Fue mi primea experiencia en un trío mientras servia de militar en Europa. La chica estaba hermosa y muy caliente.
Relato
UN FIN DE SEMANA INOLVIDABLE
Era fin de semana, una tarde de invierno, hace bastante tiempo en Europa, el norte de Italia, para ser más preciso. Para aquél tiempo yo estaba en el servicio militar norteamericano. En aquel entonces, yo era un soldado latino, de 26 años, 5’ 10” (1.80 m.) de estatura, moldeado por el riguroso entrenamiento de los paracaidistas, delgado pero musculoso con mis 170 lbs. (77 kg.) de peso, piel color miel, ojos marrón oscuro, rostro completamente limpio y un recorte militar bien pegado, casi rasurado.
Me encontraba solo en una mesa tomándome una cerveza en mi bar preferido, cuando entró una pareja. Ambos se quitaron los abrigos mientras con sus ojos buscaban una mesa. El era italiano, alto como 5’ 9’’ (1.75 m.), cabellos rizados y claros, piel quemada por el sol, de aspecto fuerte sin llegar a ser fornido. Debió estar cerca de los 28 años. Ella era francesa, una hermosa petite de 5 pies (1.52 m.) , cabello corto negro, lacio y muy bien cuidado, piel blanca, muy blanca, grandes ojos color miel, claros, casi amarillos, su cuerpo menudo tenía suaves pero decididas curvas dibujando su contorno. Ella, una mujer exquisita de cerca de 27 años. El, muy parecido a un surfer. Era difícil dejar de notarlos.
Había bastante gente en el bar y las mesas estaban escasas. La camarera estaba atareada y me levanté con la intención de ir al bar a buscarme otra cerveza y un trago de Zambuca. De regreso con mi cerveza, y para mi sorpresa, la pareja estaba en mi mesa. Con mi mejor sonrisa traté de explicarles que yo estaba sentado en la mesa. Hubo un leve intercambio de frases inconsecuentes. Viendo la situación ella me preguntó si estaba dispuesto a compartirla con ellos. “¡Por supuesto!, le dije”. Les pregunté qué deseaban tomar, fui al bar y le traje sus tragos. Comenzamos una tímida conversación pero después del segundo trago estábamos riendo a carcajadas como si hubiéramos sido amigos toda la vida. La velada transcurrió extremadamente amena.
Después de esta ocasión regresaron al bar en dos ocasiones en las cuales nos reunimos a conversar y a hacer chistes. En esta tercera ocasión, recuerdo que era el viernes del comienzo de un fin de semana largo, él me pregunto, “¿Qué piensas hacer mañana y el domingo?”. “Hasta el momento, nada”, le respondí. Me preguntó. “¿Quieres venir a nuestra casa?” A lo que contesté, “Será un placer”.
A la hora acordada llegué al pueblito donde vivían. Estaba como a treinta y tantos minutos de la base donde yo estaba estacionado. Habíamos quedado en encontrarnos cerca de un monumento de los tantos que existen en Italia. A la hora justa, Enzo (ficticio) llegó a recibirme. “Vionette (ficticio) nos espera en la casa”, me anunció. Así que lo seguí en mi vehículo hasta su casa.
Era una casona de dos pisos y de escaso mobiliario. Al Entrar a la casa nos recibió Vionette, estaba bellísima. Tenía un mameluco (pantalón y blusa en una sola pieza con un zipper al frente) blanco con diseños negros, en un material parecido a la lana. Le quedaba bastante pegado al cuerpo, lo suficiente para dejar notar claramente la silueta de su lindo cuerpecito. Sus senos redondos y bien formados se marcaban perfectamente dejando notar unos pequeños y puntiagudos pezones. No pude dejar de mirar su entrepierna porque los labios mayores de su sexo se marcaban de una manera tal, que de inmediato sentí como mi miembro se electrizó con el comienzo de una erección. Me acerqué y le di un abrazo y un beso en la mejilla. Su perfumado olor de mujer me hizo completar la recién comenzada erección. La pude esconder porque nunca me quité mi abrigo. Pero mi mente ya estaba con deseos de saborearme aquella dulce hembra.
