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Le soy infiel a mi esposo, frente a él, y él aun no se entera.

Relato enviado por : narrador el 10/03/2014. Lecturas: 39786

etiquetas relato Le soy infiel a mi esposo, frente a él, y él aun no se entera.   Medicos y enfermeras .
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Resumen

No es que yo sea una loca cualquiera, pero desde que Andrés, mi esposo comenzó a dar muestras de que tiene la condición de demencia por infarto cerebro bascular múltiple, al principio pensamos que se trataba de Alzheimer. Pero poco a poco se fue deteriorando tanto, que el pobre ignora todo lo que sucede a su alrededor.



Relato

 

Claro que al principio, mis hijas y yo nos avocamos a tratar de curarle, llevándolo a cuanto medico nos decían, hasta que un día que al parecer tuvo un severo ataque, lo llevé a su neurólogo, estando Andrés y yo en su consultorio, se me quedó viendo y de manera bien profesional me preguntó, cuando había sido la última vez que mi marido y  yo habíamos tenido sexo. Andrés como que no se dio por enterado de la pregunta, mientras que yo haciendo algo de memoria le dije que ya cerca de más de un año, que mi marido no me tocaba.

En ese instante, el Doctor se me acercó a mí, diciéndome. Lo que voy hacer es para que usted se dé cuenta de la real condición de su marido, así que por favor coopere. Ante esas palabras no me quedó nada más que decirle que si, de inmediato el Doctor me agarró de la mano, y pidiéndome que me pusiera de pie, me condujo hasta la camilla en la que realiza los exámenes, diciéndome. Sé que lo que le voy a pedir, le sonará muy fuera de lugar, pero vuelvo y le repito, es para que usted se dé cuenta de la real condición de su esposo.

Yo asentí nuevamente de manera afirmativa, y de inmediato el Doctor me dijo en un tono de voz más relajado, Judith quítese toda la ropa, y acuéstese sobre la camilla. De seguro vio algo de desaprobación en mi rostro, porque de inmediato me volvió a decir, necesito toda su cooperación. Yo aun sintiéndome algo incomoda, abochornada, y muy avergonzada, comencé a quitarme el vestido frente al Doctor y Andrés que se encontraba sentado a su lado.

No bien quedé en pantis y sostén, el Doctor me dijo, en un tono bien condescendiente, todo por favor. Por lo que yo diciéndome a mí misma, bueno, él es Doctor, y por lo visto a Andrés no le molesta que lo haga. Así que acto seguido tras quitarme las pantis y el sostén quedé completamente desnuda. Fue cuando el Doctor me indicó que me subiera a la camilla, y apenas lo hice, él agarrando suavemente mis piernas, las colocó en esas cosas que llaman estribos, igualitas a la que uso en el consultorio de mi ginecóloga cuando iba hacerme los exámenes.

De inmediato el Doctor tomó a mi esposo por el brazo, y tras preguntarle su nombre, Andrés se lo dijo. Pero al mismo tiempo lo colocó frente a mí, que me encontraba con mis piernas bien abiertas, y le dijo. Andrés no te provoca tocarle el coño a tu mujer, y al tiempo que fue diciendo eso, comencé a sentir una de las manos del Doctor, acariciando de manera completamente desvergonzada, todo mi desnudo coño. Yo esperaba que Andrés reaccionase, o por lo menos que estirase la mano, o que le dijera algo al Doctor, pero se quedó como si nada. Pero el Doctor sin dejar de tocar y acariciar profusamente todo mi coño, continuó diciéndole. Vamos Andrés que no te de vergüenza, Judith está esperando sentir tus dedos dentro de su vagina. Pero Andrés nada de nada. Yo no lo podía creer, con lo celoso que era mi marido, ahora parecía estar en otro mundo.

El Doctor dirigiéndose a mí, y sin sacar su mano de mi vulva, me dijo. Judith te das cuenta del estado de Andrés, y sin dejar de acariciar mi coño, continuó diciéndome. Ahora mismo tú y yo podemos hacer lo que nos venga en gana, que Andrés no va a reaccionar. Yo la verdad, quedé impactada por lo que el Doctor me había demostrado, pero al mismo tiempo, hacía tanto y tanto tiempo que no sentía que un hombre me tocase, que con toda la intención dejé escapar un profundo gemido. Al tiempo que le dije al Doctor. Si ya me doy cuenta, de que usted también puede hacerme el favor de quitarse la ropa. Y al tiempo que dije eso, agarré con mi mano, la mano que él tenía bien introducida dentro de mi coño.

