Ana poco a poco dejó de acompañar mis decisiones para tomar un rol dominante, decidió dejar su trabajo, porque necesitaba más tiempo para ella, le dieron unos pesos como gratificación y me dijo que también había decidido agrandar sus pechos y terminar con ese complejo que tan mal la tenía
Relato
LA JAULA
Todo empezó por casualidad, mientras esperaba en el consultorio del dentista a que e mismo me atendiera, había tomado una vieja revista al azar para matar el tiempo, leí algunos artículos de coches, otros de política y me detuve en una nota de desviaciones sexuales, en ese momento me causó gracia, pero también cierta curiosidad.
Con la mayor de las reservas, corté la hoja, la plegué y la dejé en el bolsillo de mi camisa, para releerla con tiempo, lugar en que quedaría olvidado.
Una semana después, al regresar del trabajo, Ana, mi esposa estaba sentada al borde de la cama leyendo atentamente la nota, ella solía revisar los bolsillos de mis prendas antes de ponerlas a lavar porque yo siempre olvidaba todo en ellos y fue así que dio con ella, al igual que yo, en ese momento sonrió sin darle mucha importancia.
Pero esa tonta nota sería solo el fósforo que desataría el incendio, porque eso estaba en ella, y también estaba en mí, solo teníamos que descubrirlo.
Yo tenía treinta y seis, ella veintinueve, yo trabajaba en una gran ferretería industrial del barrio, ella era cajera en un supermercado.
Ana empezó a interesarse en el tema, primero a escondidas, luego abiertamente, me hizo partícipe de sus deseos y poco a poco me arrastró con ellos.
Las cosas empezaron a cambiar, su círculo de amigas, sus pensamientos, sus reacciones, su temperamento y por qué no decirlo, nuestros encuentros íntimos.
Ana era una mujer que no destacaba de la media por su belleza, de cabellos castaños claro entre lacios y enrulados, gruesas cejas, ojos café y pómulos saltones, tez blanca y labios delgados, mediana estatura, tirando a baja, proporciones un tanto justas, diminutos pechos que causaban en ella un profundo complejo, escueta cintura y prominentes caderas, de piernas cortas y bastante morrudas.
De vestir normal, jeans, zapatillas, remeras holgadas, no era de usar muchas alhajas, menos maquillaje.
Pero eso cambiaría, todo cambiaría…
Todo cambio lleva su tiempo, pero como cambiaron las cosas…
Ana poco a poco dejó de acompañar mis decisiones para tomar un rol dominante, decidió dejar su trabajo, porque necesitaba más tiempo para ella, le dieron unos pesos como gratificación y me dijo que también había decidido agrandar sus pechos y terminar con ese complejo que tan mal la tenía.
El tema de los implantes era demasiado costoso, así que juntó esos billetes que le habían dado con los ahorros que yo estaba haciendo por mi cuenta para comprar un coche nuevo, y ahí se fueron mis proyectos.
Su nueva figura cambió su autoestima, como que contribuyó al cambio y para ser justos, me encantaron las nuevas y enormes tetas de mi esposa.
Y siguieron los cambios, y aclaro, para mí fue todo placentero, yo fui parte de todo, de una nueva forma de vida.
Empezó a ir al gimnasio y se puso en forma, bajó varios kilos de más que tenía, nueva forma de vida, su cabello pronto pasó a un rubio casi blanco, recogido casi siempre en cola de caballos, bien alta, bien de puta, sus orejas luciendo largos pendientes, joyas, maquillaje, llegó la lencería diminuta, mini faldas, calzas, tacos altos, mi esposa pasó de verse como una chica de barrio a un puta barata dispuesta a coger con todos, su cambio fue comentario de la chusma, y eso me volvió loco de placer.
Ella me arrinconó, me empezó a mencionar que su concha era lo más importante, y ya no sería gratis para mí, solo sería una recompensa por ser un chico bueno, así que si quería cogerla, pues tenía que ganarlo, empecé a trocar quehaceres por sexo, quería coger? A lavar los patos, quería coger? A hacer la cama, quería coger? A fregar el baño…
Ana ponía la vara cada vez más alta, les juro que me moría de placer, la humillación a la que me sometía era constante e iba en aumento.
Ella dejó de llamarme por mi nombre, Nery, en cambio empezó a llamarme ‘Nerea’, en tono femenino, se compró una verga de juguete, enorme y poco a poco dejamos de tener sexo, loco no? Ana prefirió empezar a masturbarse con esa enorme verga, y que yo solo la mirara, empezó a decirme mientras lo hacía que ‘eso’ era un buen tamaño para satisfacerla, y no la ‘cosita insignificante’ que yo tenía entre las piernas.