Dejé mi bulto en el cuarto que me indicaron y salimos los tres a un pequeño restaurant. Nosotros fuimos en aquel momento los únicos clientes. Comimos, bebimos bastantes tragos, hicimos muchos chistes, la pasamos muy bien. Durante la cena me disparé los chistes más atrevidos, salpicándolos con comentarios abiertamente sexuales. Cuando podía le daba una mirada y para mi sorpresa ella me miraba pícaramente y correspondía a las insinuaciones sexuales que con la bebida se habían subido de tono. Surgieron hasta confesiones subidas de tono de cada uno de nosotros. El licor y la conversación tuvieron su efecto. El ambiente se cargó de sexualidad. Mientras la miraba, llegué a la conclusión de que debía estar húmeda y deseosa. Con su pícara mirada, Vionette demostraba que era una mujer desinhibida y caliente, cualidades que no había notado anteriormente. Hasta aquel momento pensaba que era más bien reservada.
Cuando regresamos a la casa, la conversación siguió muy animada. En la casa hacía frio. Ella se reía de las ocurrencias nuestras y empezó a secretearse con Enzo mientras me miraba con una mirada pícara y se sonreía como el que maldades hace. Enzo se sonrió y asintió sonriendo también. Yo estaba perdido, no sabía nada de lo que estaba pasando entre ellos. Entonces ella se acerca, me toma de la mano y me conduce a la habitación de ellos. Enzo nos siguió con una sonrisa extraña. Llegamos justo al lado de la que me habían dicho que sería la mía esa noche. Sonriendo bajó el zipper de su mameluco y dejó al descubierto dos hermosos senos redondos, turgentes, con los pezones pequeños y parados. La blanquísima piel contrastaba con el blanco de su atuendo. Enzo tomó uno de aquellos hermosos senos entre los labios y me indicó que hiciera lo mismo con el otro. Casi temblando, logré poner mis labios en el pezón derecho, le pasé la lengua y succioné suavemente. Resbalé mi mano por su espalda llegando hasta su bien torneado trasero. Pasé mi mano procurando llegar hasta su sexo. Comprobé lo humedecido y caliente que estaba. Sintiendo los dos varones acariciándola, besándola y chupándole sus senos Vionette, en un abrazo, arqueó suavemente su espalda, empujando sus hermosos senos en nuestras caras. Enzo terminó de desvestir a Vionette. Traté de ser lo más útil posible en el proceso. El resultado fue descubrir un cuerpo hermoso, piel blanca sin manchas, una cintura pequeña y unas caderas pronunciadas sin llegar a ser anchas. Unas nalgas torneadas y paraditas…, ¡un cuerpo de envidia! Estaba completamente afeitada. Enzo comenzó a desvestirse. Lo imité y quedamos los tres completamente desnudos frente a la cama. Ellos dos se abrazaron y ambos me incluyeron en el abrazo. La besamos, la acariciamos y Enzo le decía palabras fuertes que a juzgar por la reacción la estaban calentando de una manera exponencial. Poco a poco, ella se fue bajando hasta quedar de rodillas y comenzó a acariciar la hombría de Enzo con su boca. Era un pene largo cerca de 8 pulgadas y media (22 cm.). Al mismo tiempo me acariciaba mi falo con su mano derecha. Mi miembro era un poco más corto que el de Enzo, 7 pulgadas y media (19 cm.), pero algo más grueso. Enzo cayó en la cama y se fue acomodando hasta quedar acostado. Ella de rodillas sobre él siguió succionando su miembro con desespero. Yo, al ver el hermoso cuadro de sus ancas, que dejaba al descubierto los gruesos pliegues de sus labios vaginales y un ano rosado me lancé a sin miramientos a acariciarlos con mi lengua. Traté de darle atención al pequeño botón rosado de su culo mientras colocaba primero un dedo dentro de su vagina, que estaba completamente mojada. Después