Mi nombre es Alfredo, y a mis 18 años tenía la costumbre de cuando en cuando encerrarme en mí cuarto, poner un video porno, quitarme los pantalones e interiores y a medida que veía el video, me iba masturbando poco a poco. En ocasiones si no había más nadie en casa, no me preocupaba por cerrar la puerta, por lo que un día que me descuidé, mi vecina Luisa me sorprendió en plena faena…
Relato
Realmente ni cuenta me había dado de su presencia ese día, yo estaba sentado en el piso disfrutando del video, al mismo tiempo que lenta y deliciosamente me masturbaba, cuando en cierto momento dirigí mi vista a un lado y hay estaba ella, parada a pocos centímetros de mi, observando como yo me masturbaba.
Al verla me sentí sumamente avergonzado, pero ella lejos de también avergonzarse, me mostró tremendamente interesada en seguir viéndome masturbarme, así que con una sonrisa en su rostro, me dijo. Así es como te pasas los días, jugando con tu cosita. Yo procurando ocultar mi verga entre mis manos, sin saber que decirle, iba a pedirle que se retirase, cuando ella se quitó los zapatos que tenía puestos, y acercando un banco que tengo en mi habitación, tomo asiento frente a mí.
Yo me encontraba todo cortado, cuando Luisa con los dedos de ambos pies, retiró mis manos de mi pene, una vez que retiré mis manos, ella sujetó mi adormilado miembro entre la suave planta de sus pies. De golpe mi ya flácido y desmerecido miembro, se volvió a tonificar en cosa de millonésimas de segundos. No conforme con eso, descaradamente Luisa, permitía que le viera su coño bajo la falda apenas tapado por una pequeñísima y semitransparente panti. Luisa de manera muy hábil comenzó acariciar mi miembro con sus pies, los presionó contra mi verga, y de esa extraña y particular manera comenzó a masturbarme divinamente.
Yo no podía creer, lo que mi vecina de manera tan sabrosa me estaba haciendo con sus pies. Así que al poco rato me fue imposible el evitar venirme, un gran chorro de semen brotó como nunca antes lo había salido de mi verga. Yo a pesar de lo avergonzado que me sentía lo disfruté un montón, hasta que la escuché decirme claramente. Bueno Alfredito, ahora te toca limpiar con tu lengua el reguero que has dejado sobre mis pies. Yo iba a decirle que si estaba loca, pero antes de que yo abriese la boca me dijo, o prefieres que espere a que tu mamá se entere cuando regrese de la iglesia.
Si mi madre fuera otra quizás hubiera optado por esperar que ella regresara, pero la realidad es que mi madre le falta un poquito para ser doña perfecta. Debido a su fanatismo religioso, lo más probable era que no me escuchase a mí en lo más mínimo, y que en cambio a mi vecina le pusiera toda su atención, y le creyese todo lo que Luisa se le ocurriera decir. Por lo que obedientemente acerqué mi rostro a sus pies y con mi propia lengua y boca, comencé lentamente a limpiar mi propio semen que se encontraba regado en los pies de Luisa, pasando mi lengua, por sobre su piel y hasta chupando todos los dedos de sus pies.
Al tiempo que sin esfuerzo alguno podía continuar observando su coño, apenas oculto tras la tela de sus pantis. No me detuve hasta dejarlos completamente limpios, y sin rastro alguno de mi semen.
Prácticamente desde ese mismo instante me volví en una especie de esclavo de Luisa, quien se aprovechaba de la más mínima oportunidad para obligarme a que yo cumpliera sus más locos deseos. Como él día en que ella se subió al autobús en el que yo iba, tras sentarse a mi lado, con toda su calma, colocó su chaqueta sobre mis piernas, y su mano derecha disimuladamente la colocó bajo dicha chaqueta, de manera hábil y rápidamente bajó la cremallera de mi pantalón, introdujo su mano dentro, y al mismo tiempo que hablaba hasta por los codos, tras agarrar mi verga, y sin importarle que el autobús fuera bien lleno de gente, comenzó a masturbarme.
