Por culpa de esa mujer y su perro, parte II…

En una de esas ocasiones, en que mientras mirábamos a la alemana, dejarse clavar por su perro en diferentes posiciones. Alguno de los chicos me clavaban a mí a su vez, después de que la Helga y su perro quedaban abotonados, todos ellos después de que finalmente se venían, ya fuera dentro de mi culo o en mi boca, se retiraban, dejándome tirado en el suelo, desnudo, con el culo o la boca llenos de semen, pero sin dejar de disfrutar el estar viendo a esa mujer y a su perro.

Me supongo que cuando eso pasó eventualmente, me quedé dormido por el cansancio, como ya era mi uso y costumbre. Se me olvidó que, Helga salía a lavarse el coño, pero me encontraba tan agotado que ni atención le puse y hasta me quedé dormitando acostado boca abajo. Repentinamente me desperté, al escuchar bien cerca de mí, los ladridos de su perro. Su sola presencia era bastante amenazante. Cuando me di cuenta ya estaba prácticamente sobre mí, de lo asustado que estaba ni tan siquiera moví un solo musculo, fue cuando sentí su hocico olfateando mis nalgas y ladrando nuevamente, hasta que de momento escuché la voz de Helga que le dio una orden a su perro en alemán.

El animal se fue a su lado, y yo levanté ligeramente la cabeza, para encontrarme que ella estaba frente a mí, no sé de dónde sacó una bata que tenía puesta en esos momentos. Pero al verme me dijo, así que tú eres uno de esos que le gusta espiar a las demás personas. Yo no sabía ni que decirle, estaba tan asustado que las palabras ni me salían de la boca. Pero de momento me preguntó, ¿Por qué mi perro te olfateaba tanto tu culo? Si a la primera pregunta no le di respuesta, a esa segunda menos.

Fue cuando tomando al perro por la cadena que tenía al cuello, se acercó más a mí, y al ver mis nalgas llenas de leche, riéndose me dijo. Te estaban dando por el culo, verdad. Yo inútilmente traté de negarlo, hasta que ella me dijo de manera bien enérgica. Mejor te callas, que eso que tienes entre tus nalgas, y en tu cara, es semen. Yo nuevamente me quedé sin saber que decir. Hasta que ella dejó que nuevamente su perro olfateara mis nalgas y de momento, que siento su áspera y larga lengua pasándola lentamente sobre mi culo. Me quedé petrificado, hasta que ella nuevamente le dijo algo y el perro se quedó quieto.

Cuando ella retiró a su perro, de sobre mis nalgas, de inmediato me dijo secamente, recoge tu ropa y acompáñame. Lo que yo tras levantarme hice, pero al hacer el intento de comenzar a vestirme, me dijo. No lo hagas quédate así. Como su perro estaba a su lado, hice lo que me ordenó. Ya dentro de la casa sentándose en su butaca preferida, y abriendo completamente sus piernas y mostrándome todo su peludo y rubio coño, me dijo. Así que te gusta que te den por el culo, bueno o me haces caso o todo el pueblo se va a enterar. Yo simplemente me limité a quedarme callado, hasta que después me dijo. Quiero que vengas hasta aquí, pero gateando. Pasaron unos segundos, y lentamente me puse en posición de gateo, para luego obedeciéndola, acercarme a ella. Fue cuando me dijo con voz firme, quiero que me pases tu legua por mi coño. Yo aunque con algo de repulsión comencé hacerlo, pero de momento que siento la fría nariz de su perro olfateándome el culo nuevamente.

Yo estaba muerto de miedo, pero continué siguiendo sus órdenes, a medida que fui sintiendo una y otra vez las lengüetadas que su perro le daba a mi culo. Hasta que Helga colocó sus manos sobre mi cabeza, y restregó mi rostro contra su coño. Su perro continuó hasta que ella le ordenó algo y el perro se detuvo. Pensé que no pasaría más nada, hasta que sentí como el animal se trepó sobre mi cuerpo. Su puntiagudo miembro me lo pasó sobre mi esfínter, y a los pocos segundos ya lo tenía montado del todo sobre mí.