introduje dos dedos. Después de ensalivar abundante mente su culo metí mi pulgar en su hermoso botón rosado. Ella estaba lista, quería ser penetrada, así que se montó a horcajadas sobre Enzo y comenzó a moverse en un suave vaivén. Mientras, yo seguía acariciando con mi lengua su culo rosado, tratando de hundir mi lengua adentro del orificio. Poco a poco, y a medida que se dilataba, le puse dos dedos dentro, lubricándole la abertura trasera con mucho esmero. Llegó el momento en que yo no podía seguir sin hundir mi erecta e hinchada verga dentro de su cuerpo. El cabezón de mi verga estaba cubierto con el líquido cristalino que muestra la pasión y el deseo intenso. Me arrodillé en la cama detrás de ella, comencé a rozar la gruesa punta de mi verga sobre su ya dilatado culo. Ella me miró con el rostro encendido en lujuria y suavemente trató de decir “no”, pero lo que salió de su boca fue “ooooh”. Sonreí. Por nada significaba detente. Era un sonido de sorpresa, por algo inesperado, esperé un poco para cerciorarme, ella se recostó totalmente sobre Enzo y con sus manos separó sumisamente sus lindos glúteos, exponiendo completamente su exquisita entrada trasera. Era la señal, empujé la punta de mi verga contra su lindo y rosado culo. Lentamente fue abriéndose paso, poco a poco, hasta que entró la mitad. Sintiendo que mi hinchado miembro le llenaba el culo y que Enzo la llenaba por el frente, ella comenzó gritar y a moverse lujuriosamente hacia adelante y hacia atrás de manera espasmódica, casi violenta contra ambos invasores. Era una danza dedicada a la pasión y la lujuria. “Métemelooo” me gritó en desespero. Fui lentamente acomodándome hasta poder introducirme completo en su culo, estaba apretado y caliente. Yo sentía como mi hinchada verga latía dentro de ella, la suavidad de su piel y su olor de mujer me embriagaban. Comencé a moverme en fuertes embestidas y Vionnette comenzó a llorar y gritar más fuerte, mientras decía palabrotas en francés. Llamó a Dios muchas veces durante un rato que pareció interminable, hasta que como era de esperarse, explotó en un pasional orgasmo con movimientos descontrolados. Yo confieso, la lujuria fue tan fuerte que mi orgasmo explotó sin tener oportunidad de salir de su cuerpo. Le llené el culo de leche sin hacer un intento de sacarlo. Quedamos sin movernos un momento. Enzo siguió moviéndose porque no había terminado. En pocos momentos estábamos nuevamente moviéndonos los tres y Vionnette explotó en su segundo glorioso orgasmo. Esta vez Enzo siguió a Vionnette con su orgasmo.
Así comenzó el mejor fin de semana de mi vida. Estuvimos teniendo sexo todo el fin de semana, de toda forma posible, hasta lunes por la tarde, saliendo sólo para comer y beber. Después de este fin de semana nos encontramos en muchas otras ocasiones en la casona. Hasta que fui reasignado a los Estados Unidos. Hubo muchos fines de semana, pero ninguno como ese fin de semana.
Comencé a notar placer, pues su polla restregándose contra mi clítoris me hizo sentir algún que otro espasmo. Mire otra vez a mi marido. El se la estaba meneando mientras veía como me follaba Ramón. Aquello parecía gustarle. Seguro. Ramón tiene un buen cipote y sabía usarlo como debe ser. Yo levantaba mi culo para que penetrara más a fondo......mientras miraba a mi marido.
Relato erótico enviado por coronelwinston el 16 de March de 2009 a las 17:00:00 - Relato porno leído 131394 veces
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Steele
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 21:28) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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