Por una parte el temor a que nos descubrieran, me tenía paralizado, pero además disfrutaba al máximo lo que ella me estaba haciendo con su mano. Al grado que no pude contener las ganas de venirme. Tras lo cual extrajo su mano embadurnada de mi propio semen, y como si me estuviera ofreciendo un dulce, yo terminé nuevamente de dejar bien limpios sus dedos de mi propio semen.
Luisa me tenía loco, en ocasiones hasta me le escondía por miedo a que me hiciera pasar una vergüenza, con sus locas ocurrencias. Pero un día me llamó a casa, y me dijo en un tono bien serio. Alfredito, quiero que ya mismo vengas a mi casa, y de inmediato colgó. Yo algo asustado, y temeroso de que no fuera a contarle a mi madre lo sucedido, rápidamente salí de mi casa tal y como me encontraba vestido, ya que nada más tenía unos pantalones cortos, y una camiseta puesta. Atravesé el patio que separa su casa de la mía, y al tocar la puerta, Luisa me recibió con una gran sonrisa, diciéndome.
Acompáñame a mi cuarto, donde apenas llegamos, y tras cerrar la puerta, me dijo. Quítate todo lo que traes puesto, y para comenzar ponte estas, al tiempo que me dijo eso, sin vergüenza alguna, frente a mí, se levantó su corta falda, y se quitó sus pantis. Yo sin entender cuál era su juego, le obedecí sumisamente, y apenas quedé completamente desnudo frente a ella, tomé la panti del piso, y tras discretamente llevarla hasta mi nariz y olerlas, procurando que ella no se diera cuenta, procedí a ponérmelas.
Después de eso, sacó de la cesta de la ropa sucia un ajustado sostén, y apenas me lo entregó sin necesidad de que me dijera nada, procedí a ponérmelo. Luego tomó un par de medias las hizo un lio, y cada una la colocó en las copas del sostén. Mientras que yo sin dejar de ver a Luisa, y tratando de ocultar, con mis manos, la gran erección que tenía en esos instantes, permanecía de pie frente a ella. Luego Luisa de la misma cesta de ropa sacó una corta falda, y un suéter. Los que de igual manera sin que ella me dijera nada en lo absoluto también me los puse. Por un corto rato Luisa se me quedó observando, como pensando que otra cosa me podía obligar hacer.
Sin decirme nada, salió de su habitación y al poco rato regreso con una corta peluca, que posiblemente era de su madre. Y tras colocarla en mi cabeza, llamándome Alfredita, me indicó que me sentara frente al mueble de su peinadora. Luisa comenzó a peinar la peluca que recién me había obligado a ponerme, y hasta me aplicó algo de maquillaje, cuando de momento sentí que alguien abría la puerta de su cuarto.
El susto que me llevé fue tremendo, se trataba de su viejo, que al verme así vestido, no me reconoció, pienso que quizás pensó que yo era una amiga de su hija. Su papá le dijo, que su mamá y él iban a salir de compras, que si deseaba acompañarlos, Luisa le respondió, que no podía, ya que Mary o sea refiriéndose a mí, necesitaba que ella me ayudase a peinar y maquillarme, ya que esa noche iba al cine con mi novio. Su papá se sonrió, cerró la puerta, y al poco rato sentimos como después de que sus padres, salieron de la casa encendieron el auto y se marcharon. Creo que al escuchar que los padres de Luisa se marchaban, volvió el color a mi rostro.
No conforme con todo eso Luisa me ordenó que me pusiera unos zapatos de tacón de ella y que le modelase, y a pesar de lo incomodo que me sentía así vestido, y mi falta de experiencia de caminar con tacos altos, por lo menos no me caí. Por un rato, Luisa no dejó de decirme lo linda que me veía, ocasionalmente me agarraba los testículos, o la verga. Hasta que de momento me indicó que me sentase en el piso y abriera las piernas, mientras que ella tomaba asiento en su cama y con sus pies, se dedicaba a ir masajeando mi verga.
