En la soledad de mi casa, un catalejo es una buena opción para espiar a mi vecina...
Relato
SECRETOS DE ALCOBA
Hola! es la primera vez que me animo escribir, me da mucha vergüenza, seguramente será la última, no daré mi nombre porque recién tengo dieciséis añitos, me presentaré ante ustedes con mi apodo, ‘Yuli’.
Ya dije mi edad, soy estudiante de secundaria y aunque me hago la superada confieso que soy virgen. Pero no se ilusionen, no voy a hablar de mí, voy a contarles algo que descubrí y no me animo a hablar con ningún mayor, ni siquiera con mi mamá que es mi mayor confidente. Solo lo he charlado con mis amigas pero son tan inmaduras e inexpertas como yo, así que aprovecho este espacio para desahogar mi tensión.
Vivo con papá, mamá y Javi, mi hermano mayor, me lleva algunos años. Mi padre tiene una pequeña empresa, trabaja todo el día y solo lo veo cinco minutos cuando me voy a dormir y otros cinco al desayunar, mi madre trabaja en un banco, desde las nueve hasta entrada la tarde, mi hermano divide sus horarios ayudando un poco en la empresa y estudiando otro tanto, y yo, como les comenté, curso mis estudios secundarios.
Todos los días la misma rutina, llego del colegio pasado el mediodía, preparo la comida para dos, llega mi hermano de la empresa, comemos, el sigue para la facultad y yo termino los quehaceres, un tanto aburrida hasta que llega mi madre. Ese tiempo generalmente lo paso en la compu, con el celu, estudiando, escuchando música ó simplemente, viendo que hacer.
Justamente, ese ‘viendo que hacer’, daría curso a narrar lo que sigue.
Mi casa está en un barrio de gente de clase media tirando a alta, es bastante amplia, en la planta baja un gran comedor, cocina, baño, garaje, en la planta alta, subiendo por las escaleras nos encontramos con el dormitorio matrimonial y un pequeño baño, a la derecha el cuarto de Javi y a la izquierda el mío.
Hasta ahí todo normal, hace mas ó menos un mes, subí las escaleras como de costumbre para sacarme el uniforme escolar, mi hermano recién se había ido y por casi por casualidad, de aburrida nomás fui a su cuarto en lugar del mío.
No tenía mucho para hacer en un aburrido cuarto de varón, una pelota, su notebook, unas maquetas de barcos que guardaba celosamente de su adolescencia, revistas, su catalejos en el trípode sobre la ventana… el catalejos! Pensé.
Me senté en el taburete a ver que miraba mi hermano teniendo sumo cuidado en no cambiarlo de posición, el era muy celoso de sus cosas.
Lo primero que me llamó la atención fue descubrir que apuntaba directo al cuarto de Brenda, nuestra vecina. Entiendo que a los hombres los atrapa cualquier concha, y seguramente el la espiaría en ropa interior cada noche, pero algo me hacía dudar ya que ella no era su tipo de mujer, Brenda, una mujer soltera de unos treinta años, muy reservada con su vida, no se daba con los demás vecinos, rubia teñida de cabello corto y desalineado, de ojos marrones y nariz prominente, de estatura media y más bien del tipo corpulenta, de cola grandota, una cintura poco moldeada y generoso busto.
Creo que la curiosidad femenina me llevó a espiar día a día, no encontraba nada divertido en eso, solo me fui interiorizando en el uso del catalejo, descubriendo lo potente que era, me entretenía viendo las hormigas que caminaban una mañana por su cocina, ó distinguiendo en un vestido que había dejado colgado al sol que los puntitos rojos que veía en realidad eran pequeñas rosas bordadas…
Pero hace unos días…
Subí como de costumbre, con mis medias de colegiala, mis zapatitos negros, camisa color celeste y pollera tableada azul, solo me había sacado la molesta corbata, fui al catalejos, su dormitorio estaba vacío, giré apuntando al comedor, ella no estaba sola, había una pareja, un tipo alto, musculoso, pintón, de tez oscura y una joven bastante más baja, de pequeña contextura y cabello negro recogido hacia atrás. No me perdía detalles, ambos tenían en su dedo anular anillos dorados, por lo que intuí que eran matrimonio, además el la mantenía dulcemente abrazada por el hombro.
Todo parecía normal, charlaban y compartían una taza de café, hasta que mi vecina se incorporó y salió de cuadro, y el fue tras ella dejando a la morocha sola en el comedor. Mi intriga me llevó a buscar a los otros, los encontré en el dormitorio, besándose apasionadamente, el había pasado sus manos bajo la pollera masajeándole el trasero mientras ella le refregaba la entrepierna, esto me puso en alerta máxima, su esposa estaba al otro lado! Volví al comedor y ella aún permanecía sentada, ajena a todo, volví a la habitación, ellos seguían acaramelados, otra vez al comedor, ella se levantaba y se dirigía al dormitorio! por Dios! El encuentro era inminente, estallaría la bomba y yo no podía hacer nada!
