Un cuarto oscuro cubierto de rojo. Un ambiente minimalista se abre camino a los invitados: la cama cubierta de un edredón de satín negro y una silla roja. Cuatro paredes y una pareja con la imaginación a flor de piel. Se besan furtivamente, se palpan, se lamen, se muerden, se tocan. Los espejos de cada rincón los observan y alguien más...
Él percibe que alguien lo espía, pero continúa. Es su oportunidad de sexo casual y no la desperdiciará. Nunca más verá a esa chica. Una aventura. Una pasión pasajera que desborda la piel blanca y dulce de esa joven desconocida. Sí, rubia. Era su primer encuentro con una mujer tan blanca, tan suave. Sus ojos azules no parecían percatarse de lo que le esperaba a su piel de porcelana.
Y pensar que sólo quería un café. Aburrido en su casa, salió a caminar y se percató de este pintoresco lugar. Se sentó y ordenó sin ver quién le servía. Ensimismado en sus pensamientos, pronto percibió que alguien lo observaba. Quizás alucinaciones suyas, tal vez se estaba acostumbrado a la soledad.
Pronto lo único que pudo sentir fue el calor en su pierna. La mesera había derramado el café y con suaves movimientos comenzó a limpiarlo. Sin fijarse exactamente de lo que sucedía, él observa a su torpe servicio: una rubia.
Sus largas piernas se acentuaban gracias a los tacones altos y negros que usaba. Un escote pronunciado daba paso a lo que él temía. No llevaba brassiere y si eso era así, tampoco nada debajo de esa diminuta falda.
Ella pide disculpas y apresuradamente vuelve con otro café. "Este café es por la casa joven, disculpe las molestias". Su voz parecía densa mientras él sólo encendía un cigarrillo. No le dio importancia, su casa solo quedaba a unas cuadras del lugar.
El joven sonríe mientras ella asentía con su cabeza. Definitivamente una mujer hermosa, pensó. Sus muslos parecían agotados por el trajín del empleo, pero aún parecían suaves al tacto, como el roce de sus manos. Sus labios rojos eran una explícita invitación al placer. Él esperó que cerraran y la abordó en la salida. Le invitó una copa y ella aceptó. No parecía alguien en quien desconfiar, así que fueron a su casa.
Cuatro paredes rojas y una cama con sábanas negras. Eso fue lo que ella observó mientras él no dejaba de quitarse esa sensación de que alguien lo observaba...
La chica parece jugar con la copa y él muestra un interés obvio. Charlan de todo: de la inseguridad (mientras él no para de mirar sus piernas), los vicios (mientras ella da una última bocanada a su cigarrillo).
Él quiere dar un paso más, así que se acerca al sofá. Ella cruza las piernas y con un sutil movimiento le muestra que no lleva ropa interior debajo de su minúscula falda. Separa las piernas y hace gala de su torpeza como mesonera: derrama la copa sobre él. El joven sólo se pregunta cómo alguien puede hacerlo dos veces.
Pide disculpas y él pronto se deshace de su camisa. Las copas le venían bien, estaban desinhibidos. Ella se incorpora rápidamente y toca su pecho. Quizás ya había bebido de más, pero continuaría.
¿Sexo casual? Ninguno de los dos había hecho algo así antes, pero siempre hay una primera vez. Las largas piernas de esta rubia recorren la cintura del joven, mientras sus brazos logran sostener su peso. La apoya contra la pared y la besa desesperadamente.
Sus labios comprueban que efectivamente debajo de aquella camisa blanca, no hay brassiere, sino sus senos que ejecutan ese movimiento abrupto que sólo ocurre cuando una mujer se excita. Se comprimen y los pezones dejan ver que su cuerpo pide más.
La joven camina hacia el cuarto carmesí. Él la sigue, pero antes algo lo hace voltear. Percibe que alguien lo observa, pero eso es lo de menos. No puede dejar pasar esta oportunidad, quizás sea la única.
Ella abre sus piernas como una bailarina y hunde la cabeza del joven en su sexo. Sus tacones parecen abrir un hueco en el edredón. El placer que experimenta la hace enloquecer y liberar gemidos y contorneos de su cuerpo. Siente que los dedos de sus manos se entumecen.
La toma fuertemente y la voltea, quiere halar sus rizos de oro. Su espalda era suave, como él esperaba hasta el espacio más recóndito de su piel emana esa sensación dúctil. Ella sólo podía gemir, mientras la piel morena del chico rozaba su espalda, sus nalgas y ese camino que sólo lleva al placer. La chica abre un poco sus extremidades para que él pueda tocarla. Los dedos del joven inician un movimiento preciso. Parece que conoce este cuerpo más que el suyo. Cada sitio que roza provoca un gemido mucho más fuerte.
Sus ojos están cerrados y sumidos en la delicia que le causa mojar sus dedos en esta dulce rubia. Pero no están solos. Al abrir los ojos se percata de su presencia.
Una silla es lo único que cubre su cuerpo. Sus ojos están clavados en él. Ella sonríe y con un gesto de sus dedos junto a sus labios, le pide que guarde silencio. "Prosigue", parece que ordena. Es una mujer de piel tostada, cabellos largos y lisos que cubren sus senos y rasgos exóticos.
Él sonríe pícaramente. Es un juego y está dispuesto a participar. La rubia es hermosa, pero los oscuros ojos de esa piel canela lo abruman. Sus senos grandes y erectos, sus piernas bronceadas y fuertes. Su vientre plano y su sexo... húmedo.
Él continúa su faena y penetra a la rubia mientras templa su cabello con fuerza para que se entere de quién los observa. En cada vaivén el joven observa la exótica belleza de la intrusa. Su penetración se hace más fuerte y agresiva mientras no para de mirarla. Logra atisbar como su entrepierna se moja del jugo que su sexo emana. Él la desea, la quiere para él y en el cuarto carmesí sólo se escuchan los gemidos de la rubia.
Él pierde el control y finalmente su líquido corre sobre esa dulce piel blanca y se deja caer sobre ella sin dejar de observar a la intrusa. Se acerca ciertamente con alguna intención a la morena que aún continúa tocándose y lame sus dedos... quiere sentirla. Al final de cuentas, es su mujer.
Como mi marido va creando situaciones en las que me convierte en exhibisionista, llegando al grado, no se si planeado o no, llegar a un extremo en que permito que varios de sus amigos me posean, por todas partes de mi cuerpo.
Relato erótico enviado por Anonymous el 22 de January de 2014 a las 21:38:59 - Relato porno leído 223221 veces