Fue en uno de esos instantes, que me le quedé viendo su desnudo coño bajo su corta falda y ella se dio cuenta de que yo me relamí los labios justo en ese instante. Así que de manera seductora me preguntó ¿Te gustó el olor de mi panti? Yo como pensaba que no se había dado cuenta, al principio le iba a decirle, que no sabía de qué me hablaba, pero antes de que yo abriese la boca para defenderme, me dijo riendo. Te vi por el reflejo del espejo de la peinadora.
Yo no pude negarlo, pero me quedé callado, mientras que Luisa lentamente separó sus piernas, levantó la pequeña falda corta que ocultaba su coño, y tras dejarlo completamente al descubierto, simplemente me dijo. Quiero que me mames mi vulva. Yo no esperaba que me ordenase tal cosa, pero la manera en que se me quedó viendo, no me dejó lugar a duda de que ese era su deseo, así que ligeramente me incorporé hasta quedar de rodillas frente a ella, y poco a poco fui acercando mi rostro a su coño. Hasta que mis labios hicieron contacto con su piel. Su aroma me tenía completamente hechizado, jamás en mi vida había visto ni tenido la oportunidad de estar verdaderamente tan y tan cerca del coño de una chica, si es cierto que había visto cientos de videos, en los que hombres y mujeres se mamaban mutuamente, pero de eso a que yo se le estuviera mamando el coño a Luisa dista mucho.
Con mis dedos separé los labios de su vulva, y rápidamente localicé su rosadito clítoris, y sin más ni más coloque mi boca sobre eso, y a medida que comencé a succionarlo, lo mordisqueaba suavemente, mientras que Luisa separando bien sus piernas, y quitándome la peluca, me tomó por mis orejas y mi propio cabello, restregando con fuerza mi rostro contra su coño. Por un largo y sabroso rato yo continúe, besando, mamando, lamiendo y mordiendo, todo su coño, al tiempo que yo así vestido de mujer como me encontraba comencé a masturbarme. Hasta que ella de seguro la hice disfrutar de un tremendo orgasmo, al tiempo que un fuerte y caliente chorro, de algo líquido salió de su coño, y mojó toda mi cara y gran parte de la ropa de ella que yo tenía puesta.
Yo no había alcanzado a venirme, mientras que Luisa se encontraba completamente recostada sobre su cama, con las piernas bien abiertas, su coño chorreando aun, y yo con una ganas locas de enterrarle mi verga, así que me fui levantando lentamente, pero cuando ya estaba a punto de penetrarla, me ha dado un fuerte empujón diciéndome, ni se te ocurra tocarme, o le digo a todo el mundo que me has violado.
Luisa muy molesta conmigo me dijo si quieres termina de hacerte la paja, pero no me toques, y al tiempo que me decía eso me dejó observar su coño, por lo que yo viciosamente así vestido de mujer como me encontraba continué masturbándome hasta venirme. Cuando mi leche tocó el piso de su habitación, Luisa de manera bien grosera, diciéndome hasta puto cabrón, me ordenó que limpiase con mi lengua toda la leche, lo que yo sin llegar a chistar hice. Después de eso me ordenó que me cambiase de ropa, y saliera de su casa.
Nuevamente por un tiempo estuve sacándole el cuerpo, evitaba a toda costa encontrarme con ella, y cuando comenzó a llamar a casa, al identificar su número telefónico, simplemente no contestaba o le decía a mi madre que le dijera que yo no me encontraba. Pero a pesar de todos los cuidados que me tomé para no hablarle a Luisa, en un descuido mío, me atrapó en casa.