El Doctor se sonrió, como quien es cómplice de una broma, y sin sacar su mano de mi coño, hábilmente con la otra mano, no tan solo se soltó los pantalones, sino que ante mí se bajó los interiores. Así que mientras Andrés parecía no estar presente, el Doctor apenas pudo se montó sobre la camilla de exámenes y me penetró divinamente. Yo comencé a disfrutar como loca, pero de momento al ver el rostro de Andrés, tan inexpresivo, no sé que me dio, que reaccioné con una mayor excitación. Así que mientras yo mantenía mis pies en los estribos de la camilla, el buen Doctor, disfrutó de mi coño, como le dio gusto y gana.

Yo estaba disfrutando de un segundo o tercer orgasmo, cuando el Doctor, sacando su parada verga de mi coño, la dirigió directamente a mi culo, que momentos antes había embadurnado de vaselina. A todas estas, el pobre de Andrés, permanecía de pie, aparentemente viéndonos, pero creo que sin vernos realmente. 

Yo no dejé de gemir, y hasta de llorar de la alegría, por el placer que sentía a medida que el Doctor además de seguir dándome por el culo, mantenía enterrada una de sus manos dentro de mi mojado coño. Yo quedé hecha una piltrafa, por suerte, Andrés fue el último paciente que el Doctor vio ese día, ya que su secretaria y la enfermera, apena entramos al consultorio, ellas se despidieron del Doctor y de nosotros. Como pude a duras penas me volví a vestir, y fue cuando el Doctor me dijo, posiblemente mañana se encuentre mejor, y ni se acuerde que vino a la consulta. Pero cada vez que le dé un ataque de esos, es como si su mente se fuera de viaje. Además se dará cuenta de que en ocasiones mantiene una conducta poco fuera de lo común, amén de que se le va ir olvidando lo poco que aun recuerda.

Yo estaba completamente descorazonada, por una parte tras escuchar las palabras del doctor, pero por otra me sentí más aliviada, al tener una muy clara idea de lo que le estaba sucediendo a mi esposo. Al llegar a casa, me reuní con mis hijas, y me toco a mí darles la mala noticia de que su padre, lejos de mejorarse empeoraría. Pero que mientras que yo pudiera hacerme cargo de él, ellas no debían preocuparse por él. Claro que no les conté, la manera en que el Doctor me hizo entender lo que le sucedía a su padre.

De inmediato mis dos hijas me dijeron que contase con ellas para pagar la enfermera, pero fue la menor la que me sugirió que mejor contratase a un enfermero, ya que con lo grande, y pesado que era su padre, sería más seguro que lo atendiese una hombre que una mujer. Así fue que contraté a José un enfermero práctico, de unos treinta y cinco años.

Los primero días en que José comenzó a estar en casa, todo sucedía con normalidad, en sus pocos momentos de lucidez Andrés ni se preocupó por la presencia del enfermero. Pero una noche, en que yo me encontraba dándome una ducha, al salir únicamente con mi bata de baño puesta, Andrés forcejeaba con José, para no acostarse. Parecía estar fuera de sí mismo, yo me puse algo nerviosa, y traté de ayudar hasta que finalmente Andrés después de que José lo inyectó, comenzó a quedarse tranquilo.

Fue en ese instante en que me di cuenta de que la bata se había abierto por completo, y que José descaradamente veía casi toda mi desnudez. Yo me quedé paralizada, es decir, pude haberme cubierto, pero no lo hice. De inmediato vi el rostro de Andrés, que me observaba, pero como si él no estuviera presente, de la misma manera en que me veía en el consultorio del doctor.    

Yo comencé a sentir una sabroso calor que recorría todo mi cuerpo, cuando José acercándoseme me dijo, de manera seductora, si quiere nos vamos a la sala, a lo que yo viendo la cara de Andrés le dije. No que va, mejor lo hacemos aquí mismo. José se me quedó viendo de manera extraña, pero descubrí que el tener sexo con otro hombre, frente a mi esposo, me excita bárbaramente.

Así que dejando caer la bata al piso, yo me agaché frente a José, al tiempo que bajaba la cremallera de su pantalón. Y sin encomendarme a nadie, extraje su viril miembro, y acto seguido me dediqué primero a lamerlo, y luego a mamárselo. Al tiempo que tirada en el piso de nuestro dormitorio, con mis piernas bien abiertas, acariciaba e introducía mis dedos dentro de mí abierto coño. José al poco rato, él mismo se fue quitando toda su ropa, y frente mi esposo, dejé que el enfermero me hiciera suya, al grado que cuando sentí su caliente miembro penetrándome, yo comencé a reír de felicidad.

Hoy en día mis hijas, me han propuesto que lleve a su padre a un hogar de ancianos, y pacientes mentales, pero eso significaría el tener que dejar que José se fuera de casa. Por lo que hasta nuevo aviso, yo continuaré cuidando a mi esposo, como debe hacerlo toda devota esposa.   

         


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Si te ha gustado Le soy infiel a mi esposo, frente a él, y él aun no se entera. vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:22) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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