Cuando Ignacio se me acercó, sonriendo, y poniéndose extremadamente zalamero. Como lo conozco, solo le pregunté. Y bien ¿cuánto perdiste?
Su respuesta fue. Algo que no puedo pagar, a menos que tú quieras ayudarme. Quizás otra lo hubiera mandado al carajo, pero desde que vivimos juntos, siempre he sabido que Ignacio es un jugador empedernido, y que gracias a eso, puedo llevar el tipo de vida que llevo, aunque hay ocasiones, como esta, en las que pierde más de lo debido, y debo ser yo la que pague la cuenta.
Relato
Así que le pedí que me explicase, que era lo que yo debía hacer. Como si realmente no lo supiera. Tartamudeando y algo nervioso, me respondió. Bueno, el tipo con quien perdí, tú lo debes recordar, fue al que vimos en el club náutico. Y de inmediato me acordé, por lo que le dije, no será aquel que me desnudaba con la mirada. Ignacio de inmediato me respondió que sí. De inmediato continuó diciéndome, él pasará por ti, después de que yo lo llame, siempre y cuando, tú estás de acuerdo. Por lo que no me quedó más que decirle. Bien llámalo, pero eso sí, que no me vaya a llevar a un hotel de mala muerte, porque de ser así, ahí mismo llamó un taxi, y a ver como tú le pagas, así que adviérteselo.
Ignacio lo llamó, y cuando le preguntó a donde me pensaba llevar, le dijo que a su propia casa. Por lo que no me preocupe por eso, así que tuve que esperar parada en la puerta de mi casa, a que fueran cerca de las once de la noche, cuando apareció a buscarme en su auto. Sin pérdida de tiempo me subí a su coche, y durante el trayecto, casi no hablamos. Hasta que llegamos a una retirada casa, fuera de la ciudad. Yo pasé de lo más confiada, segura de mi misma, esperando que me ofreciera algo de beber, antes de que me llevase a la cama. Pero de golpe sentí que me pone un pañuelo sobre mi rostro, y un fuerte olor a químicos, que en cosa de segundos, perdí el sentido. No sé cuánto tiempo pasé dormida, pero al despertarme, me encuentro con que tengo mi cabeza metida en una oscura bolsa de tela oscura, además de que estoy amordazada, amarrada, y tirada en el piso.
La verdad es que tenía un pánico tremendo, miedo a quien sabe qué. Pasó un largo rato, y no escuchaba ni sentía nada a mí alrededor, solo un olor a humedad, y un frio que me calaba hasta los huesos. Cuando de golpe, escuché que se abría una puerta, y los pesados pasos de alguien que se me acercaba. Casi de inmediato, y sin decirme nada, aquella persona, que me imaginaba que era él, me comenzó a desvestir, acariciando todo mi cuerpo, apretándome los senos, pero sin decir nada, que en realidad fue lo que me puso más nerviosa. Sin quitarme la capucha, me fue quitando todo, hasta los amarres que me mantenían sujeta.
Yo la verdad es que por lo nerviosa que me puse, hasta se me olvidó, la razón por la que me encontraba ahí. Ya estaba prácticamente desnuda, cuando me arrancó aquella bolsa que cubría mi cara. Y tras darme un fuerte empujón caí sobre una cama de madera, a la que de inmediato me volvió a sujetar, amarrándome por manos y pies, evitando así que yo fuera a moverme. En la posición en que me encontraba me sentía desvalida, y fue cuando sentí que agarrando mis caderas, y pasando una gruesa correa alrededor de mi cuello, comenzó a asfixiarme, pero al mismo tiempo y de manera brutal, me ha penetrado por mi coño, sin consideración alguna.