En consecuencia tuve que volver a mamar su coño, un sin número de veces, al mismo tiempo que yo me masturbaba, cuando yo pensé que ya no podía inventarse nada nuevo, me sorprendió una tarde que nos encontrábamos solos en su casa, que como cosa rara me ordenó que me volviera a poner su ropa intima, y tras terminar de mamar su coño, cuando ella me masturbaba, de momento dejó de hacerlo, y sacó de una de las gavetas de su mesa de noche, una verga de goma de color negro.
Y nada más de verla supe que era lo que Luisa quería, y aunque traté de negarme, era tal su poder sobre mí, que terminé obedeciéndola sumisamente, y a medida que yo continué masturbándome, ella me fue penetrando con eso. Y aunque lo embadurnó en vaselina, y lentamente me fue penetrando, no por eso dejó de dolerme, y de hacerme sentir mucho más avergonzado todavía. El fuerte y abundante chorro que salió de mi verga, tuve que como de costumbre limpiarlo con mi lengua, para deleite de ella.
Yo estaba ya cansado de todos sus abusos, pensando cómo podría vengarme de ella, cuando estando en el colegio la vi entrar de manera sigilosa en el salón de una de nuestras profesoras. Eso me causó mucha curiosidad, por lo que rápidamente, en lugar de asomarme por la puerta, me dirigí a una de las ventanas. Fue cuando la vi sacando del archivo de la profesora, la copia de un examen. Después de eso suspicazmente, copió los resultados, y tras marcharse cerró la puerta, sin que más nadie aparte de mi se diera cuenta de lo sucedido.
Para completar ese mismo día cuando ambos regresamos a nuestras casas, pensé en hablar con ella, y justo cuando entré por la puerta de la cocina como era mi costumbre, vi que Luisa sacó de la cartera de su madre, un gran fajo de billetes, y tras quedarse con varios en su mano, volvió a meter lo que quedó de dinero en la cartera. Era obvio para mí que Luisa le estaba robando a su propia madre, máxime cuando al rato escuché decir a la señora que el cajero del banco le había robado dinero. Luisa no se dio por enterada, hasta que acorralándola en el patio trasero le dije. Luisa se te acabó el juego, te vi copiando los resultados del examen de la Profe, y te vi también cuando le robaste el dinero a tu mama.
Me dio la impresión de que Luisa se había puesto pálida cuando me escuchó decir eso, y de inmediato casi llorando me pidió que no se lo dijera a nadie, o perdería la fama de buena estudiante, y aparte de eso su madre y su padre la dejarían sin darle dinero, por un buen tiempo. Fue cuando dijo las palabras mágicas, yo hago todo lo que tú quieras, pero por favor no se lo digas a nadie.
Lo primero que le ordené hacer a Luisa, fue que me acompañase a mi habitación, y ya dentro tras cerrar la puerta con llave le ordené que se desnudase completamente. Al principio, como que lo dudó por un momento, quedándose de pie frente a mí, quizás pensando en si me obedecía o no. En ese mismo instante le recordé que no tan solo le diría a su madre que la había visto a ella, sacando el dinero de su cartera, sino que le diría a la profesora que también la había visto copiar los resultados del examen.
Aunque de manera algo contrariada Luisa comenzó por ir quitándose la falda, lentamente la fue bajando con sus manos hasta sus rodillas, para luego sacando sus pies, terminó de quitarse por completo, recogiéndola de inmediato y colocándola sobre la silla que tengo frente a la computadora. Luego se despojó lentamente de la pequeña blusa que cargaba puesta, la que al igual que su falda colocó sobre la misma silla.
Ese día Luisa cargaba puestas unas pantis bien pequeñas, muy ajustadas a sus caderas y muslos, aunque de tela semi translucida, lo que me permitía ver como su coño se marcaba totalmente. Aparte de sus zapatos, nada más tenía puestas las pantis y un ajustado sostén, que al igual que su coño, sus tetas se marcaban claramente contra la translucida tela, permitiéndome ver sus parados y oscuros pezones.
