Interesante historia donde surge la pregunta: Que pasa si el dominador en realidad siente una inmensurable admiración por la dominada?
Irene es una diosa inalcanzable...
Relato
Parte 1
-Y tu marido a que se dedica?- Le pregunté.
Es una pregunta rara esa, porque está justo en el límite entre la charla accesible y la privada. Ante esa pregunta ambos nos miramos, yo para ver si ella entendía la pregunta como invasiva (si era así, significa que algo pasaba conmigo en realidad) o si la respondía sin cuidado alguno, y ella para ver si estaba preguntando sin interés, o si realmente me interesaba saber sobre “su dueño”
Efectivamente clavándome una mirada atenta, respondió:
-Abogado. Trabaja para una empresa… no sé, si querés te digo más…-
-No, está bien, igual tenemos que bajar-
Íbamos en el colectivo, era la primera vez que la veía fuera del instituto de historia. Estábamos yendo a la casa de otra compañera a hacer un trabajo práctico.
Ella se llamaba Irene, y desde que la vi morí por ella. Atenta, respetuosa, tranquila, hermosa, inteligente. Una de las mujeres más comunes que conocí en mi vida. Tan común que era única. Todas tienen extravagancias. Pero ella parecía buena, incapaz de nada malo. Y cuantas fueron mis fantasías logrando pervertirla!
Me la imaginaba infiel, sometida, dominada, arriesgada, sucia… PUTA, sobretodo puta. Y hoy la tenía para mí, para ver hasta dónde podía indagar.
Llegamos, y lo de siempre, trabajo práctico, mate, bizcochos, un par de chistes, y se estaba haciendo tarde. No la quería mirar mucho para que no se cerrara, se notaba que era una mujer que iba a cortar cualquier clase de conexión de raíz. Con ella un "levante" normal era un pésimo plan. Pero, y entonces? Qué hacer?
Mientras aparentadamente la miraba, pensaba… Qué hacer? Como lograrlo? Puedo invertir mucho tiempo, tal vez años. Años haciéndome el puro e inocente amigo, hasta encontrar el momento de debilidad, y pafff! Ataque! Pero no, estaba ansioso, quería algo más pronto!
Mmm, alcohol, el alcohol puede ser la solución. Pero, ella aceptaría? Seguramente no.
Drogarla? Nah, para mí no es importante su cuerpo, yo quiero su mente, su inteligencia y lucidez, eso es lo que me calienta de ella.
Bueno, no se me ocurrió nada, pero, la solución se presentó sola.
Ella recibe un llamado.
Irene: Ay, como que no podés? Dale! Me dejás colgada boluda! Bla bla bla
Enojada y triste a la vez, nos cuenta que iba a ir a una obra de teatro, pero que la amiga no puede ir porque está llevando de urgencia a su perro al veterinario (Ja)
Entonces nos pregunta si alguno de nosotros dos queríamos ir con ella, y yo miro a la otra compañera para ver si me iba a ofrecer batalla por esa entrada (era mi oportunidad, yo iba a pelear a muerte por ella)
Pero por suerte dijo que no podía. Listo! Yo lo más tranquilo que pude le dije que yo la acompañaba con gusto, que me interesaba mucho esa obra (no tenía idea en realidad)
Fuimos al teatro en colectivo también, viaje un poco largo. Sufrí todo el trayecto tratando de encontrar temas de charla con ella. Ni superficiales, ni privados. Es difícil mantener una charla, mientras uno quiere hablar de otra cosa.
Pero lo interesante comenzó a suceder en la cola del teatro. Era un mundo de gente, y entre empujones suaves y apretadas, tuvimos un par de cruces de miradas muy cercanos. No vayan a creer que fueron flechazos ni nada, solamente la gente nos empujaba, nos quedábamos a pocos centímetros el uno del otro, a mi me llegaba el aroma de su pelo, de su rostro, de su cuello, y seguramente a ella también el mío. Nuestra reacción era reíamos. Pero, yo se que algo pasó ahí. Esa fue la barrera que yo quería romper.
