover un músculo.

Los labios de Anabel se posan en mi boca entreabierta en un calido y húmedo beso que hace que flaqueen mis piernas; desliza su boca hasta mi cuello y me susurra de nuevo .-No te muevas.- Mientras tira de mi bello púbico de nuevo, esta vez mas fuerte.

Noto como mi sexo se humedece rápidamente, y por mi mente pasan mil ideas. No entiendo que esta pasando, simplemente se que estoy muy excitada y mas desde el beso de Anabel, tan excitada que no me atrevo a preguntar... no me atrevo a moverme.

(continua...)

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Si te ha gustado La hija del sargento (2) vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar La hija del sargento (2). elmorrocho te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:31) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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