Por un momento como que quiso detenerse, pero yo de inmediato antes de que Luisa fuera abrir la boca, le animé a que se terminase de quitar todo. Así que primero bajo los tiros del sostén, para después de darle la vuelta a esa prenda, proceder a soltar el broche. Sus tetas quedaron al aire, bien paradas, bien formadas, y muy llamativas, las aureolas de sus pezones y sus pezones mismos, se tornaron ligeramente más oscuros. Y al igual que hizo con el resto de su ropa, la colocó en la misma silla.
Por último comenzó a bajar sus pantis, de la misma manera que lo hizo con su corta falda, y tras estos tocar el piso de mi habitación, Luisa con la cara bien roja de vergüenza los recogió, y colocó sobre la silla, quizás de manera instintiva, o porque en realidad sentía algo de vergüenza, aparte de que su rostro le subió de color. Luisa colocó ambas manos frente a su coño, con la intención de ocultarlo de mi vista.
Yo por mi parte que había tomado asiento sobre el borde de mi cama, le ordené que lentamente diera unas cuantas vueltas. Luisa lentamente comenzó a moverse. Y tras hacerlo por dos o tres ocasiones, finalmente se detuvo, al yo ordenarle que así lo hiciera. Lo cierto es que yo deseaba penetrarla, pero me convencí a mi mismo que debía tener paciencia. Cuando Luisa se detuvo, mi siguiente orden fue que se sentase en el piso y frente a mí, comenzara a introducir sus dedos dentro de su coño. En un tono de voz lastimero, muy diferente al que usaba ella cuando me daba órdenes, me rogó y suplicó que no continuase haciéndole eso, que ella estaba arrepentida, de todas las cosas que me había obligado hacer.
Yo me sentí muy dichoso al decirle que no, que no se detuviese, que la quería seguir viendo como metía y sacaba sus dedos y gran parte de su propia mano dentro de su coño. Así que a medida que Luisa continuó introduciendo sus dedos dentro de su coño, yo pasando a su lado ocasionalmente le acariciaba sus paradas tetas, a lo que Luisa viéndome a manera de suplicante me pedía que me detuviese. Cosa que desde luego no hice, sino más bien me quité los pantalones e interiores, y una vez que me quedé con mi verga y bolas al aire, le ordené que me las acariciara, lo que tímidamente Luisa comenzó hacer.
A medida que continué viendo como ella misma, por orden mía se tocaba todo su coño, sentándome en mi cama le dije que con su lengua lamiera lentamente mis bolas y verga, sin dejar de introducir sus dedos dentro de su vulva. Su rostro para mí, fue todo un poema, nuevamente me suplicó una y otra vez que no continuase, pero yo insistí y vi divinamente como su lengua comenzó a lamer mi verga y mis bolas completamente, sentí como tras pasar su lengua por mi verga y testículos, su húmeda y cálida saliva poco a poco iban mojando mi piel.
Al poco rato le di la orden de que comenzara a mamar, a pesar de lo repulsivo que para ella era todo eso, comenzó a introducir y chupar el glande de mi verga, dentro de su boca, para luego volver a chuparme las bolas. Aunque casi llorando Luisa continuó por un largo rato alternando su boca entre mis bolas y mi verga, yo le indiqué que se dedicase a mamar completamente toda mi verga, la que al poco rato yo se la estaba empujando hasta lo más profundo de su boca. En par de ocasiones con lágrimas en sus ojos, y tratando de controlar sus nauseas, sacando mi verga de su boca, me pidió que parase, hasta que ya no pudiendo aguantarme más llené su boca y garganta con toda mi leche. La que ella muy a pesar suyo, se vio obligada a tragar completamente.
