Por el perreo comencé.

Yo había visto algo, pero nada como lo que presencié en la fiesta de mis primos, las chicas como yo restregaban sus nalgas prácticamente contra el cuerpo de los chicos. Claro que en esa primera vez, ni se me ocurrió tratar de bailar eso, ya que mis padres también estaban en la fiesta, y lo menos malo que dijeron de las chicas a las que vieron bailando de esa manera era que parecían putas desesperadas.

Yo posteriormente ya en el colegio, hice nuevas amistades, y desde luego que comencé asistir a un sinnúmero de fiestas, en las que aprovechaba para bailar de esa forma, al grado que rápidamente me hice bien popular entre un sin número de chicos. Yo al principio lo tomaba como una especie de vacilón, pero en cierta ocasión en que el chico que bailaba conmigo, diciéndome que deseaba ser mi novio, me tomó por la cadera, y llegué a sentir aun por encima de la tela de su pantalón su cálido miembro rosando mi coño por sobre la fina tela de mis pantis.

Fue algo único e increíblemente placentero, dejó de ser un simple vacilón para mí y comencé a bailar con más fuerzas, restregando mis nalgas y gran parte de mi coño contra su cuerpo. En un descanso que nos dimos entre baile y baile, él chico me pidió que fuera al baño y me quitase mis pantis. Yo realmente no lo pensaba hacer, pero como tenía ganas de orinar fui al baño, y me di cuenta de que parte de las chicas que estaban en el baño, al parecer andaban sin pantis, o se las estaban quitando en ese momento, por lo que yo cambié de idea y al igual que la mayoría de las otras chicas, también me las quité, al regresar discretamente le mostré que tenía mis pantis en mi mano derecha, al tiempo que de manera un poco menos discreta, me levanté la parte trasera de mi falda, mostrándole mis nalgas y dejándole ver a él que no tenía nada puesto.

De inmediato volvimos a bailar, pero a medida que yo comencé a perrear restregando mis nalgas contra su cuerpo, él a medida que yo me movía, fue deslizando una de sus manos por detrás, bajo mi corta falda, y sin que yo me lo esperase, me ha dado un buen agarrón a mi coño. Por unos segundos me quedé paralizada, sin saber cómo responder, pero al sentir sus dedos explorando mi coño, y ver que lo hacía frente a todo el mundo, sin que aparentemente, nadie se diera cuenta de lo que él me estaba haciendo, me excitó bárbaramente, y más movía y restregaba mis caderas contra su cuerpo.

A pesar del inmenso placer que estaba sintiendo, a medida que él seguía enterrándome su mano entre mis piernas, no pude aguantar más, y de momento no se cómo lo hice pero le agarré la mano, y sacándola de mi caliente, húmedo y súper lubricado coño. Prácticamente lo arrastré hasta una habitación, donde tras cerrar la puerta, levantando mi corta falda, y dándole la espalda tras inclinarme sobre un escritorio que había en ese lugar, le dije, métemelo pero ya mismo. Creo que yo no había terminado de decir esa oración, cuando él ya tenía su erecta verga por fuera. Casi de inmediato sentí el calor y dureza de su miembro a medida que me iba penetrando divinamente todo mi coño.

A medida que me metiendo y sacando su verga de mi cuerpo, yo me fui desabotonando la blusa hasta que mis tetas quedaron por fuera, y pude quitármela. De la misma manera me las arregle para desabrochar la pequeña falda que usaba y poder quitármela completamente, quedando completamente desnuda entre sus brazos, a medida que él continuaba metiendo y sacando su verga de mi coño. Por un largo rato sentí su duro miembro, satisfaciéndome como nunca antes otro chico lo había hecho. Yo no dejaba de restregar mi coño contra su cuerpo, buscando más y más placer, hasta que disfruté de un largo y salvaje orgasmo. No bien yo había quedado más que satisfecha, cuando él sacó su verga de mi coño y tomándome por el cabello me colocó su verga frente a mi boca, la que yo sin detenerme a pensarlo dos veces, me dediqué a mamar hasta que finalmente sentí como su semen prácticamente me lo estaba tragando gustosamente.

Los dos nos quedamos un rato casi dormidos, fue cuando él me dijo que regresáramos a la fiesta que yo rápidamente, me vestí como pude. Pero no pude encontrar mis pantis, ya nuevamente en el baile, él me pidió mi teléfono, y no tan solo se lo di, sino que también le di mi dirección. Con la prisa que después nos despedimos, se me olvidó hasta preguntarle su nombre. No lo he vuelto a ver, pero eso si cada vez que voy a una fiesta y comienzo a perrear, como una loca, y como tal por lo general disfruto de lo que después sucede.