Entramos más cercanos en confianza al teatro. La muchedumbre de afuera me ahorró meses de trabajo fino. Al sentarnos le sostuve la cartera mientras ella se sacaba el saco (de nuevo bombardeo de aroma) y listo, a mirar la obra.
Obviamente ahí yo tenía toda la libertad del mundo para mirarla a ella. La luz del escenario contorneaba su rostro, el cual fue un espejo de los eventos de la obra. Sumergida admirablemente estuvo todo lo que duró la obra. Fue mágico verla.
Al terminar la obra salimos, y ella comenzó a despedirse. Yo traté de continuar comentando la obra, lograr una charla lo suficientemente interesante como para justificar que la invite a tomar un café. Pero no lo logré, ella me dijo que ya era tarde, y tenía que volver. Se fue.
Que frecuentes y feas son esas etapas donde uno no tiene idea si tiene o no alguna posibilidad con alguien. Uno desea que si, pero tu instinto te dice que no. Pero el instinto a la vez está muy contaminado de miedos, ya que muchas veces también era un “sí” cuando tu instinto te decía que no.
Igual estoy hablando como enamorado, y era así, pero no estaba enamorado de ella, sinó de la situación, de que sea inalcanzable, de que sea correcta e inquebrantable, de que sea casada.
La siguiente y última reunión para continuar el trabajo práctico fue en su casa. Al llegar la vi vestida mas cómoda, con el pelo atado.
–Así te ve tu marido siempre- pensé yo, y puse especial atención en todas las fotos de la casa. Ahí vi la cara del que yo deseaba hacer cornudo. Tipo elegante, correcto, sonriente, sofisticado. Tenía todo lo que seguramente quería. Un buen pasar económico, una linda casa, una hermosa y fiel esposa. Pero ojo, yo no lo envidiaba, simplemente me calentaba pensar en usar todo eso que era de él.
Trabajo práctico, mates, bizcochos, chistes, lo de siempre. Pero, antes de lograr redondear la tarea, la otra compañera pidiendo mil disculpas tuvo que irse.
Nos quedamos solos con Irene a ver si podíamos terminar.
Yo: Me duele un poco el cuello, no tendrás un ibuprofeno no?
Irene: Ay no, perdón, no tengo nada para ofrecerte.
Yo: Y vino tenés? Dicen que es relajante muscular.
Irene: Ah si? Pensé que solamente era relajante moral. Sí, tengo, querés?
Yo: Jaja, si, también es relajante moral, pero me duele tanto que quisiera hacer la prueba para ver si sirve como relajante muscular.
Irene: Ok, ya traigo
Trajo el vino, y una sola copa. Le pregunté si ella no me acompañaba, pero fue un error. Su negativa fue inmediata y cortante. Lo que sí tomó fue distancia. Mi pregunta había mostrado un poco de mis posibles intenciones. Y ella definitivamente no estaba interesada. Pucha, que error, aunque, en algún momento había que averiguarlo no?
Tomé el vino, el cual resultó en un increíble bienestar. Hizo las dos cosas que se suponía debía hacer. Inmediatamente ella agarró mi copa y la fue a lavar, la secó y la guardó.
-O es una obsesiva por el orden, o acá me mostró algo- Pensé.
Yo: Te puse en un compromiso con el vino?
Irene: -No, todo bien, lo que pasa es que Carlos es muy celoso, y hoy no tengo ganas de exponerme a un cuestionario tipo de corte. Es abogado y cuando se pone en abogado puede resultar molesto. Prefiero en este caso borrar las evidencias. Antes no ocultaba nada, pero con los años llegas a la conclusión de que hay ciertas mentiras que son buenas en todos los sentidos, y la carga de conciencia es mínima. Que quede claro, es justamente porque yo se lo que hago que te estoy confiando que a veces le oculto pequeñas cosas. Jamás le oculté nada grosero.-
WOW! Esa fue muchísima información de una. Mi cabeza se focalizó como nunca. Era todo sutil, pero era algo. Queja hacia el marido, mentira, y confianza en mí. Esas tres cosas me dieron muchísima esperanza.