Por un buen rato, me continuó violando, pero de una manera tan y tan brutal, que lejos de causarme dolor, lo que yo sentía era un extraño placer, por lo que quizás de manera involuntaria, por lo menos al principio, comencé a mover mis caderas, a medida que él no dejaba de seguir penetrándome de manera brutalmente salvaje. Hasta que en cierto momento sacó su verga de mi coño, y colocándose frente a mí, me obligo a que me pusiera mamar su verga, al tiempo que de la misma forma salvaje, introducía gran parte de su mano dentro de mi coño. Yo no podía hacer nada, por evitarlo, si hasta llegué a pensar en morderlo, pero quien sabe que me podría hacer, si me hubiera atrevido hacerle eso.
Yo estaba más que asustada, por su rudo trato, por la manera en que me agarraba el rostro, y me obligaba a mamar su verga. Pero al mismo tiempo y aunque parezca cosa de una loca, me sentía extremadamente excitada, tanto que en cierto momento, alcancé un morboso orgasmo. Él no se dio por enterado, continuó agarrando mi coño, apretándolo, a medida que yo no dejaba de gemir, y de quejarme por todo lo que me estaba haciendo. Hasta que me dejó tirada, y sin decir una sola palabra se retiró, yo aún continuaba amarrada de pies y manos, pero al pasar otro largo rato, regresó.
Yo tontamente le pregunté ¿Por qué me hacía eso? Él no me respondió, solo se limitó a ir soltando los amarres, y cuando pensé que ya todo había terminado, me obligó a recostarme boca arriba sobre aquella cama, solo que mi cabeza, la puso en algo así como un cepo, el que horrorizada vi como lo cerraba sobre mis mañecas y cuello. Y aunque yo traté inútilmente de zafarme, no conforme con eso me obligó a levantar las piernas, sobre mi cuerpo para atar mis pies, haciendo que quedase con mi culo completamente desprotegido. Yo no paraba de llorar pero al mismo tiempo mi excitación era tal, que el solo roce de sus dedos sobre mi piel, hacía que todo mi cuerpo temblase de placer. Nuevamente mi obligo a mamar su verga, además que al poco rato, me volvió a enterrar toda su verga, tanto por mi coño, como por mi culo.
Yo no sabía que esperar, lo único que sabía, era que él me seguiría penetrando, como le diera la gana, y las veces que él quisiera. El estar en esa situación, aparte del miedo que sentía, sentía también tal excitación, sobre todo cuando él sin decirme nada, me penetraba, o me ponía a mamar su verga. Por mi parte, en ciertos momentos, le pedía que me diera más y más duro, a medida que no dejaba de mover, mis caderas.
La verdad es que no sé a qué hora salí de ese lugar, él me ayudó a medio vestir, me montó en su auto, y prácticamente tal como me había dejado, con todo mi cabello revuelto, mi maquillaje todo corrido, y toda mi ropa hecha un desastre, me dejó en la puerta de mi casa. Ignacio al verme se sorprendió, y me ayudó a entrar, fue cuando él reunió el valor de preguntarme que me había pasado. Yo bien molesta le fui contando a mi marido, paso a paso, todo lo que aquel salvaje me había hecho. Lo extraño de todo eso, que a medida que se lo fui diciendo, me volví a sentir sumamente excitada, tanto que en el medio de la sala, a pesar de lo agotada que me sentía, prácticamente obligué a Ignacio a que me penetrase. Después de eso, supe que la cuenta había quedado saldada, y me encontraba en mi casa de lo más tranquila, cuando como a la semana, recibí una llamada telefónica de él, diciéndome, que me alistase, que pasaría a buscarme nuevamente. Yo nada más de escucharlo, me petrifiqué. Pero eso sí, esa noche cuando me pasó a buscar, ya yo estaba lista esperándolo en la puerta de casa, sin decirle nada a Ignacio…
Todo empezó en una charla....hasta que Carla me convirtió en Un Marido Dominado, Sumiso y Cornudo
Relato erótico enviado por domo54 el 16 de January de 2009 a las 18:15:48 - Relato porno leído 88306 veces
Si te ha gustado Mi esposo perdió otra apuesta… ( CON fotos) vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
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Narrador
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 22:10) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF katebrown
(18 de October de 2022 a las 19:41) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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