Luego de eso, le ordené que se acostase en mi cama. Luisa sin dejar de llorar, y tratando de ocultar su total desnudes con sus brazos y manos, comenzó a preguntarme qué era lo que yo pensaba hacer, pero de momento a manera de ruego me dijo, con su temblorosa voz, por lo que más quisiera no la amarrase a la cama, tras lo cual al ver el temor en su rostro, se me ocurrió hacerlo. Por lo que la amarré a las patas de mi cama, a pesar de sus continuas propuestas, casi llorando. Luego de amarrarla boca arriba en mi cama, con sus piernas y brazos bien abiertos, comencé a ir introduciendo mis dedos dentro de su mojado coño, mientras que ella me seguía suplicando que no continuase, me pedía y me rogaba que me detuviese, su sola voz me hizo sentir sumamente excitado, al grado que no bien ni tan siquiera había pasado media hora, que ya mi verga se encontraba bien parada.
Así que a medida que Luisa continuaba pidiéndome que me detuviera, yo saqué mi mano de su oloroso coño y tras oler mis dedos profundamente me provocó darle una buena mamada a su coño, lo que contrario a otras ocasiones, cuando comencé hacerlo, Luisa me pedía que me detuviera, que por lo que más yo quisiera no continuase. Era tal mi excitación que en lugar de detenerme no dejé de chupar toda su vulva, hasta que casi llorando y retorciéndose en mi cama, Luisa debió alcanzar un increíble orgasmo, ya que el chorro que salió de su vulva, me volvió a mojar todo mi rostro como en ocasiones anteriores. Mi excitación iba en aumento por lo que comencé a pasar mi verga por la parte externa de su coño, y deteniéndome cuando entendía que me encontraba a punto de venirme, mientras que Luisa me rogaba que no continuase, que no la penetrase. Con ese jueguito poco a poco comencé a penetrarla con mi verga, manteniendo mis oídos sordos a sus suplicas.
Mi excitación era tal, que continué metiendo más y más adentro toda mi verga dentro de su coño. Aunque la mayoría del tiempo Luisa me rogaba que no continuase, cuando tuve por completo toda mi verga dentro de su cuerpo, no pudo dejar de mover sus caderas, y aunque casi llorando me pedía que me detuviera, su manera de moverse, me decía lo contrario. Finalmente disfruté de un clímax, único.
Ya había sacado mi verga de su coño, cuando en un tono de voz completamente diferente escuché a Luisa decirme. Bueno ya te divertiste, ahora suéltame. Que debo bañarme y estar lista para cuando pase mi novio a buscarme. Yo me quedé confundido, ya estaba pensando que hacer, una vez me enterase su familia por lo que yo le había hecho a Luisa. Cuando ella, sin mucho esfuerzo se soltó de las sogas con las que yo pensé la tenía bien sujeta a la cama, y con una alegre sonrisa me dijo, lo pasé de maravilla, a ver si lo volvemos a repetir, o mejor aun para la próxima le jugamos una broma a mi novio, y sin dejar de hablar me dijo. Tú te pones un pasa montaña, nos asaltas en casa y tras amarrarlo a él, haces conmigo lo que te dé la gana, frente a él, claro sin que él se entere de que estamos de acuerdo tú y yo.
Yo que no salía de mi confusión, le dije pero tú no querías que hiciéramos nada, bastante que me rogaste que no continuase, además yo te obligué a ti, y de momento Luisa me dijo. si, si, si, ya sé que te creíste lo del examen, pero acuérdate que yo pasé eximida de presentar ese examen, y el dinero que según tú le robé a mi mamá, realmente siempre estuvo dentro de su cartera. Así que te dejé creer que me tenías en tus manos, para divertirme.
Aunque la verdad es que Luisa me dejó loco y sin idea. Cuando me puse a pensar en todo lo sucedido, me di cuenta que en realidad era ella quien me ordenaba que hacer, claro que de manera aparentemente sumisa, haciéndome pensar que era yo quien tenía todo el control. Cuando en la realidad era que no.