Yo: Te puedo decir algo? Pero no lo tomes a mal. Te pondrá incómoda, pero lo digo con buenas intenciones
Irene: A ver…
Yo: Nunca te ví mantenerle la mirada a un hombre en el curso. Siempre adelantada en las charlas, cambiás rápidamente de dirección cuando te das cuenta que la charla va hacia un lugar privado, o que puede resultar en un halago hacia vos. Por que tan “correcta”?
Su mirada se alejó kilómetros de ahí, y me respondió como quien le dicta a su secretaria la respuesta a una carta.
Irene: Ahá. Si. Estoy bien, no estoy interesada en nada.
Bueno, y ahora que podía hacer yo? Pedir disculpas? O meterme más? Ella había confiado en mí, o tal vez no. Ella necesitaba decirle a alguien esa pequeña queja del marido, y justo estaba yo en frente. Pero ahí estaba yo, en su casa. Ella ya iba a ocultar algo sobre mi estadía ahí, y decidí que podía ocultar algo más.
Yo: Perdón, te dije que no te lo tomes a mal. Mis intenciones son buenas. Es una curiosidad nomás. Hay que ver también que…
Irene: No me interesas.
Yo: ……….
Irene: no me lo preguntaste, y perdón si te ofendo. Pero tampoco me importa si te ofendes. No tendría que haberte dicho nada. Es tan raro ver a una mujer casada que no tiene interés alguno en otros hombres? Que es lo difícil de creer? Te juro que no me estoy reprimiendo, ni negando, ni nada. Simplemente no tengo interés.
Ja! Pasamos de "puerta cerrada" a "paredón de concreto". Y encima parecía que estaba por ponerle cañones y minas explosivas.
Yo: Ok, la cosa es así. Te creo, y admiro y me gusta que seas así. Pero quiero hacer un experimento con vos. Y dejame que te lo digo, y luego me voy. Te quiero en mi casa, te quiero sentada en una silla, y te quiero atar las manos detrás del cuerpo. Y quedarnos ahí todo el tiempo que yo quiera. No te voy a tocar más que para atarte y desatarte. No hay que hablar, no hay que hacer nada. Y sobre todo, tu marido no tiene que saber nada.
Todo esto se lo dije con una firmeza de la que nunca me creí capaz. Su mirada se alejó otros mil kilómetros. No mostró ni sorpresa. Los ojos completamente apagados. Si hubiera puesto cara de asco, o hubiera puteado, yo habría perdido el interés totalmente. Pero no, ella se quedó mirándome. No quería ni gastar energía diciéndome que no, ni dando los motivos. Entonces sarcásticamente me dijo:
- Ok. Ya te vas?-
- Si claro, adiós.-
La ofendí completamente. Ella nunca más me iba a mirar, ni a sonreír, ni a hablar, ni nada. Pero hay veces en que es necesario tener el “No” de respuesta para uno poder continuar con la vida. Yo obviamente abandoné toda esperanza de que algo mas sucediera.
Entregamos el trabajo práctico, el curso terminó. Hubo un festejo. Ahí la vi con su marido. Ella ni me miró siquiera. Ese hubiera sido un increíble regalo para mi, pero, ella no iba a darme nada.
Todo empezó en una charla....hasta que Carla me convirtió en Un Marido Dominado, Sumiso y Cornudo
Relato erótico enviado por domo54 el 16 de January de 2009 a las 18:15:48 - Relato porno leído 88101 veces
Si te ha gustado Y si una Diosa te pide ordenes? Parte 1 vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Y si una Diosa te pide ordenes? Parte 1.
gliere
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:30) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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