Solo podía masturbarme una vez que ella terminaba…
Y pasó lo que sabía que iba a pasar, un cornudo consiente, bastó que ella tomara la decisión de cruzar la raya una vez para que no hubiera retorno, empezó a coger con uno, con otro, a salir de fiestas, y me lo decía en la cara, ‘esta noche iré a coger con…’
Y si era buen chico, cuando volvía me contaba lo que había sucedido, pero siempre palabras, nunca me dejaba ver, así que yo solo fantaseaba en base a lo que me contaba…
Pronto mi nombre también estuvo en boca de todos, el cornudo del barrio, Ana se había acostado con vecinos, con amigos suyos, amigos míos, y hasta mis propios compañeros de trabajo…
Era un tanto cómico, a mis espaldas murmuraban lo puta que era mi esposa, como se la habían cogido, cuanto le gustaba la verga y en mi presencia podía notar cuanta lástima sentían por mí, pero ellos que podían saber? El único que no podía cogerse a mi esposa era yo…
Fue curiosa la forma en que me contó cuando perdió la virginidad anal con uno de mis amigos, también me dejó en claro en ese momento que yo nunca metería mi pequeño pene en su culo, que ella ya quería hombre de verdad, que la cogieran toda, apenas si me permitió masturbarme…
Ana, que entre paréntesis, ya la llamaba Ama, con M, daría un nuevo paso.
Una mañana apareció con un obsequio, era una jaula para penes, algo yo ya sabía del tema pero no había imaginado que tendría el orgullo de poseer una!
Me leyó algunas instrucciones, entre tantas advertía que el uso prolongado podía producir achicamiento del tamaño del pene, incluso algunas atrofias que hicieran imposibles futuras erecciones, eso me enloqueció…
Ella me la colocó, mi pene quedo casi comprimido en ese lugar, era de silicona, me lo encerró, me entregó la llave y dijo:
Por un tiempo tendrás la llave, hasta que te acostumbres, pero cuando sea parte de tu cuerpo, me la entregarás, yo será la dueña…
Fue una sabia decisión, hacerla parte de mi cuerpo… tuve que acostumbrarme a ella, los intentos de erecciones se me hacían insoportables, incontrolables, especialmente al amanecer. Los roces con la silicona me causaron algunas lastimaduras, ardores, y demás problemas.
Algo importantísimo, tuve que aprender a orinar sentado, sentir lo que siente una mujer, la necesidad de encontrar un inodoro donde sea, nunca más un mingitorio en un lugar público, fue tan excitante todo este proceso, me sentí tan humillado, exquisitas erecciones que nunca sucederían…
Y así llegamos a este presente, donde vivo en excitante y completa sumisión, les narraré lo que sucedió el fin de semana pasado
Empezamos por el viernes, Ana me había dicho que el día siguiente quería coger con dos negros pijudos, bueno, parte de mis nuevos trabajos es buscarle tipos con pija grande para que se la cojan, cuanto más grande mejor, mas me recompensa ella luego, así que los contacto, les comento, pago los servicios y me aseguro que ella quede bien satisfecha.
Luego fui a una casa de lencería de la zona, compré conjunto blanco de ropa interior muy sensual, con mezclas de calados y tules, seguramente le quedaría muy bonito!
Ya el sábado estaba en efervescencia, excitado con lo que pasaría, al atardecer, antes de bañarse, le depilé le sexo, casi por completo, dejando solo un pequeño rectangulito sobre su clítoris, bien cortado al ras, le gustaba lucirlo así.
Mientras tomaba un baño yo preparé la cena, me llamó para que pusiera sobre su piel el conjunto que le había comprado, abroché el sostén por la espalda, subí la tanga acomodándola entre sus cachetes, estaba hermosa!
Cenamos, luego fuimos al cuarto, la ayudé a vestirse, una corta falda ajustada y un grueso cinturón que resaltaba sus caderas y afinaba su cintura respectivamente, un corto top ajustado, por el cual parecían estallar sus tetas siliconadas.
Solo me quedaba extasiado observándola…
Se peinó como puta, se pintó como puta, que hermosa estaba!!! solo faltaba algo, ella tenía un plug anal de grandes dimensiones, hizo que se lo metiera en el culo antes de salir, me dijo que tendía sexo anal, y que quería estar preparada para ese momento, me dijo que la esperara despierto, que limpiara todos los utensilios de la cena, y muerto de excitación esperé a que pasaran a buscarla.
Se fue revoleando el culo con ese objeto metido en él. Me quede en soledad, puse algunos videos porno de dominación, de tipos corrompidos por amas perversas, al tiempo iba limpiando todo según me habían ordenado, miraba las agujas del reloj de pared esperando su regreso, diablos!
Fui a orinar, otra vez sentado, hacía casi treinta días que mi diminuto pene estaba en la jaula, pero sentí un cosquilleo y excitación irrefrenable, Ana fue prolongando los tiempos de cautiverio y solo me liberaba apenas para higienizarme de tanto en tanto, ella tenía la lleve en su cuello, como un collar, siempre perdida entre sus tetas, tetas que solo podía mirar, no mucho más…
Llegó bastante tarde, había limpiado todo según me había ordenado, ella hizo una inspección ocular de todo y algunas recriminaciones puesto que había cosas que no estaban en su lugar, luego fuimos al comedor, me pidió que me desnudara y me sentara en el piso, así lo hice, me acarició el cabello como sui fuera su mascota, dijo
Lindo chico…
Luego acarició mi sexo, lo diminuto que quedaba, la pequeña jaula que aprisionaba mi pene, se sentó sobre una de las sillas y exclamó con una mueca de dolor
Puta madre! Me dejaron el culo a la miseria!