Sentí como su miembro comenzaba a entrar y salir de entre mis nalgas, al tiempo que con sus patas delanteras me sujetaba firmemente contra su peludo cuerpo. Me tenía como si yo fuera una perra, continuamente penetrándome con su miembro, babeándose sobre mi espalda. Mientras que Helga disfrutaba de la mamada de coño que yo le daba. Era algo de locura, esa mujerona tenía sujeta mi cara firmemente contra su coño, el que yo lamía una y otra vez, al tiempo que yo comenzaba a disfrutar de lo que su perro me estaba haciendo. Cuando los espiaba tras los arbustos, no sé cuantas veces desee estar en el lugar de ella y de su perro, quizás no de esa misma manera, pero en esos momentos como lo disfrutaba. En ese momento, cuando pensaba que no podía disfrutar más, comencé a sentir como el hueco de mi culo se abría más y más, se estaba anchando la verga al perro de Helga, pero dentro de mi propio culo. Aunque me dolió algo, el disfrute que sentí fue cosa de locos. Helga por su parte restregaba con mayor fuerza mi rostro contra su vulva, hasta que de momento sentí un cálido chorro en mi cara, que me sorprendió, era su flujo vaginal, en mi vida había ni tan siquiera oído hablar de que eso podía pasar. Ella dio un profundo y largo grito de placer, al tiempo que yo comencé a masturbarme, hasta que la voz entrecortada de Helga, me ordenó detenerme. Cosa que hice de inmediato, algo asustado, temeroso de contrariarla.

Al detenerme, Helga me dijo. Ahora disponte a disfrutar lo que Tragen te hace. Después supe que Tragen significa osos en alemán. Lo cierto es que el condenado perro, me tenía bien calzado, pero sus rápidos movimientos cesaron, sentía que mis nalgas estaban a punto de estallar, y quizás haya sido idea mía, pero podría jurar que también sentí, como su semen invadía mis tripas. Después de lo cual se bajó y quedamos los dos culo con culo. Helga se levantó de su butaca, diciéndome, con su fuerte acento alemán. Ahora te quedas quieto, hasta que Traden te lo saqué, si intentas hacerlo tú, posiblemente aparte de que te dolerá bastante, él te puede morder. Sus palabras bastaron, para quitar de mi cabeza la idea de hacer el intento de levantarme. Así mientras que Helga subía a su cuarto, yo me quedé por un largo rato abotonado a su perro. No fue hasta que ella regresó completamente bañada que finalmente Traden pudo sacar su verga de mi culo, sin que nos doliera a ninguno de los dos.

Yo estaba adolorido, cansado, sucio, sudado, hediondo a perro, y a coño. Pero increíblemente satisfecho, Helga me tomó por un brazo, y me ayudó a caminar hasta su jardín, donde entregándome una pequeña barra de jabón, y señalándome la manguera me dijo que me bañase, y a pesar de que el clima había comenzado a ponerse frío, imitándola a ella, después de enjabonarme todo el cuerpo, me agaché e introduje el pistero por mi culo, para casi de manera inmediata, expulsar todo lo que su perro me había dejado dentro de mi cuerpo. Mientras que me aseaba, Helga buscó una toalla y me la entregó para que me secase, cosa que después que hice, se la devolví, pensando en que si se lo contaba a mis amigos, simplemente no me creerían. Helga nuevamente me ayudo a caminar, hasta que ya en la sala, le dio una orden a su perro, el cual se tiró al piso en su lugar favorito. Después de eso, me ayudó a subir las escaleras y tras llegar a su habitación me dijo que me acostase boca arriba, y apenas lo hice, ella sin más ni más, se dedicó a mamar mi verga, hasta que casi al poco rato me hizo venir.

Hoy en día cuando regreso al pueblo, a pasar unos días, espero con ansias locas a que oscurezca, para ir a visitar a Helga.