Me concentré en lo que pasaría en el dormitorio, la pequeña mujer entró y para mi sorpresa acarició a ambos, se fue metiendo al medio hasta tomar a Brenda para fundirse en un terrible beso dejando al hombre a un lado, ellas se besaban con locura, con pasión, sentí repugnancia al ver a dos mujeres besarse de esa forma, pero por alguna extraña razón no podía dejar de mirar, me sentía rara, como que empezaba a faltarme el aire.
Todos empezaron a desnudarse, Brenda tenía un cuerpo grande, con algunos rollos en su cintura, con un culo grandote y regordete, creo que el doble de grande que el mío… la otra tenía una silueta más acorde, todo pequeño pero cada cosa en su lugar, y el tipo, guau! Por cierto era muy bonito, con el pecho lleno de pelos, brazos tatuados y un pene bastante generoso, por cierto era la primera vez que veía un pene… ahora sí que estaba acalorada, sentía mis hormonas bullir, mis cachetes se sonrojaban y mi boca se secaba…
La conciencia me decía que estaba mal espiar, pero mis ganas podían mas, el se había sentado al borde de la cama, como si supiera que yo le observaba, su miembro erguido era enorme, usando el zoom vi que tenía gruesas venas marcadas, y que no tenía pielcita en la punta, disculpen mi lenguaje de principiante…
Las mujeres se habían colocado una a cada lado, se lo acariciaban, veía sus lenguas pasar a ambos lados, recorrerle la cabecita, hasta devorarla, ó simplemente fundirse entre ambas en un terrible beso de lengua, una le acariciaba los testículos, la otra se lo succionaba, una, dos, tres, cuatro veces, después le tocaba a la otra, así se turnaban, disfrutando al mismo tiempo el órgano masculino y disfrutándose entre ellas. La intriga me llenaba, sentí mojarme con el deseo de ocupar su lugar, tenía ganas de lamer uno, saber que se siente. El sostén apretando mis dulces pezones comenzaba a molestarme, mis piernas rígidas comenzaban a aflojarse, a dejarse estar, no podía evitarlo.
El parecía retribuir gentileza, había sentado una a cada lado, sobre sus muslos, tenía cuatro pechos, dos a cada lado, los de mi vecina, bastante más grandes que los de la otra mujer, el pasaba su lengua por los cuatro, disfrutando ese momento, como si se tratara de una batería, yendo de tambor en tambor, comiendo pezón por pezón, hice foco en su pene nuevamente, no podía dejar de mirarlo, de desearlo, mi instinto animal de mujer primitiva salía de mi interior, cerré los ojos, llevé una mano bajo la camisa, por sobre el sostén, acariciando mis pezones, imaginando que la delgada tela que se interponía entre ellos y las yemas de mis dedos me daba la sensación de su húmeda lengua jugando en mis pechos...
Al volver a espiar me encontré con que habían cambiado, Brenda estaba recostada, con sus piernas abiertas y la morocha enterrando su cabeza al medio, en cuatro patas, mientras que el a su vez estaba por detrás dándole placer a su intimidad, confieso que no podía ver muchos detalles y esto me enervaba, así que solo me imaginé estando en el lugar de la pequeña mujer, recibiendo un exquisito sexo oral en mi empanadita jugosa, en mis labios, acariciando mi cuerpo con sus fuertes manos varoniles, entregada y sumisa. La peor parte y que me da pudor contar es que me vi dándole sexo oral a otra mujer, lamiendo su intimidad, bebiendo sus jugos, haciéndola gemir en mi boca, descubrí en mi imaginación un deseo oculto, que me hacía poner mal, porque trataba de bloquearlo y no podía.