Se acomodó con más cuidado, abrió la cartera y sacó el enorme plug anal, lo lubricó bien y me hizo saber que era para mí y a pesar que no era la primera vez, siempre me costaba, lo apoyó en mi esfínter y empujó, empezó a dilatarse, dolió, me quejé y me dio una nalgada reprobándome
No seas puta Nerea!
Apreté los labios luego del reclamo, no quería molestarla nuevamente, sentí que mi culo se abría todo hasta pasar el mayor grosor y luego cerrarse para comprimirlo, apenas la base quedaba afuera.
Y yo no puedo expresar en palabras el infinito placer que sentía!
Cuando estaba arrodillado rendido a sus pies, desnudo, con la jaula y el dildo en mi culo, ella levantó un poco la pollera, se sacó la tanga blanca que le había comprado y la tiró al piso, me ordenó que empezara a chuparla…
Me incliné, la olí, pasé la lengua, estaba llena de sus jugos mezclada con leche caliente de los tipos que se la habían cogido.
Muerto de excitación escuché sus palabras, lo que había disfrutado esas dos vergas enormes que le había conseguido, porque esos eran hombres de verdad, ellos si podían llenarla y satisfacerla, ella no se fijaba en la ‘insignificancia’ que Nerea podía ofrecerle.
Ana me confesó cuan grandes y gruesas eran, que la habían tratado como puta y la habían cogido como puta, cuanto le había gustado chupar esas pijas, como se la habían enterrado hasta romperle el útero y como se la dieron par el culo dejándoselo todo abierto, por cierto, volvió a recordarme que su culo nunca sería mío, que sería de cada tipo con el que tuviera sexo, pero nunca sería mío
Aun saboreaba los jugos de su tanga, ella se acomodó mejor y abrió las piernas, me dijo que estaba sucia, y que quería que la limpiase, fui obediente, a su sexo que había depilado horas atrás, el hedor era nauseabundo, sus piernas estaban chorreadas de jugos, pasé la lengua, el sabor a semen era inconfundible, solo chupé y chupé el espeso líquido blanco que chorreaba de su concha y se su culo, abierto como puta pornográfica, tragado todo y limpiando su sexo, como un buen sumiso, ella me llevó sobre su clítoris, al tiempo que me llenaba los oídos reviviendo lo que había hecho con esos tipos pijudos, como la habían hecho gozar esas vergas!
Mi diminuto pene contenido en la pequeña jaula no soportó más, después de un mes en cautiverio, viviendo solo en continua excitación, sucedió lo que tenía que suceder, mientras Ana tenía un enorme orgasmo en mi boca reviviendo todo lo ocurrido horas antes, por mi lado sentí salir leche de mi pequeño, fue grandioso! Indescriptible… solo sentir el placer de liberar tensiones contenidas tanto tiempo…
Cuando Ana se calmó, miró el piso y notó lo que había pasado, me ordenó entonces que limpiara todo con mi lengua.
Giré, le hice caso y empecé a beber mi propio semen, ella solo se distrajo metiendo y sacando una y otra vez el dildo de mi adolorido trasero.
Cuando todo acabó, tomó la llave del collar y sacó la jaula, me sentí extraño, como que faltara una parte de mi cuerpo, me mandó a lavarme, mi pene estaba retraído, pequeño, como el de un niño, insensible… pero estaba a disgusto, algo faltaba…
Fui al cuarto, ella me esperaba en la cama, le rogué que me devolviera mi jaula, ella disfrutó mi súplica y al final volvió a encerrar mi pájaro, me pidió que la abrazara…
Antes de dormirnos, me dijo que era un buen chico, que estaba progresando rápidamente! que estaba dispuesta a nuevas experiencias, que tenía nuevos planes, que en breve haríamos una fiesta en casa, invitaría a cinco o seis de sus amigos, los de vergas más grandes, algunos hasta treinta centímetros…
Y si me portaba bien seguramente me dejaría mirar, se haría coger hasta que la llenen de leche así yo podía limpiarla nuevamente, uno a uno, y tal vez, tal vez, como acto supremo, me haría chupar y comerme por el culo una de esas vergas enormes y de verdaderos hombres que ella se come, machos de verdad.
Acá termina mi historia, tal vez pienses que estoy loco, pero solo te diré
Si eres mujer… no has fantaseado alguna vez en sentir el poder en tu sangre y tener un hombre a tus pies?
Si eres hombre… si en algún punto del relato, tuviste cosquilla entre las piernas, tal vez no seamos tan diferentes…
Si te gustó esta historia y eres mayor de edad puedes escribirme con título ‘LA JAULA’ a dulces.placeres@live.com