El se incorporó por detrás, tomándola de la cintura y se la metió con fuerza, ella arqueó su cuerpo tirando su cabeza hacia atrás perdiendo el ritmo en la lamida a Brenda, se movió con fuerza, adelante, atrás, yo nadaba en un mar de lujuria, mi deseo de ser penetrada se mezclaba con mi miedo a la primera vez, sentía mi clítoris inflamado, caliente, miré mis piernas, inconscientemente estaban abiertas a cada lado del taburete, mi falda estaba tan alta que casi veía mi bombacha, llevé mi mano hacia ese lugar, toqué el frente de mi prenda íntima, fui más profundo, me noté hirviendo, mis dedos caminaron por la entrada de mi vagina, los jugos la habían inundado, los llevé a mi boca para probar mi propio sabor, volví abajo para luego ir a mis pezones, para lubricarlos con mis propios jugos, me relajé más aún arqueando mi cintura de modo que mi botoncito de placer quedara pegado al cuero del banco, sabía cómo iba a terminar esta historia…
Los juegos y las posiciones cambiaban, recuerdo que algo que me excitó mucho fue verlas a ambas en cuatro patas, una al lado de la otra, pierna a pierna, apuntando sus traseros al amplia ventanal, dándome el mejor plano, la cola enorme de mi vecina contrastaba con los glúteos pequeños de su compañera de turno, mientras él se turnaba entre ambas, pasando sus piernas en torno a ellas, una a cada lado, bajando como un taladro, su enorme mecha, penetrando una vagina, hacía un primer plano, notando como al llegar a la mitad del tronco parecía hacer tope en el interior, como si no cupiera mas, para luego de varios embates pasar al otro lado, a satisfacer a la otra hembra, ellas se besaban y mientras penetraba a una acariciaba las nalgas de la otra, a esa altura me sentía explotar, contrayendo y aflojando mis músculos íntimos, en forma constante, no podía mas…
Por un instante perdí la concentración, el estaba recostado, su esposa lo cabalgaba, con una pierna a cada lado, veía a la perfección su culito redondo y macizo subiendo y bajando, pero Brenda no estaba, hice una ojeada rápida hacia el comedor, pero tampoco, volví la vista intrigada hacia el dormitorio, unos segundos después me sorprendería ingresando con un arnés con un juguete considerable por delante, se colocó detrás de la pareja, algo hacía pero no podía ver, el ángulo del catalejo solo me dejaba ver sus nalgas y la parte trasera del arnés perdido entre ellos.
Pronto comprendería, me exalté al comprobar nítidamente que la pequeña era penetrada por delante por su marido y por detrás por mi vecina, era el relleno del emparedado, la situación me desbordaba, pensaba que solamente las prostitutas hacían estas asquerosidades, el ano no está hecho para tener relaciones sexuales, es una perversión, a la que no pienso ser sometida, jamás tendré sexo anal, bah… en realidad esos es lo que pienso, no sé, tal vez… capaz que sea lindo…
Atenta a lo que sucedía, habían vuelto a la posición del principio, es decir, ambas lamiéndole el pene al borde de la cama, a todo esto el aroma hediondo de mi vagina repleta de jugos llegaba a mis fosas nasales, hice un primer plano, un líquido blanquecino brotó a chorros de la punta del miembro, ellas seguían en los mismos movimientos sensuales, llenando sus bocas de jugo masculino, dejándolo correr a lo largo del tronco, sorbiéndolos nuevamente, divirtiendo, toqueteando entre si sus lenguas pegajosas, intercambiando esperma. Cerré los ojos, me puse mentalmente es su lugar, solo podía imaginar el sabor, algún día lo haré, pero la sensación de tener esperma entre mis labios era muy fuerte, no sé si me gustará, pero en mi mente todo es perfecto, aprieto los labios para no gritar, respiro profundamente por la nariz, fregando mi sexo contra el banco logro el orgasmo más grande de mi corta vida, no es mucho, pero es mío, suficiente para una joven virgen…
Las llaves golpeando sobre la mesa y la voz de mi mami diciendo ‘Yuli… ya llegué…’ me traen a la realidad, exaltada voy corriendo a mi cama para hacerme la dormida, vuelvo al cuarto de mi hermano, paso la manga de mi camisa rápidamente por el asiento del taburete, quedaron rastros de mi vagina jugosa, ahora sí, volando mi cama, me tiro boca abajo, me cuesta tranquilizar mi excitada respiración, los pasos de mi madre retumban en los escalones, me siento sucia, me aferro a la almohada mirando a la pared, dándole la espalda, llega, me acaricia dulcemente el cabello, me da un beso, me baja la falda ya que mi apuro había quedado mostrando la cola y me tapa con amor de madre, me hago la tonta, como entre dormida, abrazo a Cuqui, mi oso de peluche como para que me dejara sola, vuelve a acariciarme el cabello para finalmente sentir como se alejan sus pasos.
Y bueno… eso es lo que quería contarles, sueño con mi primera vez, sueño con mi príncipe azul bajando de su caballo blanco, aquel que me protegerá contra vientos y mareas, que me hará suya, que le entregare mi pureza.
Trato de no volver a la pieza de mi hermano, no me gusta ser fisgona y tengo miedo de volver a tentarme, además el otro día la crucé a Brenda en la panadería, me saludó con una leve mueca, obviamente sin siquiera sospechar, pero a mí me cruzó toda esta historia en un segundo, sentí escozor en los pezones, me invadió una terrible vergüenza, me puse toda colorada y solo pude mirar el piso…
Si eres mayor de edad y tienes comentarios, sugerencias al respecto puedes escribirme con título ‘SECRETOS DE ALCOBA’ a: dulces.placeres@live.com
Como mi marido va creando situaciones en las que me convierte en exhibisionista, llegando al grado, no se si planeado o no, llegar a un extremo en que permito que varios de sus amigos me posean, por todas partes de mi cuerpo.
Relato erótico enviado por Anonymous el 22 de January de 2014 a las 21:38:59 - Relato porno leído 219678 veces